Ayer atravesábamos la encomienda templaria. No fuimos de oca a oca, ni de puente a puente, sino de castillo a castillo. Hoy hemos cocontinuado en un  viaje atrás en el tiempo retrocediendo mil años más, siguiendo los ecos romanos en estas tierras.

Dejamos las flechas amarillas en la puerta del castillo de Cornatel y seguimos nuestro propio rumbo junto tierras de labor y bosques. Espero que nadie se escandalice por haber abandonado el trazado histórico por Borrenes, pero tantos kilómetros asfaltados resultaban poco seductores. Vimos que muchos árboles empezaban a vestirse con sus fugaces  galas de otoño. SIin embargo los castaños, más vergonzosos, no se han desnudado de sus hojas y todavía  están dejando caer generosamente sus frutos, aunque hay que cuidar que su espinoso estuche no te lastime.

En La Chana la fanfarria de ladridos del coro canino local nos recibió puntualmente en cuanto asomamos por allí.  Una delegación nos escolto diligente hasta que abandonamos la aldea. Mostraron diplomáticamente sus dientes, es decir no hicieron uso de ellos. Mucho ruido y, afortunadamente, pocas nueces. Todo el mundo sabe que ahora es tiempo de castañas.

 En Orellan al sendero que lleva al mirador lo llaman de los conventos. No se porqué,  yo no vi ningún convento allí. Sin embargo al llegar arriba pude contemplar, elevándose entre los castaños, lo que se me antojaron las paredes rojizas y los pináculos de una catedral. Los romanos no construían catedrales, eso está claro. Lo que allí hicieron fue desconstruir, aunque tal palabra no creo que pueda encontrarse en el diccionario y la que si puede hallarse, deconstruir, no fue pensada para hablar de montañas.  En Las Médulas los romanos dejaron tras ellos un monumento hueco, vacío. Una montaña horadada, desmontada por la fuerza del agua utilizada con ingenio. Ingeniería de grueso calibre para  extraer el metal precioso que han ansiado todos los que  han tenido la ocasión y la fuerza para someter a otros. Sin embargo si lo hubieran diseñado a propósito, estéticamente no les hubiera quedado mejor.

El camino nos llevó de vuelta al Sil en Puente Domingo Flórez, en un descenso que parecía no terminar, tras habernos apartado de él en pos de castillos comunicados con túneles y de montañas vaciadas.

Mañana Galicia. O tal vez ayer y hoy también era Galicia, ya sabéis lo que se dice de El Bierzo.

Muchas gracias y buenas noches. Ultreia!