Camino de San Francesco | Información

La Vía o Camino de San Francesco (CSF) se prolonga 440 km de Roma a La Verna, o de La Verna a Roma, pues hablamos de una ruta bidireccional. La principal certidumbre es que hacia la mitad se sitúa Assisi, y allí el santuario que acoge la tumba del santo.

A diferencia de otros itinerarios de peregrinación como el Camino de Santiago, recorridos por miles de peregrinos desde la Edad Media, el de San Francesco no es un camino histórico que conduce a sus reliquias, sino una construcción ex novo a través de los escenarios en los que se desarrollaron los principales episodios de su vida, conectados por caminos medievales, cierto, pero también por otras sendas en las que prima la calidad paisajística.

Si algo caracteriza a esta vía, por más que la naturaleza o el arte posean un gran protagonismo, es que se trata de un camino de espiritualidad que, por fortuna, todavía no ha sido contagiado por el aprovechamiento turístico intensivo, lo que nos invita a introducirnos en él con sumo respeto. El hecho de que se encuentre jalonado por una serie de conventos y eremitorios de la familia franciscana contribuye a reforzar el vínculo con la figura del omnipresente fundador. Tanto en sus templos, con la oración o la meditación, como a través de un peculiar estilo de acogida, es posible conectar con la dimensión religiosa, más ortodoxa para los cristianos, más difusa para quienes practiquen una espiritualidad laica, que promueve la seráfica orden.

El recorrido, que se desarrolla por las regiones de Umbria, Lazio y una mínima parte en Toscana, ha sido fragmentado por la moderna promoción como sigue: la Vía del Norte, que es la más concurrida, va de La Verna, en Toscana, a Assisi, y suma 190 km (de 8 a 10 etapas); la Vía del Sur, de Roma a Assisi, tiene mayor longitud con sus casi 250 km (10-13 etapas); por fin, existe una vía titulada como «Romana», que no es otra cosa que la unión de las dos anteriores en un itinerario de largo recorrido y sentido norte-sur.

Tras darle unas vueltas a la actual situación, entendemos que la lógica peregrina nos llevaría a asumir los dos caminos hasta el sepulcro del pobrecillo de Assisi: norte y sur. Sin embargo, para articular un itinerario completo en pos de la memoria de San Francisco, lo más sensato, con la razón de peso de la accesibilidad, sería partir de Roma. Sinceramente, no creemos que tenga mucho sentido completar una ruta franciscana que concluya en Roma, urbe de San Pedro, San Pablo y los papas cargada ya de protagonismo y a la que llegan todos los caminos, entre ellos la Vía Francígena. En cambio, terminar en La Verna, un icónico convento perdido entre montañas y bosques, paradigma de la cosmovisión franciscana y a la vez lugar donde el santo recibió los estigmas, constituye una experiencia singular, transformadora y memorable para el peregrino.

En los próximos años, al celebrarse el VIII Centenario de la recepción de los estigmas (2024) y de su muerte (2026), la figura de San Francisco está llamada a alcanzar una considerable popularidad, y es de suponer que también su camino. ¡Aprovechemos, pues, antes de que la comercialización provoque el mismo deterioro que en el Camino de Santiago para hacerlo!

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Obviamente, la razón de ser de esta ruta se encuentra en la figura de San Francisco. Nacido en 1182 en Assisi (Umbria), su verdadero nombre era Giovanni Bernardone, y su progenitor un desahogado comerciante. Pero el tal Giovanni no estaba destinado a perpetuar la empresa familiar, ya que tras caer preso de los peruginos y padecer una larga enfermedad, su espíritu soñador comenzó a florecer en él. Pronto sintió su vocación cuando el Crucifijo pintado de San Damiano le dijo: «Francisco, ven, repara mi casa, que como ves está totalmente arruinada». Es así como a los 24 años renunció a su cómoda vida y se retiró como eremita, primero, y luego en comunidad, elaborando una regla de convivencia presentada al papa Inocencio III en 1209 y definitivamente aprobada por Honorio III en 1223. Al grupo pronto se unió Clara, una inquieta noble de Assisi, fundadora de la rama femenina de la orden.

El primer convento franciscano fue la Porziuncola, centro desde el cual inició largos viajes, entre ellos la supuesta peregrinación compostelana de 1214, tradición no confirmada, y otros a Egipto y Tierra Santa. La predicación, en pos de la purificación de la Iglesia a través de la penitencia y la pobreza (los frailes menores son una orden mendicante, y el santo era denominado il poverello, o sea, el pobrecillo), constituían su principal cometido y mensaje.

