Relato del Camino del Salvador III

Autor: 
Dani Hernández
Fecha: 
2013

El camino del Salvador, el camino de las montañas…

He aquí el relato de mi camino del Salvador, un trayecto íntimo, paisajísticamente espléndido, en el que experimenté la auténtica esencia del peregrinaje, la soledad, el esfuerzo, la calidez de la gente y el compañerismo... Un camino que sin duda, algún día tendrá una segunda parte...

 

León

15 de junio

Llegaba sobre las 17:30 a la estación de León, una ciudad que comienzo a conocer más que bien, dado que la he visitado los últimos tres años. Teniendo en cuenta la época del año en la que estamos, que León es uno de los puntos álgidos del camino francés elegido además por muchos para comienzo del camino a Santiago, y que a esa hora de la tarda los dos albergues grandes de León estarían llenos, como así resultaría, ya había sido previsor reservando una pensión unos días antes en la zona centro de la ciudad. El trayecto en tren desde Barcelona se me había hecho realmente corto teniendo en cuenta las casi 8 horas de viaje, así que, lo primero que hago es dirigirme a la pensión reservada, dejar la mochila, y directamente dirigirme al albergue de las Carbajalas para recoger la credencial.

Allí me encuentro una vez más a la hermana Ana María, alma máter de dicho albergue, que mientras hago cola me comunica a mí y a otra chica que acaba de llegar, que el albergue está completo ya hace horas pero que algo hará para que tengamos alojamiento. En mi caso le agradezco el interés y le digo que en previsión ya tenía reservada una pensión. Llega mi turno y pido mi credencial. El señor que me atiende me dice que no son muchos los que se aventuran a realizar el camino del Salvador, que por cierto él conoce bien por haberlo realizado, de hecho, me comenta que desde hace tres días nadie ha recogido una credencial, muy bonita y completa en información, por cierto, para realizar ese camino. Me da algunos consejos sobre el tiempo que hará los próximos días, no se equivocará, dicho sea de paso, sobre como abordar las etapas en cuanto a la compra de provisiones, y entre otras cosas me facilita unos teléfonos para llamar con antelación en el caso que desee comer en la población de Poladura de la Tercia. Agradecido por la completa información, vuelvo a la pensión, dejo mi credencial, y hago mi habitual ruta por la bonita ciudad de León, que es un verdadero hervidero de gente. Además coincide con la fiesta de la cerveza que se celebra en el barrio húmedo y tiene como punto central la plaza mayor. Una visita a la catedral, a San Isidoro, al parador nacional de San Marcos, que será punto de inicio el día siguiente de mi camino hacia Oviedo, un largo paseo por el parque del Bernesga y una cena en el barrio húmedo completan un día, o más bien dicho unas horas, muy bien aprovechadas por cierto.

León-La Robla

16 de junio

Son las 7:00 y ya estoy preparado para comenzar la primera etapa. Hace buen día y en pocos minutos me planto en el hostal de San Marcos en búsqueda de la primera baliza de señalización del camino. Antes, me desvío al centro de la plaza para fotografiar la estatua homenaje al peregrino. Tres chicos españoles me piden que les haga una foto junto al mismo y cuando nos separamos y ven que tomo el sentido opuesto me hacen una señal indicándome que tomo el camino equivocado. Les digo que no voy a Santiago sino a Oviedo, siguiendo el camino del Salvador, que tomaré dirección norte, por sus gestos parece o que desconocen dicho camino, o que piensan seguramente que soy un tipo raro, seguramente las dos cosas… No es difícil encontrar esa primera baliza de señalización, justo a la derecha del parador. La fotografía y comienzo a buen ritmo siguiendo el parque del río Bernesga. Sin dificultad llego a un desvío a la derecha que en ligera subida me lleva por una urbanización de la ciudad siguiendo entre otras la calle de las Fuerzas Armadas.

Al final de la calle se enlaza con una carretera que seguiré a la izquierda hacia Carbajal de la Legua. En realidad no hay otro camino posible a seguir a no ser que uno se equivoque y se vaya pendiente arriba cruzando la carretera, o se vaya hacia la derecha. Las flechas lo indican claramente, sin embargo, después de caminar por la carretera y no ver ninguna flecha en tiempo, decido hacer un amago hacia atrás en busca de alguna flecha anterior. Apenas caminados 20 metros un coche que pasa me hace una señal con el claxon y entiendo perfectamente que iba en el sentido correcto. Un rato después llego a la localidad de Carbajal de la Legua, bastante desierta por cierto por ser domingo. Allí me encontraré el primer plafón informativo sobre el camino del Salvador, que leo con detenimiento a la vez que hago el primer descanso de la mañana. A la salida del pueblo me encuentro un grupo de chicos que me preguntan si tengo un cigarro, respondo que no y claro, me dicen que hago bien en no fumar, que hay que ser deportista. Acaba la carretera, se acaba el pueblo y comienzo a caminar por una pista ancha que en ligera subida me lleva por la ladera de una montaña a la vez que a lo lejos ya se ve la ciudad de León.

El calor comienza a ser importante. Se camina por zonas abiertas y zonas boscosas de robles y encinas con algún que otro repecho importante. Todo muy bien señalizado. El calor hace que se me haga un poco largo el trayecto por esa zona. Al final de una subida un cartel indica que hay una zona vallada con ganado suelto. Paso los alambres y me reciben dos perros inmensos que vienen a mi encuentro ladrando. Al momento me doy cuenta de que vienen en plan amistoso y después de juguetear un rato con ellos y hacer mi primera filmación en el camino, continuo hasta llegar al pueblo abandonado de Villalbura donde hago mi primer gran descanso. Aprovecho para firmar en el libro de visitas habilitado acordándome entre otros de mi buen amigo Albert, compañero de fatigas y peregrino como yo de la vida , aprovecho para beber agua de su fuente, una bendición dado que el calor aprieta de lo lindo, y para almorzar algo antes de continuar. El camino y el paisaje de media montaña es bonito y agradable, mi próxima parada será la Fuente de San Pelayo. La fuente está seca, pero hay un libro de visitas y un botiquín además de una mesa con bancos ideal para descansar unos minutos. Aprovecho para parar, para quitarme ropa y para consultar el libro de visitas. Por los visto dos días antes que yo han pasado los últimos peregrinos que han dejado su firma en el libro.

