Diario de la Vía de la Plata de Sevilla a Mérida
En primavera, como casi siempre que tienen lugar esos momentos especiales de nuestra vida, que perduran en el tiempo, sorprenden y dejan huella.
Sevilla en primavera no tan solo la ciudad, la provincia entera, es puro sentimiento, sorprende y deja huella.
Con las primeras luces del día, después de un largo e incómodo viaje a través de casi toda la península, recién llegada, mis pies reconocen el suelo sevillano, dejando de sentirse titubeantes en el tramo de Santa Justa hacia el centro.
Introducción
En primavera, como casi siempre que tienen lugar esos momentos especiales de nuestra vida, que perduran en el tiempo, sorprenden y dejan huella.
Sevilla en primavera no tan solo la ciudad, la provincia entera, es puro sentimiento, sorprende y deja huella.
Con las primeras luces del día, después de un largo e incómodo viaje a través de casi toda la península, recién llegada, mis pies reconocen el suelo sevillano, dejando de sentirse titubeantes en el tramo de Santa Justa hacia el centro.
Con esa falsa seguridad contigo mismo, porque te sientes algo vulnerable y quizás un poco intimidado por la magia y belleza de la ciudad y de un impresionante camino por delante...
Cerca de la Catedral me siento algo más relajada, la noche en viaje ha tensado mis músculos, pero poco a poco intento soltar lastre intentando “dejarme llevar”…
Los árboles violáceos ondean con la brisa de la mañana con una florida bienvenida, no estoy segura pero diría que son jacarandas, otros pequeños naranjos con sus frutos colgando cuyas tiernas y jóvenes ramas apenas tienen fuerza para aguantar el peso.
La Giralda majestuosa me saluda desde el azul del cielo que parece alcanzar con su punta, a los leones del Alcázar con un gesto de cabeza, les hago una reverencia.
Sellaré en la oficina de turismo ya que la Catedral todavía permanece cerrada, de manera que saludo a Santiago que se encuentra en forma pétrea en la Catedral en una de sus arquivoltas y respiro hondo, disfruto del aire fresco matutino en esta ciudad tan alegre, bulliciosa y animada como pocas. Llena de música, color, ese especial olor a azahar, en cuyas calles el visitante se deja embriagar una y otra vez.
Me encanta la primavera, me encanta el Camino, si puedo conjugarlos, es una conjunción perfecta. Quiero empaparme de la Plata, me queda pendiente de andar el tramo hasta Salamanca, pero de ningún modo quiero imponerme un lugar hasta donde llegar. Sevilla, en su inicio, se presenta abierto, en un día claro…. y con una brisa perfecta.
Camino de la Plata, camino del Sur, donde los romanos hace dos milenios trazaron importantes vías de comunicación, que todavía siguen vigentes en estructura en casi toda la península ibérica. Intentaré llegar a Mérida o Cáceres, o quizás hasta Salamanca si todo se presenta de forma favorable.
Atravesando el Puente de Triana mirando el caudaloso cauce de las aguas del Guadalquivir percibo ese no se qué en el estómago, un mariposeo agradable.
A medida que voy dando los primeros centenares de pasos, un resorte ha saltado dentro de mí, es tan simple como sentir: … ¡por fin ya estoy en marcha!
Algo más relajada escucho el saludo de un camarero en el barrio de Triana: “Buen camino peregrina”, sin duda parece un buen comienzo y no puedo ocultarlo… me siento feliz.
En el callejeo por las calles de Triana aprovecho para entrar a visitar a su Virgen, la Virgen de Triana, en el comienzo de Camino su bendición creo que merece la pena, aunque el significado, es evidente, será muy distinto al que pueda tener para un sevillano.
La salida de la capital hispalense se presenta sin dificultad siguiendo con atención las flechas, una vez atravesado el puente, me decido por la posibilidad de continuar en paralelo al río, torciendo a la derecha nada más atravesarlo y te diriges directo a Santiponce sin tener que pasar por Camas, tal como indican en las guías con las dos opciones y también en la bifurcación.
Al poco tiempo se llega si apenas darte cuenta a Santiponce. En su entrada, el Monasterio de San Isidoro, mandado construir por Guzmán el Bueno, ocupado en otras épocas por órdenes religiosas. Santiponce da oportunidad a descansar un poco, abastecerte de agua fresca y comer un tentempié. Supongo que la palabra tiene algo que ver con “tenerse de pie”, y si no fuese así, me lo parece y ¿porque no? lo hago mío.
En las conversaciones que escucho en la taberna me cuesta entender el fuerte deje sevillano sobretodo si hablan rápido, debo de parecer algo tonta pidiendo que repitan varias veces lo que dicen… pero es que no pillo más dos frases seguidas. La carne mechada está muy rica.
El Camino atraviesa el centro del pueblo con casas a ambos lados, se celebra un funeral por lo que aprieto el paso y salgo de la población a buen ritmo. Nada hace sospechar que aquí se encuentre un anfiteatro y ruinas romanas de tanta importancia como fue Itálica.
En el nordeste de la península, bañada por del Mare Nostrum, la Imperial Tarraco donde me siento tan vinculada. Caminando orientada a Emérita Astúrica, con un poco de suerte quizás llegue a Castris Caecilis, y ahora mismo fascinada por la antigua colonia Itálica. Los vestigios romanos son milenarios en historia, cultura, belleza, hemos de sentirnos sus dignos herederos.
Siento no poder dedicar más tiempo al lugar y prosigo la andadura poniendo atención en especial a los arcenes de carretera donde cuesta pisar firme y abunda la suciedad, como en la mayoría de las carreteras.
Torciendo a la izquierda tomando como referencia unos grandes eucaliptos tal como indican las guías y flechas amarillas va a dar a una larga senda de tierra casi en paralelo con la carretera y que tendrá como destino Guillena.
El paso de arroyo de los Molinos presenta el dilema: descalzarse, arremangarse el pantalón y atravesarlo - esta primavera ha llovido copiosamente en todo el país - o bordear el arroyo dando un rodeo de unos quinientos metros a la izquierda hasta encontrar algunas piedras o tablón de madera y poder cruzarlo, después de un buen salto que puede poner a prueba nuestra forma física, ale hop!!! Con la mochila a la espalda, tiene algo más de dificultad. Luego hay que retomar el camino sin despistarse tomando como referencia la alta torre con el paso inundado.
Poco antes de llegar a Guillena unos árboles frutales y un hombre trabajando en ellos me dan la bienvenida a la pequeña pero cuidada población. Me dirijo a la Policía local a recoger la llave del polideportivo pero no les encuentro en la oficina, a continuación paso por el bar de las piscinas en el que me indican que debe de estar abierto ya que vieron pasar antes a varios peregrinos. El anexo del polideportivo está bastante descuidado, sucio, sin que nadie se preocupe de su mantenimiento, pero las duchas tienen agua caliente y decido que es suficiente, ya habrá tiempo más adelante para ir a hostales o pensiones si es necesario o imprescindible.
Tomo posesión de mi ración de suelo después de la ducha. Estoy descansando cuando llegan las dos chicas flamencas que saludé pasado Santiponce, cuando ellas estaban comiendo al borde del camino. El lugar parece no ser de su agrado y deciden marchar en busca de una pensión u hostal, dan media vuelta y se despiden con un “bye, bye, see you”. Más adelante en los días venideros nos iremos conociendo poco a poco y me llevaré muy bien con ellas.
Callejeando por Guillena veo a un par de peregrinos nacionales que deben de estar alojados en los dos hostales de Guillena, la indumentaria revela su condición, sin duda son peregrinos: sandalias con calcetines y la inseparable V riñonera. No tengo la menor duda de que tendré ocasión de conocerles en los próximos días.
Voy en busca de una farmacia a comprar crema anti-inflamatoria. Me duele el hombro izquierdo y quiero atajar la molestia cuanto antes, sin duda la mochila la llevo descompensada con el peso o mal equilibrada.
Poco antes de las ocho de la tarde aparecerá una mujer de mediana edad. Alta, rubísima con un físico espectacular, de los que llaman la atención en un país como el nuestro con tantos descendientes de la morería. Apuesto a que es... ¿danesa? vaya, ¡casi acierto! es sueca. Anna, se lamenta un poco de la suciedad pero decide también quedarse.
Anna y yo congeniamos de inmediato, las dos estamos muy ilusionadas en Camino, es una maravilla dar con personas que no vayan con las exigencias por delante y con ideas preconcebidas. Anna viene ahora mismo de hacer el Camino francés desde Ponferrada a Finisterre y sin dudarlo ha bajado de Santiago hasta Sevilla para iniciar el Camino de la Plata y si es posible hacerlo entero llegando de nuevo a Santiago.
Después de hacer unas compras para el día siguiente, me divierte mucho contemplar como un par de chicos pasean a un burro pero atado a su ciclomotor, les fotografío y creo que ha salido una foto - instantánea digna de concurso, graciosísima, es de ver para creer, ¡el ingenio no tiene límites!
Hago un rápido repaso del día, pese a los reparos de la suciedad ambiente (en la medida de lo posible intento mantener a raya mis alergias), lo realmente importante es ser consciente de que es un privilegio ahora mismo estar en Camino, en ese preciso instante, lo siento de esa forma. No lo cambiaría por ningún otro lugar del planeta Tierra.