Mientras la congregación se extendía por Italia, Francisco, ya prácticamente ciego, se retiró al eremitorio de La Verna, donde recibió los estigmas el 17 de septiembre de 1224. Dos años después fallecería en olor de santidad en la Porziuncola, tanto es así que su canonización, circunstancia poco frecuente, sería exprés: la realizó en 1228 Gregorio IX, que antes había sido el cardenal protector de la orden. El culto a San Francisco creció como la espuma, y en 1230 ya estaban sus reliquias instaladas en la actual basílica de Assisi. Realidad y leyenda, como es habitual en la hagiografía medieval, se entrelazan en las relaciones de la vida del santo, entre ellas las célebres Florecillas de San Francisco (s. XIV).

Uno de los rasgos de San Francisco que más cautivan al hombre contemporáneo es su amor por la Creación. La dimensión que hoy denominamos ecológica, en los días del santo no existía, y llamar al lobo, a los pájaros, a los peces o al sol y la luna hermanos sonaba a locura. Dicha cosmovisión hace acto de presencia en su Cántico de las criaturas, un texto musicado y cantado en Taizé.

Por lo tanto, el santo ha conseguido trascender a su época más allá de la devoción simplificada a partir de milagros o leyendas. Y lo ha hecho porque se adelantó a su tiempo como una especie de revolucionario, sin abandonar la Iglesia, bajo una serie de premisas imperecederas: el amor a Dios, la veneración por su obra la Naturaleza y el desapego de la riqueza en una vida humilde, sencilla y fraternal. De ahí que haya sido elegido como patrón de la Ecología (Juan Pablo II, 1979), y un modelo para el ecumenismo y el pacifismo.

Una completa biografía en: San Francisco de Asis.

La historia de la Vía de San Francesco no es milenaria, sino reciente. Su primera plasmación cartográfica fue a cargo de la bolognesa Angela María Seracchioli, que tras hacer el Camino de Santiago, en 2004 se inspiró en aquella ruta para definir un recorrido tras los pasos de San Francisco. Escribió una guía precursora (Di qui passò Francesco), editada por Terre di Mezzo, que propone una traza de 365 km, de La Verna pasando por Assisi hasta Rieti y Poggio Bustone, con alternativas para jinetes y ciclistas. La propuesta, más franciscana, digámoslo así, que el trazado actual, apostaba por la variante de Greccio, y tuvo una excelente acogida, siendo traducida al inglés, alemán, portugués y húngaro.

En su presentación escribía que «la ausencia de una meta concreta es la verdadera característica de este camino», que alcanza su sentido en diferentes lugares, los cuales propician el encuentro con San Francisco y su espiritualidad.

Como ocurre siempre, a la fase más idealista y apasionada, en la que surgieron nuevos trazados y disputas, ha sucedido la de la gestión cultural, turística y el marketing, aún suave para quienes estamos acostumbrados a la fiebre amarilla de los caminos jacobeos. Es así como la administración turística de las regiones atravesadas, y de un modo muy especial la de Umbria desde 2008, de acuerdo con la Opera Romana Pellegrinaggi, se pusieron manos a la obra para definir, señalizar y difundir el itinerario con sus variantes. Por su parte el Lazio imponía una visión centralista al incorporar Roma como meta, ello en base al viaje realizado por el santo para obtener la aprobación de su regla.

Si comparamos lo que aquí se ha hecho con la Vía Francígena, que en Italia cuenta con una potente asociación de municipios, regiones y empresarios detrás, todo es más sencillo y, por el momento, sostenible. El apoyo de la Iglesia ha sido fundamental en varios sentidos: mantener el sentido religioso y espiritual, proporcionar acogida (parroquial, conventual, diocesana) cuando aún no existen alternativas viables en el sector público o privado, y consagrar el perfil peregrinatorio, de nuevo al modo compostelano, estableciendo la credencial, con los requisitos para su uso, y la concesión de un testimonium o certificado en Assisi.

A día de hoy se mantiene el sello que le imprimió la precursora, y el itinerario goza de mayor popularidad entre La Verna y Assisi, pero las cosas están poco a poco cambiando por la propia dinámica de la accesibilidad, y ahora las vías son entendidas como un GR de doble sentido. Los peregrinos que ya han hecho el primer tramo van de Assisi a Roma, pero cada vez son más los que caminan de Roma a Assisi, en dirección al santuario. El sentido menos frecuentado, para nosotros una prolongación lógica, es el de Assisi a La Verna, de tal modo que quien lo haga se encontrará a todos los peregrinos de frente, chocante experiencia a la contra.

En cuanto a la procedencia de los peregrinos, en su mayoría siguen siendo italianos, pero con una gran proporción de centroeuropeos (alemanes, austríacos, suizos…, un tercio de peregrinos son de lengua alemana), franceses, holandeses, etc. También se van incorporando peregrinos anglosajones y extraeuropeos, sobre todo estadounidenses y canadienses, y en menor medida japoneses y coreanos. Como sucede con la Francígena, quizá por ese temor ancestral a peregrinar o hacer senderismo fuera de nuestras fronteras, un complejo que por fortuna va siendo superado, los españoles aún somos pocos.

