Papadopou
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Ideas peregrinas en un Camino desde Sevilla (X)

Es sencillo caminar. Pones un pie, después otro y avanzas. Es algo que aprendemos de pequeños y no olvidamos. También de pequeños nos enseñan lo más básico para ser buenas personas y, a veces, lamentablemente, algo se nos queda por el camino. Comparte las cosas, juega limpio, no pegues, vuelve a poner lo que cojas donde lo encontraste, limpia lo que ensucies, no te lleves lo que no es tuyo, pide perdón y da las gracias, lávate las manos antes de comer y cuando vayas al lavabo. En fin, cualquiera diría que de pequeñitos nos enseñan todo lo que hay que saber para ser peregrinos. A medida que crecemos es como si se nos fuera olvidando. Algunos al acudir al Camino hallamos una forma de reencontrarnos con esos principios medio olvidados y somos felices.

Las montañas que desde hacía días veía en el horizonte cada vez estaban más próximas. A medida que me acercaba a Puebla de Sanabria ese horizonte menguaba y las sierras que cierran Zamora y la separan de Galicia se imponían.

Antes, en algún punto después de Monbuey, un pequeño grupo de ciervos me sorprendió al cruzarse en mi camino, aunque seria más apropiado decir que los sorprendí yo a ellos, porque probablemente habían visto pasar a los demás peregrinos y no esperaban otro que iba rezagado y que andaba raro, a mi. Se me quedaron mirando un instante y pude apreciar que la cara de sorpresa de un ciervo no difiere mucho de la que ponen las vacas cuando me observan al pasar. En cuestión de segundos reaccionaron y siguieron su camino, que resultó ser hacia la carretera que había  a la derecha y que  cruzaron con toda parsimonia cuando llegaba un autobús pequeño que tuvo que frenar aunque ellos, de todas formas, no mostraron más temor ante el vehículo que el que habían mostraron ante mi aparición.

Ya en Puebla volví a encontrarme con el rio Tera que me saludó como a un viejo conocido. ¿Qué tal andas hoy? El otro día entre Santa Marta y Olleros estabas fatal. Hoy mejor, gracias, le contesté. Cuando ya me marchaba, bajando por las calles del casco viejo, una mujer me preguntó si andaba haciendo el Camino. Si señora. ¿Tú solo? Nunca se camina solo, aunque es cierto que nadie me acompaña. ¿Te importa si nos hacemos una foto? Puse la misma cara que el ciervo de antes. ¿Una foto conmigo? Iba a preguntar que para qué, pero recordé que alguien me había dicho que en el Camino hay que estar dispuesto a experimentar esas situaciones que en nuestra vida cotidiana no nos permitimos. Venga esa foto, pero no me la pongas en internet, que las redes las carga el diablo.

A pesar de los problemas que he tenido últimamente para caminar he vuelto a dejar atrás a los peregrinos con los que he coincidido estos días desde Tabara, porque prefieren etapas más cortas.  Aunque no las conozcas vas cogiéndole afecto a algunas personas con las que compartes buenos momentos cada día. Luego quedan atrás y probablemente aparecerán otras. Es una buena lección de desapego para aprender que en la vida no hay nada permanente. Los afectos menos.

Llegando a Requejo pude ver en un prado junto a la carretera unas simpáticas vacas que lucían entre las astas un desenfadado mechón tirando a rubio. Me recordó a un político extranjero que sale mucho en la tele con el pelo rubio alborotado. Me hizo gracia la asociación de ideas porque el tipo no tiene cara de vaca. Supuse que tendría que ver con haber pasado varios días con un par de simpáticos ingleses, con  apellido español heredado de un abuelo de Santiago de Compostela, lo cual no era óbice para que no hablasen español. Para qué si hablaban inglés.  Como curiosidad para quien pueda interesarle dichas vacas son alistanas sanabresas y me explicaron que son autóctonas y están en peligro de extinción.

