Atrás queda el lago de Bolsena, y nuestra ruta prosigue por el antiguo territorio etrusco a través de un perfil que, una vez que bajamos de Montefiascone, se torna completamente plano. Tres son los alicientes de la jornada, y el primero pisar, entre arbolado, un largo tramo de la antigua vía Cassia. El segundo, beneficioso para relajar el cuerpo, la posibilidad, que ningún peregrino suele obviar, de acceder a las piscinas naturales de las Termas de Bagnaccio, situadas a la vera del camino. Por último hemos de hablar de Viterbo, una ciudad poco frecuentada por el turismo pero que atesora bellos monumentos medievales, entre ellos el palacio de los papas, la catedral, el vetusto barrio de San Pellegrino con sus torres o la muralla.