El número, sin ser excesivo, ha ido creciendo en los últimos años, llegando a superar a la Francígena, donde muchos de los usuarios se limitan a recorrer pequeños tramos, sobre todo en la Toscana, sin llegar a la meta. En el CSF, la oficina de Assisi ha registrado la llegada de 2.500 peregrinos, tras haber obtenido su certificado, en 2019, pero otras estadísticas más realistas multiplican esta cifra por seis, dado que muchos no acaban de un tirón su travesía en la ciudad, o no recogen el testimonium. Si de algo sirve como referencia, a finales del verano de 2022 nos hemos encontrado, sobre todo en la Vía Norte, con una media de 20-25 peregrinos cada día.

En el campo de las motivaciones, sin que existan estudios concluyentes, parece ser que las religiosas o espirituales siguen siendo mayoritarias, más o menos como en el Camino de Santiago en los años 90. Es de suponer que, a medida que el itinerario sea conocido, los componentes más culturales y senderistas irán ganando peso.

El centro de Italia, y más concretamente la Umbria, posee un clima entre mediterráneo y subcontinental, caracterizado por veranos no sofocantes (bueno, esto era antes, y no vale para Roma o la Valle Umbra) e inviernos relativamente suaves (en montaña no, pues puede incluso nevar). Por supuesto, la altitud modifica estas notas genéricas y las temperaturas, ya que en varias etapas transitaremos entre los 600 y 800 m de altura, y llegaremos a superar los 1.000. Asimismo, la disposición del relieve genera diversos microclimas en los sucesivos valles. En cuanto a las precipitaciones son elevadas, entre los 800 y los 1.200 mm anuales, y tienen mayor incidencia entre octubre y marzo, aunque las tormentas pueden hacer acto de presencia, con carácter torrencial y en ocasiones con manifiesto peligro, también en primavera y a finales del verano. En función de las anteriores variables, el verano no es una mala época para hacer el Camino, pero resulta especialmente recomendable la primavera, sobre todo el mes de mayo, el menos lluvioso. Aunque los bosques adquieren unas bellas tonalidades en otoño, por las precipitaciones se deberían evitar los meses de octubre y noviembre, y por las bajas temperaturas los de diciembre, enero y febrero. Sin embargo, un peregrino bregado puede con todo, y el rigor climático de esta ruta está muy lejos, por ejemplo, del que se puede experimentar en el Camino Francés o la Vía de la Plata.

Al poco de salir de Roma el paisaje de la ruta franciscana se vuelve amable, de media montaña en las estribaciones de los Apeninos, con sus bosques mediterráneos y atlánticos combinados. Hemos de recordar que la región umbra ha sido calificada como el «corazón verde de Italia», un carácter que comparten las adyacentes tierras del Lazio y Toscana en lo que atañe al itinerario.

Nuestro camino va atravesando varias reservas y parques naturales, así como comarcas de gran belleza paisajística. Entre ellas podemos citar, muy próxima a Roma, la extensa Reserva Natural della Marcigliana, modelo de la campiña tradicional del Lazio con sus praderas y pinos piñoneros. A continuación, en la Sabina se desarrolla la reserva Macchia di Gattaceca, cubierta de olivares y bosquetes mediterráneos. Rieti tiene asiento en la Valle Santa, antiguamente palúdica y hoy salpicada por algunas lagunas testimoniales, y en su mayor parte cultivada, pero rodeada por elevaciones, a naciente el monte Terminillo, pobladas de robles, castaños, encinas, carpes y hayas (entre ellas el célebre faggio di San Francesco), y en altura pino negral y abetos. La hermosura del lago de Piediluco, rodeado de verdes colinas, nos hará llegar al éxtasis al introducirnos en Umbria, donde es obligado hablar de la enorme cascada delle Marmore, que pese a constituir una obra artificial romana se ha acabado integrando en el paisaje. Uno de los momentos cumbre del recorrido es el de la aproximación, por la Valnerina (Parque Fluvial del Nera), hasta los derrames del monte Fionchi, en los Apeninos Centrales, que nos separan de la llanura de Spoleto, con el bosque sacro de Monteluco en el descenso. El histórico corredor de la Valle Umbra o Spoletana, en la que cruzamos el río Topino al llegar Foligno, ya a las puertas de Assisi se prolonga al pie del evocador monte Subasio (parque natural y paleontológico).

El escenario se torna de nuevo montuoso, y con abundancia de bosques, al partir de Assisi y hasta Gubbio. Un breve reposo nos devuelve a los Apeninos por los montes Eugubinos, con sus bosques de robles y carpes pero también tramos descarnados o repoblados con coníferas. Su rudeza contrasta con la amable planicie del Tevere, donde coincidimos con la Vía Romea entre plantaciones de tabaco y álamos. Las últimas etapas son de gran belleza natural, pues nos introducimos en la Reserva Regional de los Alpe della Luna, que acoge sorprendentes hayedos, con el exigente Monte Verde y el Passo de Viamaggio. Y tras un nuevo descenso al valle del Tevere, antes de llegar a La Verna nos aguardan más montañas calcáreas y bosques, con islas de hayedos, donde aún mora el lobo, hermano de Francisco.

