Ideas peregrinas en un Camino desde Sevilla (II)
Al salir de Castilblanco la luna aún no se había ido a dormir. No era la luna grande de los bandoleros sino una casi llena, soñolienta, que asomaba por encima de un olivar. Tal vez el último que veré en esta ruta. Pálidos los olivos porque el sol todavía no había venido a despertarlos. Tras tanto caminar entre olivos, ahora de pronto añoro el olivar. Deseos de sumergirme en un nuevo paisaje. Ansias de dehesas.
Pero lo primero que me espera es un kilométrico recorrido por carretera. Poco tráfico, pero los usuarios habituales circulan a una velocidad poco tranquilizante. Sin embargo a ambos lados de la vía la belleza, de pronto, me estalla en la cara. Con las primeras luces las encinas parecen desperezarse y el verde de la hierba adquiere una textura de terciopelo. Diferentes pistas se adentran en las fincas. Todas te invitan a no pasar, propiedad privada. En alguna se avisa del peligro: ganado bravo. Me mantengo convenientemente en el camino marcado aunque la vista se me va por encima de los cercados. Hacer el Camino resulta muy poco transgresor, solo camino por donde es debido. Anhelos de dehesas.
De tanto caminar por ese arcén se me ocurrió cómo esa carretera constituye un espacio humanizado, el asfalto, separado del espacio natural que lo envuelve. Entre ambos percibí el conflicto. Por un lado la labor de zapa, lenta, inexorable, del agua y la vegetación para disgregar esa imposición humana. Si las dejaran, harían desaparecer esa pátina de civilización y devolverían todo a su estado natural, de esa tierra por la que preferimos caminar. Frente a lo anterior la constante agresión de los civilizados que por aquí circulan: latas, envases, paquetes de tabaco y un sinfín de residuos lanzados desde los vehículos, ¿de qué otra forma habrían llegado allí?, aunque también algún neumático o restos de algún accidente. Resulta que hasta la caminata por un arcén da para bastante, además de cuidar no ser atropellado.
Al abandonar finalmente la carretera me adentro en ese entorno que antes solo había podido atisbar. La palabra dehesa con que denominamos aquí este paisaje seguramente tendrá un equivalente hasta en swahili o en inuit. Bueno tal vez los esquimales tengan cien términos, o los que sean, para describir el blanco de la nieve, pero sería aventurarse demasiado pensar que tienen uno para denominar esta amable arboleda tapizada de hierba y cuajada de flores.
Para acabar, el ascenso al cerro del Calvario. No lo iban a llamar así si fuera un plácido paseo. Subiendo me venía a la cabeza el cuarto misterio de dolor. Y luego, arriba, la Saeta de Machado,
¡Cantar del pueblo andaluz,
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la cruz!
Hoy desde Almaden, hablando en plata, la jornada ha resultado preciosa. Se van atravesando dehesas abriendo y cerrando cercas. Sólo ovejas y cabras para empezar. Un par de aprendices de carnero jugaban topando sus cabezas antes de que les hubieran salido los cuernos. Hoy si, silencio. Nada se oye excepto los pájaros. Dejo de golpear el suelo con el bastón para no estorbar su canto. El ritmo de mis pasos sirve de metrónomo y solo tengo que intervenir, con el bordón a modo de batuta, para llamar al orden a la sección de vientos cuando una rápida ráfaga de aire rompe la armonía del coro. Más adelante la dehesa se va asilvestrando poco a poco hasta recuperar una apariencia más boscosa. Pero no dura mucho esa vuelta a los orígenes y llegando a Real de la Jara la domesticación vuelve a resultar evidente. Vacas y caballos pacen plácidamente. Más ovejas y, habiendo cruzado ya la línea de Extremadura, corrían bajo las encinas gloriosos proyectos del mejor jamón del mundo.
Con el paso de los kilómetros el paisaje va emocionando menos y la vista saturada se fija en el suelo. Pesan los ojos y pesan las piernas. Ya va dando igual que los pajaritos canten o las nubes se levanten. Sólo estoy pendiente del siguiente paso y me gustaría saber cuantos faltan para llegar a Monesterio. En El Culebrin me esperará una cervecita, por favor. Luego un último arreon para llegar al destino de hoy antes que llegue la lluvia. Al final ella ganó la carrera.
Muchas gracias y buenas noches.
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Buen camino, una pena lo de la kilometrada de carretera al salir de Castilblanco, pero al llegar a la dehesa es tremendo el espectáculo, y las vistas desde el cerro del calvario es una maravilla.
Buen camino y buena crónica.
Esa carretera atraviesa paisaje maravilloso a lado y lado. Aunque no se lo deseo a nadie en pleno verano. Saludos.
Bonito es, pero si fuera camino más lo sería, el asfalto siempre es una faena para el peregrino.
Gracias!! Cada palabra tuya es un paso virtual nuestro, gracias por cada detalle...
Buen Camino :)
Nada, un placer. Saludos.
Un nuevo placer leer tu crónica, Papadopou. He vuelto a recordar la pesadez de esa interminable carretera en la que encima me cayó un diluvio y no había dónde guarecerse. Me vienen también las imágenes y el aroma de la dehesa como un regalo de la primavera . La subida del Calvario fue tan pausada que ni la sufrí y la estancia en Almaden un sosiego para la mente y el cuerpo.
Ya llegaste a Monesterio, una larga etapa que a mi me resultó penosa en sus últimos diez kilómetros.
Espero tu próxima entrega!
Hola Montse. Si que se hacen pesados los últimos que te acercan al final. Ayer, además, mirando de reojo a las nubes que me seguían. Saludos.
Esa sensación agridulce al caminar por un paisaje tan evocador...y tan vallado.
Ánimo, que el viernes no llueve
Buen Camino!!
Se acerca el viernes, pero queda el jueves y también dan agua. Saludos.
"Hoy si, silencio. Nada se oye excepto los pájaros. Dejo de golpear el suelo con el bastón para no estorbar su canto."
Eso me llevó a 2016.
Me ha pasado lo mismo, justo después de Irache, en un pequeño bosque por donde pasa el camino.
Y había una especie de pájaro, pequeño, de tonos grises, que en las primeras horas de caminata me siguió durante mucho tiempo, volando de rama en rama, siempre adelante. Y esto se repitió durante varios días. No lo mismo, por supuesto, pero de la misma especie.
¿Esperando algo de comida?
Lo apodé el de Peregrino de la Mañana.
Papadopou, siempre es un gran placer leerte!
Saludos
Gracias Joao. Pues el otro dia en la pensión de Fuente de Cantos fue un pajaro de la mañana el que debió despertarme. Tenían un canario flauta en algún sitio cerca de las habitaciones y se puso a trinar bien tempranito. ¿No podrían tener un gallo comoen todos los pueblos? Saludos.