Comienzo a hacerme a la idea de que es posible que no me encuentre a ningún otro caminante a lo largo del trayecto. Continuo hasta llegar al pueblo de Cabanillas, al entrar al pueblo oigo unos cánticos que interpreto provienen de la iglesia de la población. Claro, es domingo y medio día. Bebo de la fuente de la plaza de peregrino y me dirijo a la iglesia que queda algo en lo alto. De camino paso por el albergue que tiene muy buen aspecto. Cuando llego a la iglesia la misa ya ha acabado y los feligreses, en un mayoría señoras, ya toman la cuesta abajo hacia el pueblo. Me preguntan que si ando perdido, ya que por allí no continúa el camino, respondo que no, que sólo me he desviado para ver la iglesia y me invitan a quedarme en el albergue que por lo visto es muy bonito y cómodo. Respondo que es muy pronto todavía para acabar la etapa y que mi intención es continuar hacia La Robla, con efectivamente haré.

Dejado atrás Cabanillas el camino vuelve a ser precioso en dirección al pueblo de la Seca y Cascantes entre encinas y siguiendo el curso del río Bernesga. Sigo el camino y a la izquierda dejo el puente que me llevaría a la población de la Seca, ciertamente, la tentación de cruzarlo y llegar al pueblo es grande, pero también son grandes las ganas de llegar al siguiente pueblo para poder parar y tomar algo. Pocos kilómetros más adelante llegaré a la localidad de Cascantes donde aprovecho para parar en un bar, poner el primer sello en el camino, bien, el segundo si consideramos el primero de León en las Carbajalas, y sobretodo para saciar mi sed. A pesar de llevar agua suficiente, me apetece tomar algo más refrescante… Una cerveza y un par de tónicas me dan la energía suficiente para con el sol cayendo a plomo, continuar el trayecto hasta La Robla. Sigo por una carretera asfaltada a buen ritmo y comienzo a divisar la central térmica de carbón de La Robla. A pie de la misma se encuentra la ermita de la Celada. Ya no queda nada para llegar a la Robla, donde llego cruzando un puente por encima de las vías del tren hasta alcanzar la calle principal.

Se trata de una localidad grande con todo tipo de servicios, aunque claro, es domingo y está casi todo cerrado. A la salida del pueblo y anexo al bonito y cuidado parque de las Huergas, se encuentra el albergue. Llego y llamo al hospitalero Antonio que en breve llega al lugar, me hace la inscripción en el mismo y amablemente me da todo tipo de explicaciones en cuanto a donde comprar para comer, donde cenar, que visitar en la localidad etc. El albergue, por cierto, es fantástico, nuevo, limpio, con todo tipo de comodidades, un lujo en resumen. Además, tendré el honor de disfrutarlo yo sólo, ya que ese día no llegará ningún peregrino más. Encomiable la labor del ayuntamiento de La Robla y de la junta vecinal, así como la implicación en el camino del Salvador.

Es temprano, apenas la 13:30 de la tarde. Tendré tiempo para una siesta, recorrer de cabo a rabo las calles de la localidad, descansar en el parque del albergue, cenar de maravilla en el restaurante recomendado por el hospitalero y comprar provisiones para la etapa del día siguiente a pesar de estar las tiendas cerradas...

La Robla-Poladura de la Tercia

17 de junio

El hospitalero de las Carbajalas en León no se equivocaba, para el lunes y el martes se esperaban lluvias y mal tiempo, aunque eso del mal tiempo es algo muy personal… Efectivamente, llovió de manera intensa durante la madrugada del lunes al martes, cosa que pude percibir en la soledad del albergue de la Robla. Fantástico. Por fin iba a poder estrenar mi chubasquero nuevo y utilizar uno de los componentes más pesados de mi mochila de 10 kg. A las 7:30 partía de la Robla una vez desayunado con destino a Poladura de la Tercia. No llovía, aunque el cielo continuaba cubierto y los efectos de la lluvia de la madrugada eran más que evidentes. El camino saliendo de la Robla es un agradable paseo por piso asfaltado siguiendo en paralelo al Bernesga y pasando bajo un histórico acueducto. Un poco más adelante a la izquierda nos queda el Puente de Alba ya de camino a la población de la población del mismo nombre. El caminar es un poco una carrera de obstáculos teniendo en cuenta mi manía de no soportar el pisar un caracol, tarea harto difícil porque los hay por todos los lados. El rato sin lluvia dura poco, porque algo antes de llegar a citado pueblo comienza a llover con relativa intensidad. De momento, decido no pararme a ponerme el chubasquero, aunque cada vez comienza a llover con mas fuerza. Más que por mí, sufro por la mochila y por el que se pueda empapar en pocos minutos. Acelero el paso y sabiendo que en poco tendré que pasar bajo un túnel de la carretera nacional, aprovecharé para ponerme el chubasquero que estrenaré para la ocasión.

Dejo atrás el pueblo de Peredilla y alcanzo dicho túnel. Llegado al puente la lluvia es ya importante, así que, además de estar a cobijo bajo el túnel y haberme puesto mi flamante capelina impermeable, espero sobre un cuarto de hora esperando que baje la intensidad de la lluvia para poder continuar en el camino paralelo a las vías del tren. No amaina y mis ganas de continuar me pueden, así que salgo del túnel y camino a velocidad por el camino ya encharcado hasta alcanzar la ermita del Buen Suceso, donde decido volver a cobijarme a la espera de que llueva menos. Llueve de lo lindo y como parece que tendré que continuar por carretera y allí el piso no estará encharcado, decido continuar después de haberme parado otro cuarto de hora para con dificultad, todo sea dicho, fotografiar la ermita bajo el aguacero. Camino por la carretera y después por una pista pasado el pueblo de Nocedo. Ciertamente, a pesar de la lluvia, el verdor del paisaje es espectacular. Claro, llega a entenderse teniendo en cuenta las frecuentes precipitaciones en la región. A paso de legionario, es curioso, pero de manera inconsciente, la lluvia hace siempre que vayas más acelerado de lo normal, continuo hasta mi primera gran parada de la mañana, en la Pola de Gordón.