Ya hemos indicado que el CSF recorre las regiones del Lazio (7 etapas, el 30,5%), Umbria (12,5 etapas, el 54,5%) y Toscana (3,5 etapas, el 15%). En cuanto a las provincias, tan solo atraviesa las de Roma, Rieti, Terni, Perugia y Arezzo.

Las principales ciudades, además de Roma (2.770.000 habitantes), son todas de pequeña entidad, así Foligno (47.000), Rieti (39.000), Città di Castello (22.500), Spoleto (19.000) o Sansepolcro (12.500). Assisi solo cuenta con 3.700 habitantes en su núcleo histórico.

Por lo tanto, cabe concluir que el carácter de la ruta de San Francesco es nítidamente rural, y en este sentido puede compararse con la francesa Vía de Le Puy. Salvo en la partida del área metropolitana de Roma, tan solo al transitar por los valles, en particular por los del Velino y el Tevere, adquiere una difusa imagen urbana. Además de no contar con grandes poblaciones, en gran parte discurre por zonas de montaña escasamente pobladas.

Como presentación cabe señalar que el CSF es duro, bastante más exigente que la mayoría de rutas jacobeas. La causa no son los grandes puertos de montaña, sino la sucesión de subidas y bajadas, con pendientes en ocasiones vertiginosas para acceder a ciertos borgos, y la acumulación diaria de desniveles considerables, en varias etapas superior o próxima a los 1.000 m.

Dada la configuración del itinerario, resulta fácil parcelarlo en porciones para quien no disponga de tiempo. Recordamos que la Vía del Norte (Assisi - La Verna) son 190 km, que se pueden recorrer en una media de 8 a 10 etapas, con la parada recomendada de un día en Assisi, más otro al menos en Firenze, lo que incluyendo desplazamientos puede llevarnos de doce días a dos semanas.

En cuanto a la Vía del Sur, de Roma a Assisi, sus 250 km podrían cubrirse en 10-14 etapas, lo que sumadas visitas y viajes podría ocupar entre dos semanas y 20 días.

Para hacer el camino completo, con sus 440 km, ya estaríamos hablando de un largo recorrido, y precisaríamos entre 18 días (el correcaminos) y 25 (la tortuga), lo que incluyendo las visitas de Roma, Assisi y, si se quiere, Arezzo y Firenze, se aproximaría al mes, quizá incorporando también las 3-4 etapas de La Verna a Firenze, como veremos más abajo, o un desvío para conocer Perugia.

Llegar a Roma es fácil tanto en avión como en tren o autobús, y lo mismo cabe decir del regreso si tomamos Firenze como base de operaciones en vez de regresar a Roma.

El enlace de La Verna a Firenze no es fácil. Primero hay que descender a pie hasta Chiusi de La Verna (15 min), aunque también hay parada en La Beccia. Aquí el bus nos llevará a Bibbiena, con estación de ff.cc. y conexión, vía Arezzo (bella ciudad), con Firenze (algo más de 2 h de viaje). Desde la capital toscana ya es posible acceder a cualquier otra ciudad, y a los aeropuertos de Firenze-Peretola o Pisa, así como trasladarse con rapidez a Bologna (desde 37 min), Roma (desde 1 h 30 min) o Milano (a partir de 1 h 45 min). Consultad Trenitalia o Trainline.

En el CSF no es viable proponer etapas estándar de 20-25 km por jornada. La apertura de alojamientos ha facilitado la partición de algunas de las más largas, que antes carecían de alternativa, y de este modo habrá varias que bajen de los 20 km, e incluso que ronden los 15 km. Parece una cifra baja, pero las distancias son engañosas cuando las cuestas se empinan, algo habitual por aquí. Además, la riqueza patrimonial de determinadas poblaciones nos anima a destinar parte de la jornada a visitarlas.

Por supuesto, todas las etapas son meras sugerencias, y cada quien podrá redefinirlas según su criterio.

Las variantes siempre constituyen un dilema, para algunos un fastidio. En esta ruta hay tres largas, cada una con un perfil muy diferente: 

  1. La de la abadía de Farfa, que evita el paso por Ponticelli, pero que carece de vínculos con la vida de San Francisco.
  1. La de Rieti (ver artículo Variante de Greccio y Terni), que por el margen oeste de la Valle Santa conduce a los santuarios de Fonte Colombo y Greccio, pilares de la vida del santo, pasando también por la ciudad de Terni y la Valnerina. Como no hemos querido renunciar a pasar por La Foresta, Poggio Bustone, el Faggio di Francesco o Piediluco, en esta ocasión hemos optado por la vía directa u oriental, que además es más corta.
  1. La de Perugia, que se desvía notablemente para conocer la capital umbra, ciudad de indudable interés, pero supone hacer una etapa más, a la que sumar al menos una jornada en Perugia, o sea, dos días más. 

