Isidro García
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Una historia con mi mochila

 Esta es una historia sólo para los que piensan que, salvo imponderables, el peregrino sólo lo es, si lleva su vida permanentemente a la espalda. A los que no lo vean así, no les aconsejo su lectura. Como decía Xavier Riera en otro hilo, no va a servir para que se reafirmen

 Me sucedió en mi Peregrinación de Roma a Santiago. Realmente, mis historias caminando hacia el apóstol tienen un escenario muy limitado, como limitada es mi experiencia como peregrino: dos peregrinaciones y media he realizado. De mi pueblo en Guadalajara a Compostela (podríamos decir, el Camino de Madrid). De Roma a Santiago. Y la media debería haber sido la más canónica, pues partí, hollando por primera vez en mi vida la sirga jacobea, desde Ostabat, una jornada antes de Saint-Jean-Pied-de-Port, con las mejores intenciones; pero en Sarria me volví a casa: a partir de esa localidad aquello ya no era mi Camino (las fechas, última semana de junio, no ayudaban). Como véis un mero aprendiz de comepolvos ante casi todos los que estáis en este foro.

 Pero no nos dispersemos. La historia con mi mochila me ocurrió en El Bierzo, entre Ponferrada y Villafranca, exactamente en el hospital comarcal de El Bierzo.

 En puridad había comenzado llegando a El Burgo Ranero, tras 2.500 quilómetros desde Roma. En un momento dado, aceleré el paso por "pegar la hebra" con otro peregrino que iba unos 100 metros por delante. Le alcancé, nos saludamos a la vista de la gasolinera de El Burgo, donde hay un restaurante que le recordaba como imprescindible. Así que la conversación con el compañero de sirga fue muy breve. Él continuó peregrinando y yo cedí ante la tentación de la carne (las carrilleras en salsa de ese restaurante merecerían otro hilo aparte).

 Pero el daño ya estaba hecho. La tendinitis tibial tomó posesión de mi espinilla izquierda y ya no me abandonaría hasta Santiago, obligándome a una parada en el hospital comarcal de El Bierzo.

 Esa fue la causa oficial de mi lesión, y así lo cuento ante todo el mundo. Pero ahora que no nos escucha nadie, el Camino y yo sabemos que no fue así. Siempre he creido (pero estas cosas no se pueden decir porque te toman por "majara") que el Camino tiene vida propia, y toma las decisiones que estima necesarias para una fecunda peregrinación. Dos años antes, cuando avanzaba desde mi pueblo guadalajareño, en ese mismo lugar, el Camino y yo comenzamos una relación de complicidad que duró hasta Santiago. Pero al terminar la Peregrinación yo no fui leal a esa complicidad mantenida diariamente con el Camino. Y lógicamente, me la cobró. En el mismo punto donde todo comenzó. No le guardo rencor al Camino, por recordarme en forma de tendinitis tibial, la traición que con él tuve dos años antes. Aunque me tocó ir arrastrando seis días la pierna, hicimos rápidamente las paces. Él tenía razón. Ya digo que nuestro Camino de Santiago es un ente con vida propia. Por cierto ..., nunca volví a ver al otro caminante.

 Así que, fuera cual fuera la causa de mi tendinitis, como, a pesar de toda los calmantes que me iba tomando cada día (los que llevaba en mi mochila y los que sacaban los compañeros de las suyas), ya no me encontraba en condiciones de caminar un día más (la bajada de Foncebadón a Ponferrada con frio y lluvia había sido muy penosa para mí), decidí, sin pasar por el albergue, acudir directamente al hospital, cargado de mi mochila y mi bordón.

 Tras 95 días de albergues y caminos, me sentí indefenso ante la "normalidad" del área de urgencias de un hospital. Supongo que el dolor también contribuiría a ello.

 - Pase a la sala de espera, pero deje aquí el macuto. -No, no. Llevo el macuto.

 - Le vamos a hacer una radiografía. Deje aquí la mochila. -No, no. Llevo la mochila conmigo

 -Pase al box, pero sin la mochila. -No. Si me permite llevo la mochila y el bordón.

 Sólo la compañía de mi mochila y mi bordón me daba cierta tranquilidad. En el macuto, cuando llegaba el hambre o la sed, encontraba satisfación. Si hacía frío la solución estaba en el interior de la mochila. Mientras duraron las ampollas, había que buscar dentro del macuto la aguja y el hilo. Y ahora no paraban de decirme que me separara de él. Mi instinto me decía que, mientras estuviera cerca de mis herramientas de peregrino, conservaría mi autonomía, mi capacidad de decisión.

 El diagnóstico de la doctora fue demoledor: descanso durante 15 días.

 -Pero no puede ser doctora, tengo que llegar a Santiago como sea.

