Etapa 4F: Corcubión - Fisterra | Al Loro

Distancia: 
10,8 km
Duración: 
2 h 45 min
Dificultad: 
1
Paisaje: 
3

ADVERTENCIAS IMPORTANTES:

Bastantes peregrinos, emocionados al llegar ante el océano, no dudan en dejar la mochila en la arena y lanzarse al agua. Pero mucha atención con las playas atlánticas: las corrientes y la silenciosa marea son muy peligrosas y todos los años provocan la muerte de algún peregrino imprudente.

Es habitual y casi instintivo querer llevarse del océano un recuerdo natural en forma de concha después de nuestro largo periplo. Sin embargo, la recogida de conchas vacías está prohibida por ley en Galicia para preservar los ecosistemas de las playas y su biodiversidad, dado el impacto del crecimiento exponencial del turismo.

SOBRE LA ETAPA:

La media etapa hasta Fisterra recorre un entorno variado y agradable, alternando la carretera con bosques de pinos y paseos junto a las playas; destacaremos un bonito sendero por bosque a la salida de Sardiñeiro, y el tramo de más de dos kilómetros a lo largo de la paradisíaca playa de Langosteira, donde también se puede caminar por la orilla aprovechando la franja más firme de la arena.

SOBRE FISTERRA:

En la oficina de información turística, sita en la plaza de la Constitución (abierta todos los días; el domingo, sólo por la mañana), nos entregarán la Fisterrana, un documento similar a la Compostela –pero laico y en gallego– que acredita que hemos realizado el camino desde Santiago hasta aquí, el Fin del Mundo. También la expiden en el albergue público (de lunes a viernes, de 14:00 a 20:00).

Cada vez más peregrinos deciden seguir caminando hasta Muxía (ver etapa 4M), trayecto que está bien señalizado en ambos sentidos, y donde recibirán la Muxiana.

Para volver desde Fisterra en autobús disponemos de líneas regulares hacia Santiago y A Coruña, con varias frecuencias al día; también hay una conexión con Muxía, con trasbordo en Cee.

En la iglesia de Santa María das Areas hay misa del peregrino todos los días a las 18:00.

Si bien la oferta de bares y restaurantes es amplia y de calidad, no deberíamos dejar de pasar por A Galería, la bibliotaberna de la Rúa Real, un inclasificable y artístico bar con vistas al puerto donde saciar con gusto la curiosidad.

Además de sus templos gastronómicos, también será interesante visitar el fuerte o castillo de San Carlos, del siglo XVIII y donde hay un pequeño Museo de la Pesca, y la iglesia gótica de Santa María das Areas, de los siglos XII-XIII (pasaremos frente a ella en el camino al cabo Finisterre).

Pocos saben que el inventor del futbolín, Alejandro Campos (1919-2007), era natural de Fisterra. Conocido también como Alexandro Finisterre, a los 17 años resultó herido durante la Guerra Civil, y en el hospital ideó un artefacto para que los niños amputados pudieran seguir jugando al fútbol, que pronto se popularizó. Tras la guerra se exilió a Francia, Ecuador y México, donde compaginó los inventos con la edición de libros y la poesía. La vida de este insigne republicano merecería una película: huyó de Guatemala tras ser secuestrado por la CIA, fue amigo de Picasso y del Che Guevara, y por supuesto no volvió a España hasta después de la muerte de Franco.

La llegada a Fisterra es la excusa perfecta para darse un homenaje comiendo una buena mariscada. En la zona destacan variedades como el longueirón (similar a la navaja, pero más largo y con valvas rectas), el lubrigante (bogavante) o el centollo, si bien el producto con más fama serían sin duda los percebes.

Pero si hay un fruto de mar que desde tiempo inmemorial simboliza el fin del peregrinaje ante el mar de Galicia, ése es la vieira, un molusco bivalvo emparentado con las ostras. En francés se las conoce como coquilles de Saint-Jacques, en latín Pecten jacobeus y en castellano veneras (en alusión a Venus, la diosa romana del amor, por su forma de vulva femenina). Las podemos degustar a la plancha, al foie, gratinadas, en tortilla, en ensalada, cortadas al estilo carpaccio… Pero sobre todo no tiréis su concha: sólo es preciso lavarla, practicar un orificio y colgarla de la mochila, reconvertida en icono amuleto jacobeo que certificará que hemos llegado al Fin del Mundo.