
No es lo mismo, pero sirve
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El despertador suena a las 5:30. Normalmente no me levantaría ni loco, pero sabiendo lo que me espera, mi cuerpo reacciona con estímulo vivo. Pongo agua a hervir, “una colazione” que dirían en Italia. Me visto, desayuno el te y cinco galletas, y a la calle.
Vivo en un barrio masificado, pero tengo la suerte de estar casi a las afueras de la ciudad, así que en cinco minutos estoy ya en los bosques bajos del “anillo verde”, la ruta verde de treinta y pico kilómetros que circunvala Vitoria. Me llevará dos horas hacer casi la mitad del trayecto.
Solo por entrar en el bosque iluminado por la luna ya merece la pena el madrugón. Tiempo de silencio, de paz, meditación y oración, el cuerpo desentumeciéndose, la tierra ofreciéndome su fragante olor húmedo.
Al dejar atrás las moles cementosas de mi barrio mi cuerpo inmediatamente se siente mejor. Me olvido de las mascarillas, me olvido del caos urbano, puedo volver a esa parte de mí en la que confío. No es lo mismo que en el Camino, claro, aquí no hay esa profunda desconexión de semanas, pero sí que ayuda la caminata. Esta temporada podría acabar seriamente “grillado” si no es porque me he decidido a poner en práctica esta disciplina matinal.
Sería fácil enumerar todos los “peros” que alejan esto del peregrinaje jacobeo. Pero me quedo con lo que me une a él. Andar, naturaleza y meditación. Sentir que mi medida de vida no la marca ni un periódico, ni el corsé de un trabajo, ni ciertas convenciones sociales. Sentir que mi esencia puede encontrar un acomodo en la existencia concreta: que no es una huida, sino una forma de estar en el mundo.
Paso por esas extrañas zonas del extrarradio, entre campos, zonas industriales, una carretera, luego bosque, un perro ladrando tras una valla, un pueblico de esos que quedó medio absorvido por el crecimiento urbano, otro, más campo, otra carretera… 6:30, el ritmo de las piernas se hace uno con el silencio y mis mantras, se afina la percepción, el interior y el exterior entran en una danza lenta. Empieza a despuntar el día, y la grandeza del cielo le resitua a uno... o podría decir le "resetea" a uno.
Me decidí a hacer esto después de Navidad. Y pienso seguir hasta que acabe el confinamiento: basta ya de pensar en lo que no se puede, basta ya de malos rollos, ya volverán los buenos días. Hay que apañárselas, como se las ha apañado el ser humano en toda su historia. Y al tiempo, no hay que renunciar al cultivo de lo esencial, de lo mejor de uno mismo, como tampoco lo ha hecho nunca el ser humano que pujaba por su dignidad.
Llego a las 8:00 de la mañana a Gamarra, otro pueblo al norte de la ciudad. Cojo el urbano, me deja en casa de mis padres, me ducho allí, y ale, venga, ya estoy listo para el fregao del día.
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Ya lo creo que sirve. No solo eso, es imprescindible.
Tengo cuatro gatos. Llegaron a ser nueve, pero no es suficiente tener siete vidas. Les envidio. Viven afuera, en el jardín. Después de desayunar, pasan horas y horas adormilados, nunca dormidos del todo, creo. Buscan el sol en invierno; la sombra en verano. Cada uno tiene su rincón predilecto, seguro. A veces comparten espacio, se amontonan, pugnan sin violencia por hacerse un hueco. Allí pueden permanecer horas, observan, dormitan, son. Yo los observo desde la ventana mientras desayuno y pienso...¿Qué hacemos mal?
Llevo un tiempo, demasiado ya, en el que despierto ansioso, con miedos, preocupaciones, pensamientos negativos. Los observo, los acepto, dejo que sean, que pasen. A veces es abrumador, y deja resaca. Pienso en mis gatos. Ellos reaccionan solo cuando es necesario, cuando el peligro es real, inminente. Una vez este ha pasado, vuelven a dormitar, observar, ser. Les envidio.
