El planteamiento de este itinerario jacobeo tiene su lógica de partida: si existe una ruta, quizá equívocamente denominada Central, que recorre el país de sur a norte para proseguir a Compostela con inicio en Lisboa, y si ya hace años también se había hablado de otras vías compostelanas más próximas a la frontera, que avanzan en el mismo sentido y ahora han sido bautizadas como Nascente y, con bastante menos sentido histórico y lógica caminera, da Raia, parece sensato intuir que por el centro de Portugal, para canalizar el tránsito de peregrinos de estas comarcas y regiones, habría de funcionar históricamente un cuarto eje sur-norte que, apoyado en antiguas vías romanas y medievales, y más o menos en paralelo a la emblemática N-2 (Faro-Chaves), permitiría completar esta red básica. Este sería el Caminho Interior, hasta aquí todo ok.
Ahora las pegas, y la primera es llamativa: ¿por qué Viseu como punto de partida, acaso hay algún acontecimiento relevante, como en Oviedo, que lo justifique? Pues no, la elección de Viseu ha sido meramente circunstancial y nos atreveríamos a decir que provisional, dado que si el sentido del Camino Portugués Interior es el de servir al eje sur-norte en el centro del país, lo sensato es que su procedencia sea o bien Lisboa, con conexión desde Coimbra siguiendo en parte el valle del Mondego, o incluso el Algarve (Faro, Tavira). Esta última ruta atraviesa el Alentejo por Beja, Évora y Estremoz, y entra en la Beira Baixa a través de Castelo Branco, con enlace desde Covilhã, a donde también llegaba la ruta procedente de Mérida, por Seia, aunque para ello sea preciso atravesar la Serra da Estrêla. Ambas conexiones, la de Coimbra-Viseu y la de Covilhã-Viseu, se corresponden con vías medievales relevantes bien estudiadas.
Lo de Viseu, que en realidad ni siquiera es la ciudad propiamente dicha, pues el Camino está señalizado a partir de Farminhão, pequeño pueblo de su término municipal (todavía más absurdo), responde a una convención que, además, no parece haber tenido el éxito esperado. Por otra parte, el Conselho Consultivo da Comissão de Certificação dos itinerários do Caminho de Santiago no ha primado los itinerarios históricos medievales en su día estudiados y definidos por el profesor Humberto Baquero Moreno, y actualizados por el investigador Arlindo de Magalhães, dejándose llevar por una política de hechos consumados que reconoce, por ejemplo, rutas de autor con proyección turística como la realizada por Diego de Torres Villarroel en 1737, lo que ha generado no pocas distorsiones en la definición oficial de los caminos jacobeos en el centro del país.
Por los anteriores motivos nosotros, adelantándonos a lo que ya parece va a ser el futuro de este itinerario, y sobre todo apostando por la accesibilidad, lo hacemos partir de Coimbra. Se trata de una ciudad relevante y bien comunicada, por la que discurre el Camino Portugués Central, situada a medio camino entre Lisboa y Porto.
La bifurcación no pretende poner en disyuntiva a los peregrinos que han elegido el Camino Central, que viene siendo para Portugal como el Camino Francés para España, sino la de ofrecer una alternativa, sobre todo a los reincidentes, para que en vez de proseguir por las muy urbanizadas áreas de la Beira Litoral, Douro y Minho, puedan tener la posibilidad, desde luego más larga y más dura, de conocer una zona del país que se caracteriza por su ruralidad, amables paisajes y, también hay que decirlo, precios más asequibles que los de las zonas más turísticas de occidente.
El enlace, aún en precario (año 2021), entre Coimbra y Viseu, está siendo balizado como Caminho Natural da Espiritualidade, que suena a meliflua marca publicitaria, cuando no a eufemismo que reniega de lo jacobeo, aunque para captar clientes sus señales usen la emblemática santiaguista. La propuesta, otro episodio surrealista, se ha quedado a medio camino, y por el momento los indicadores desaparecen, de repente, en una aldea perdida; desde ella hay que buscarse la vida para continuar a Viseu, aunque por fortuna nos han dejado tirados en un lugar próximo a Tondela, y aquí principia la ecopista do Dão (vía verde sobre la caja de una antigua vía férrea abandonada), la cual nos permite enlazar con el Caminho Interior en Farminhão.
En realidad, muchos ya os habréis dado cuenta de que en Portugal se está improvisando mucho a la hora de recuperar las rutas jacobeas históricas. El mayor ejemplo de este despropósito es la primacía que le han otorgado a una caprichosa y circunstancial ruta de autor de la Edad Moderna tardía, el Caminho de Torres, para la que incluso se solicita ¡el reconocimiento de la Unesco como Patrimonio Mundial!, situación que clama al cielo en comparación con otros caminos bien documentados, como lo es el Interior, que a nivel estatal han sido abandonados a su suerte.
Por fortuna en esta ruta, de la que a Gronze proporciona la información más completa hasta ahora disponible tanto en papel como en internet, ha sido recuperada con rigor, bastante sentido común, una correcta señalización y cierta capacidad para ofrecer servicios básicos al peregrino, por lo que su futuro parece asegurado. Se trata de un trabajo que, como siempre, ha sido desarrollado por un pequeño grupo de entusiastas, los cuales lograron transmitir su pasión a los municipios atravesados, aunque sin continuidad en el propósito. De hecho, su web oficial (www.cpisantiago.pt), que estaba muy bien diseñada y resultaba práctica, se ha convertido en una mera cuenta de Facebook, algo inconcebible.
Al no obtener los resultados inmediatos que se vislumbraban, el Camino Portugués Interior se ha estancado, y algunos parecen haber tirado la toalla en su promoción y mantenimiento, optando por publicitar la N-2, que recorre la espina dorsal del país de Faro a Chaves, como un itinerario icónico para automovilistas, moteros o cicloturistas. Deseamos que con la guía de Gronze la ruta pueda ser más conocida en el ámbito internacional y volverse más popular, porque quien la recorra, a buen seguro, se quedará prendado de ella.