La ascensión a Padornelo ha supuesto un agradable paseo otoñal en un día de paraguas. La lluvia no fue una sorpresa porque la previsión ya la venía anunciando. La niebla difumina las siluetas y suaviza el paisaje, pero los colores se intensifican con esa luz difusa. Las rocas, oscurecidas por el agua, se recubrían con capas de musgos y líquenes que les conferían una brillante paleta de verdes y amarillos. La primavera temprana aún no ha podido cubrir de verde las ramas de los robles, todavía desnudos desde que el último otoño se desprendieran de sus hojas. Ahí siguen todavía, muertas desde entonces, formando una alfombra ocre a sus pies. Solo el brezo contradecía ese paisaje otoñal pues estaba floreciendo y aportaba tonos rosados. En un arbusto cercano un pequeño pájaro se posó y bajo ese ligero peso todas las ramas se estremecieron y cayó una miriada de gotitas que la niebla había dispuesto en la punta de cada rama, como si fuera una de aquellas lámparas de araña adornadas de multitud de pequeñas lágrimas de cristal. El pequeño pájaro, avergonzado por haber deshecho la filigrana, levantó el vuelo piando sus disculpas.

Tras pasar el pueblo de Padornelo encontré, esta vez si y a pesar de ser lunes, un lugar con todo lo necesario para reponer fuerzas debidamente. No me  privé ni del reglamentario pincho de tortilla ni de un café con leche bien calentito, muy adecuado con lo que estaba cayendo.

En el siguiente pueblin había un hombre afilando una pequeña hacha. Parecía que se iba a poner a cortar leña. Buenos días, ¿esto es Aciberos? Dijo que si. Efectivamente iba a partir unos troncos, más que nada para distraerse. Pensé que hay pasatiempos más descansados. Le pregunté si el canal que había visto monte arriba traía el agua para mover el molino que había delante nuestro, al otro lado de la calle. Resulta que lo han restaurado y luce como si fuera nuevo, dijo. También el horno de pan que está enfrente. En ocasiones lo encendemos y preparamos pan para no olvidarnos de cómo se hacía. O asamos un cabrito. Me explicó que con la línea ahora el pueblo tenía dinero para arreglar esas cosas y las calles y la plaza que, al parecer, van a ponerle un nuevo enlosado de piedra.  ¿Qué línea sería esa? Pensé en las enormes torres eléctricas que vi llegando al pueblo. Luego supuse que se refería a la línea del ferrocarril veloz que estaba ahí mismo. En cualquier caso el pueblo tenía dinero que lo compensaba, o no, de esos zarpazos que les asestaban en nombre de un progreso que veían pasar delante de sus casas a trescientos kilómetros por hora haciendo un ruido de mil demonios. ¿Qué vas, a Lubian? Si, le contesté. Pues te queda una hora por pista buena, pero te vas a mojar. ¡No, hombre! Con el paraguas se va fenomenal hoy que no hace viento.

Hasta Lubian al bosque solo le faltaban los duendes. Los robles, algunos enormes y añosos, cubrían sus cortezas de ese musgo que no es tal sino líquenes y que parecen blancas barbas en los rostros de los árboles. No es muérdago pero tal vez podría servirle para algo a un druida o a una meiga. Porque cuanto más me acerco a Galicia -alli llegare mañana o igual ha sido hoy, porque Padornelo o Lubian me quieren sonar a aires gallegos- más seguro estoy de que haberlas, hailas.

Muchas gracias y buenas noches.

Campillos
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Estimado Papadopou tiene usted un arte superlativo para la redacción que nos invita aún más a hacer el Camino. Le estoy siguiendo sus escritos desde que salió de Sevilla. El próximo lunes, si Dios quiere, lo empiezo desde Málaga. Buen camino. 

Papadopou
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Muchas gracias Campillos, que tenga muy buen Camino también. Saludos. 

Ma Teresa
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Buenos dias Papadopou, parece que vas mejor de pies y tambén de ánimos. Vuelves a disfrutar, o al menos así nos cuentas, de todo el entorno, del paisaje, de tus encuentros, de tus sentimientos. Abrazo y aquí estamos!!!. 