Tengo un perro. Lleva conmigo 15 años y no sé si serán 16. Ya no escucha nada, y cada día ve menos, pero mueve su rabillo continuamente cuando le miro, invitándome a jugar. Me espera pacientemente en la puerta hasta que vuelvo, y me recibe con cariño y amor. Él vive dentro, es un privilegiado. Cuando sale, va directo a incordiar a los gatos, pero ellos lo saben y le observan impasibles desde sus rincones seguros. Les ladra un poco buscando juego y se le olvida rápido si a ellos no les apetece correr. Dormita durante horas y horas. Siempre está en paz, o eso parece. Nada le perturba, y pienso: ¿Sabe qué es la muerte? ¿Sabe que mañana puede ser su último día? Me mira, y mueve su rabillo. Me sigue a todas partes, sin esperar nada a cambio, creo. Le miro triste, pero no hallo tristeza en él. Le envidio. Intento aprender de él ¡Qué difícil!, Y vuelvo a preguntarme...¿Qué hacemos mal?
Todo empezó en el Camino. Hasta entonces no había prestado atención. Desde entonces todo cambió.
Les envidio. Pero empiezo a entender. Aprendo de ellos. Aprendo a Ser, aunque a veces es abrumador. Deshacerse de las cadenas de la mente, de todo una vida de falsas creencias, miedos y juicios, de no saber observar y aceptar las emociones es lo que tiene. Todo empezó en el Camino, desde entonces no paro de preguntarme ¿Qué hacemos mal?
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"Wu wei", "no actuar", no forzar la máquina, regresar a la esencial sencillez de la naturaleza. Estos principios del Taoismo, si los aplicasen una temporadita (dos siglos, por ejemplo) en China, tierra originaria de esa filosofía, otro gallo nos cantaría.
Creo que en Occidente está empezando a estar madura la idea de que "el progreso", esa utopía que surgió con la Revolución francesa y la burguesía que accedió al poder, era un espejismo, y que nos trae más jaquecas que soluciones.
Como diría aquel maño ilustre: " los sueños de la razón producen monstruos"
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En el Camino, en invierno, mes gustaba llegar al final de la etapa cuando ya había oscurecido pero aún se podía ver; ahora, confinado, cada día voy en coche a las montañas que hay cerca de casa, son cinco minutos, tan solo salir del pueblo. Voy a andar; aunque son montañas bajas la vista es impresionante, en ocasiones incluso se puede ver como la línea de la noche avanza por el cielo. El efecto en mi es enorme, los pensamientos más o menos conscientes que han estado agitándose en mi mente se aquietan, un silencio acogedor se instala en mí y ando. Solo ando y formo parte del cambio continuo de la naturaleza.
Vuelvo a mi mente cuando, a menudo, voy a abrir la puerta de detrás de mi coche para que entre Lua, mi perra, es un automatismo que ya no tiene sentido pues Lua murió hace unos dos meses. Es curioso pero no es un acto amargo.
El camino de vuelta en coche lo hago a 20. No me apetece llegar al semáforo me recibe en el pueblo.
Este foro es la caña, en cada post se comparten muchos pensamientos, sentimientos, opiniones, consejos... es un gusto leeros, de verdad.
Desde el primer confimaniento me he dedicado a descubrir la zona donde vivo, un descubrimiento maravilloso que muchos meses después sigo disfrutando, "invéntandome" senderos y caminos nuevos. Solo lo hago el fin de semana pero me regenera y me resetea de una manera estupenda. Me siento muy afortunada de salir de casa y en pocos minutos plantarme en los primeros bosques de la falda de la montaña y decidir sobre la marcha por dónde voy a ir.
Comparto una foto del sábado :)
¿Qué paradoja, eh? Descubrir el maravilloso entorno en el que vives gracias a un confinamiento. Es muy similar a descubrir que quien tú crees que eres, no eres tú. Espero haberme explicado.
Precioso entorno para perderse y encontrarse. Buen Camino!
Tienes mucha razón Indi, nunca le había dado cuenta a toda esta zona de montañas y bosques... hace poco más de 2/3 años incluso descubrí que pasa el GR92 y justamente unos de los tramos más bonitos, es el que más repito! Pero con el confinamiento me fui perdiendo por los diferentes desvíos que siempre veía y acerté 100%
La foto no le hace justicia porque ese día estaba el día más que gris, negro!! Os tengo que compartir alguna más luminosa al menos xD al fondo no se aprecia, pero es el mar!
Buen Camino!