Aquí, por el momento, nos limitamos a describir el recorrido más corto, directo y a la vez más frecuentado por los peregrinos.

Y atención, porque si le hemos tomado gusto a caminar, y disponemos de tiempo, nos podemos disponer a caminar desde La Verna hasta Firenze. En la capital toscana, desde luego mejor comunicada que La Verna para el retorno, se localiza la iglesia de Santa Croce, el templo franciscano de mayor tamaño del mundo, que puede constituir una tercera meta. Las señales propias del CSF son ahora sustituidas por las flechas amarillas hacia Firenze (naranjas hacia La Verna), y pegatinas con imagen de un peregrino, que balizan la Vía Ghibellina (81,5 km, por Poppi y la abadía de Vallombrosa, 3-4 etapas), recuperada por la Comunità Toscana Il Pellegrino (a descargar aquí). Se han definido otras dos propuestas de carácter más excursionista y más largas (91-96 km), asimismo descargables aquí.

Son los recurrentes para quien se desplace por Europa, y más concretamente por Italia. En primer lugar no se debe olvidar la tarjeta sanitaria europea, so pena de tener que pagar los servicios sanitarios que podamos precisar.

Al igual que en los caminos jacobeos de España, Francia o Portugal, en todas las poblaciones encontraremos farmacias, por lo que no es necesario que llevemos a cuestas un botiquín. En los albergues también suelen disponer de un botiquín básico, y si no lo hay los responsables pueden ayudarnos en lo que necesitemos. Bastará llevar un kit para ampollas (desinfectante, gasa, tiritas, aguja, hilo) y acaso aspirinas o paracetamol, estaremos bien servidos.

En todo momento hemos de tener presentes los teléfonos de emergencias, y sobre todo el 112 europeo, que en este caso conecta con los Carabinieri, o el específico de las urgencias sanitarias, que en Italia es el 118. Si os topáis con un incendio podéis avisar a los bomberos (115) o al Corpo Forestale dello Stato (1515), en el segundo caso también si os encontráis un animal herido.

En cuanto a los pagos, siempre es conveniente utilizar las tarjetas o Bizum, pero en bastantes casos, tanto en albergues como en otros alojamientos (B&B, affittacamere, agriturismo), no habrá más remedio que pagar en metálico. En Italia no hay ningún problema para utilizar los cajeros de Bancomat, red única para todo el país, ya que carecen de comisión y son muy abundantes.

Telefonía. Quienes dispongan de un contrato con tarifa plana de móvil no pagarán ningún suplemento en Italia para hacer llamadas en el propio país o al exterior, ya que el roaming ha desaparecido desde 2017 en la UE. Lo mismo cabe señalar sobre el uso de los datos del Wi-Fi. Si no se dispone de este servicio, el coste será el mismo que el de las llamadas nacionales, y por lo que respecta al Wi-Fi, habrá que estar pendientes de los lugares que lo ofrezcan, pero atención, porque atravesaremos muchas áreas de montaña con pobre cobertura o sin ella, y en muchos albergues, sobre todo en los de acogida tradicional, no lo tienen instalado. Para llamar al país de origen se marca como habitualmente, y para Italia con el prefijo +39.

Estimamos que el gasto medio diario, máxime con la reciente deriva inflacionista (año 2023), puede rondar los 50-60 € entre los que van a pie en solitario y realizan un peregrinaje austero. Compartiendo habitación se puede ahorrar mucho. Por lo tanto, la ruta resulta hasta un 25-35% más cara que el Camino de Santiago, y no tanto por el coste de la vida, ya que el de Italia cada vez es más parecido al español, sino sobre todo por la ausencia, en determinados fines de etapa, de albergues o alojamientos económicos.

Regreso desde La Verna. Es preciso bajar por el camino que conduce a La Beccia (10 min), o por el de Chiusi della Verna (15 min), donde venden los billetes en el Cafè Bellavista. Aquí se toma el bus que va a Bibbiena, desde cuya estación de tren ya podemos dirigirnos a Arezzo. En Arezzo, por cierto bella ciudad con unas famosas pinturas de Piero della Francesca, podemos cambiar de línea para proseguir, si así lo deseamos, a Firenze.