A medida que me aproximo a dicha localidad la lluvia comienza a amainar, y de hecho, cuando llego a ella ha cesado momentáneamente. Pasando el paso subterráneo de las vías del tren en la Pola, me encuentro un sapo a medio camino que debe haber entrado por una de las bocas de acceso, y seguramente debido a las escaleras de uno y otro lado, se encuentre desorientado y sin escapatoria al no poder superarlas de subida. Intento acercarlo a una de las salidas cogiéndolo con mis manos, pero visto que el animal se siente incomodo y se escabulle con facilidad decido abandonarlo a su suerte. Son las 9:30 y los supermercados no abren hasta las 10:00. Perfecto para hacer tiempo leyendo los plafones sobre la historia de las llamadas Trincheras de la Pola, callejear un rato por el pueblo y comerme un bocadillo de queso y tomarme una Coca cola. El bocadillo se me hace extraño, los catalanes sobretodo me entenderán, acostumbrados que estamos nosotros a untar el pan con tomate, aceite y sal, bueno, me resulta un poco seco, pero el hambre lo puede todo, así que, me sabe a gloria de cualquier modo. Compro algo de bollería en una pequeña panadería y hago la compra en el supermercado. Chocolate, embutido, pan, yogures y una botella de refresco de litro y medio. Algo más de dos kilogramos más en mi mochila para hacer el tramo que me queda hasta Poladura de la Tercia más liviano. Eso sí, absolutamente necesario teniendo en cuenta que ya no encontraré donde abastecerme ni en Buiza, siguiente localidad con albergue, ni tampoco en Poladura de la Tercia, donde he decidido quedarme esa noche.

Salgo de la Pola de Gordón y vuelve a llover aunque de manera tenue e incluso agradable diría yo, visto la que me ha caído anteriormente. Evidentemente, desisto de ponerme el impermeable, que eso sí, dejo a mano en la mochila por si la situación lo requiere. Sigo un camino pasando bajo un puente del ferrocarril y por una especie de polígono donde vuelvo a enlazar con la carretera en dirección al desvío que me llevará a Buiza. A pesar de ser un tramo de carretera el paisaje es precioso, con montañas de consideración ya, a un lado y el otro de la carretera. No hay demasiado tráfico, y en su mayoría lo que circulan son camiones, así que se me hace rápida la llegada al cruce que indica Buiza y Folledo, unos cuatro o cinco kilómetros después por fin llego a Buiza que ya veo a lo lejos en un marco incomparable. Montañas y primavera en todo su esplendor. A la entrada del pequeño pueblo subiendo las escaleras y en un promontorio, queda el pequeño cementerio, al que decido subir antes de entrar en el pueblo. Desde allí las vistas son fantásticas. La lluvia me ha dado una tregua y con el cielo más o menos despejado llego a Buiza donde volveré a parar antes de acometer el último tramo hasta Poladura de la Tercia. Nada más entrar al pueblo a la derecha queda el flamante albergue de peregrinos y aunque el pueblo parece desierto, apenas son las 12 de la mañana, al lado de la fuente del pueblo me encuentro con el hospitalero que está rehabilitando el tejado de una casa. Me invita a quedarme en el bonito albergue del pueblo, pero le digo que mi intención es continuar hasta Poladura. Me indica que para mañana se esperan lluvias otra vez aunque en el día que nos ocupa no parece que vaya a llover mucho más, además de advertirme de la dureza de la subida a las Forcadas de San Antón y de lo embarrado que seguramente me encontraré el camino. Nos despedimos y llegados a la iglesia aparece la bifurcación, una a la derecha que indica Villasimpliz y que por lo visto va por la carretera haciendo el camino más fácil, y otra por la izquierda, que es la que tomaré, para ascender hacia las Forcadas y continuar hacia Poladura de la Tercia.

El paisaje de subida a las Forcadas es espectacular. Uno está acostumbrado a subir montañas, a patear caminos y a dejarse sorprender por la naturaleza, pero lo que tengo ante mi lo supera todo. Quizás por la dureza del camino acrecentado por las inclemencias meteorológicas, la belleza de las montañas, por la explosión de color que supone la primavera, o quizás por la soledad del camino… Es cierto, dos días de trayecto y aún no me he cruzado con ningún peregrino y no va a ser el último día que siga caminando sólo… Tal y como me había indicado Ángel, el hospitalero de Buiza, el camino está embarrado en muchos tramos, en algunos no me queda más remedio que atravesarlos y en otros intento subirme a los muros laterales e intentar avanzar hasta que las zonas encharcadas desaparecen. La tregua meteorológica no durará mucho. El cielo en cuestión de momentos se cierra y los nubarrones vuelven a amenazar. De repente comienza a caer una fuerte granizada encontrándome a campo abierto, no hay árboles donde cobijarse y tampoco puedo pararme a ponerme el impermeable. Miro al cielo y veo que parece algo pasajero porque a lo lejos ya no hay nubes y se ve incluso el sol. No me equivoco, en apenas 5 minutos la granizada ha cesado y el sol hace su aparición. En la subida a las Forcadas hay un par de subidas con importante desnivel, nada a lo que no esté acostumbrado, aunque eso sí, comienzo a notar el exceso de peso debido a mi compra matutina en Pola de Gordón, con botella de Coca Cola de litro y medio incluida. Me acerco ya a las Forcadas después de cruzarme en el camino con caballos, vacas y hasta una serpiente. El paisaje es precioso, y las formaciones rocosas me recuerdan, salvando las distancias, a las caprichosas formaciones de la Montaña de Montserrat que tantas veces he recorrido. Hace sol y me sobra casi todo, así que aprovecho a pararme en lo alto para ver las montañas que tendré que atravesar el día siguiente y quitarme algo de ropa. Sorprenden los rastros de camino de calzada romana que podemos ver en este alto de las Forcadas.