 -Para usted se acabó la peregrinación.

 -Vengo desde Roma, me faltan 15 días. No puedo terminar ahora

 Supongo que, como mis palabras, el lenguaje corporal debía ser igual de patético (al menos, así quedó reflejado en el informe escrito).

 -Si va a hacer lo que quiera, ¿para que viene aquí?

 -Para que me ayude a llegar.

 Se marchó del box, y ya en su espacio de consulta, donde llegué con mi mochila y mi bordón, me dio la prescripción: seguir con toda la medicación que llevaba tomando desde el centro de salud de Astorga, más Nolotil cada seis horas hasta que se finalizara el dolor (O sea, hasta Santiago caminé totalmente drogado). Guardé el informe médico en el macuto, donde, como todas las necesidades de la Peregrinacion, le tendría que buscar, esta vez para que me dieran el medicamento en las farmacias.

 Volví a cargar mi mochila a la espalda. Y dejé Urgencias con muchas dudas, y una certeza: sólo la proximidad de mi macuto me había dado la seguridad que llegaría a Santiago, no sé en qué estado. Pero llegaría.

 SECUELA

 En Ponferrada acudí durante tres días, en sesión doble a una clínica de fisioterapia, donde me recuperaron muchísimo de los dolores y me dejaron más o menos apto para caminar. Pasé los tres días en el albergue de San Nicolas de Flüe, donde los hospitaleros me permitieron repetir alojamiento. Y durante esos días pude reencontrarme, con gran alegría, con amigos que se habían retrasado una, dos o tres jornadas Pero cada día, a las ocho, los peregrinos cargaban sus mochilas y salían al Camino, mientras yo dejaba la mía en el albergue y también salía con las manos en los bolsillos "como vaca sin cencerro" a recorrer Ponferrada. Jamás sentí tanta tristeza en los cuatro meses de Peregrinación como en esos tres días cuando les despedía en la mañana.

 Por fin, al tercer día, cargué de nuevo la mochila, y nunca como en ese momento doce quilos en la espalda han sido tan livianos, han sido tan liberalizadores.

jabeque
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Isidro leí tu relato porque habitualmente llevo mi mochila ,no me fío de los que las transportan aunque alguna vez por motivos de salud los he contratado ,solo una vez.

No me enfada tu relato aunque si me preocupa que alguien considere más importante un objeto ,la mochila, que seguramente estará contaminada que la salud de una persona que deban ir a urgencias .

Será que toda mi familia es sanitaria y debe trabajar con gente que así piensa y pone por encima de la salud del prójimo un objeto que aprecia .

Me gusta el camino, me gusta la tranquilidad de llevarlo todo a mi espalda .pero tengo muy claro que un objeto nunca está por encima de una persona.

Y me reitero tu apego hacia tu mochila no me enfada ni me altera.el resto ser unas tú quien debes planteartelo.

Un abrazo peregrino 

Korogarcia
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Hola peregrinos,  me han encantado todos vuestros comentarios sobre la mochila.  Yo no concibo un peregrino sin mochila, porque le falta algo muy importante, saber ir por ese camino elegido a voluntad con lo necesario para vivir, es más con lo mínimo.

Es saber desprenderse de lo superfluo en una sociedad tan materializada, donde el que más tiene es más poderoso y donde se potencia más el tener que el ser.

Al peregrinar con fe o sin ella, nos despojamos de cosas materiales que en otros momentos nos parecen imprescindibles para nuestro vivir y nos damos cuenta de que es posible. La mochila representa lo material, lo  que llevamos para subsistir, pero tambien dejamos cosas menos palpables y el camino te trasforma en la forma de mirar la naturaleza, en la ayuda a otros peregrinos, en aprender a escuchar, en ser mejor compañero y compartir lo que tenemos y en tantas cosas que el peregrinar nos engancha. Cambia nuestro sentir y nuestra percepción de la vida.

Blenques, tu orígen caminando ha sido la montaña y ahora es el Camino de Santiago,  te has adaptado por circunstancias que tu no puedes cambiar, así que disfruta de lo que puedes hacer y seguro que terminas de auténtico peregrino. 

Gracias a Isidro, Indi, David, Laura  etc. no recuerdo todos los nombres, por esas aportaciones al foro tan interesantes. 

