Refugio de Manjarín, en los Montes de León
Extravagante, imprescindible, peculiar, auténtico, precario, hospitalario... quizá cada peregrino tenga su justo adjetivo, pero de lo que no hay duda alguna es de que nadie que haya dormido en Manjarín lo olvidará jamás. Ni nadie puede minusvalorar el coraje de quien, en 1993, cuando en Foncebadón no había nada (absolutamente nada) y en Rabanal el único albergue era el del Pilar, se atrevió a abrir un modesto refugio en el lugar más inhóspito de los Montes de León, para dar cobijo a los peregrinos los 365 días del año, fueran cuales fueran las condiciones climáticas. Y el que tuvo ese coraje se llama Tomás... y allí sigue.