El camino de descenso es realmente bonito, a lo lejos se divisa el pueblo de Rodiezmo que dejo a la derecha en la lejanía, continuando hacia Poladura de la Tercia. Debido a la lluvia pequeños riachuelos jalonan el camino a uno y otro lado. Sigo atravesando las praderas siguiendo bien las flechas pintadas en las rocas y árboles así como las señales verticales de flechas y conchas. Aprovecho para agradecer el trabajo de los encargados de mantener la señalización en el camino, realmente encomiable. Y para alentar a futuros peregrinos dubitativos a aventurarse a realizar tan maravillosa travesía. Sinceramente, la señalización me pareció excelente, y las posibilidades de perderse, en condiciones meteorológicas digamos, normales, realmente pocas si aplicamos el sentido común. En los tramos de campo o pradera a través es suficiente con mirar a lo lejos y avistar cualquier señal vertical que nos indique el camino a seguir. O sino, fijarnos en las rocas y en las flechas amarillas pintadas en ellas. Lo dicho, es tan fácil como darse cuenta de que si continuamos caminando, y pasan 300 metros sin ver señal alguna, basta con recular hasta la último señal que hemos visto, para darnos cuenta que seguramente nos hemos saltado alguna flecha o señal en algún desvío. Resumiendo, “chapeau” para los encargados de señalizar el camino, una sorpresa realmente agradable, sin duda.

Acercándome ya a Poladura decido realizar un picnic improvisado en una de las praderas que atravieso, recreándome en el paisaje y en el buen tiempo que me acompaña en este último tramo de la etapa. En Poladura de la Tercia me reciben unos perros que ladrando alertan a uno de los lugareños que amablemente me pregunta si soy peregrino y si me voy a quedar, y me dice donde queda el albergue, además de indicarme que tendré que llamar a Esteban, el hospitalero. Son sobre las 14:30 de la tarde y telefoneo a Esteban, el amable y atentísimo hospitalero, que en minutos llega para abrirme el albergue e instalarme. El albergue se localiza en la antigua escuela del pueblo y más concretamente, en la antigua vivienda de la maestra de la escuela en la planta superior. Desde aquí también un aplauso a los vecinos de ese bonito pueblo, por su cordialidad, por su atención a los peregrinos y por su dedicación al mantenimiento del albergue que ellos mismos se encargan de limpiar y de acondicionar con los diferentes enseres que van aportando. Un encanto de albergue también, si señor.

La tarde será larga en Poladura y tendré tiempo para todo. Para visitar la bonita casa rural El embrujo y departir con Lucía, una de las encargadas de la misma, a pesar de no quedarme a comer y degustar los deliciosos platos que por lo visto sirven. Una asignatura pendiente y un motivo más para volver a realizar este camino, sin duda. Para acercarme al promontorio rocoso de camino al collado del Coito y que formará también parte de la etapa del día siguiente, y desde allí obtener unas vistas maravillosas del pueblo y de todas las montañas que tendré que atravesar el día posterior. Para juguetear con la perrita de Esteban, Tani. Y para charlar entre otros con Esteban, con Luís, que hace las veces de hospitalero a lo largo del año cuando no está Esteban, y con la señora Iluminada… Sin duda, un fantástico y entrañable colofón, a una larga jornada que como habéis comprobado, ha tenido de todo.

Poladura de la Tercia-Pajares

18 de junio

La tarde anterior me habían advertido de la previsión de niebla para el día de hoy. Los lugareños conocen bien la montaña y no se suelen equivocar. La etapa aunque no demasiado larga en cuanto a kilometraje, se presentaba como la etapa reina del recorrido, por alcanzar el techo del camino del Salvador, por desarrollarse casi en su totalidad en la montaña y por suponer el paso de la provincia de León y la entrada a Asturias por Pajares.

Después de un completo desayuno a base de cruasanes, chocolate, yogures y zumo, sobre las 7:30 abandono Poladura de la Tercia y comienzo la ascensión por la ladera camino del collado del Coito. Los primeros metros me son familiares ya que el día anterior por la tarde los he recorrido hasta subir al promontorio rocoso y mirador que dejo a la derecha. A medida que asciendo comienzo a encontrar el camino embarrado así como la incipiente niebla que se hace cada vez más densa a medida que voy subiendo. A pesar de que hay tramos en los que el camino se pierde, la señalización vertical es excelente, y aunque el algún punto, debido sobretodo a la niebla, tardo en encontrar donde está la siguiente señal o baliza de señalización, avanzo sin dificultad por un paisaje que se me ofrece magnifico entre los brezos en flor y fantasmagórico por momentos cuando vuelve a bajar la niebla y el paisaje se difumina. A la niebla se le suma el viento que ayuda a que la misma aparezca y desaparezca rápidamente. Desde una ladera observo arriba lo que parece una cruz, sí, es la cruz de San Salvador. El viento aprieta y la niebla dificulta la visibilidad. Momento para tomarse un descanso después de la subida, al abrigo de las rocas. Aprovecho para quitarme el forro polar, ponerme el cortavientos y para hidratarme. Y para ver el paisaje que se vislumbra entre la niebla a uno y otro lado desde la cruz, y cuando se vuelve a disipar, continuo la travesía estando muy atento a cada una de las flechas y balizas. Por momentos el perfil se suaviza pero en poco comienza una pronunciada subida que me llevará al techo del trayecto, el Canto de la Tusa a 1568 m.