Para ambientarse en el personaje, porque quien viaja informado, ya se sabe, disfruta doblemente de la experiencia, nada mejor que leer su Cántico de las criaturas, poema muy conocido cuyos versos han sido reproducidos y cantados en cientos de versiones. Toca igualmente recordar su más famosa hagiografía, Las florecillas de San Francisco, anónimo que pese a datar del s. XIV sigue constituyendo un relato fresco y apasionante, con episodios como los del sermón a los pájaros o el del lobo de Gubbio. También son clásicas las respectivas aproximaciones biográficas del inglés Gilbert Keith Chesterton, que considera a San Francisco como el fundador de una nueva espiritualidad hermanada con la naturaleza, y del alemán Hermann Hesse, una visión devota, poética y conmovedora; ambos autores admiraban profundamente al pobrecillo de Assisi. Los tres libros propuestos han sido traducidos a numerosos idiomas.

Si quieres una guía en papel como complemento, las mejores y predilectas de los italianos son las que, con periódicas actualizaciones, publica la editorial milanesa Terre di Mezzo. Nos propone dos guías de autores diferentes:

-A.M. Seracchioli, Di qui passò Francesco, con hasta 8 ediciones, pionera en describir la ruta, pero solo entre La Verna y Poggio Bustone.

-G. Bettin, P. Giulietti, N. Checcarelli, La Vía di San Francesco. Da La Verna e da Roma verso Assisi, de referencia en la actualidad, que se adapta a la señalización existente.

Otras guías y libros:

-Ha editado varios libros sobre la ruta el periodista y fotógrafo Fabrizio Ardito, por ejemplo La Via di Francesco del Touring Club para la Region Umbria (2015), guía muy sintética y desactualizada en alguna de las etapas y el alojamiento, pero de buen tamaño para el bolsillo, y provista de perfiles muy realistas y amplia agenda para notas de viaje. También, más para consultar en casa y con fotos de calidad, La Via di Francesco (2017), visual. Y como complemento a las anteriores su diario Le Vie di Francesco. Un camino di spirito e natura tra Firenze, Assisi e Roma (Ediciclo, 2020), entretenido.

Solo del tramo norte cabe reseñar la guía de F. Mosci (Il camino di San Francesco da Assisi a La Verna), editada por Tozzuolo en 2018. Y solo del sur la de M. Fazion (Il Cammino degli Angeli da Roma ad Assisi), por Monte Meru en 2010.

En inglés, la editorial Cicerone posee su guía azul The Way of Saint Francis. From Florence to Assisi and Rome, por S. Brown, la última edición de 2019.  Otras guías, como la de B. Thoman, se centran en la espiritualidad y los recorridos limitados a las principales fundaciones franciscanas. En francés,  O. Lemire describe su peregrinaje desde Francia en Chemin d’Assise. L’aventure intèrieure (2014). Las guías también abundan en alemán, país donde la ruta ha alcanzado una considerable popularidad.

En castellano carecemos de guías prácticas, y tan solo contamos con libros de espiritualidad franciscana o para acercarse a los lugares vinculados a la vida y obra del santo, por ejemplo el ya antiguo de F. Uribe Escobar (Por los caminos de Francisco de Asís, Ed. Franciscanas Arantzazu, 1990).

Para el geoposicionamiento, conviene descargarse y llevar la App de Gronze: Gronze Maps.

Individuos entusiastas y asociaciones locales han sido los primeros en marcar la traza definida por A.M. Seracchioli, reforzada por las administraciones turísticas una vez que han reconocido el potencial de la ruta.

La base de la señalética es la de los GR, pero en este caso cambiando los colores tradicionales del largo recorrido por el azul y amarillo, que coinciden con los de la bandera de Ucrania, tanto es así que algunos han creído ver en ella, a raíz de la invasión rusa de dicho país, algo así como una causa solidaria. A dicha señalización se ha sumado el emblema por antonomasia de San Francisco, que no es otro que la cruz en tau. En algunos tramos también se ha recurrido, por contagio con el Camino de Santiago, a las flechas azules y amarillas.

Además de las marcas en pintura, pegatinas o materiales plásticos, en la región del Lazio se han instalado postes, ya bastante deteriorados en 2022, en los principales cruces. Por su parte, la región umbra ha hecho lo propio con un bien diseñado despliegue de postes en los que se indican kilómetros y distancias en ambos sentidos.

Se puede decir que la señalización es óptima, salvo algún poste derribado por accidente, en Umbria; aceptable, aunque con una reiterada primacía del sentido hacia Roma (¡toma centralismo)!, en el Lazio; y bastante deficiente en Toscana, donde por fortuna pisamos un tramo relativamente corto.

Lo que resultará evidente, ante la presencia de algunos rodeos considerables, es que priman los valores paisajísticos, premisa de las rutas de senderismo amable que evitan el asfalto, frente a cualquier tentativa de recuperar obsesivamente una traza caminera medieval, con las ventajas que ello supone.