Doy gracias a Dios como es mi costumbre y a mi manera, le pido únicamente que me acompañe la suerte. La suerte es nuestra compañera en algunas ocasiones, pero no depende de nosotros. Hay quien dice que hay que trabajársela, otros que hay que simplemente salir a su encuentro.
Caigo dormida casi de inmediato.
Buscando Camino a través de la niebla
Ponemos la alarma del teléfono un rato antes de que amanezca, recogemos nuestras escasas pertenencias, las mías ocupan media mochila, no llega a los cinco kilos a tener en cuenta que en este Camino se carga con mucho peso en agua y algo de comida y procuro ser estricta.
Decidimos dejar el papel higiénico que compramos la noche anterior para los que quizás puedan llegar en el día de hoy. Salimos en busca del bar que nos recomendaron ayer los de la tienda, al lado hay un chiringuito que venden churros desde primera hora para desayunar.
Los churros no son muy de mi agrado los encuentro demasiado aceitosos y me da vueltas la cabeza - calculadora mientras pienso en las miles de calorías que estoy ingiriendo,,,, pero un día es un día y hay que contentar a la guiri que tiene ilusión por comerlos.
El personal de la taberna no nos quita ojo, está bastante animado a tan temprana hora, y son amables.
Nos hemos distanciado algo de la salida del pueblo y en seguida retomamos las flechas.
No da la impresión de que amanezca, la espesa niebla, el tópico típico puré de guisantes lo impide, hay que estar muy atento para no despistarse, en especial en un desvío con marca muy visible en un gran árbol. El paisaje con los humedales junto al río dibuja una escena fantasmagórica, los juncos reflejados en el agua forman misteriosas formas ondulantes que no dejo pasar por alto, las plasmo en mi peque mini Nikon, es muy posible que sea una digital ya obsoleta, pero pesa poco, no da problemas y con una resolución más que aceptable.
Unas curiosas formaciones de cactus gigantes, formando casi una pared, con unas telarañas insertadas, que nunca había tenido oportunidad de ver, supongo que todos los que hayan caminado por allí lo recordarán.
El día permanece cerrado sin abrirse. Oscuro y gris.
Un gatito minúsculo aparece de repente de unas fincas entre cultivos de frutales, parece querer llamar la atención de Anna, rubio albino como ella. Le alargo el cucurucho de papel con los churros que sobraron del desayuno para que sea ella quien le ofrezca comida al minino. Comenta Anna que es persona “afín a los gatos”, le contesto que prefiero los perros.
Días después en este Camino platero plagado de animales y bestias de toda especie y pelaje, de una naturaleza fascinante, viviré una curiosa historia con una perrita solitaria que me acompañará durante horas, aunque en ese momento, en el segundo día, no tenía la menor idea de lo que me esperaría más adelante, claro.
De Guillena a Castilldelgado de los Arroyos, el tramo es de apenas veinte km. En la Plata las distancias son las que son, algunos días te puede parecer que te quedas corto, andarías bastante más, pero hay que adaptarse a las distancias y hacer acopio de agua y comida, en los tramos largos en que no te encuentras nada, especialmente si hace calor.
Esta vez tengo claro que quiero ir muy tranquila sin marcarme metas ni acabar extenuada, la época de trota machaca kilómetros creo que ya la doy por finalizada; últimamente el calor me absorbe la energía y cada vez le tengo menos resistencia si supera los 25ºC, además con el inconveniente de que me baja la tensión.
” Slowly, slowly “, recomienda a menudo Anna, pero que no lo lleva a la práctica, hay que ver como anda la patas largas, lanzada como un torpedo. Las dos llevamos un ritmo vivo, alternamos el andar juntas o en soledad, variando, al igual que los tramos, de toboganes - subes - bajas. Abriendo y cerrando portelas.
Empieza a cambiar el paisaje, surgen animales detrás de cualquier matorral o árbol, todo se siembra de magia verde decorada de flores multicolores. El suelo está alfombrado por florecillas silvestres, disfrutando de ellas hasta muchos días después. Es simplemente una maravilla, es la perfección en el plano terrenal. Procuro no molestar a sus habitantes, que miran con cierto recelo.
Hay que respetar el hábitat, esa sensación de silencio imperturbable, que tan a menudo, el hombre estropea a su paso.
La vegetación de las fincas combina las encinas y el alcornoque. Es un trayecto que va subiendo poco a poco pero resulta muy agradable y llevadero. A unos pasos de la población de Castillblanco entro al hotel que hay en la carretera a beber un par de refrescos y de paso dar tiempo a llegar a Anna. Como no la veo, me imagino que entró al pueblo sin repostar en el primer bar, como es a menudo mi costumbre.
En frente de la estación de servicio, decido comer un menú muy barato y a la vez me distraigo observando los peregrinos que se dirigen y entran al albergue, ya que pasan por delante de donde estoy. Luego sello la credencial en la gasolinera y compruebo que albergue está muy animado y bastante concurrido de gente. Su terraza es una perfecta atalaya del blanquísimo pueblo.
Castellblanc dels rierols (lo traduzco en versión catalana, pienso que sonaría a marca de cava). Es bastante grande y con todos los servicios. Por la tarde a la caída del sol, después de descansar y hacer la colada, haré una vista rápida en compañía de un peregrino valenciano muy agradable. Anna se pasará la tarde tomando cañas en una animada plaza del pueblo. ¡¡¡ bien por la sueca!!!
Compramos tropecientos litros de agua, en mi caso Acuarios, mañana serán más que necesarios además las previsiones del tiempo son de mucho calor, aunque la espalda tenga que soportar cuatro o cinco kg extra. Los primeros catorce km son de asfalto y carretera, resultarán tediosos, confiemos en que no haya demasiado tráfico. Luego nos esperarán las maravillosas fincas de dehesas.
El jardín del Edén
El andar sobre el asfalto y arcén no es de mi agrado y cansa los pies en exceso. Procuro hacer pausas a menudo, además me ha venido la visita desagradable de cada mes, es un incordio añadido que hemos de capear las peregrinas. En mi camino largo que salí desde casa, cuando me vino por segunda vez en el mismo camino, recuerdo que pensé: ” Esto es ya demasiado para el cuerpo”. Quizás lo que fuese demasiado, era la distancia desde casa hasta Finisterre y los cuarenta y cuatro días de marcha.
Anna y yo vamos andando y charlando si el espacio del arcén nos lo permite. Me cuenta historias interesantes de Hawai, islas paradisíacas donde ha vivido y trabajado bastante tiempo y donde ahora se encuentra su hija. Ella lo pronuncia: “Avaíííi”, acentuado en la í y sin pronunciar la h que convertimos en nuestra jota, j, la primera vez que lo pronuncia me cuesta un poco entender de donde está hablando.
- Mira, aquí lo pronunciamos así: “Jaguai” como guai, guai del Paraguay.
Escuchando sus calificativos sobre el paisaje no se queda corta en alabanzas, la finca que cruzamos ayer, también la que veremos dentro de poco, el Berrocal, la definirá como el “Jardín del Edén”. Con la de imágenes idílicas que ha de estar acostumbrada a contemplar, además nacida en un país tan rico en paisajes, cuidado, respetuoso con el medio ambiente y con los animales como es Suecia, donde el tirar un papel o colilla al suelo se considera una falta incívica.
Luego es divertido escucharla contar una tierna historia de dibujos animados, se trata de un torito que vive en una dehesa en Andalucía y que se llama Fernando, procuro memorizarla con detalle, para contársela a mi marido, con el mismo nombre.
Pasando por delante de la entrada del cortijo o finca de Rocío Jurado y del torero Ortega Cano, “Yerbabuena”, aprovecho para explicarle algo sobre los dos personajes.
Cantaora o cantante de canción española a quien se le calificaba “como la más grande” casada con un torero pelin amariconao y que juntos llenaron durante años las revistas de colorines y programas de la tele, sobretodo después de la muerte de la cantante, a menudo fueron víctimas de un feroz acoso periodístico. También le cuento que el torero hizo el Camino francés en el año 98 o 99 y que de nuevo ha vuelto hace poco al Camino, según él, para encontrar la paz que tanto necesita y la soledad en la que ahora se encuentra sumido tras la muerte de su mujer.
La finca, parque forestal del Berrocal es una maravilla, digna de ser saboreada tramo a tramo. Los peregrinos descansan en diferentes puntos guareciéndose del intenso calor del mediodía, no apetece nada moverse de un lugar como éste. Arribaremos a un pequeño río que invita a refrescarse antes de iniciar otro tramo diferente, algo áspero, con otra vegetación y que finalizará en la ascensión al cerro del Calvario. Sube que te sube y con no poco esfuerzo se llega a la cima, allí están contemplando paisaje, el valenciano con la francesa de padres españoles, que tiene tendencia a tropezarse pero que camina muy rápido. Breve descanso hablando con ellos y frente a nuestros ojos aparece como por un encantamiento Almadén de la Plata. Tomamos la bajada hacia el pueblo que es muy pronunciada y una vez llegados a Almadén, en un laberíntico ir y venir de callejas en busca del albergue .Cuando por fin damos con él, nos encontramos con casi treinta personas, prácticamente lleno, en su totalidad extranjeros, con quien no había tenido el gusto de coincidir en los dos días anteriores, pero es muy probable que muchos de ellos empiecen a andar desde este punto.
El cielo empieza a encapotarse y a caer algunas gotas. Almadén Platero está en fiestas. Carretas, caballos y romería, las sevillanas con sus trajes de faralaes. Mi amiga sueca abre sus enormes ojos grises hacia mí, alucinando en colores.