Vuelve a caer la niebla, pero aún así se vislumbra una pronunciada bajada. Vuelvo a parar esperando a que el viento vuelva a aclarar el paisaje y aprovecho para grabar unos segundos desde ese lugar. Cuando se disipa la niebla, al fondo del valle a mi derecha se vislumbra lo que parece un pueblo, se trata de Busdongo, localidad por la que no habrá que pasar. Entrada la mañana comienza a verse el sol a medida que voy bajando por una pronunciada pendiente. Ahora, la señalización se ve mucho mejor y esos me permite a su vez disfrutar del bonito paisaje. Llegado a un punto cojo un desvío bien señalizado a la izquierda dejando el intuitivo camino que continua de bajada y que parece llevar al pueblo de Busdongo. Ahora, se trata de ir cortando la montaña en zigzag en busca de la localidad de Arbas del Puerto y su colegiata.

Vuelve a formarse la niebla que ahora parece más densa que nunca mientras transito por una pista embarrada que desciende a la vez que escucho cencerros en algún lugar. Hay vacas cerca, sin duda, aunque con la niebla apenas veo unos metros delante mío y menos en la lejanía. Casi por sorpresa llego a un casa con establo y una veintena de vacas y terneros en el camino que apenas se inmutan a mi paso. Me salgo del camino embarrado para evitar mojarme más las zapatillas y los pantalones, cuando pasada la casa entro en un estrecho camino por el que sin duda deben haber pasado las vacas. Voy con cuidado porque el piso es resbaladizo, el agua fluye por uno y otro lado, y además encuentro alguna señal vertical caída que vuelvo a colocar en su lugar. Sin duda, las vacas que han pasado por el estrecho camino las han debido tirar… Según la guía que llevo descargada en el móvil en algún punto debo de comenzar a ver el pueblo de Arbas del Puerto, cosa harto difícil dado la niebla que me envuelve mire al lado que mire.

Conforme avanzo comienzo a escuchar el ruido de los vehículos en la carretera, sin duda, el pueblo y la colegiata deben andar cerca, aunque continuo sin ver nada. En estos momentos agradezco como nunca la buena señalización del camino, sobretodo las flechas pintadas en las rocas que me permiten ir bajando hasta que por sorpresa, y a apenas cincuenta metros, se me presenta de repente lo que parece un edificio o fábrica y otras casas que se ven al otro lado de la carretera. Sin duda, he llegado a Arbas del Puerto. Paso una portilla de madera y luego el puente que me permite llegar a pie de carretera. Lo que se me presenta es fantasmagórico. Camiones que suben y bajan en uno y otro sentido entre la niebla. Una serie de casas que parecen abandonadas y al fondo la famosa colegiata de Santa María de Arbas. Con precaución atravieso la carretera y voy hasta la colegiata que encuentro cerrada. No veo ningún horario ni parece haber ninguna persona a uno y otro lado de la carretera. Delante de la colegiata, cruzando la carretera hay un restaurante. Me dirijo a él y veo como pone en el cartel que hoy martes, está cerrado por descanso personal. Mala suerte, muy mala suerte. Seguramente, la colegiata sólo estará abierta los días en los que el restaurante también lo está. Otro motivo más para volver a hacer este camino, sin duda. La próxima vez intentaré que no sea martes cuando pase por ese pueblo. Me conformo con leer el plafón informativo que hay delante de la Colegiata, me hago alguna foto con el móvil y el temporizador y avanzo por la carretera camino del puerto de Pajares. En algún sitio he leído que en días de mal tiempo se recomienda seguir por la carretera y no aventurarse a seguir el camino de la montaña. Sinceramente, a pesar de que llevo un cortavientos reflectante, no voy nada cómodo caminando por el arcén de la carretera viendo como pasan a cada momento los camiones a toda velocidad. Lo tengo bastante claro, prefiero perderme en la montaña entre la niebla que caminar con el corazón en un puño por el arcén de la carretera.

A la derecha se ven unas naves donde continúan las flechas en bajada tras pasar una alambrada. El camino está muy embarrado, para variar, pero agradezco el llevar los palos que tanto ayudan, entre otras cosas a determinar la profundidad de los charcos y la firmeza del piso antes de pisar. Asciendo ligeramente hacia una torre de alta tensión dónde se localiza el que será el primer mojón de la parte asturiana del camino. Aprovecho para hacerme una foto en ese punto clave y una vez pasada una portilla de alambre me dispongo a bajar hacia la carretera. La niebla lo cubre todo hasta el fondo. De hecho, no se ve nada ni se aprecia en su conjunto la magnitud de la bajada que me espera hasta la carretera. Por momentos pierdo la senda de las flechas y me limito a bajar por donde puedo ayudándome de los bastones y guiándome por el ruido de los camiones. Al fondo debe estar la carretera, se supone, porque la niebla impide ver nada. A pesar del barro, el agua, los resbalones y la niebla, me lo tomo con filosofía y hasta el descenso me parece divertido a la vez de interminable. De hecho cuando alcanzo la carretera y llego a un cercado con vacas, lamento el que tan dificultoso descenso haya acabado. En el fondo, disfruto de la aventura y la dificultad, debe ser eso...

Cruzo la carretera y bien señalizada se encuentra la bajada que me debe llevar a la población de Pajares. Por fin parece que la niebla va a desaparecer por lo que queda de día. Aprovecho para parar en una fuente-abrevadero en la bajada, comer algo y cambiarme los calcetines empapados a la vez que limpiarme las deportivas embarradas. Recargado de energía continuo descendiendo dejando a la izquierda un desvío que lleva a la población de San Miguel y siguiendo el sendero que me llevará a la población de Pajares. Poco tiempo pasará para darme cuenta que de poco habrá servido cambiarme de calcetines y limpiarme el barro. La bajada es ciertamente preciosa entre hayas y matorral en un paisaje que me recuerda mucho al que podemos encontrar en la zona del Montseny en Catalunya. El piso cubierto de hojas, entre árboles, y claro, entre barro y agua por todos los lados. Por momentos se hace impracticable el continuar por el camino y me veo obligado a salirme del mismo yendo con cuidado y ayudándome de los palos ya que el agua se filtra bajo las hojas en cualquier lugar. A pesar de todo en conjunto este tramo es muy bonito en contraste con la zona de alta montaña que he dejado atrás hace poco más de una hora. Salgo del bosque y se me presenta una amplia pista que parece me conducirá a Pajares definitivamente. Por las misma es mucho más cómodo caminar, puesto que a pesar de que hay charcos, es más fácil evitarlos que no en los caminos que acabo de dejar atrás. Al ruido de mis palos un mamífero de tamaño mediano que no acierto a identificar, aparece tras unos matorrales cruzando el camino de izquierda a derecha a toda velocidad.