Papadopou
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Mejora, mejora. Yo creo que los de Estrella Galicia lo han reconsiderado y me lo han aceptada no como estrella fugaz sino como lluvia de estrellas. Así que el deseo, en vías de cumplirse. Gracias por seguir ahí. 

jabeque
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Joder parece que de nuevo estoy en el Sanabres .

Me alegro te sientas mejor 

Papadopou
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Gracias jabeque, saludos.

manolovillarin
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Papadopou, por lo bien que lo cuentas, es un placer leerte.

Definitivamente me apunto a la Plata para la próxima primavera 

Buen Camimo

Papadopou
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Gracias manolo. Justo lo que hace falta, más peregrinos a la Vía, que se anda bastante solo por aquí . Saludos. 

Indi
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Siempre lo ha parecido, pero ahora presiento más afinados los sentidos, lo que aporta abandono de antiguos miedos, fluir, minimizar las adversidades y observar conscientemente cómo el ego nos manipula incansable, como sucede con el apego.

Al hilo de tu reflexión inicial, de niños nos levantamos una y otra vez cuando nos caemos aprendiendo a caminar, hasta que lo conseguimos. No necesitamos mucha ayuda pese a que los padres nos empeñemos en ello y creamos que ha sido un logro nuestro que el niño consiga caminar. Lo mismo pasa al aprender a montar en bici, nos levantamos una y mil veces hasta que lo conseguimos; y si es sin la presión paterna, aún mejor y más rápidamente lo hacemos. Es un proceso natural que después, al crecer cayendo víctimas del ego, relegamos y olvidamos —propiciado por los egos de los papás y mamás, por su sobreprotección, en la que nos transmiten sus propios miedos, y de todo lo que nos rodea, no lo olvidemos—. Quizá en la lista de principios que inculcamos a los niños, que has enumerado, falten inocular el miedo, la búsqueda compulsiva de seguridad y protección, la conveniencia de observar las prescripciones religiosas, culturales...de la comunidad o grupo social en la que te ha tocado en gracia vivir, desconfiando de las ajenas, etc...Ah, y por supuesto tiene que ser del Atleti, sí o sí, o de er Beti, manque pierda.

Es lo que sucede si intentas aprender a montar en bici siendo adolescente o adulto; la vergüenza, el miedo, el "qué dirán ", nos paralizan o hacen que directamente no lo intentemos. Si lo miramos bien vemos que somos víctimas de nuestros pensamientos y creencias: los que nos han inculcado y hemos asumido como nuestros. Desgraciadamente esto va en aumento y con ello el desastre emocional al que estamos asistiendo en todos los sectores y rangos de edad. Y lo que nos queda por ver.

Por eso, tal vez, cuando peregrinamos es como si recuperásemos esa esencia original del niño: la bondad, la inocencia, la curiosidad por descubrir y descubrirnos, dejarnos sorprender por aquello que no conocemos, con curiosidad, sin prejuzgar; el levantarnos una y otra vez sin culpar ni culparnos, ni atender a nuestro ego, a nuestros miedos y limitaciones autoadquiridas. Y eso nos sorprende, llevándonos a cuestionar todo. Tal vez sea El Camino una vía para despertar, darnos cuenta, y vislumbrar quizás un poquito del porqué nunca debimos dejar de ser niños. En mi caso particular quiero creer que así ha sido ¡Eureka!

PD. Perdón por este rollo que a nadie interesará, salvo quizás a mí mismo, que obtengo esa reflexión como extracto de las ideas peregrinas de Papadopou, y que mi ego me lleva a escribirlas y, lo que es peor, compartirlas blush. O tal vez esta melancólica mañana lluviosa y primaveral evocando con nostalgia desde la protección del hogar el verdor de la dehesa, el barro de los caminos, el agua colándose por las zapatillas con goretex, la sed y el dolor de pies. ¡Qué envidia!

Papadopou
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Bravo, Indi. Yo solo pretendo dar pie a que otros vayáis expresándo, al hilo de lo que puedan sugerir mis ocurrencias, las propias  reflexiones. Así que gracias por arremangarte y ponerte al lío. 