- Vamos, ¡¡¡ menuda suerte tienes de poder ver esto, ni por encargo!!! le digo.
La gente vive con devoción la fiesta del Buen Pastor. Egoístamente y que me perdonen los de Almadén, lo único malo para nosotros es que todos los bares están cerrados a cal y canto hasta las 8’30 de la noche. Por lo que nos tomamos un merecido descanso en las cómodas literas del estupendo albergue. La subida al Calvario aunque corta, ha sido de órdago, definitivamente estoy contenta de llevar bastantes meses sin fumar, esas subidas son una prueba física y de capacidad pulmonar. Han sido treinta kilómetros cargando con mucho peso (creo que llevé unos cuatro litros entre agua y Acuarius ) y el final del Calvario ha sido para enmarcarlo.
El madrileño, valenciano y la catalana, - somos los únicos españoles - , esperamos juntos por si nos dan de cenar en el único bar del pueblo dispuesto a ello. Anna es vegetariana y no le interesa apenas lo que le puedan dar de comer, a excepción de su arroz integral, zanahorias y vegetales crudos. He decidido que le daré a probar el jamón y ¡¡ se enterará de lo que es bueno!!! . Estoy segura de no se resistirá al jamón de cerdito bellotero.
El folklore religioso es curioso y llamativo, sigo atenta al paso de las carretas en Almadén de la Plata y tomando fotos…. ¡¡¡ pero me muero de hambre!!!
Dehesas repletas de animales
El desayuno acostumbra a ser uno de los momentos mejores del día, en buena compañía, casi siempre con las mismas personas, la conversación es alegre, distendida y siempre positiva. Los desayunos sevillanos y más adelante los de Extremadura, son muy de mi agrado, las tostadas en su versión dulce o salada suelen ser un buen comienzo para lo que te depare el día. Nos reunimos en el mismo bar donde cenamos ayer, casi todos repetimos tostadas y café y la verdad es que se ha hecho un poco tarde, hace un buen rato que en la vistosa y curiosa torre roja del Reloj, sonaron las nueve. Los que tengan previsto llegar a Monasterio, deberían haber comenzado a andar.
Empieza a llover ligeramente, el tiempo es agradable pero fresco. Hasta Real de la Jara, apenas son diez y siete km, pero la mayoría recomiendan visitar sin prisa tan encantador pueblo, si se opta por llegar a Monasterio, ya nos ponemos en cuarenta y tres, ya veremos donde acabaremos el día, en realidad no me preocupa, ya que tampoco sé a ciencia cierta los días que dispongo o como vayan surgiendo las circunstancias que tengo pendientes en el ámbito familiar, intento vivir el presente, el momento de aquí y ahora.
Hasta este preciso instante, todo va fluyendo fenomenal, ya que los días hasta ahora no se me han hecho nada duros, los tramos son de discreta subida, pero fáciles de andar, afortunadamente no está haciendo mucho calor, si no opinaría de diferente forma.
Salimos juntos un pequeño grupo de cuatro o cinco, los tres españoles y la sueca. El matrimonio belga, caminan algo más despacio y las chicas belgas que nos han comentado que es posible se queden dos o tres días en el lugar que más les guste.
En la salida de Almadén, a la altura de la plaza de toros, busco sin llegar a localizar visualmente el observatorio astronómico, a su director le he visto varias veces en el programa “Cuarto Milenio” de la tele.
Reconocemos fácilmente el camino andado el día de ayer, echamos unas buenas risas, al reconocer la rompe-piernas- pared que raya casi con la verticalidad, la subida al Calvario con la posterior bajada al pueblo, es muy visible cuando dejamos Almadén.
El valenciano y el madrileño son buenos compañeros de Camino, me imagino que a partir de ahora el de Valencia comenzará a tirar más si pretende llegar a Santiago, el madrileño solo se plantea llegar a Cáceres, más o menos lleva la misma idea que yo, cuando se acaben los días, media vuelta y para casa, este Camino es muy largo, aunque la mayoría de ellos pretende llegar hasta Santiago.
El camino de hoy es de nuevo de subidas y bajadas, pasando por arroyo de la víbora, de inquietante nombre, y luego al paso de una cancela que siempre hemos de cerrar tras nuestro para evitar que se escapen los animales, la finca forestal de Arroyo Mateos.
Es una auténtica pasada, hay que disfrutarla en esa explosión de color que tiene la primavera con el verde pasto para los animales. Afortunadamente los propietarios de la finca, que es reserva de caza, han cedido de nuevo el paso a los peregrinos, lo cual es muy de agradecer, ya que hubo un tiempo, por fortuna no muy largo, en que desviaban por la carretera.
Las flechas son visibles en piedras, muros y árboles, hasta creo que alucino flechas amarillas en los lomos de las vacas y en los cerdos negros pata negra que resultan ser bastante ariscos y esquivos, además gruñen exageradamente los de pequeño tamaño. Hay granjas de cerditos por doquier, no puedo pasar de largo y dejar de observar embelesada con la boca abierta a unas cabritas recién nacidas, no son más grandes que el tamaño de un peluche. Son pura delicia.
Los kilómetros van transcurriendo, el tiempo se esfuma a nuestro paso sin apenas darnos cuenta, es tan agradable andar sintiendo que estás como en otro mundo! Quiero fotografiar imágenes que no quiero que pasen al olvido, mantenerlo vivo de alguna manera. Mis ojos afectos de conjuntivitis crónica alérgica (que sin embargo aquí parecen encontrarse estupendamente) difícilmente serán capaces de retener y recordar tanta belleza.
La finca Arroyo Mateos es como para quedarse a vivir allí, en una casita medio abandonada, me iría una temporada de okupa. También llaman la atención los impresionantes cortijos de la zona, ¡¡¡ vaya pedazo de cortijos tienen por aquí los potentados!!!
También es visible el miliario en conmemoración - recuerdo a un peregrino pionero de la Plata, que trabajó con ilusión en su día, abriendo brecha, para dar facilidades a los caminantes de este gran y largo Camino.
En un recodo, casi de forma inesperada aparece ante nosotros El Real de la Jara y su castillo bien visible en la entrada del pueblo. Es muy temprano para quedarse, decidimos ir a comer algo y ya decidiremos.
El albergue está a la izquierda en las primeras casas del pueblo, por lo que si la intención es de quedarse en él, hay que tenerlo en cuenta. Te has de registrar en el ayuntamiento donde dan las llaves, y hay un buen trecho hasta llegar hasta allí. No es estrictamente solo para uso de peregrinos pero tiene su encanto con los techos abovedados.
Comemos algo y decido no seguir a Monasterio con la tripa llena, me despido del madrileño, aunque me anima a continuar. Tiene un cierto aire a Cruyff de joven, además de preguntarme por su parecido, del que se siente orgulloso, creo que lo cultiva.
El valenciano ya ha puesto marcha rápida rumbo a Monasterio, ya no volveré a ver a ninguno de los dos.
Es la una de la tarde y aunque soy consciente de que me aburriré por más que visite el castillo y el precioso pueblo, Anna lo ve muy claro y me dejo llevar por esta vez. Me digo a mi misma que a partir de ahora voy a mantener algo más las distancias con ella, para no sentirme obligada a nada.
También es cierto que ya habrá ocasión de meterse palizas cuarenta kilométricas, si se tercia o es necesario.
- De hoy no pasa, “esta noche probarás el jamón”, sentencio, mirando a la vegetariana.
Anna responde con un escueto: “ok”.
Y así fue, por la noche le di a probar una loncha del prometido manjar ibérico de mi plato de “pá amb tomaquet amb pernil”, convencida de que ese jamoncito no puede dejar indiferente a nadie, pero no se mostró todo lo entusiasmada que yo esperaba.
Pasando frío
Tal como imaginé la tarde anterior al llegar al Real de la Jara, el resto del día resultará un pelín aburrido, no me sentía lo suficientemente cansada como para tumbarme por la tarde en el albergue. Después de subir la suave pendiente para ver de cerca el castillo árabe del siglo XII, hacer unas pequeñas compras y charlar largo y tendido con mi familia, me junto con la pareja de belgas flamencas con quien hasta ahora no he tenido casi oportunidad de hablar, aunque percibí a las claras en Almadén que son pareja y se quieren, se quieren mucho. Ellas se están tomando una copa en el bar “los Claveles”, como aún hay que cenar y no quiero rechazar su ofrecimiento decido tomar un vinito blanco con ellas. El contraste es evidente una es muy seria y reservada y la otra, abierta bromista y dicharachera. Los días venideros coincidiremos muy a menudo y curiosamente a la misma hora minutos antes de cenar, hablando en horario europeo, claro. Se alojan en un hostal, a pesar de que el albergue está bastante majo y coqueto, además de caro.
A la mañana siguiente, como es ya una costumbre, nos juntamos los habituales para el desayuno, excepto el madrileño y el valenciano que estarán iniciando la jornada en Monesterio.
De nuevo en” los Claveles”, bar que está ya enfilado al Camino, delante hay una imagen o escultura de un ciervo o animal de caza.
Se sale de la población, dejando la Iglesia a nuestra derecha, a través de un camino que se sigue llamando de la Plata. Hoy es bastante temprano y la mañana se percibe como una invitación a caminar.
Nos encontraremos ya mismo, en el límite territorial de la provincia de Badajoz dejando Sevilla y Andalucía a nuestras espaldas.
