Antequera
Notas destacadas
A la entrada al casco urbano, junto a la capilla-tribuna de la Virgen del Socorro (plaza del Portichuelo), tenemos el bar-restaurante La Socorrilla, todo un clásico de la ciudad. Su terraza, siempre concurrida, es el lugar perfecto donde tomarse una cerveza bien fría tras la bajada del Torcal; además, justo al lado hay un mirador con una vista fantástica sobre la Alcazaba. |
|
El albergue-refugio parroquial —francamente espartano— está en un anexo de la iglesia de Santiago, con literas muy apretadas y un solo baño; tenemos como alternativa los hoteles, hostales y pensiones del centro, cuyos precios suelen ser moderados. |
|
El recinto de los Dólmenes de Antequera, en un extremo del casco urbano, alberga dos grandes monumentos megalíticos de carácter funerario, sin duda los mejor conservados de toda Europa: el dolmen de Menga y el de Viera, corredores subterráneos cubiertos por túmulos que fueron construidos entre el 4.700 y el 3.800 a.C., en el periodo neolítico; el primero está orientado a la Peña de los Enamorados (popularmente, la Cabeza del Indio) y el otro al sol, pues recibe el primer rayo de luz del amanecer durante los equinoccios. La visita es gratuita, consultar los horarios en su web. |
|
Es también recomendable la visita de la Alcazaba, con sus murallas, torres y miradores, que incluye la entrada a la Real Colegiata, situada justo al lado; a sus pies veremos las excavaciones de los baños romanos de la antigua Antikaria, nombre íbero de la ciudad, que significaba «ante la montaña blanca», en clara referencia a la sierra del Torcal. |
|
Un dato curioso: esta es la ciudad con más iglesias de España en relación a su población, pues tiene 33 iglesias y conventos para poco más de 41.000 habitantes, lo cual supone una densidad de templos mucho mayor que en Roma. El Ayuntamiento promueve una ruta turística por los diez más interesantes. |
|
Os sugerimos dedicar un día adicional para ir al famoso Caminito del Rey, ruta a pie a través del desfiladero de los Gaitanes, en el límite oeste del término municipal (a 34 km del núcleo); es un recorrido impresionante de 7,7 km, buena parte de los cuales son por pasarelas y puentes colgantes sobre el precipicio, entre paredes verticales de roca. Abierto de martes a domingo, imprescindible reserva previa en este enlace. |
|
Los dos platos más conocidos de la comarca son la porra antequerana, una especie de salmorejo espeso que se come con tenedor, y el pio antequerano, ensalada fría a base de bacalao desmigado, cebolleta y naranja cortada a láminas; ambos se suelen consumir en verano. |
|
La ciudad es famosa por sus molletes, panecillos de origen árabe hechos con un tipo de pan poco cocido y de miga blanca. |
|
Entre los postres típicos de la zona destaca el bienmesabe, dulce que elaboraban las monjas de clausura y que —os lo aseguramos— hace honor a su nombre; sus principales ingredientes son almendra molida, cabello de ángel, huevos y azúcar; lo encontraréis en confiterías, en la carta de algún restaurante y también en el convento de las clarisas de Belén (calle Belén nº 6). En la misma línea de repostería de origen monástico estarían los mantecados y el angelorum, hecho con yema y merengue, auténtico placer celestial. |
Cultura e Historia
Las características naturales de la depresión de Antequera, al pie de la sierra del Torcal, facilitaron el asentamiento de pobladores ya desde el Paleolítico Medio; el momento álgido llegó hacia el año 4800 a.C., época en que están datados sus famosos dólmenes y túmulos funerarios. Durante la colonización romana se produjo un gran crecimiento de la ciudad de Antikaria, situada en la confluencia de diferentes calzadas y rutas comerciales entre la costa mediterránea y el interior de la Península; otro enclave importante en época romana sería Singilia Barba, cuyos restos se han localizado a cinco kilómetros de la ciudad.
En el siglo XIII, la posición fronteriza de la Madina Antaqira musulmán obligó a levantar una gran fortaleza militar. En repetidas campañas los monarcas castellanos intentaron conquistar este enclave, que era considerado la llave del reino de Granada; fue Don Fernando el de Antequera (infante de Castilla y futuro rey de Aragón) quien la tomó definitivamente en el año 1410, iniciando un periodo de expansión urbanística y demográfica fruto de su importante actividad comercial, favorecida por su posición central en los ejes Sevilla-Granada y Málaga-Córdoba. El resultado llegaría durante el siglo XVI, convirtiéndose en una de las ciudades más importantes de Andalucía: una prueba de ello son los 33 conventos e iglesias repartidos por su casco histórico.
En el año 1804 la ciudad sufrió una epidemia de fiebre amarilla que diezmó su población, a lo cual se unió la devastación durante la guerra de la Independencia contra la invasión napoleónica. En 1830 empieza la recuperación, con la reactivación de actividades productivas y la aparición de una nueva burguesía agraria e industrial nacida alrededor del aceite, el cultivo extensivo de cereal, el ferrocarril, el comercio de la lana y la confección textil; poco a poco esta burguesía comenzó a compartir el poder político local con la antigua nobleza.
La pérdida de las colonias de ultramar, a finales del siglo XIX, supuso un duro revés para el comercio y la estabilidad social; tras la Guerra Civil la localidad vivió años de miseria y de depresión económica, lo cual daría pie a una fuerte emigración, fenómeno que siguió en aumento hasta la década de 1960.