Y sobre lo que dices, efectivamente día tras día aquí ando inoculandome el antídoto contra ese afán de tenerlo todo controlado y que la vida diaria, mi día a día, se desarrolle siempre según lo previsto. El antídoto para ese temor a superar los márgenes de seguridad y comodidad. Sin importarme si alguien piensa que está chaladura de caminar días y días es impropia de alguien minimamente sensato.

Saludos.

Anónimo
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Me encanta el grado superlativo que tienes de enlazar las vivencias con las reflexiones más mundanas, lo sútil, lo que nadie se fija pero todos buscan.

La reflexión de cuando somos niños, que también coincido con la reflexión introspectiva de Indi, de pequeños nos enseñan todo lo que necesitamos para desenvolvernos en la vida de adultos y en algún momento lo olvidamos o algunos lo olvidan, los mismos que parecen esmerarse en que lo olvide el resto para no desentonar con ellos, y de ahí esos prejuicios, esos miedos, esas inseguridades. La cuestión es que de un tiempo a esta parte, gracias al olvido ya no queda nada que enseñar a las nuevas generaciones y por eso se están perdiendo los valores más mundanos, los de verdad, los que marcan pero luego nos los venden con nostálgia cuando en realidad lo más caro debería ser gratis si no miraramos para otro lado. Paro ya, que me cuelo en otra dimensión ya. laugh

La metáfora del desapego es sublime y la observación de los ciervos me llegó al corazón heart

 

 

Papadopou
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Gracias Kemix. Lo de los ciervos fue un puntazo, que suele decirse. Ya me ha pasado otras veces ver alguno de lejos o algún corzo. Pero me comentaron que son poco temerosos y eso provoca algún que otro accidente . Saludos.

Anónimo
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Totalmente, con los corzos si he tenido mis experiencias, alguna nada agradable, por Guadalajara hay sobrepoblación y eso trae sus consecuencias por desgracia para ellos sobretodo, aunque dentro de lo malo, ser el que más encontronazos con ellos ha tenido es señal que conduzco con precación porque el percance para mí queda en chapa y pintura, el resto de personas que conozco han quedado siniestros...  los jabalís también, más duros todavía y rápidos, desde mi ignorancia antes de vivir en el medio rural, no sabía que esos bichos corrieran tanto, y si van com las crías o están heridos, parecen rápidos y furiosos.

Las experiencias que he tenido con los corzos yendo en bici han sido más reconfortables para ambos, y más habituales al rodar por los caminos, la sensación de ir pedaleando en paralelo con el corzo es como si hicieramos una carrera, pique sano para mí que aprovecho a sacar motivación para mejorar la resistencia al lactato y de superviviencia para ellos porque no deja de tomarme como un depredador más, un depradador en ese caso más vulnerable y menos veloz, ya que al final me saca distancia y a lo lejos se para mirando para atrás como mirandome en tono burlesco, pero que si te quedas mirandolos, puedes sentir esa especie de complicidad o armonía con la naturaleza. Esa es una de las sensaciones más maravillosas y privilegiadas de vivir en la españa que llaman "vacía".

Igual que los latin king dirían que los barrios son su gymnasio, para los que nos gusta hacer deporte o hacer senderismo, la naturaleza es nuestro gymnasio. No hay tributo ni mayor riqueza superior a la naturaleza.

 

Buen camino Papadopou!!

Ma Teresa
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No te prives de compartir tus/vuestras ideas y sentimientos. Todos necesitamos/deberíamos bajar de nuestro pedestral, poner los pies en el suelo, y que nos duelan. Deberíamos ser más humanos y sensibles, en definitiva. Y dar importancia a lo que verdaderamente lo tiene. Se aprende con la edad. Que pena!. A mi me gustaría volver a tener mis 25. No por cambiar las cosas de mi vida. Lo que me ha pasado durante todos estos años me hecho como soy, pero sí que lo viviría, en sentimiento, de forma distinta. Abrazo

Indi
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Por cierto, sobre la línea: https://www.laopiniondezamora.es/comarcas/2021/01/16/nuevo-parque-eolico...