Los ciclistas son rara avis en esta ruta, por algo será… Se nos ocurre que la causa está en la continuada presencia de fuertes pendientes, caminos agrestes por el monte y tramos realmente peligrosos, lo que por momentos hace difícil la convivencia con los peregrinos de a pie. Además, las alternativas asfaltadas son poco gratificantes. Pese a que este no es país para ciclistas, que diríamos parodiando el título de la película de los hermanos Coen, quien no sea capaz de despegarse del sillín encontrará en esta guía las mejores variantes. Apuntamos, eso sí, que en algunas etapas son tan diferentes de las pedestres que realmente supone hacer un camino completamente diverso salvo en la confluencia de las poblaciones, y esto le resta no mucho, sino gran parte del encanto a la experiencia: adiós bosques, viejas calzadas, eremitorios…

A diferencia de la Vía Francígena, sobre el terreno no están diferenciados los tramos para bicigrinos en colores o con otro tipo de señales, por lo que será imprescindible consultar una guía, y el gps, para no acabar cayendo en trampas de difícil salida, o dar vueltas como un pato mareado por carreteras menores.

A lo anterior hay que sumar el engorro que supone el traslado de la máquina a Roma, o el incremento de precio si se recurre al alquiler.

En resumen, y con gran dolor de corazón pero siendo realistas, no os aconsejamos hacer este itinerario en bici, aunque es cierto que quien quiera y tenga tesón podrá conseguirlo, incluso sin apartarse un metro de la vía original con una buena BTT.

Vale la pena recordar, no nos llevemos a engaño, que en Italia la palabra albergo se refiere a un hotel tradicional o posada, y el típico «albergue español» se denomina ostello.

Una cosa que nos va a sorprender, y que coincide con una fase de desarrollo incipiente del itinerario, es que la oferta privada aún no tiene excesiva presencia por la falta de peregrinos y, por ende, de rentabilidad. Por lo tanto, el peso de la acogida es prestado en gran medida por la Iglesia. Hay albergues parroquiales, por lo general modestos y de escasa capacidad, y casi todos sin hospitalero fijo, y sobre todo de congregaciones religiosas, en este caso con gran presencia de los franciscanos y capuchinos, pero también de alguna comunidad femenina. Los eremos (eremitorios transformados en pequeños conventos) son, quizá, la opción más singular de acogida, aunque con muy pocas plazas.

Entre los que cuentan con hospitaleros voluntarios, y por lo tanto donde mejor se vive el espíritu del camino, están los dos que gestiona la Confraternita de San Jacopo de Perugia, ambos de donativo: San Pietro in Vigneto, emblema de esta ruta, y el romano del Trastevere.

Una cuestión a tener en cuenta es que la oferta no suele ser permanente, depende de temporadas, afluencia de grupos religiosos o, incluso, de la disponibilidad cotidiana o necesidad temporal de ingresos, por lo que no es de extrañar que un día acojan, al siguiente no, y sí en mayo, pero no en verano.

Por lo general estos alojamientos de acogida tradicional suelen estar bien instalados, con mayor profusión de camas que de literas, en muchos casos usando celdas monásticas individuales, o habitaciones de una hospedería con lavabo y hasta baño. En algunos, los menos, también ofrecen la cena y el desayuno, un régimen de media pensión a un precio más que razonable.

En segundo lugar cabe citar los albergues comunales (dependientes de los municipios), muy escasos en comparación con la Vía Francígena. Por fortuna, desde el verano 2022 funciona uno en Assisi, de donativo y con hospitaleros, y otro de los icónicos es del de Poggio San Lorenzo.

Dado que la oferta de albergues privados, o juveniles, es mínima, en bastantes ocasiones resultará obligado acudir a alojamientos convencionales, sean affittacamere, B&B, agriturismo u hoteles. En algunos casos, por lo común en temporada baja, hacen precios especiales a los peregrinos, a veces muy buenos si se elige la media pensión, pero siempre previa reserva y mostrando la credencial. En este rango sí que es conveniente compartir habitación entre dos o tres.

Al igual que en la Vía Francígena o en los caminos jacobeos por Francia, viajar sin reservar entraña un considerable riesgo. Por lo común es suficiente reservar el día anterior, pero en puentes o vacaciones, por la presencia de turistas y grupos, es mejor adelantarse dos o tres días. Sabemos que esta práctica, que aporta seguridad, resta encanto y aventura al peregrinaje, pero es lo que hay: o lo tomas, o no vas, o cargas con una tienda.

Para comer sobre la marcha podemos acudir a tiendas y supermercados, abundantes en toda la ruta para abastecernos, y también a panaderías y pastelerías, en las que adquirir panini y, por supuesto, porciones de pizza (también en las pizzerías d’asporto al taglio) o focaccia.

El menú del día, tan habitual en España o Portugal, no lo es tanto en Italia, y cuando se ofrece suele constar de un antipasto (primer plato) y segundo, ambos a elegir entre varios, con la bebida incluida, pero no el postre. De media su precio ronda los 18 €, pero puede aumentar en los lugares más turísticos. En una pizzería no sale mucho más barato comer, porque por lo común se pide una pizza por persona, es lo habitual en Italia, más la bebida y, acaso, el postre o un café.