Prácticamente a la salida subiendo un repecho y pasando un arroyuelo, sale al paso una imagen entre la niebla, casi estremecedora por lo inesperada, la silueta fantasmal de un castillo entre brumas que aprovecho para fotografiar, no falta ni la cigüeña en la torre, da la impresión de guardar mucha historia entre sus ruinosas piedras.
Parece ser que estuvo relacionado con ángeles custodios o guardianes de caminantes, me gustaría conocer algo más de esa leyenda que casi seguro que tuvo algo que ver con la realidad.
Rebaños de ovejas, caballos y también ponys
En el tramo de hoy tampoco hay nada donde abastecerse, con un poco de suerte encuentre la venta del Culebrín abierta junto a los almacenes jamoneros de mismo nombre, tal como me indicaron, puede que cierren el martes o miércoles, pero no tengo tampoco mucha idea del día que es hoy. Cercana la ermita de san Isidro y de un breve descanso junto a un arroyuelo, esa mañana parece que tenga un agujero en el estómago y acabo con todas las provisiones, poco después cuando llego a la venta del Culebrín desviado solo unos metros del camino, me conformo con otro breve piscolabis. En la estratégica venta, coincido con una alemana bronceadísima como de rayos uva que ha caminado varias veces el Camino francés. Los alemanes hace tiempo que están muy interesados en la Plata, fueron ellos los que sacaron las primeras y en mi opinión, mejores guías del Camino o Vía de la Plata. Al igual que las mujeres belgas, habla indistintamente y con acento perfecto varios idiomas. Anna también es capaz de hablar en cuatro o cinco lenguas.
He andado un buen rato con abundancia de escombros a la vista, los restos de lo que ha debido de ser una feria en las inmediaciones, pero que nadie se ha molestado en recoger y permanecen esparcidos como si hubiese pasado el batallón de Atila. Sencillamente espantoso.
Pegados mis pies al caliente asfalto sigo con atención la carretera y las flechas amarillas y que “xino xano, (poco a poco, tranquilamente) desembocará en Monasterio, solo hay que tener como referencia el camping que queda a la izquierda y seguir recto.
Cercano a Monasterio los últimos kilómetros son por una cómoda senda de tierra, viendo atravesarse de un lado a otro del camino a cerditos de todo tamaño y a algún caminante que anda en dirección contraria con ganas de charla.
Pero la subida en el tramo final empieza a ser considerable y hay que dosificar las fuerzas. La cruz con flores, (también la llegada es una pequeña cruz por el esfuerzo):
La cruz del Puerto, junto a unos bancos, en unos breves momentos de descanso aprovecho para beber todas las reservas que llevo de agua y librarme de peso.
Ahora lo realmente pesado es atravesar el interminable pueblo, parece bastante feo y más largo de pasar que… un día sin pan, o… que una etapa sin agua.
Hasta hace poco se ofrecía hospitalidad en el local de la Cruz Roja. Pero ahora en la oficina de información del Ayuntamiento con un plano en mano te indican los hostales, pensiones, dependiendo de lo que te quieras gastar. En mi opinión es una pena, pero la hospitalidad en la Plata creo que evoluciona para mal, es decir, abriendo la cartera continuamente y con albergues que resultan más bien caros. Dicen que es el signo de los tiempos…. pero me resisto a creerlo.
Afortunadamente apuesto por la pensión del final del pueblo y resulta ser un acierto. Acaba de reabrirse por obras de mejora, está recién pintado con las paredes blanquísimas y con precio especial para los peregrinos, por 11 euros con baño completo en la habitación, vamos, el precio es de risa. Creo que tuve suerte, los demás compañeros peregrinos pagaron más caro por lugares medianillos.
Monasterio, Jamonasterio, es mono temático: Jamón, Jamón y más Jamón. Industria derivada de productos del cerdo en todas sus variantes. Habrá que dar buena cuenta y sin dudarlo, pido en la pensión donde también sirven comidas, un plato de jamón de bellota que con el hambre peregrina que gasto lo devoro sin esfuerzo.
El dueño del establecimiento resulta ser un metementodo y deja ir un comentario sobre las peregrinas que no deben de andar solas, pero de forma un tanto impertinente rayando en machismo ofensivo y por lo tanto desagradable, obviamente no me hace ni puñetera gracia. Pero no hay que dejarse intimidar y decido echar la siesta sin darle importancia al garrulo de turno, no me dejaré comer la moral por semejante retrógrado. Acabo de abrirle dos veces seguidas mi cartera, pagando primero por la habitación y luego por mi comida y sin embargo parece que se siente con el derecho de soltar lo que le pase por su primitiva cabeza.
A veces el Camino puede resultar duro y no estoy hablando de la dificultad en su andadura, las peregrinas que decidimos andar solas ya conocemos el percal, hay que andar siempre con los ojos bien abiertos y los pies en tierra, siempre alerta no tan solo a lo que puedas encontrarte, sino a la incomprensión de cierta gente en especial en caminos poco frecuentados, con poco en común a la riada humana con colas en los albergues y pura masificación en que se ha convertido el Camino francés, en que ya casi nada llama la atención, pero que ya poco o tiene que ver con una peregrinación.
Siento bastante frío después de la ducha, tiritando por el pelo mojado, a pesar de llevar encima toda la ropa de que dispongo. Este pueblo está situado a mucha altitud y se nota que la temperatura es baja. Noto en falta alguna prenda más de abrigo que he resistido a traerme para no cargar más que con lo mínimo. Tapada con una buena manta confío en pasar durmiendo el resto de la tarde.
En las poblaciones que no se dispone de albergue queda la atmósfera caminera algo dispersa, alojados cada uno donde puede, no coincido ni veo a nadie excepto a las belgas flamencas, que son habituales de una bebida fuertecilla antes de la cena y así las encuentro.
El resto de los peregrinos están alojados en diferentes sitios según me cuentan. Con el cuerpo “escalofriao”, “destemplao” que gasto, miro con cierta envidia sus estupendos forros polares calentitos. Tomando un vino blanco, ellas un licor de bellotas, junto a la plaza de la iglesia que es lo más reseñable de Monesterio, además del escudo que tiene como imagen a Santiago.
Paisaje de cuadro de Antonio López
El mesón de enfrente está abierto cuando me levanto, el desayuno es sencillamente memorable, hoy no tengo a nadie con quien compartirlo, quizás por esa razón sea un desayuno de cinco estrellas, para compensar la soledad. Las paredes están decoradas con fotos de cerditos de piel oscura comiendo tranquilamente los frutos de las encinas.
Tomaré tostadas con tomate rallado natural, aceite de Sevilla y untado por encima con crema de queso, o bien con sobrasada ibérica. Todo a discreción y a un precio muy barato. Con esta carga energética de proteínas tengo de sobra para llegar a Fuente de Cantos distante 23 km, aunque procuraré andar algo más llegando hasta Calzadilla de los Barros, unos treinta km parece la distancia perfecta.
Me ofrecen un par de boletos de la Once y no se muy bien de que otras apuestas y como no quiero dejar pasar la suerte ante mis ojos, acepto lo que me dan esas dos personas alargando su mano y que antes de las siete de la mañana están ya levantadas para ganarse la subsistencia.
La mañana es fría y cuanto se abandona el pueblo empieza a lloviznar, el gore tex es la única prenda de abrigo que he traído, pero como ya lo llevo puesto, saco el mini paraguas que siempre me acompaña en lo últimos tiempos a caminar, es de color azul añil y de aluminio. Es ligero y cumple las dos funciones, la habitual de cualquier paraguas, para la lluvia y como parasol de protección para sol intenso.
En poco tiempo el horizonte se agranda, atrás quedarán los términos delimitados con piedras y el paisaje se torna grandioso. No se explicarlo como se merece, pero sería muy semejante a decir:
“Aquí el Camino se percibe como Camino”
A veces es complicado transmitirlo en palabras. Hay quien dice que el que quiera conocer o saber como es un Camino, que lo recorra, que lo viva descubriéndolo por si mismo. No coincido del todo con esa forma de pensar, se puede compartir algo tus vivencias, guardando lo más personal para ti.
La mañana transcurre en una soledad absoluta, sin construcciones a la vista, aldeas ni pueblos ni tampoco puntos de referencia, pero es una sensación de comunión con todo y sientes mimetizarte con el paisaje.
Hay varias cancelas que abrir y después cerrar, parece que por aquí las flechas se pintan de otro modo, o quizás fuese lo alelada como andaba, que intuyo que no voy andando por la senda correcta. En un par de kilómetros al final parece que se vislumbra la carretera y una estación de servicio, algo que confirma que no voy bien, no se ha de llegara dar a carretera antes de Fuente de Cantos y así lo compruebo en el mapa.
El empleado de la gasolinera me indica seguir por la carretera y en menos de una hora llegaré al pueblo donde nació el pintor de escenas religiosas, Zurbarán.
Al rato, veo un par de ciclistas a mi izquierda pero en el interior, que hacen señas desde unos cien metros de distancia y por gestos cual es el camino correcto. Atajo por una senda pequeña y de nuevo me pongo en camino de peregrinos, les saludo y agradezco el detalle, ya que se dieron cuenta de que llegaría igual, pero no por el camino marcado. Algunos acostumbran a echar pestes de los ciclistas y no es del todo justo, muchos disfrutan del camino sin necesidad de springs o contra - relojes y están dispuestos a ayudarte, como en este caso. Aunque para mi es evidente, no es lo mismo estar subido a una máquina aunque sea guiada por tu esfuerzo, que en plan pedestre y a patita.
