Quizá se trata de la etapa más absurda, y con sorpresa mayúscula al desaparecer completamente la señalización que nos ha guiado en un lugar perdido de dios, la aldea de São Jorge. A partir de aquí tenemos que buscarnos la vida, y lo más seguro, salvo algún desvío menor, es hacerlo por las carreteras que nos conduzcan lo más rápido posible a Tondela. El paisaje tampoco es tan atractivo como el de la jornada precedente, ya que hoy abundan los montes repoblados de coníferas, sobre todo eucaliptos, y castigados por los fuegos, así al atravesar la solitaria sierra do Zebro entre Vila Moinhos y el valle del Cris. Como guinda para poner a prueba nuestra moral, un extenso polígono industrial precede a la meta. Para más inri, la ausencia de servicios durante la jornada será casi total, salvo en el oasis de São Joaninho y desviándonos. Será una prueba de resistencia.