Cafés y bares. En Italia ya se sabe que el café es de buena calidad y asequible, con especialidades como el cappuccino o el macchiato. La cerveza se ofrece en tamaños estándar de 33 cl, 50 cl y 66 cl, y se suele retirar de máquinas frigoríficas presentes en los bares con sus precios a la vista, que no resultan excesivos salvo en puntos muy turísticos. Mayor coste tiene el vino, de denominaciones diversas, a partir de 4 € la copa.

Agua. En los pueblos, no así a lo largo del camino, hay fuentes, y también se puede beber en los grifos de todo el recorrido. A veces nos encontramos con casetas del agua, que por 5 cts. permiten rellenar un bidón de un litro con agua refrigerada, que además puede ser frizzante (con gas).

Supermercados y tiendas. No abundan, salvo en las poblaciones de partida y llegada, en varias etapas, algo que hemos de tener en consideración.

En Italia los precios están más o menos como en Francia y ciertas zonas de España. La fruta resulta algo más cara, pero también hay fruterías de bajo coste, sobre todo en las poblaciones grandes.

Cocinar. Preparar la comida en los albergues, siempre mejor compartiendo gastos con otros peregrinos, puede ser una buena idea para ahorrar. Si son italianos harán a diario la pasta, no os quepa duda; dejaos llevar por ellos y no se os ocurra decirles nada, y menos aún que vuestra madre usa tal o cual truco, puede ser casus belli.

La cruz en tau, que muchos peregrinos portan en el cuello o sujeta a la mochila, es el emblema de esta ruta (algo así como la vieira para los peregrinos jacobeos). Se puede adquirir en Roma, y también en los conventos franciscanos, que las reciben de Tierra Santa labradas en madera de olivo.

Credencial. Es un documento acreditativo aprobado por la Iglesia. Si deseas tenerla antes de partir, que es lo más aconsejable, solicítala a la oficina de Gubbio (Piccola Accoglienza), que os la enviará por correo a casa a cambio de un donativo, voluntario, en su cuenta. Se puede pedir a través de la página oficial Credenziale della Via di Francesco, pero con tiempo suficiente.  El diseño de esta credencial la convierte en una de las más bellas de entre los caminos de peregrinación: ¡felicidades!

Si por cualquier motivo no consigues la específica, también se puede usar la Credenziale de la Confraternita di San Jacopo de Perugia, asimismo de donativo, aunque está más pensada para el Camino de Santiago o la Vía Francígena.

El uso es similar a la credencial jacobea, incluyendo los datos personales y colocando los sellos (timbro), a medida que avanzamos, aunque en esta ruta llega uno por etapa. Solo en posesión de ella podremos utilizar los albergues exclusivos de peregrinos y obtener descuentos en otros.

El testimonium de Assisi se solicita, al llegar a la ciudad, en la oficina dispuesta junto a la entrada a la basílica inferior (Statio Peregrinorum), que abre de 10:00 a 12:30 y de 14:00 a 17:30. El requisito es haber caminado, al menos, 100 km, y en bicicleta o a caballo 200 km. Si no se ha completado la distancia requerida se entrega, en lugar del testimonium, la Chartula Peregrini, más sencilla. Para los perros que hacen el Camino también hay un recuerdo: el Attestato, en el que figura San Francisco con el lobo.

La riqueza y variedad patrimonial de este itinerario es notable, y en él abundan los pueblos fortificados encaramados en colinas o borgos, algunos muy turísticos (sobre todo los umbros, así Trevi o Spello), otros desconocidos, y ciudades monumentales de pequeño tamaño con vestigios y edificios romanos, medievales, renacentistas o barrocos, algunas tan bellas como Rieti, Spoleto, Foligno, Assisi, Gubbio, Città di Castello o Sansepolcro.

A diferencia de otros caminos, en el de San Francesco os recomendamos dedicar un tiempo a visitar con calma los conventos y eremos franciscanos, y dedicar unos minutos a la meditación en sus templos. Aunque siguen siendo muchos, en ocasiones construidos en increíbles enclaves naturales, basta recordar que tan solo en la Valle Santa, en las inmediaciones de Rieti y Terni, llegó a haber hasta 23 conventos franciscanos.

En el plano monumental os sorprenderán Spoleto, Trevi, Foligno, Spello, Assisi (Patrimonio Mundial de la Unesco, junto a otros lugares franciscanos) o Gubbio, pero también una ciudad tan poco conocida como Rieti. Si no os llega con lo que se encuentra a pie de ruta, se pueden hacer pequeños desvíos a Perugia y, al final, seguir por Arezzo y Firenze. Por supuesto, Roma siempre está ahí, a la ida o a la vuelta, y si no la conocéis tendréis que dedicarle al menos dos o tres días, y esto para ver algo, solo algo, realmente muy poco.