O eso o la vía del Ave, que pasa a escasos 100m y habrá dejado dinerito.

Cristineta87
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Unas palabras preciosas Papadapou, no puedo añadir nada más porque ya lo has escrito tú y muy bien.

Parece que el pie va mejorando, eso me alegra mucho :)

Buen Camino!

Papadopou
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Gracias, Cristineta. Saludos.

Xalic
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Sí Papadopou, como dice Critineta87, también me alegra que el pié vaya mejorando. Incluso yo diría que me alivia.

Papadopou
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Gracias Xalic. 

jordisud
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Gracias.

Papadopou
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No se merecen. Saludos, jordisud.

errapel
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Hola Papadopou, el día 28 de mayo, más o menos, tengo previsto continuar la Via de la Plata desde Zamora por Sanabria. Como esta el tema de los albergues a día de hoy? . Por cierto, me gusta mucho como nos cuentas tus experiencias en el camino. Un abrazo fuerte y cuidate. 

Papadopou
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Gracias. Los albergues los he encontrado abiertos salvo alguna excepción. Zamora, Montamarta (no pare allí pero estaba para abrir en breve), Fontanillas, Tabara, Santa Marta de Tera, Rionegro, Asturianos, Puebla. También Requejo, Lubian, Gudiña (nuevecito) y Laza. Hasta aquí he llegado. Echa un vistazo aqui

https://www.google.com/url?sa=t&source=web&rct=j&url=https://viadelaplat...

Saludos. 

errapel
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Muchas gracias Papadopou, cuidate

Antonio Fernandez
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Al salir de Oliva de Plasencia, nubes negras amenazaban con descargar mucha agua sobre mí. El pronóstico, no era nada halagüeño y podía llover durante toda el día. Empezó a caer mansamente y me fue acompañando por la Dehesa, totalmente cubierta de prado verde, sobre el que las encinas reinan de manera indiscutible.

De pronto, sin avisar, tras un recodo del camino apareció el Arco de Cáparra, que cada día he visto grabado en los mojones que, en Extremadura, señalan la  dirección de la Via de la Plata, en sana competencia con las flechas amarillas del Camino. 

Dicen que es símbolo de la Ruta y, en mi opinión, tiene todos los méritos para serlo. 

La ciudad romana que le da el nombre lo rodea por completo; las Termas, el Domus, el Foro , la Taberna  y el Anfiteatro palidecen ante la magnificencia de su arco cuádruple que conserva todavía la piedra y el techo originales. 

Fue erigido por el hijo de un noble romano de la ciudad en cumplimiento del testamento de su padre. Lo pusieron precisamente en el miliario CX, punto medio ente Mérida y Astorga

Me empapaba de todo aquello, leyendo  con atención  –bajo la lluvia y en absoluta soledad–  los paneles que lo explican; mientras el agua, casi sin darme cuenta, bajaba desde la capa a mi mano y seguía por el bastón hasta el suelo. Me sorprendió saber que es el único que existe en España con cuatro arcos. 

Lo había visto en fotos y desde que empecé en Sevilla deseaba llegar a  él y sobre todo pasar por debajo, y sentir sobre mi el peso de su sombra.

Muchos siglos atrás, antes de que construyeran el Arco, ya se circulaba por el cruce de caminos que después cubriría.

Tal vez los primeros fueron los celtíberos, luego vinieron los romanos, los árabes,y por último los cristianos. La ciudad de Càparra, se cita en el Código Calixtino  de la Catedral Compostelana. Desde la Edad Media  los peregrinos -que actualmente llegan de cualquier lugar del mundo- siguen caminando por debajo de él, igual que he hecho yo.¡Cuánta gente habrá visto pasar…!

Y aunque solemos recorrer lugares cargados historia pocos tienen la antigüedad que posee el Arco. Es uno de esos sitios donde se puede vivir el  Camino en toda su plenitud y esa es la sensación que he tenido pasando por debajo de él.