Muy bien visto, Indi! A mí ya me pasó en el "relajo provincial" del primer confinamiento: descubrí lo maravillosa que es Álava (la GR1 que la atraviesa entera estaba toda preciosa en Mayo).
Suele pasar, no? Una dificultad exterior te abre una puerta interior, es un motivo de descubrimiento de otro nivel de la realidad.
Sois unos privilegiados los que vivis en Vitoria - Gasteiz, "capital univeral de un pais singular".
Tanto para los andarines como para los bicicleteros,Vitoria y sus alrededores es una gozada.
Teneis rutas como el anillo verde, la via verde hacia Estella, caminos parcelarios por todas partes......Un paraiso
Parece que soy de allí jajajajajja
Suerte en el Camino
ULTREIA
Privilegiados? No es así en todos lados? Yo, sin ir más lejos, vivo en un pueblo que cuando sales de él hacia el norte, hacia el este o el oeste, enseguidas estás en .... el polígono industrial (no es uno muy grande, hay uno en cada dirección). Hacía el sur mejora la cosa una vez has atravesado una urbanización residencial, aunque igual me he hecho un lio con los puntos cardinales. En su día creo que aprovecharon una oferta de hormigón y laminaron el entorno de viñedo que existía desde siempre. Estarían hartos de tierra roja, o fue la presión de los tiempos, y las pegas de vivir cerca de la gran ciudad. Ahora, si mirás hacia el valle, hay una ermita colgada sobre el rio que está encorsetado por el tejído industrial, la vista te ofrece una sucesión de nucleos urbanos, la autopista, la autovía, las vias del ave, las vias del no ave, el resto de carreteras, las chimeneas, las naves industriales. Un amplio panorama nada bucólico, la verdad. Lo poco que nos queda de campos y monte, aunque haya que llegar allí pisando asfalto y evitando camiones, se puede disfrutar caminando y así, dando vueltas al municipio, esperamos que la cosa mejora y podamos volar.
Papadopou el paisaje de mi muncipio deja mucho que desear, tenemos una central térmica, un planta de reciclaje combinado, las chimeneas de la antigua FECSA, un tanatorio, la autopista y el cinturón. En medio de todo eso está el río, un paseo de unos 5km si atraviesas dos municipios, es lo más agradable,pero al ser el único sitio, se concentran las personas que van a pasear, los patines y las bicletas. Es lo que tiene vivir en el extrarradio de una gran ciudad.
La verdad que os considero unos privilegiados a los que vivís rodeados de naturaleza.
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Parece claro que tenemos un problema, y gordo.
No puede ser que la medida de nuestras ciudades nos devore, que nos convierta en hormigas dentro de un monstruo. Hay en el ser humano una instintiva búsqueda de armonía con su entorno - con la creación - y "no puede ser" que el supuesto progreso nos venda todo tipo de maravillas tecnológicas, pero nos birle ese pálpito tan esencial. Parafraseando al "barbas", la urbe debería estar hecha al servicio del hombre, no el hombre al servicio de la urbe.
¿Es asi extraño que crezca la necesidad de peregrinar? Visto lo visto, ante lo que escriben Belita o Papadopou, lo raro es que no se llenaran los caminos con más peregrinos.
Aquí os dejo un pequeño vídeo que colgué la semana pasada en este foro: prometí quitarlo, pero le va como anillo al dedo a esta cuestión de ciudades.periferias.paseos.peregrinajes... las imágenes del principio son parte de por donde me llevan mis paseos periféricos matinales:
https://youtu.be/7hfb0upZY5Q
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Yo vivo en un municipio cerrado, rodeado de municipios cerrados en una provincia cerrada, dentro de una Comunidad cerrada. Pero tengo también la suerte de que por un olivar cercano entra uno de tantos Caminos de Santiago. Veo sus flechas y lo tomo de ida y de vuelta hasta donde puedo o hasta donde se puede. Mi trabajo y las normas no me permiten más. No es, ni mucho menos, espectacular ese tramito, pero tomo desvíos que me meten por campos y olivar. Simplemente me abstraigo. No hay mucho más que hacer que caminar. Se puede llegar hasta otras aldeitas e, incluso, un gran monasterio. El problema: que tendría que saltarme varios municipios, unos cuantos. Te abstraes y dejas tu mente volar. Se despeja, lo que no sirve queda en la trastienda, hacen sitio para otras y el resto de piezas encajan. Aceleró el paso. Y poco a poco la mente se hace más liviana. No me he dado cuenta de que ya he pasado dos veces por aquí hoy, pero llegó a casa mucho más tranquilo que cuando salí temprano. A veces también es a media tarde y vuelvo con sol poniente. Igual sensación. Llevo kilómetros, las piernas me pesan pero la mente queda aligerada de pensamientos.