Continuo avanzando y acelero cuando a los lejos veo a dos mujeres que se dirigen al pueblo y que seguramente han salido a pasear. Es lo que tiene estar tanto tiempo sin ver a nadie en el camino, que apetece aunque sea saludar un momento a alguien. Se interesan por mi travesía, me preguntan de donde vengo, de donde soy y si tengo intención de quedarme en el albergue del pueblo. Me adecuo al paso de las mujeres, pero a la altura del cementerio, que se encuentra a las afueras del pueblo, las dejo atrás para dirigirme cuanto antes al albergue. No es cuestión de cansancio, además, es muy temprano, apenas las 12:30 de la mañana, pero mis pantalones y mis deportivas tienen un aspecto deplorable y sin duda, necesitarán un lavado en profundidad. Alcanzo las primeras casas del pueblo y otra señora me preguntan si soy peregrino. Bueno, por lo que parece así debe ser, pienso para mí. Me dice que tengo que llamar a una tal Marisa para que me abra el albergue, además de indicarme como se llega a él. Me planto delante del mismo y tal como indica el cartel en la puerta llamo a Marisa para comunicarle que acabo de llegar. Se interesa por cómo ha ido el trayecto y me pregunta a qué hora y qué quiere que me prepare para comer. Realmente me sorprende la atención, le digo que a las 14:00 me va bien y me dice que la puerta del albergue está abierta, que me instale, me duche y demás y que ya vendrá a prepararme la comida.

El albergue de Pajares que además funciona como local social, está bien cuidado, limpio y además dispone de máquinas de vending con refrescos, cafés y dulces, cosa que se agradece. Además está adecuadamente decorado y dispone de ordenadores con conexión a internet. Tras la ducha, lavo la ropa ensuciada durante el trayecto de hoy. Será necesario que me aplique bien porque el baño de barro ha sido importante. Llega Marisa que me prepara una copiosa comida que sienta de maravilla, me inscribe en el libro de registro y después de una divertida conversación sobre su experiencia como hospitalera, descanso un rato consultando alguno de los libros que hay en el albergue. La tarde volverá a ser larga, pero bien aprovechada. Tendré tiempo para echarme un rato la siesta y para recorrer el pueblo de punta a punta, además de para volver sobre mis pasos y hacer parte del recorrido que he realizado por la mañana a la inversa. Cuando llego a una cadena que he debido atravesar por la mañana comienza a lloviznear otra vez, con lo que decido volver acelerando el paso dado que tengo la ropa tendida. Una mujer con la que me cruzo me dice que va a llover, le responde que ya lo está haciendo y me dice que no, que esto es solo el aviso de la que va a caer. No se equivoca. A los pocos minutos la lluvia es intensa y llego justo a tiempo para evitar que la ropa que había tendido se moje aún más. Hacia las 20:00 vuelve Marisa al albergue para preguntarme que querré cenar. Los martes el único bar de Pajares está cerrado, y es ella quien tiene la deferencia de cocinar para los peregrinos que van llegando. Me pregunta si no ha llegado nadie más al albergue. Según comenta, en principio, debería llegar un peregrino que está realizando el camino en sentido contrario y que ha salido de Pola de Lena por la mañana. Al poco de marchar Marisa, que volverá más tarde para la cena, y cuando ya me hago a la idea de dormir una noche más sólo en el albergue, alguien llama a la puerta del mismo. Por fin un peregrino. Le pregunto si viene haciendo en camino en sentido contrario y me responde que no, que hoy ha hecho una etapa larga saliendo desde La Robla y que por lo tanto ha hecho casi 40 km de recorrido. Es Dinis, un peregrino portugués que me explica que en realidad es un accidente o una casualidad el que esté realizando ese camino. Había llegado hace dos días a León con la intención de viajar en tren hasta Oviedo para comenzar a hacer el Camino Primitivo. Alguien le comentó de lo interesante del camino que nos ocupa, de lo bonito paisajísticamente hablando, y de lo solitario del mismo, no pensándoselo dos veces para realizarlo con el desgaste que eso le iba a suponer teniendo en cuenta que tenía los días justos para llegar a Santiago desde el camino primitivo. Llama a Marisa para instalarse y decirle qué quiere que le prepare para la cena y cuando ella está en el albergue preparándonos la cena, llega el peregrino que inicialmente esperábamos. Es un peregrino navarro que ha hecho los 26 kilómetros que separan Pola de Lena de Pajares saliendo por la mañana temprano y llegando a las 21:30 de la noche. Explicación: si a la dificultad del camino le añadimos el hacerlo en sentido contrario con lo que implica el saber interpretar la señalización en sentido inverso y que además el tiempo no ha acompañado demasiado, las opciones de tomar un camino equivocado y perderse son altas, tal y como a él le ocurrió. Cenamos y tras una interesante conversación nos disponemos a dormir hasta el día siguiente donde cada uno tomaremos nuestro camino.

Pajares-Mieres

19 de junio

Un poco más tarde que de costumbre hacia las 9:00 comenzamos la nueva etapa no sin antes habernos despedido del chico navarro que continua su camino que ha comenzado en Gijón y que le llevará a Cádiz, ahí es nada. Dinis y yo salimos del pueblo de Pajares hasta coger el camino que en bajada nos llevará hacia la población de San Miguel del Río. Unos 200 metros de descenso y nos comienza a inquietar el que no veamos más flechas, así que volvemos a subir hasta la bifurcación para asegurarnos que la última señal marca claramente que no nos habíamos equivocados y que ese es el camino a seguir. Un buen calentamiento para comenzar la mañana, pensamos. Pasado el pueblo estamos bien pendientes de tomar la bifurcación correcta a la izquierda que nos debe llevar a Llanos de Somerón pasando por Santa Marina.

