Papadopou
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Ideas peregrinas para un Camino de invierno en  otoño VIII

Al salir de Rodeiro el día amaneció resplandeciente. A nuestra espalda la montaña se reía de mi después de haberse sacudido por la noche las nubes que  la velaron la jornada anterior. De nuevo un peregrino que pensó que simplemente basta un poco de esfuerzo para ascender, para aprender. Lo que pasó el otro día me recordó la ceguera blanca de la novela de Saramago. No era tampoco un problema de falta de visión sino una ceguera provocada por el exceso de luz que no dejaba ver nada. Todo estaba allí, tras la niebla, oculto a los sentidos pero no al entendimiento. La cuestión era saber, ahora que la niebla había desaparecido, como la ceguera desapareció al final en la novela, si la experiencia me había cambiado y algo sería diferente en lo sucesivo.

Tras bajar de Monte Faro hemos atravesado la comarca de Deza durante dos jornadas. Primero de Rodeiro a Lalín y después hasta Bandeira. Estas tierras estuvieron muy pobladas en la antigüedad.  Abundan los restos castreños y las leyendas relacionadas con pasadizos secretos y tesoros enterrados. Otra vez.

Tampoco faltan bosques de grandes robles y viejos castaños por los que,  dicen,  vagan en procesión las almas de los fallecidos y de los que, si te topas con esa tropa espectral,  te arriesgas a no poder salir. Territorio de misterio tanto en noches de luna como sin luna. También en días brumosos como en el que nos tocó caminar hasta Silleda. Me sorprendió ver que en muchas pequeñas aldeas disponían unos paneles en los que exponían, además de avisos oficiales, las notas necrológicas que informaban de los decesos producidos recientemente  e incluso de recordatorios de aniversarios de algún fallecimiento.  También suelen utilizar para ello los postes del teléfono o de la luz. Mejor llevarse bien con los muertos. Además si suele decirse que mientras hay vida hay esperanza, también es cierto que mientras se mantenga el recuerdo de alguien, no muere del todo.

Caminar por estos lugares antiguos nos generaba cierto desasosiego, aunque también podría deberse al hambre.  No recogíamos, agradecidos y contentos  como en otras ocasiones, los regalos que el bosque y el Camino nos habían ofrecido desde días atrás: castañas, nueces, madroños, incluso setas que luego cocinamos, y también los higos y manzanas que tomábamos de los árboles. Más bien andábamos pensando en un mesón, a poder ser posible con pulpo o caldo caliente, y un buen vino.

Saliendo de Silleda el Camino pasa junto a una señal que indica la dirección al muy cercano castro de Toiriz, que está junto al pueblo. Es un lugar que llaman Eira dos Mouros, en el Monte do Castro. No cuesta nada imaginar que tal vez este enclave, en  un altozano que domina el valle que se extiende a sus pies, fue el embrión de la actual población.  Pues antes de eso, al igual que en los cientos de Montes do Castro que hay en Galicia, allí vivieron los mouros. Eran criaturas míticas que se dedicaban a buscar oro y atesorarlo. Construían túneles para trasladarse bajo tierra hasta otros  poblados de mouros y, según las leyendas, en ellos ocultaron sus tesoros cuando desaparecieron hace mucho tiempo. Probablemente se marcharon cuando aparecieron por estos parajes los romanos, que resultaron unos competidores temibles en cuanto a lo de sacar oro de debajo de las piedras.

No dejábamos de oír los avisos de los cuervos que nos graznaban como si nos adentráramos en territorio prohibido. En tiempos más supersticiosos se solían considerar de mal augurio. Pero cuanto más al norte mejor prensa tenían.  Odin tenia  dos que se llamaban Pensamiento y Memoria. Cada día salían al alba a buscar noticias frescas para el dios y al anochecer  regresaban. Guardaban y conservaban los conocimientos y recuerdos ancestrales. En cualquier caso finalmente el cuervo negro perdió la batalla de la comunicación frente a la paloma blanca, y se quedó como símbolo del mal fario. Tal vez lo que nos graznaban a nosotros era algún secreto arcano que nos permitiría, de poder compartirlo, hacer este mundo un poquito mejor.

Buenas noches y muchas gracias. Ultreia!

Ma Teresa
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Buenos dias Papadopou, disfrutando de la lectura de tus vivencias en el Camino

Papadopou
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Hola,  Ma Teresa, gracias. Aquí estamos a punto de empezar la última jornada. Poquitos kilómetrosfaltan  hasta Santiago.

EngelAbel
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Muchas gracias Papadopou por esas crónicas ! Deberían quedarse en el "Museo GRONZE". Muy buenas !

Saludos !

Papadopou
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Gracias por tus ánimos, EngelAbel. Hasta aquí llegó mi Camino en esta ocasión. Saludos. 

Indi
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Van afinándose los sentidos según acuden las ideas peregrinas otoñales. 

Cierto otoño se barrunta también en el alma ya a las puertas de Santiago.

Buen Camino!

TRAINERA
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Gracias por tu relato, ya que cuando terminas de leerlo parece ser que te traslade a esos rincones de magia y meigas de esa maravillosa tierra gallega. Que disfrutes. AGUR, MANU.

Papadopou
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Gracias Manu. Me alegro de haberte hecho llegar algo de esa esencia tan galaica. Saludos.

Papadopou
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Hola, Indi. Pues si,  melancolía por el final que se aproximaba y alfombra de hojas caídas para el caminante que hoy ya ha dejado de serlo. Saludos.