João Batista Campos, un aficionado por el Camino de Santiago de Compostela

Santiago estaba preocupado, viendo todo lo que estaba pasando aquí, en la Tierra. Especialmente los hechos de ese año jubilar en los Caminos que conducen a Santiago de Compostela. La gran afluencia de gente, todos los Caminos llenos de caminantes, demasiados incluso, según algunos, quejas generalizadas... Finalmente, se dio cuenta de que las cosas no parecían ir tan bien.

Peleas entre turigrinos y turistas, de peregrinos con ambos, de lugareños con los tres, mochileritos VS mochilerones, maliciosos empresarios explotando a todos de manera vil, en fin, un verdadero lío.

Decidió venir aquí y comprobar lo que estaba pasando.

Estaba en su oficina, absorto, repasando los boletines de inscripción de peregrinos, el Informe de Compostelas expedidas y otros papeles cuando oye que alguien llama a su puerta. Se acerca a ella, la abre y se encuentra frente a un hombre alto, esbelto, de larga barba, pelo hasta los hombros y mirada serena. El recién llegado saluda a Santi y le dice:

– Me enteré de tu preocupación por lo que está pasando en el Camino, y he venido aquí a hacerte una propuesta.

– Adelante – invitó Santi.

El hombre entró, se sentó en una silla frente a la mesa donde estaba instalado Santiago, y le habló:

– Lo que te propongo es que le dés una nueva dirección al Camino.

– ¿Qué quieres decir? – Preguntó.

– Que intercedas ante todos los organizadores del Camino en la Tierra para que, de ahora en adelante, el Camino se haga al revés.

–¡¡¡Hombre!!! – respondió Santi – ¡¿Estás loco?!?!

– Escúchame – continuó el hombre – se dice que toda peregrinación tiene que llegar a Santiago, ¿cierto? Entonces la idea es la siguiente: las personas salen desde donde viven y llegan a Santiago en autocar, autobús, avión, tren, taxi, bicicleta eléctrica, patinete, skate… en fin, lo que quieran. Llegan a Santiago tranquilos y concentrados. ¡Así no tendrán esos encuentros tan ruidosos en la Praza do Obradoiro, porque todavía no conocen a nadie! Caminan hasta la Catedral y hacen todos los ritos que, dicen, tienen que hacer: pasar por la Puerta Santa, ir hacia vosotros, abrazarte si los dejas, contemplar el Pórtico de la Gloria, dar cabezazos y croques contra Mateo, asistir a la Misa del Peregrino, aguantar en el botafumeiro, subir al techo de la Catedral, ... y todos los demás ritos. Luego salen de la iglesia, con el Indulto Pleno casi completo. Ahora ya solo es caminar un poco.

– Sigue adelante – dijo Santi, un poco molesto.

– Bueno, antes de comenzar el Camino, comerán una buena mariscada y con todas sus fuerzas y bendiciones, caminarán. Cada uno elige un camino y se dirigirá hacia las montañas, la Meseta o al mar. El gran lema será: ¡¡Todos los Caminos parten de Santiago!!

– Hmmmm – murmuró Santi.

– Los Caminos siempre serán en el sentido de diluir la afluencia de la gente. Dejaremos atrás el plano cartesiano. Irán de lo total a lo específico.

– Hombre, pero ¿cómo sabrán dónde es el fin del Camino?

– Entonces – continuó el hombre – dejarán la Praza do Obradoiro empapados, llenos de las externalidades de la vida, incluidas algunas mundanas. Y caminarán por el camino que elijan. Cada uno elige el suyo. Mientras caminan, dejan que las externalidades se les caigan de los hombros. Y van quitando el polvo que cubría su ser. A cada paso, metro o parte del Camino que se recorre van quitando las piedras, que con el paso de los días se van haciendo más ligeras y pequeñas, y disminuye el peso de la mochila cargada de cosas fútiles, obsoletas y superfluas. Y cuando lleguen a los primeros 100 km, ya entonces tendrás que organizarte con S.A.M.I, para que entreguen la Recompostela a los que la quieran.

– ¿Recompostela? – interrumpió Santi.

– Sí. ¡La Recompostela! ¡Es como la Compostela, sólo que se le dará a quien haga el camino al revés! Es decir, es el documento que certificará que el caminante recorrió los primeros 100km caminando, o 200km en bicicleta. Las entregarán en Sarria, Tuy, Vigo, Lugo, Ferrol, en fin, en las Villas del Camino que marcan los 100km para caminantes o 200km para ciclistas. Así, aquellos que caminan solo con este objetivo, ya pueden volver a casa. Observe – prosiguió – que ya no habrá esa inmensa fila de caminantes en la Oficina del Peregrino.

– ¿Y ese será el fin del Camino?

– Sí y no. – continuó el hombre – Sí para los que sólo buscan la Recompostela como objetivo, y no, para los que buscan algo más.

– Adelante – dijo Santi, mostrando ya cierta curiosidad.

– Bueno, aquellos que buscan algo más en el Camino, que muchos de los que lo emprenden ni siquiera saben qué es, seguirán caminando. Cada uno tendrá un lugar que será el final de su Camino. En la caminata atravesarán bosques serenos, mesetas bailantes, campos y viñas vigorosas, comerán nueces a la vera del camino, sentirán la naturaleza y la ligereza del andar y así dejarán los pesos y piedras de la vida que llevan a cuestas. Y a medida que vayan dejando atrás las exterioridades engañosas, irán tomando cuerpo las interioridades del ser. Y seguirán caminando. Cada día más solos. Escuchar el canto de los pájaros, observar la tranquilidad de las villas y pueblos, ser despertados por los gallos al amanecer, sentir el aroma de un rico café, percibir la ligereza de los lugareños, conversar con ellos y darse cuenta de la sabiduría y sencillez de su forma de vivir, aceptar una lluvia que limpia el alma... todo ello hasta que... como un relámpago cada uno se encuentra a sí mismo... De afuera hacia adentro de sí mismo. ¡Él y él! Y allí, en ese lugar, habrá finalizado el Camino.

– Entiendo – dijo Santi, asintiendo.

– Pero, todavía, faltan algunas cosas. Este peregrino – ahora sí, Peregrino –, tiene que quedarse uno o dos días en el pueblo más cercano a este evento. Esto es para reflejar, sedimentar y solidificar este hecho. ¡¡¡Pero solo uno o dos días, eh, porque encontrarse y estar contigo mismo más de dos días es insoportable!!! – finalizó el hombre con una sonora carcajada.

– Cierto – asintió Santi, también con una sonrisa ligeramente disimulada en la comisura de su boca.

– Después de eso – prosiguió – podrá irse a su casa y cuando llegue a ella, tenga a su familia delante, y en el exacto momento en que abrace a todos, entonces tendrá, ahora sí, el Indulto Pleno.

Santi, más tranquilo y comprendiendo lo que aquel hombre quería transmitirle, le dio las gracias y dijo que se iba a pensar seriamente esa propuesta.

El hombre asintió, se levantó y salió por la puerta. Cuando salía de la oficina Santi se levantó y llamó:

- Oiga, ¿cuál es su nombre?

El hombre se dio la vuelta y con una amplia sonrisa en su rostro respondió:

– Itnas.

Y se fue.

(Gracias Xixonés por la ayuda)