No hay problema, quizás haya dado un rodeo con tres o cuatro kilómetros de más, pero es aún temprano y el día está siendo una gozada para los sentidos. Aprieta el calor y el azul del cielo es intenso, lo mismo que la temperatura. El reloj de la iglesia marca la una de la tarde y decido hacer un descansito en el albergue Alba Plata, con exposición en el anexo, del pintor Zurbarán.
Tuvo que ser un místico el artista nacido en esta tierra, todo lo que pintó traspasa los sentidos rezumando espiritualidad con un toque divino, celestial, es decir tocado por la mano de Dios.
El albergue es un antiguo convento muy bien rehabilitado con una inversión importante por iniciativa de la Junta Extremeña, pero que no está dando los resultados que esperaban, como alguno más del proyecto Alba Plata, pensaron sin duda, que el camino de la Plata iba a convertirse en el trasiego del Camino francés y afortunadamente no ha sido así. Algunos de dichos albergues, ahora permanece cerrados por mala gestión, todos ellos cobran diez euros por dormir y dos más por el desayuno. No llegué a quedarme en ninguno, simplemente porque no se dio la ocasión.
El de Fuente de Cantos tiene habitaciones confortables que me enseña orgullosa la encargada. Hace de hospitalera, recepcionista, chica de la limpieza…. Aunque le dejo claro que no me voy a quedar, solo quiero comer en el pueblo y después de descansar un rato acabar en día Calzadilla de los Barros. Junto a la iglesia del pueblo, el menú de verduras y comida casera es muy de mi gusto, en casa Conde. Al salir y ver a las belgas les recomiendo el restaurante. También acaban de llegar al alemán jubilado y el matrimonio belga, algo renqueantes y con problemas en los pies. Luego me imagino que llegarán el resto de conocidos como Anna, pero no he visto a nadie en el camino.
El camino de Fuente de Cantos a Calzadilla de los Barros no llega a los siete km. la idea es hacerlo a paso rápido pero me siento cansada por el fuerte calor del mediodía.
La senda, en ese tramo, es la antigua Calzada Romana aunque permanezca oculta bajo la grava y capas de arena. Sentada a la orilla del camino veo pasar un grupo de ciclistas vecinos de la zona que saludan y preguntan si me encuentro bien, algo que es de agradecer.
Poco después cuando estoy llegando a Calzadilla de los Barros una familia me indica que está complicado lo de pedir la llave del albergue, que no es “la hora”, cuando añaden que está alejado dos kilómetros del pueblo, decido ir en busca de habitación al hostal de carretera que está a dos pasos del pueblo. Los precios por estos pagos son parecidos a lo que se viene a pedir en los albergues. De diez a los doce euros por una habitación en un hostal no marca la diferencia.
“ Los Gonzalez” es un garito de carretera que nos pueda recordar, o quizás mi imaginación se esté desparramando en exceso, al de la película “Abierto hasta el amanecer” en el que luchan a brazo partido contra los vampiros Tarantino y George Cloony, por lo que decido moverme con cierta prudencia en este caso, en “el atardecer”.
Como compensación disfruto embelesada de la vistas desde mi ventana, son fantásticas. La Iglesia Fortaleza es una maravilla, tiene el aspecto de un castillo templario.
Mañana me esperará un día… lleno de sentimientos… será todo un encuentro. Conoceré a Canis, una perrita callejera, escuálida, de ojos tristes. Algo arrepentida por no haberme esforzado un poco más, en lo que posiblemente el destino quiso poner a mi lado y quizás ahora estaría conmigo.
De Calzadilla de los Barros a los Santos de Maimona
Para Canis, nunca sabré si hice bien al dejarla en Zafra, este capítulo es en su recuerdo.
Saliendo muy de mañana y después de un café rápido en el posible escenario de una película fantástica aunque la visión es demasiado cutre y demodé, el tipo de establecimiento de carretera destartalado habitual de camioneros, me despido con un “Buen Camino” a los de la mesa de lado, un matrimonio que durmió también allí y me han preguntado como se preguntan algunas cosas en castellano.
Se pasa por delante de unos abrevaderos de piedra muy bonitos, más propios de Galicia que de tierras extremeñas, justo detrás de la imponente Iglesia fortaleza, que guarda una talla de un Santiago peregrino que no llegué a ver. Pronto se llega a la plaza del pueblo en la que hay alguna indicación con dirección al albergue, que visitaré quizás en otra ocasión, quien sabe, este inicio desde Sevilla en el Camino de la Plata, es muy posible que lo intente repetir dentro de un tiempo.
En el año 2002 o 2003, anduve por la vía de la Plata, desde Cádiz hasta Puerto de Béjar con final en la Sierra de Gredos, pero por los Parques Naturales. Resultó muy interesante, con una gran variedad de paisajes de sur a norte de la península, pero fue una experiencia de trekking más que de Camino o de andar como peregrino, aunque coincidente en varios puntos, como Zafra, Mérida, Cáceres, Béjar…. Recuerdo que vimos a muy pocos peregrinos en pleno mes de agosto, con un calor sofocante, por ello buscábamos rutas bordeando ríos o terrenos arbolados con sombras. Por aquel entonces estaba interesada solo en el Camino francés y me revoloteaba por la cabeza lo de hacer de hospitalera.
Una chica joven mientras abre la puerta de su coche me desea “ a los buenos días”, es de agradecer, ya que en las ciudades incluso tus propios vecinos, más de una vez emiten un gruñido desganado, en lugar de los afables y educados ¡buenos días! de esta encantadora desconocida. Me viene de inmediato a la cabeza la letra de una canción catalana, muy simple pero llena de alegría y optimismo:
“Bon dia, ningú m, ho ha demanat peró fá un bon dia “, “Buenos días, nadie me lo ha preguntado, pero hace un buen día”. Canción que casi se ha llegado a convertir en himno entre el público muy joven.
Así es, hay que sentirse lleno de optimismo y vitalidad cuando el primer ser humano que te cruzas por la mañana te regala una sonrisa y te desea un buen día.
Parece que todo ocurre como en una sucesión de secuencias: ya que en ese momento saliendo entre los coches de la plazoleta todavía dentro de Calzadilla, siento las patitas ligeras de un perrillo de tamaño mediano, blanco con manchas de color canela, que no me quita la vista de encima y parece querer acompañarme.
A esa temprana hora, todavía debo de tener la mente fresca y clara para darme cuenta de lo poco conveniente que es para ambos que el perrillo me siga.
Tuve una experiencia inolvidable junto a un perro - peregrino en el Caminho Português, le puse de nombre Lima, ya que lo conocí atravesando el río en Ponte de Lima, Portugal. Caminamos juntos más de cien kilómetros pasando incluso la frontera española y ya me marcó lo suficiente como para no volver a caer en las mismas… por eso estoy convencida que estos encuentros con la raza canina en el camino, definitivamente, vienen marcados por el destino de cada uno.
Veo claro que no tengo escapatoria, voy a caer de cuatro patas y al chucho no me lo podré sacar de encima. Decido no prestarle atención, nada de soltar bobaditas ni de mirarle con ojos tiernos, que no se note que tienes ganas ni tampoco que rechazas que camine contigo.
Mas adelante a la vista que no da la media vuelta, no se que actitud tomar, decido que lo mejor es ignorarle, de vez en cuando le miro de reojo, me entristece ver que se le marcan tanto las costillas y esté tan escuálido. Pobrecillo, me digo. Además tienen una marca en la pata que no se si es de una herida o una mancha de aceite que se habrá hecho con los bajos de algún coche.
Voy caminando a un ritmo muy ligero, el perro no tiene problema alguno en seguirme, es más, parece que conoce la zona perfectamente, no hay la menor duda. Conforme van pasando las horas me pregunto porqué no se largará de una vez y me ahorra quebraderos de cabeza. Pasamos vadeando arroyos o pequeños pasos llenos de agua con apenas unas piedras donde poder poner los pies para no mojarse. Tramos de camino marcados por los cultivos de fincas de labor, con olivos a nuestra derecha y en una loma filas de árboles frutales a la izquierda. Como llevamos más de un par de horas de marcha, antes de cruzar un trozo de carretera, nos detenemos a descansar y le ofrezco dos de mis tres magdalenas. Se pone muy contenta, he descubierto que es una perrita y no se si llamarla Calzadilla, pero es largo y feo... sin duda parece más bonito: “Canis”.
Se muestra muy agradecida por la comida, todavía no le he dirigido la palabra ni tampoco la he tocado, comienzo a ir soltando alguna palabra tipo orden, para saber si está acostumbrada a amo. Creo que Canis es un espíritu con alma libre, quizás haya tenido dueño, pero está muy mal alimentada, por lo que lo dudo.
Seguimos durante un tiempo el terreno que tenemos por delante y no descarto que en cualquier momento, el perro decida no seguir andando conmigo, pero no resulta ser así.
Cuando llegamos a Puebla de Sancho Pérez, en la tienda de comestibles compro un par de cosillas, también para la cuatro patas que es una pegarra de primera.
Las señoras preguntan si voy a quedarme en el albergue, también es Alba Plata, dicen que es una maravilla, cuentan orgullosas que los peregrinos que se quedan en su pueblo luego marchan encantados. Les contesto que estoy segura que en una ermita, la acogida para peregrinos habrá quedado muy original, pero es muy pronto para pensar en quedarse, mi intención es pasar de largo Zafra y llegar a Santos de Maimona.