Un saludo a todos y buen camino. ULTREIA

 

LauraPortal
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Gracias Koro, creo q con tus palabras resumes muy bien el sentir de muchos de nosotros. La mochila no deja de ser una metàfora. Personalmente, ahora mismo no concibo ir sin ella, pero me da igual si el resto la lleva o no. Me importa lo que yo haga. Es evidente que muchos de los que no la llevan conciben el Camino de un modo distinto al mío, pero ni mejor ni peor. Además, vete a saber si dentro de unos años seré capaz de llevarla. No quiero juzgar a nadie. Para ser honesta, en una de las cuestas vi pasar unos cuantos sin mochila y interiormente pensaba, malditos! laugh Pero realmente me da igual. Cada uno, a lo suyo. Hay quien lleva una pesada carga a diario y suficiente tienen con ella. Un saludo. Ultreia! 

caminamore
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Qué bonita historia, Isidro, muchas gracias por compartirla con nosotros! Seguramente eres el único hombre que fue a la radiografia con la mochila y el bastón! Espero que nunca te haga orta necesidad para ir ahí por razónes de salud!!
Me gustaría contaros una pequeña historia con mi mochila.

Fue mi primer Camino, con mucha ilusión de hacerlo y claro, con mi primera mochila (me costó mucho tiempo de estudiar y conseguir lo poco que iba a llevar).

Después de haber terminado me quedé por un día más en Santiago y disfruté de esta ciudad cargada de historia y con una energía que te elecrtiza y llena de entusiasmo, ya haciendo planes para mi próximo Camino.

Sabiendo que ahora me queda espacio en la mochila compré algo que me gustaba mucho, queso de Santiago y chocolate negro artesano, y eso no solo un trocito!

Tenía un vuelo a Hamburgo con transbordo en Barcelona y con casí 3 horas de estancia en el aeropuerto de Barcelona. Y pensé que fuera una buena idea facturar la mochila hasta Hamburgo. Pensado y hecho! 

Desde ahí empezó un lío. Mi vuelo desde Santiago tenía más de dos horas de retraso, y en Barcelona conseguí el próximo corriendo. Llegué a Hamburgo, pero mi mochila no estaba en la cinta de equipajes! En el puesto de reclamación de equipaje rellené el formulario. Me dijeron que iban a llamarme cuando la mochila llegará y me la iban a mandar a mi dirección. Tenía que volver a casa sin mi mochila! Lo peor para mí fue el hecho que había dejado en la mochila el tubo con mi compostela y también la credencial. Por una simple comodidad había facturado una mochila de 8 kilos! Ya en casa empecé a hacer llamadas, no solo diariamente sino varias veces al día. Siempre la misma respuesta: Su mochila todavía no ha llegado a Hamburgo! Pero dónde está? Probablemente en Barcelona. Empecé a pensar en tomar un vuelo a Barcelona y buscar ahí mi mochila. No tenía ninguna confianza en ninguna aerolínea, porque hace tiempo se perdió una maleta mía y nunca apareció. En el caso de mi mochila la pérdida fuera para mí de verdad insoportable.

Escribí un correo a la aerolínea tratando de explicar qué significaba todo esto para mí (la compostela y la credencial no se pueden reemplazar de ninguna manera!). 

Después de una semana recibí una llamada del aeropuerto, creo que fueran muy alegres de no recibir más mis llamadas! Y me dijeron que mañana, un sábado, alguien iba a traerme la mochila. Este mencionado sábado pasé en la ventana de mi casa, esperando a este alguien. Cuando el hombre del aeropuerto me trajo la mochila, no pude detener mis lágrimas. Él no entendió ni mi emoción ni el billete que le dí para darle mis gracias. Solo dijo: Pero, lleva adentro oro? Más que esto, respondí.

P.D. La credencial y la compostela han llegado sin ningún "daño". El queso y el chocolate han sufrido un poco, pareció que habían cambiado algunas veces su estado por el calor.

 

Fue la primera y la única vez de separarme de mi mochila.

Cristineta87
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Me ha encantado caminamore y te entendemos mucho!

João Batista Campos
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La más pura verdad Cristineta!! Saludos!

De acá, después del charco,  la historia de Caminomore me emocionó!!!

Abrazos!!

 

Mauro Sala
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La mochila es ese algo necesario para el peregrino que no puede llevar dentro, como el amor al Camino y el Espíritu Peregrino que arde en él ; no somos zorros que tienen un bonito abrigo de piel para el calor y el frío, osos que se enrollan sobre sí mismos para dormir/descansar bien o lobos con patas y corvejones de acero, necesitamos cosas que están lejos de nuestra naturaleza humana y corporal; he aquí pues el marsupio artificial, hogar y cobijo, almohada y manta, escudo y arma, caja fuerte y despensa a la vez. .
Cuántas veces nos ha cobijado de la lluvia torrencial, del granizo repentino, nos ha servido de mullido cojín cuando estábamos muertos de cansancio por los senderos; el que llevaba nuestro símbolo peregrino, la etérea concha blanca, diciendo así a los demás "no dudéis del que me lleva, yo respondo por él; es un peregrino"...   La 'mochila'; nunca pidiendo, pero siempre dando en todos los sentidos....  

Un abrazo Jacobeo a todos      Mauro