Debería haber un signo ortográfico para la ironía. Por ejemplo cuando antes me preguntaba si en todos sitios no era como en Vitoria. Igual que Bel.lita, creo que los que viven rodeados por la naturaleza son privilegiados. Pero eso no quiere decir que yo no lo sea, aunque mi entorno no sea una maravilla (y, si, seguro que podría ser peor). Creo que soy capaz de mirarlo con los ojos cerrados y encontrar un encuadre que me haga sonreír y una linea para caminar enlazando los rincones más gratificantes. Creo que en los lugares más extraordinarios podemos encontrar ángulos muertos en los que se arrincona fealdad. También, al contrario, necesitas una cierta mirada para poder encontrar la belleza disimulada bajo la realidad. O nos rasgamos las vestiduras cuando el trazado del Camino discurre a veces junto a ruidosas carreteras o se hace poligonal (casi mejor poligonero) para entrar en nuestras ciudades rodeadas de naves industriales? Bueno, un poco tristes si nos ponemos.
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Engelabel, me crea curiosidad... un lugar con olivares, con el camino de Santiago cerca, con un monasterio... ¿algún rincón de Sevilla o Cáceres en la vía de la Plata? Tiene muy buena pinta...
Papadopou, genial lo del signo ortográfico para la ironía.
Pues podría ser Los Yébenes, que también tiene olivos, el Camino el Manchego y el Monasterio el de San Juan en Toledo. O el Camino de Uclés, por los Olivares de Tajuña y el Monasterio el de Santiago. Pero no. Has tenido un ojo que ya quisiera yo para mi. Para un lado, La Plata y el Monasterio el de San Gerónimo y para el otro una alternativa más para Santiago que pasa (cercano a donde resido) por algunos olivares y campos de labor y coge el llamado Cordel Triana-Villamanrique de la Condesa en sentido contrario (hacia Sevilla). Quiere recuperarse (te dirijo al ABC) como «La sexta alternativa. Por último, existe otra vía que dormita en una nebulosa entre el pasado y el presente. La línea de investigación está abierta y hay documentos que avalan a la conocida como Ruta Jacobea de Mures o Murense, que parte de la Raya de Portugal a Huelva, se dirige a Niebla y, desde allí, a Sevilla. Desde las administraciones públicas quieren recuperar este Camino de La Marisma.»
https://sevilla.abc.es/provincia/sevi-caminos-santiago-peregrinar-desde-...
En cuanto pueda te paso un par de enlaces.
Edito: "Caminos a Santiago por la provincia de Sevilla". Está en PDF. Por algúna razón que desconozco no puedo copiar el enlace. Buscalo así. Está descrito en el apartado "Otro recorrido".
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Cuántas veces al pie de las musgosas
paredes que la guardan,
oí la esquila que al mediar la noche
a los maitines llama!
¡Cuántas veces trazó mi triste sombra
la luna plateada
junto a la del ciprés que de su huerto
se asoma por las tapias!
Cuando en sombras la iglesia se envolvía,
de su ojiva calada
¡cuántas veces temblar sobre los vidrios
vi el fulgor de la lámpara!
Aunque el viento en los ángulos oscuros
de la torre silbara,
del coro entre las voces percibía
su voz vibrante y clara.
En las noches de invierno si un medroso
por la desierta plaza
se atrevía a cruzar, al divisarme
el paso aceleraba.
Y no faltó una vieja que en el torno
dijese a la mañana
que de algún sacristán muerto en pecado
acaso era yo el alma.
A oscuras conocía los rincones
del atrio y la portada;
de mis pies las ortigas que allí crecen
las huellas tal vez guardan.
Los búhos que espantados me seguían
con sus ojos de llamas,
llegaron a mirarme con el tiempo
como a un buen camarada.
A mi lado sin miedo los reptiles
se movían a rastras,
¡hasta los mudos santos de granito
creo que me saludaban!
G.A.Becquer
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