Busco lugar para tomar un buen café con leche grande, lo hago en el Café principal que hay en la plaza. Canis juega alegremente con un par de perrillos de menor tamaño liando un poco la fiesta corriendo como locos alrededor de la plaza ; la reprendo y la llamo al orden, las propietarias de los perrillos falderos me recriminan con la mirada lo achuchona que está resultando ser Canis. Juguetona, con aspecto de ser muy joven, despierta, ágil, como debe de ser todo chucho callejero que se precie.
No puedo evitar recordar en ese momento a mi querida “pitbul - lina”. Xana, estoy segura que me notará un poco en falta. Sacada de una protectora de animales hace un año y medio, su dueño anterior fue un borracho, además enfermo de Alzheimer. Para su desgracia Xana solo conoció hasta entonces el jarabe de palo, de garrote, sin oportunidad de socializarse ni con animales ni personas. Es un regalo poder tenerla ahora conmigo.
No puedo evitar el sentirme sensible por los animales, en especial con los perros, además este Camino Platero es una exposición de todo tipo de animales y razas. La realidad es que para bien o para mal parece que a menudo me toca en suerte tener un perro al lado.
En la escasa sombra que encuentro en el pueblo, le ofrezco unas natillas a Canis, que después de olerlas las rechaza y que tengo que acabar tirando.
Frente a la iglesia y de una oficina de “la Caixa” aprovecho para sacar dinero en el cajero, las oficinas de la Caixa son como una “plaga bancaria”, parecen estar por todas partes.
La distancia que separa Puebla de Sancho Pérez de Zafra es corta, aunque en las guías se sitúe en 4,5 kilómetros, pero en la práctica es que en menos de media hora estás esquivando las piedras negruzcas de los andenes de la estación de ferrocarril RENFE.
La entrada en la ciudad es por el paseo que lleva por nombre, Paseo de la Estación. Recibo alguna llamada que me indica, que es mejor continuar de Puebla a Zafra por la carretera, pero el consejo llega algo tarde. Resulta cansino este tipo de tramos, cansar los pies por las vías de tren, pero hay que andar lo que nos depara el camino.
Canis se hace un poco de lío andando y sorteando las trampas de las boca calles. Estoy preocupada por el perro, creo que le preguntaré al primer guardia urbano que vea, si me aconseja algún centro o protectora de animales. Definitivamente, no es justo que permita que siga andando conmigo, ya que no podré hacerme cargo de ella, estando como estoy a más de mil km de casa.
Si al menos de regreso, pudiese alquilar un coche, para poder llevarla hasta Barcelona, suponiendo que las empresas de alquiler permitan transportar a perros sin desparasitar y con más que probables habitantes pulgosos entre su pelaje. Descarto la romántica idea de llevarlo a casa en coche, teniendo que atravesar toda España, desde Mérida o Cáceres, o donde ponga el fin, hasta Cataluña conduciendo con un perro que acabo de encontrar hace apenas unas horas…… además mi marido es muy posible que se niegue en redondo.
Atravesando un paso de peatones, es el policía de tráfico el que se dirige a mí , estoy hablando por teléfono y sumida en estos pensamientos…. por mi parte, no hay preguntas sobre albergues ni salidas de la ciudad.
Le pregunto sobre el Perro. Me quedo helada con su contestación:
“No le recomiendo la perrera. Aquí si no los reclaman a los tres días se les sacrifica”.
¡¡¡ Que horror, creo que incluso llegué a pegar un grito!!! Las mal llamadas “protectoras”, resultan ser campos de extermino.
¡Menudo país de bárbaros salvajes es éste en el que vivimos!
De pronto, recuerdo que no muy lejos de aquí, en Almendralejo, uno grupo de ecologistas pretenden cerrar desde hace tiempo un siniestro y tétrico lugar, lo que pretende ser un zoológico privado, lejos de dar un trato respetuoso a los animales, recuerda bastante a un centro de tortura por las penosas y degradantes condiciones en que malviven las pobres bestias.
Extiendo la esterilla en el césped del parque cercano al Parador Nacional de los duques de Feria, aprovecho para descansar un rato apoyando la espalda en un árbol, estirando las piernas.
El ambiente es muy alegre, lleno de niños jugando, y también grupos de jóvenes de tertulia. Un estanque con patos y niños con barquitos en la orilla, también observo que vienen muchas personas aquí a pasear a sus canes. Pronto Canis encuentra un compañero de correrías… es cuando veo claro, esta es la ocasión en la hay que desprenderse de él, en este preciso lugar.
No es mal sitio, quizás encuentre algún alma más generosa que yo y que pueda hacerse cargo. Recojo la mochila rápido y me escabullo entre las calles de Zafra, tratando de dar esquinazo a Canis, parece que por ahora no me sigue, me encuentro algo excitada, no quiero que esta situación se alargue, pero detesto poner el final de esta manera
No tengo ni idea por donde voy, veo alguna que otra flecha por las calles del centro pero sin continuidad, afortunadamente un chico se ofrece a indicarme el camino que usan los peregrinos para dejar la ciudad, andamos un rato juntos, en el que no soy capaz de articular palabra.
El punto de referencia para salir de Zafra es la torre de San Francisco. A la izquierda un poco antes, hay un hotel con muy buen aspecto y un poco más a la izquierda un restaurante tipo familiar donde me quedo a comer, aunque apenas puedo digerir la comida, “malaguanyat”, en castellano sería “mal aprovechado”.
Por la senda del camino Viejo de la Sierra, ya liberada de la compañía de Canis, ( y ella de la mía ) , atrás queda Zafra, apenas he tenido tiempo para visitarla, aunque no me pena ya que la recorrí más o menos bien en otra ocasión. La subida a la Sierra es a través de unas casas ajardinadas y tipo chalet.
Unos niños en bici me preguntan que de donde soy, adonde voy y si soy peregrina…. Son guapísimos, niño y niña y tienen un acento muy gracioso, es un puntito diferente al andaluz, muy musical. Son hermanos y viven en una de esas bonitas casas a pie de camino, cuentan que ven a diario pasar a bastantes caminantes, pero que en verano cuando llega el fuerte calor serán muchos menos. Les he pedido vayan antes a su casa a pedir permiso a su madre, si quieren acompañar un rato a la peregrina.
Antes de lo que pensaba llego a la cumbre, respiro hondo en el mirador, en el punto más alto de la Sierra, aprovecho para llamar desde allí por teléfono al presidente de la Asociación de amigos de la Vía de la Plata de la zona y que me sitúe entre las montañas, para poder localizar desde allí la Sierra de San Jorge, el emplazamiento de la futura refinería.
Quizás nos veamos esa noche en Santos de Maimona, aunque le advierto que hago estricto horario de peregrino y voy a dormir muy pronto, a la hora de las gallinas.
El sol calienta con fuerza bajando hacia Santos de Maimona. Después de un trasiego innecesario por sus calles, pasar antes a recoger las llaves del albergue a la policía local - hay que decir que son muy amables - pero que creo que es machacar al peregrino de forma innecesaria, con este ir y volver para volver a ir, son como poco unos cuarenta y cinco minutos de andar extra y bajo el calor, ya que el albergue está bastante alejado y hay llegar hasta donde Cristo perdió la sandalia. Cuesta un poco encontrar el albergue, en el alto de un parque. Es una construcción bastante grande, pero da algo de pena, es evidente que nadie se responsabiliza para mantenerlo en buenas condiciones.
Al rato aparece un asturiano profesor jubilado que ha empezado a andar en Extremadura, me manda recuerdos de parte del valenciano con quien parece ha coincidido.
Y ¡sorpresa! entra por la puerta: ¡¡¡Anna!!!
Estaba convencida de que le había perdido la pista, lo que explica tiene algo que ver con problemas bancarios que ha tenido que resolver en un rápido viaje en autobús hasta Mérida y luego tuvo que regresar hasta donde lo dejó, por ese motivo no la había visto en los últimos días.
Compartimos un poco de charla, con el ciclista madrileño que es muy buen conversador.
Después de contar a Anna el curioso encuentro y posterior despedida (a la francesa) con Canis, me entristece mucho su recuerdo y me siento un poco mal. Me alegro de tener hoy cerca a Anna, aunque como buena nórdica es algo fría, expresando sus sentimientos de distinta forma a la nuestra.
También ha llegado a Santos de Maimona el jubilado alemán, siempre nos alegramos mucho cuando nos encontramos de nuevo, es muy buen hombre.
“Ich frohe mich, sie zu seher”. ¡“Que bien, volver a vernos”!
Junto con Anna y el alemán intentamos entre los tres arreglar la cisterna del water, no deja de caer agua del depósito de forma continua con el consiguiente gasto y ruido molesto. Con mucha satisfacción lo conseguimos, a pesar de nuestros casi nulos conocimientos como fontaneros.
Sobre las nueve de la noche pasadas, estamos Anna y yo metidas en el sobre, osease, en el saco, en una gran sala todita para nosotras, las únicas féminas, cuando aparece Diego, de la Asociación de amigos de los peregrinos y vecino del pueblo, viene a darme el manifiesto, las hojas de solicitud de firmas en contra de la construcción de la refinería de petróleo en el término de Santos de Maimona.
