Patrimonio compartido
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Otoño, Hornillos del camino, hace unos siete años. Un Anochecer muy frío estábamos 8-10 peregrinos cenando en el pequeño albergue municipal. Recuerdo a dos húngaros, un suizo/canadiense (hospitalero hasta hace poco en Belorado), tres andaluzas, una neoyorquina de rasgos asiáticos, la hospitalera y yo. La cocina era vieja y pequeña, y hacíamos corro en torno a la mesa, calentados por una sopa castellana.
La neoyorquina había estado soñolienta y apática toda la tarde, pero ahora se le veía sonriente y con ganas de hablar. Pensé que quizá la escena de esa comida hogareña le resultase especialmente entrañable a alguien tan urbanita. Charlábamos de no sé qué, y ella me preguntó: “¿Se pueden comer los racimos de uva que se encuentren por los viñedos del camino? No dejan de ser parte de la abundancia generosa que Dios dio a sus criaturas…”.
Era principios de Noviembre, y efectivamente, en muchos campos todavía se estaba recolectando la vendimia. Supongo que la neoyorquina me preguntaba a mí en calidad de español, casi como si fuese “la voz oficial de España” de la mesa en ese momento. Pero lo cierto es que yo no tenía ni idea del tema, aunque donde yo vivo se cría muy buen vino ( La Rioja alavesa). Instintivamente me pareció que la mujer tenía un poco de caradura con eso de “la abundancia de Dios…”, y que a los agricultores, después del trabajo de toda la temporada, no les haría mucha gracia la rapiña de los peregrinos, pero me quedé un momento sin saber qué responder.
Y entonces, uno de los húngaros se adelantó y respondió lo siguiente: “Aquí en Europa tenemos la costumbre de dejar que los frutos junto al camino puedan ser comidos por la gente que pasa”. “Otro caradura jajaja!” me dije. “”Aquí tenemos…” y lo dice un tipo de Hungría!”. Puede parecer que yo me estaba enfadando con los comentarios, pero no, estaba de muy buen humor – bebíamos buen vino - y la escena me parecía divertida. El húngaro era un tipo culto, por la tarde había estado yo hablando con él sobre misticismo y S.Juan de la cruz.
Pensé, claro, que qué rápidamente la gente se apropia de lo ajeno, y qué inteligente y sutilmente puede llegar a hacerlo con excusas religiosas o políticas. Pero había algo en esa “apropiación” que me parecía entrañable. Estaba claro que el húngaro, más que las uvas, lo que sentía como suyo en ese momento era el propio camino de Santiago, como un patrimonio humano del que formara parte, del que podía ser portavoz o defensor. Además, en la rapidez de su respuesta, se veía que lo sentía desde muy dentro, de forma casi visceral. Y que a alguien de la antigua Europa comunista, a 2.500 km de España, le brotara ese instinto, me llenó de satisfacción.
Pensé si aquella “generosidad con lo ajeno” era más de origen comunista o cristiano, o si compartir en una mesa corrida una sopa, un vino o el espíritu de una cultura, es sencillamente humano y universal, vista la sonrisa benigna con que nos miraba la neoyorquina de ojos rasgados.
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Llegando a Quiroga, Camino de invierno septiembre de 2021. Una mujer nos ofreció un racimo de uvas de su viñedo a cada uno (eramos cuatro) cosa que evidentemente le agradecimos y aceptamos. No íbamos a decirle que ya estábamos servidos.
Corcubión, marzo del 2022. En el "hotel" donde me alojé ya no ofrecían café; las anteriores "peregrinas" que se alojaron se llevaron la veintena de cápsulas "Nespresso" a disposición de los peregrinos y al hostelero se le agotó la generosidad. En algún otro albergue gallego se zumbaron la bolsa con vituallas para compartir el desayuno entre cinco (desde entonces me apalanco los suministros dentro de la mochila).
La tendencia a compartir el patrimonio, cuanto más te aproximas a Compostela, más suele ser con el ajeno. Igual hay quien piensa que los últimos cien kilómetros es un "todo (lo ajeno) incluido"
En las playas de Huelva cuando era pequeño el coger un puñado de coquinas era habitual .
Con los años y la masificacion se siguió haciendo hasta esquilmarla .ahora está prohibido.
Cuántas mlles de personas pasan por el camino .si todos hicieran lo mismo donde quedaría la cosecha.?.
Cuando hablo de respeto al entorno esto es algo que yo al menos evito.
Los frutos tienen dueño y como tal hay que respetarlos.
Reconozco que me has sacado una sonora sonrisa con la "abundancia de Dios".
Francamente bueno.
Muy bueno el relato, Fernando. Me ha encantado eso de "la voz oficial de España". Cuando llega ese momento uno no sabe bien qué decir porque inevitablemente el oyente extranjero probablemente se tome al pie de la letra lo que dices. ¡¡Al fin y al cabo te conviertes involuntariamente en el informante oficial del reino!! Pero de ese entuerto saliste airoso dejando que la especulación siguiese su curso con la participación de nuestro amigo el húngaro; un hermano al fin y al cabo.
En el camino portugués por la costa, no sé si a la altura de Redondela o Pontevedra, me encontré con un magnífico cartel, creo que debo tener una foto del mismo en algún lugar de este almacén telefónico, y rezaba así:
Por favor, dejen algunas para el dueño.
Me encantó
Eso es genio y figura, sí señor
Pues entonces ha habido al menos dos carteles iguales. El otro estaba en la subida a Pieros desde Cacabelos en unos cerezos al borde del Camino. Estaba escrito en un cartón y decía exactamente lo mismo.
Buen Camino.
Por ahí vi un letrero, no sé si fue bajando a Belesar, que rezaba "en este viñedo solo le permito que coma lo que no sembró, a los pájaros". ¡Buen camino a todos!