Hoy parece que el día acompaña, por lo menos de momento, a la vez que se agradece la compañía después de tres días de solitario peregrinaje. El camino es bonito y agradable, se nota el efecto de las lluvias de los días anteriores, algunos tramos están encharcados y la vegetación está notablemente húmeda. Hay que atravesar una serie de portones de madera que hay que ir abriendo y cerrando al pasarlos. A buen ritmo llegamos a Llanos de Somerón. Hemos acordado que pararemos a almorzar en el próximo pueblo donde sea posible. Según mi guía en ese pueblo no hay ningún bar, pero nos percatamos de algo que se le asemeja con unas sombrillas y unas sillas en la terraza. Vemos una puerta abierta y entramos. Una mujer sale a nuestro encuentro y nos indica que efectivamente, aquello no es ningún bar, sino el local social de la aldea. Nos dice que podremos almorzar en Campomanes donde hay todo tipo de servicios, y que si nos apresuramos podremos coger en Puente los Fierros, población que queda más abajo, un tren que en minutos nos llevará a dicha población. Creo que no se ha debido dar cuenta de que somos peregrinos, aunque nuestras pintas nos delaten, le decimos que tenemos la intención de ir caminando, a lo que nos advierte que todavía nos queda un trecho y que encontraremos los caminos mojados. Nos despedimos y continuamos por una carretera en bajada hasta Puente los Fierros, donde antes hay un desvío en subida a la izquierda por un sendera que indico Fresnedo, y que es el desvío que debemos tomar. Aún así bajamos hasta la carretera para hacer una foto desde el puente donde el río lleva bastante agua.

El sendero nos lleva en subida hasta la población indicada atravesando un bonito bosque y pasando por una fuente, una ermita y algún que otro torrente en el que aprovechamos para tomar alguna foto. Continuamos la travesía por estrechos caminos, algunos llenos de zarzas, que afortunadamente puedo evitar con los bastones para abrirme paso y ayudar a mi compañero de camino. He aquí otra muy buena utilidad de los bastones. Pasamos el pueblo de Herías donde se nos presenta una pintoresca vivienda de algún personaje célebre local, además de una bonita fuente en la que aprovechamos para refrescarnos. La salida del pueblo se realiza en un fuerte pero corto repecho y a partir de ahí, en un tramo que se nos hace un poco largo, debido sobretodo a lo embarrado del suelo, llegamos a lo localidad de Campomanes, pasando por un bonito bosque en el que entre otras cosas encontramos castaños. En esa ya gran población aprovechamos para almorzar, momento en el que la lluvia hace acto de presencia por primera vez en este día. No perdemos mucho tiempo y una vez cruzada la carretera y el puente, tomamos un camino paralelo al río a la izquierda, que por lo que nos comentan ha sido especialmente habilitado para los peregrinos que realizan en camino que nos ocupa. Unos pocos kilómetros después y tras pasar un túnel, nos encontramos el desvío en subida que nos lleva a la joya prerrománica de Santa Cristina de Lena.

El camino empedrado resulta sumamente resbaladizo, así que hay que ir con cuidado para no resbalar. Las vistas desde la iglesia son fantásticas, eso sí, para variar, y es que tengo la negra en ese aspecto en todo el camino, la ermita está cerrada y deberíamos esperar tres horas hasta las 16:30 para que volviesen a abrir. Otro motivo más, y ya van tres, para volver a realizar el camino de San Salvador. Allí arriba nos encontramos con un peregrino ciclista que se marcha antes que nosotros del lugar. La bajada es en una pendiente continua igualmente empedrada y del mismo modo resbaladiza. Demasiado peligroso para el ciclista, pensamos. Así es, unos metros más adelante vemos que ha decidido bajar caminando ese tramo sin tomar riesgos.

Más adelante a la izquierda nos queda la estación de La Cobertoría donde además está el Aula del Prerrománico, evidentemente, también cerrada. Vuelve a llover bastante y aceleramos el paso lanzados ya hasta Pola de Lena donde la lluvia cesa y vuelve a salir el sol. En principio, mi intención es quedarme en esa población, mientras que mi compañero de fatigas en esta etapa, Dinis, debe continuar hasta Mieres para ir recortando kilómetros a su ajustado calendario. Decide acompañarme al albergue que se encuentra al lado de la estación. Son apenas pasadas las 15:00 horas y ahora el día acompaña, me lo pienso y tras una charla con las amables hospitaleras del albergue, que nos permiten utilizar las duchas para asearnos, decido continuar junto a Dinis camino de Mieres.

Nos entretenemos algo para hacer alguna compra en un supermercado, y tras una enrevesada salida de la población que solventamos fácilmente preguntado por la carretera de la gasolinera de Villallana, emprendemos el tramo final hasta Mieres. La carretera que va a Villallana apenas está transitada. En cambio es mucha la gente que nos cruzamos que aprovechan la recta para caminar a paso ligero o para hacer footing. Llegados a una fábrica de muebles giramos a la izquierda y cruzamos el puente que nos lleva a la población. Desde allí hay que tomar la antigua nacional que nos llevará a Ujo, un trecho que se nos hace algo incómodo dado que es bastante largo, la carretera apenas tiene arcén y está bastante transitada. En fin, con un poco de música del móvil de Dinis, ese tramo se hace bastante más llevadero. Llegados a Ujo vuelve a llover con intensidad. Nos refugiamos junto a otros lugareños bajo el toldo de una panadería esperando a que la lluvia afloje. Hemos esperado unos 20 minutos y el tiempo no hace amago de cambiar así que decidimos continuar lanzados el camino a Mieres.