Sería una tremenda aberración si se llevase a cabo. La Plata, el Camino, la Vía, como se prefiera llamar, tiene un valor reconocido, en el ámbito histórico, artístico, cultural, ecológico, arqueológico, en el jacobeo, todo esto aunque archiconocido y evidente para todo el mundo, desgraciadamente sin la protección que tiene el Camino francés, se lo quieren pasar por alto, imponiendo los intereses económicos sobre todo lo demás.
Una corta charla para recibir la información de primera mano y nos despedimos. Y en el que ha sido un día completito, caigo dormida casi inmediatamente.
Tierra de Barros
Desayuno con Anna en la cafetería de la gasolinera, es lo más cercano al albergue y abre muy temprano. No hay que correr riesgos porque a esa hora quizás no encontremos otro que esté abierto en todo el pueblo. Nada me resulta más molesto que tener que tomar el primer café del día, cuando ya llevas dos horas o tres andando. El café, además de despejar el cuerpo y la mente proporciona la “marcheta” necesaria para poner el motor en marcha.
Anna tiene que ir a la Policía local a devolver la llave y dejarla en el buzón, por lo que nos separamos. Su intención es llegar hasta Almendralejo, que está algo desviado del Camino, a mi sin embargo no me interesa acabar allí, ya que no tengo muy buenas referencias, es uno de esos lugares donde te puedes sentir de espaldas al Camino. Prefiero llegar hoy a Villafranca de los Barros y aprovechar para recoger el máximo de impresiones sobre la posible construcción de la petroquímica y también disfrutar con calma ya que debe de ser una población bastante bonita.
La etapa larga la dejaré para el día siguiente, si puedo estirar las piernas hasta Mérida, aunque sean muchos kilómetros habrá que juntar dos etapas en una, ,,,,, hasta ahora estoy siendo muy comedida y no he cometido ninguna imprudencia, hay que aprender de los errores del pasado ; mis pies están frescos, en buenas condiciones y mis piernas también Aquí hay que carretear con mucho peso por el agua, en bastante distancia no hay lugares para poder tomar nada, y la moderación hasta ahora está siendo una constante.
Me han comentado que el albergue Alba Plata de Villafranca permanece cerrado desde hace tiempo, y el que hay un poco antes que será el que buscarán los que hoy salgan de Fuente Cantos, también está cerrado aunque lo abren cuando les viene bien, la Almazara, situado en medio del campo en un lugar bastante solitario, bien se podría describir como: “en medio de ninguna parte”.
Es información, que vas encontrando o recibiendo en el mismo Camino, ya que en las webs y foros las semanas antes no leí nada al respecto, no se actualizan los datos como se debiera, a pesar de que es muy necesario para saber poco más o menos con lo que se puede contar.
Ya se ha levantado el día y a pesar de que no he visto el escudo del pueblo con la cruz de Santiago y las veneras, santo y seña de los Santos de Maimona, me llevo una buena impresión del bonito pueblo.
Por la noche cené un par de piezas de fruta por lo que el desayuno me ha sentado realmente bien.
Dejo el pueblo tomando varias fotos y me despido internamente con un ¡hasta pronto!
Cuando llevo un buen rato andando, intento situar el término donde es posible que los intereses económicos del Grupo Gallardo, impongan su industria de refinar petróleo, curiosamente son apoyados por algún político de izquierdas y por el ex presidente de la Junta extremeña, Rodríguez Ibarra.
El tremendo impacto que tendría sobre estas tierras de labor, no se puede pasar por alto. En ese preciso lugar, hay fértiles viñas, olivos con más de trescientos años, todo ello, es necesario preservarlo para el desarrollo de la zona.
Mientas voy tomando fotografías de rechazo pintadas en la pared de una pequeña caseta, a los pies de la Sierra de San Jorge, llega pedaleando el ciclista de Madrid.
Parece un poco vacilón hablando al estilo madrileño. Habla de su bici llamándola “la burra”. Deja entrever que dispone de un buen nivel económico, con la suerte de tener un negocio que le funciona bien y en su ausencia.
Es un tipo agradable y la conversación muy divertida, pedalea acompañándome a mi paso de peregrina de a pie, lo cual es muy lento para un ciclista.
En nuestra charla caminera aprovecho para contarle detalles de mi Camino de Madrid de hace un par de años, lo duro que resultó andar por la solitaria Castilla y su sol despiadado, (toqué madera en ese instante).
Anduvimos un buen rato pasando el desvío hacia la Almazara, luego nos despedimos ya que ha de proseguir su marcha rodada.
Al rato atravieso el Camino de los Moros en un giro a la derecha viendo los raíles de vía del tren, todo está bien marcado y no tiene pérdida.
De nuevo otro pronunciado giro que va a dar a la autovía y a la sempiterna N- 630.
El año pasado quedé bastante saturadita de esta carretera, la N – 630, desde Salamanca a Zamora, luego hasta Granja de Moreruela y Benavente, (variante que se une en Astorga con el Camino francés), siempre como vigilante compañero de camino, más lejos o más cerca, a menudo visible, sentí en mis ampollados pies el fuerte calor alquitranado de esa carretera. En algún tramo, el Camino había literalmente desaparecido bajo la maquinaria pesada por las obras de la autovía. Difícil de superar ya que uno a menudo espera - (quizás sea que pecamos de ingenuos) - transcurrir por sendas agradables en paz y armonía, no en compañía de excavadoras y mordiendo el polvo que éstas levantan.
Esta andadura sin embargo es una experiencia en completa calma y sin sobresaltos, la dificultad radica en que has de adaptarte a las distancias, a menudo dudas en que te puedas quedar corto o a la contra tener que andar cuarenta y muchos, por lo que lo ideal, creo, es andar por esta Vía Platera con bastante tiempo disponible sin el estrés de tener que llegar a una meta y en un día en concreto. Aunque la mayoría de las veces condicionados por el tiempo y hacemos demasiado caso a nuestra cabeza desoyendo a nuestro cuerpo, lo que puede ser el origen de los problemas que a menudo se nos presentan.
En menos de una hora, decido cambiarme de calcetines, por la constante molestia de una piedrecilla clavada en el talón, a tan solo unos centenares de metros de la entrada de Villafranca. Un coche en dirección contraria a la que llevo se detiene y me pregunta si estoy haciendo el camino y con quien voy, si lo hago sola … me extrañan las dos preguntas, me parece que resulta obvio,,,,, es socio de la Asociación del Camino de Villafranca. Hay que destacar que se toman interés en dar unos folletos explicativos, que también he visto que los dejan en algunos bares, con los lugares necesarios marcados en el plano. Indica donde comer, sellar la credencial, los alojamientos, lugares que visitar, todo marcado con rotulador, la serpenteante entrada y posterior salida del pueblo. Le doy las gracias y me dirijo de cabeza al primer bar que encuentre, en el largo pueblo.
Estoy ante una bandeja enorme de croquetas de jamón ibérico para mi solita, (confieso mi debilidad por las croquetas) con una lata de Acuarios, por lo me cobran solo tres euros…. Creo que se han equivocado y vuelvo a pedir la cuenta, los precios son muy distintos a los de cualquier otra zona de nuestra geografía.
Decido que sería ideal poder buscarse una casa por aquí, tomarse un año sabático para pasear por las relajantes dehesas; si no construyen la mierdosa y contaminante refinería, claro.
El lugar donde suelen dormir los peregrinos está completo, busco un alojamiento alternativo pero lo encuentro un poco deprimente. En el primer minuto la mujer no cesa de hablar y quejarse de sus enfermedades lo que me pone de muy mal cuerpo. Veo claro que no me apetece quedarme allí. Me sabe un poco mal, pero es imprescindible sentir ambiente positivo y optimista, si no es difícil sentirse a gusto y decido continuar buscando.
Voy a dar a la siguiente: “La Cubana”, como la anterior, también es una casa particular que alquila habitaciones sin letreros ni nada que lo indique en su exterior, habitada por un matrimonio octogenario. Ella es cubana y el señor me cuenta que nació en la habitación donde yo dormiré.
Es una casa acogedora con muebles recios y robustos, con aire siglo XIX, pero que acostumbrada como estoy de estar durante todo el día al aire libre, noto que necesita una buena ventilación. Los abuelos a menudo ni airean ni pueden limpiar las casas de forma conveniente, pero a su favor hay que decir que intentan que me sienta cómoda y a gusto, son atentos y amables. Cobran trece euros por una cama grande de matrimonio, aunque a las claras se ve que ha pasado mucho tiempo en que no se limpiado el suelo de la habitación, y más todavía en que se cambiaron las sábanas por última vez. Da paso a un saloncito con ventanas que dan a la calle y que rápidamente abro. Pesadas cortinas y butacones de cretona del tipo de las casas bien de pueblo con una decoración al gusto del matrimonio que supera los ochenta años. Quizás tenga alguna reminiscencia de la Habana de Batista, ya que fue poco después, cuando esta señora abandonó la isla de Cuba.
A media tarde llueve a mares, una súbita tormenta de primavera con mucho relampagueo y truenos. A pesar de que no es recomendable salir a andar o pasear por la calle, decido buscar un lugar cómodo donde tomar una infusión y merendar algo dulce.
Me aconsejan la cafetería del hotel Diana. Protegida con un impermeable transparente veo a la alemana bronceada, hermética como siempre, auto-aislada del resto del mundo. Están también mis amigas las belgas que suben en ese instante a la habitación del hotel a ducharse, han llegado en ese preciso momento caladas hasta los huesos por la lluvia.
Algo más tarde en el mismo lugar veré al matrimonio belga, todos duermen en este lujoso hotel.