Al abandonarlo volví varias veces la cabeza para mirarlo; de nuevo, me daba pena despedirme, de buena gana me habría quedado mucho más tiempo allí. 

Cruzando la pequeña carretera, me interné de nuevo en la Dehesa. Ya no llovía, y se empezaban a oír los gorjeos de los pájaros que se habían escondido por la lluvia. Un sol dorado asomaba tímidamente entre las nubes y hacia brillar las hojas de las arbustos a ambos lados del Camino;  las gotas de lluvia suspendidas de ellas y de los pétalos de la genista, emitían destellos de luz brillante que acariciaban mi mirada, invitando a la contemplación. Los rayos del sol hacían también visible los hilos plateados de la tela de insectos, no sé si fueron arañas, que habían saltado de un margen al otro del Camino antes de pasara yo, Me fastidiaba que se pudieran romper a mí paso, pero fue inevitable. El olor a tierra mojada que era muy intenso, unido al de las flores silvestres, acabaron embriagándonos al aire y a mí. 

El prodigio se acabó de repente cuando el sol se volvió a ocultar entre los nubarrones. 

La lluvia constante anegaba a veces el Camino que seguía paralelo a una carretera local, sin tráfico apenas, a la la que tuve que recurrir para poder continuar. A ambos lados la vegetación había cambiado ya no eran encinas sino arboledas; un lugar idóneo para volver otra vez a mi mismo. 

El rugido de los coches que indicaba la presencia de la autovía me sacó de mis ensoñaciones. 

Y tuve que pasar por debajo de ella, entonces me acordé del Arco e inevitablemente comparé lo que sentía en un lugar y en el otro; llegando a la conclusión de que esta civilización no valora el caminar, no tiene muy en cuenta al caminante y con sus obras esta destruyendo los Caminos. 

Hace lo contrario de lo que hicieron las culturas que nos han precedido, que motivaron el Arco de Cáparra. Creo que ese lugar pone mucho en valor al acto de caminar y al humilde peregrino que a él se aproxima. Y al pasar, con su sombra, lo dignifica y lo engrandece para siempre.  

Alejándose de la autovía el Camino volvió  a la Dehesa. Siguiéndolo  llegué al puente medieval de un solo ojo de Aldeanueva del Camino, donde me quedé a pasar la noche.

 

 

 

 

 

Indi
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Gracias, Antonio ¡Precioso!

Ultreia!

Antonio Fernandez
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Gracias a tí, Indi

MontseP
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Muy hermosa tu narración sobre tu paso por el Arco de Cáparra. Me has hecho recordar mis pasos por tan histórico lugar. Encontré allí de buena mañana unos aceituneros altivos que iban a faenar. Yo también pensé en algún momento que vivía en una realidad paralela cuando tropezaba con una autovía y el rugir de los vehículos unido a una velocidad despiadada me hacía sentir como si hubiera viajado desde un  pasado remoto. 

Antonio Fernandez
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Montse, me alegro mucho de que te guste mi relato

Cuando llego a una autovía, más que en una realidad  paralela, me percibo a mí mismo en una realidad muy diferente, pero también perteneciente al pasado, y lo que siento creo que se parece mucho a lo que sientes tú.
Estaría bien saber lo que piensan los automovilistas cuando nos ven pasar.

Papadopou
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Ánimo, que el buen tiempo está llegando. La primavera llegará contigo a tierras salmantinas. Ojo con la carretera hasta Baños. Saludos y buen Camino.

Antonio Fernandez
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Me encuentro ya en Fuenterroble de Salvatierra. Celebro que haya mejorado tu pie. Buen Camino

Ma Teresa
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Gracias Antonio, comparto tus sentimientos ante el Arco de Caparra. Bello relato. Abrazo y buen Camino

Antonio Fernandez
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Me alegro de compartir contigo y de que encuentres belleza.

Un abrazo, Ma Teresa 

Antonio Fernandez
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Me alegro de compartir contigo y de que encuentres belleza.

Un abrazo, Ma Teresa