El camino peatonal habilitado paralelo al río se hace monótono, sin embargo, sorprende que haya tanta gente caminando en plan deportivo a pesar del tiempo que hace. Los kilómetros que vamos haciendo hasta llegar a Mieres y que están pintados en el asfalto, acompañados de la lluvia, hacen que aceleremos el paso y que vayamos lanzados hacía el final de etapa. Pasamos el puente peatonal a la derecha algo más adelante de la estación de ferrocarril y superamos la autovía por el paso a nivel entrando tras pasar un paso subterráneo de lleno a la ciudad de Mieres. Estamos bien pendientes de seguir las flechas amarillas pintadas en el suelo y en las farolas así como las conchas de los muros. Las ganas de llegar son muchas porque llueve con intensidad y los casi 42 kilómetros que llevamos hechos comienzan a hacer mella en nuestras piernas. A la salida de Mieres entramos en la población anexa de La Peña donde por fin encontramos el albergue, situado en las antiguas escuelas. Está cerrado, señal de que no hay nadie alojado, así que llamamos por teléfono al hospitalero Paulino que no tardará en llegar. Mientras, aprovechamos bajo el techo de la iglesia para hacer estiramientos y despojarnos definitivamente del chubasquero, y es que, la jornada ha sido ciertamente larga.

El albergue es bastante grande y Paulino nos atiende amablemente de maravilla, haciéndonos algunas recomendaciones y aconsejándonos donde poder ir a comprar algo y poder cenar esta noche. Son casi las 20:00 h. , así que, por consejo suyo, antes de instalarnos, decidimos correr a una tienda cercana a comprar el desayuno de mañana. Último esfuerzo de la jornada, sprint bajo la lluvia. Hoy seremos también los dos únicos alojados en el albergue. Después de una ducha, de lavar la ropa y de ponerla a secar en los calentadores, es el momento de una buena cena y de tomar unas sidrinas antes de un descanso bien merecido, que para eso estamos en Asturies...

Mieres-Oviedo

20 de junio

Después de desayunar hacia las 9:00 h emprendemos el camino hacia Oviedo. La etapa para mí hoy será corta y nos lo tomamos con tranquilidad. Seguimos la carretera hasta alcanzar el alto del Padrún y contemplando las vistas de Mieres y el valle que vamos dejando atrás. El caminar por la carretera comarcal es cómodo puesto que apenas nos cruzamos con dos coches y además el tiempo acompaña. Cuando alcanzamos un desvío que indica Casares cogemos una pista de bajada hasta alcanzar otra vez la carretera que nos llevará a la localidad de Olloniego. Por el camino nos paramos para hacer unas fotos a la curiosa fuente barroca de los Llocos y superando las vías del tren por un paso inferior llegamos a la población de Olloniego.

Hace calor, así que aprovechamos que es un pueblo grande con todos los servicios para entrar a un bar y tomar algún refresco. No nos entretenemos demasiado y continuamos destino Oviedo. A la salida de la población observamos un edificio antiguo y a la izquierda dejamos un puente medieval. Poco más adelante, pasado el puente del portazgo nos paramos para ver el leguario que indica que Oviedo queda a legua y media. El camino a partir del leguario es quizás el tramo más bonito de la etapa de hoy, ya que se trata de una estrecha senda que coincide a veces con los restos de la vía romana. Cuando acaba este bonito camino volvemos a enlazar con la carretera donde nos espera una cuesta que nos lleva a lo que parece una aldea. Hacemos broma y la subimos a la carrera esprintando tanto Dinis como yo. Arriba dos mujeres que nos ven aparecer se sorprenden diciendo que todos los que suben lo hacen con la lengua fuera mientras que nosotros encima hemos subido corriendo. Saliendo de esta población tomamos otro sendero en bajada que hacemos trotando por tramos hasta que cruzamos un pequeño arroyo y volvemos a la carretera. Aprovecharemos para refrescarnos en una fuente o abrevadero que encontramos a la salida de otra pequeña población, y en la subido ya podremos ver Oviedo a lo lejos.

Entramos ya en lo que parecen las afueras de la ciudad parando un momento para juguetear con un cachorro que sale a nuestro encuentro y fotografiar a unos gatos. Las flechas nos llevarán sin problemas a nuestro destino final. Antes, pasaremos por el monumento al peregrino donde nos hacemos unas fotos mientras el semáforo se pone en verde. Una vez en el casco histórico de la ciudad pasamos por la plaza del Ayuntamiento y por fin a la plaza de la Catedral donde se nos presenta la catedral ovetense. Antes de entrar nos fotografiamos con el monumento a la Regenta y a continuación nos dirigimos a la catedral para entre otras cosas, recoger la Salvadorana y visitar las reliquias custodiadas en la Cámara Santa. La entrada a la cámara es gratuita para los peregrinos, además, podremos visitar el claustro.

Para mí el camino ha acabado, pero para Dinis comienza uno nuevo, y es que él continúa a Santiago por el Camino primitivo. Aprovecha para recoger la credencial y antes de despedirnos aprovechamos para dar buena cuenta de unas sidrinas y unos pinchos en un lugar que nos recomiendan. Es muy pronto y hasta las 17:00 no abren el albergue municipal, así que, como hay tiempo de sobras, acompaño a Dinis un rato mientras comienza su Camino Primitivo antes de despedirnos definitivamente. Ha sido un día y medio solamente el que hemos caminado juntos, pero ciertamente, ha sido muy divertido y enriquecedor. A las 17:00 h me dirijo al albergue municipal de Oviedo donde se alojarán 6 peregrinos más, la mayoría, para comenzar el Camino Primitivo. Multitud, pienso, después de haber realizado el Camino del Salvador prácticamente solo…

Aún me queda un día y medio más en Asturias antes del regreso, aprovecharé para visitar Cangas de Onís y Covadonga, pero eso, ya es otra historia…

Castelldefels, 30 de junio de 2013

Dani Hernández Crespo