Les hago la broma que la española es la más pobre, “the poorest”, por eso duerme en la pensión, en realidad ni eso, en una casa particular, y sin embargo ellos en ese estupendo hotel.
Es un despropósito tener que pagar tanto dinero por dormir cuando vas de peregrino haciendo Camino,,,, a no ser que sea una elección personal, máxime cuando en este pueblo ha habido albergue de peregrinos … y la Plata es o ha sido sinónimo de hospitalidad, ahora parece que obligatoriamente tengamos que pasar por caja,,,, está claro que falta voluntad para ofrecer un local social, un centro de cultura o cualquier rincón para poder estirar unas colchonetas en el suelo; además contando con una asociación jacobea, es evidente que falta lo principal : un albergue.
La intensa lluvia parece que no cesa. Pasamos la tarde tomando té, cafés, y comiendo pastelillos de chocolate. Las dos chicas belgas me invitan en firme a que las visite pronto en Amberes, donde viven en medio del bosque.
Una de ellas cuenta divertidas anécdotas de su Camino francés y su compañera asiente escuchando con una sonrisa de admiración y orgullosa de las batallitas de su pareja.
Resultan antagónicas, la más joven es muy atlética y camina rápido sin dificultad, al contrario que su pareja que no tiene costumbre, para ella representa un gran esfuerzo el andar día tras día y es más bien del tipo abúlica.
Les advierto que el día de mañana puede ser complicado por el barro, trato de indicarles una ruta alternativa para los días de lluvia. Dicen que posiblemente se quedarán en Almendralejo.
Después de sellar en la asociación jacobea que es compartida con la asociación de vecinos, no se si también comparten los mismos intereses pero como mínimo el local, les agradezco el sello y las recomendaciones para el día siguiente.
No he podido tratar ni tan solo tantear como hubiera querido el tema de la industria de petróleo con casi nadie del pueblo, a pesar de que lo consideraba importante. En Villafranca, hay diferentes corrientes de opinión (o de manipulación).
Como se dice coloquialmente, “les quieren vender la moto” e intentan convencerse a si mismos que la petroquímica puede favorecer la economía de la zona, se percibe en el ambiente. Hay diferencia de pareceres y no voy a “sacar agua clara” de aquel que no quiere hablar ni tocar temas peliagudos. No me considero ni soy una persona transgresora, pero tampoco convencional ni políticamente correcta. A veces es suficiente con unas palabras, para tantear el terreno y poco más o menos hacerse a la idea de lo que se cuece.
Los partidos políticos, sus simpatizantes, votantes, parece que por aquí funcionan como un rebaño de ovejas, lo que manda el pastor, ya se sabe, todos a obedecer sin rechistar.
En el tema de la ecología, de defensa de la tierra, de preservar tu propia historia, cada uno tendría que seguir su propio criterio, no las consignas marcadas por otros, casi siempre movidas con la presión de los intereses económicos que por desgracia mueven este mundo.
A última hora de la tarde compro en el supermercado algo para una cena frugal.
Lo haré en el saloncito que tengo para uso en exclusiva y que está en la entrada de mi habitación, le dará a mi cena un toque decadente y encantador.
Ceno una ensalada que ya viene preparada aunque de sabor insulso, con un tenedorcito de plástico incorporado en la tapa. Me quedo con hambre, pero hay que cuidar un poco la dieta, procuro no pasarme con la comida, aunque es tarea difícil, el jamón de la zona definitivamente me pierde.
De regreso a casa, intentaré correr cuatro o cinco km. mínimo dos o tres veces a la semana, para ponerme a punto para el verano y volver a las buenas costumbres.
Es necesario descansar todo lo posible, mañana será un día largo en que tendré que tomar decisiones.
Estirada en la cama en la habitación, entre las cuatro paredes donde nació el marido de la cubana, hago un rápido repaso del día.
A pesar de la distancia que nos separa, les deseo “bona nit” a mis seres queridos.
Rumbo a Mérida
Desayuno con el profesor jubilado en la cafetería Diana, estupenda cafetería del hotel donde han dormido la mayoría. Comenzamos a caminar teniendo en cuenta la recomendación de evitar la senda habitual siguiendo por la derecha, ya que con la lluvia tan intensa de ayer se encontrará impracticable, nos llegará con toda seguridad el barro hasta las rodillas, espero que esto no nos sirva para producir despistes…. Afortunadamente no tiene pérdida. Es importante este tipo de advertencias, ya que con la lluvia en esta Tierra, el camino se torna en auténticos pantanales, una especie de arenas-movedizas, barrizales, para hacer honor al nombre de la comarca “Tierra de Barros”. Al estilo de la salida de Grañón en días de lluvia o como en bastantes otros puntos de cualquier camino que la mayoría conocemos.
La conversación es amena pero en seguida procuro apretar el paso, el día de hoy será largo. A unas cuatro horas después de dejar Villafranca de los Barros, existe la opción, de ir atravesando una carretera hasta Almendralejo, es otra posibilidad de llegar a una población grande con todos los servicios, pero hay que hacer tres km extra.
Hasta Torremegía, en lo que es a menudo un importante handicap, un esfuerzo extra, hay que ir cargado de abundante agua y algo de comida, ya que no hay posibilidad de abastecerse.
En Torremexia, o Torremegía, la alemana hermética me informa algo exaltada en una mezcla al cincuenta por ciento en francés e inglés, que el albergue está cerrado y el hostal también. Pregunta, como si yo lo supiese, qué posibilidades tenemos.
Respondo a la alemana de ojos azules, además casi siempre viste de azul, que se anime a continuar hasta Mérida. De entrada no lo tiene claro, pero durante el breve descanso que tomamos a la sombra junto a una plaza, decide continuar, al igual que dos hombres alemanes a quienes no había visto hasta ese momento.
El estupendo albergue de Torremegía parece ser otro caso de mala gestión de Alba Plata, según dicen no resultan rentables y quien lo acaba pagando es el sufrido peregrino que se encuentra con la puerta cerrada en las narices en tramos donde son sumamente necesarios.
Huele el proyecto a inversiones millonarias en edificios históricos que luego caen en saco roto, sin posibilidad de rentabilizarlos….
Casas señoriales y veneras en las fachadas, los escudos heráldicos indican la nobleza de sus habitantes en otros tiempos, con restos de esculturas y piezas de la gloriosa época romana.
Me viene a la cabeza la obra que un amigo escultor me vendió y a la que puse por de título por recordar al extraño ente: “E T, (encantadora película) está construido con pequeñísimas piezas de todas las épocas imaginables, incluidos restos romanos, que conste que era material de desecho que supo transformar en algo original).
Voy andando bastante bien pero con dolor en las dos uñas del dedo gordo, están doloridas, aunque es soportable. El descanso ha sido corto pero hay que seguir con buen ritmo.
Me está revoloteando en la mente la conversación que tuve ayer por teléfono y quizás sea el momento de regresar a casa.
He de decidirlo todavía, pero hasta ahora he andado totalmente libre de preocupaciones y parece que éstas empiezan a asaltarme y eso lo detesto. Hay que Caminar disfrutando plenamente y sin nubarrones en la cabeza.
Es decir, que no quiero que me distraiga ni el paso de una mosca. Para eso ya está nuestra vida normal y la rutina diaria.
Llegar a Mérida andando desde Sevilla nada tiene que ver a cuando la visité haciendo turismo en coche. Atravesar su imponente Puente, el más largo del imperio, sin dejar de mirar a la vez y de reojo el de Calatrava - paradigma de la modernidad - , en paralelo al Romano por el puente de Lusitania.
Dos mil años, MM, que se dice pronto, los separan, hay que recorrerlo para darse cuenta que es una sensación especial.
Mérida es un lugar para disfrutarlo sin prisas durante un par o tres de días de días. El templo de Diana, el anfiteatro y los jardines colindantes, el arco de Trajano, el acueducto de los Milagros, el Museo Romano diseñado por Rafael Moneo que encierra verdaderas joyas del impresionante legado que nos dejó la civilización romana en estas tierras.
Al igual que Tarraco, Tarragona, la ciudad de Mérida, es patrimonio de la Humanidad.
Pero la realidad, es que sin apenas tiempo, tan solo en mi mente, para refrescar esos recuerdos de Emérita Astúrica, o mi cabeza me hace creer lo contrario, quizás esta ciudad tan especial bañada por el arte, la historia, sus murallas, me haga sentir de nuevo el síndrome de Florencia, que con las sensaciones como peregrina es más que probable que se acentúe.
Miro el cielo encapotado, a punto de quebrarse cuando comienza a llover violentamente.
Creo que he de responsabilizarme con las llamadas que cada uno tiene en su Camino, por lo que abrazo a la alemana hermética bañada en azul a modo de despedida y me subo al autobús en los cinco minutos siguientes. Ni siquiera sabía que tenía posibilidad para volver a Barcelona desde Mérida de forma directa.
El Camino es una lección continua, en el que cada uno ha de aprender de cada paso y ha de ponerlo en práctica.
El mensaje no es ni tiene que ser el mismo para todos, hay que captarlo y saber escucharlo, pero no siempre se dan las circunstancias ideales.
Que los planetas, las estrellas en el cielo, el firmamento entero se alinee de forma para que eso suceda y fluya la energía necesaria que guíe tus pasos, siempre es un regalo, un privilegio.
Imperial Tarraco, a orillas del Mare Nostrum, MMVIII, Sofía