El Camino Primitivo desde Oviedo, 2016
Es, sin ningún tipo de duda, una de las experiencias vitales que mantendré en mi memoria durante el resto de mis días. Es un cúmulo de sensaciones y un reencuentro con nuestro yo más puro, una forma de vivir que te hace abrir los ojos y en la cuál, aprendes y redescubres a cada paso.
Estaba bastante acostumbrado a caminar durante bastantes horas por montaña, así que no me resultó excesivamente duro aunque sí que noté cansancio articular en algunas etapas con demasiado asfalto y algún que otro dolor que se recuperaba perfectamente de un día para otro y con un buen masaje en el albergue.
Es casi imposible perderse, aunque bien es cierto que siempre existen cruces y tramos en los que las señales o las consabidas "flechas amarillas", escasean y te hace dudar en ocasiones. Preguntando y sabiendo escuchar, se llega a todas partes.
No he tenido ningún problema de alojamiento pese a ser una de las épocas del año con más afluencia. Se trata de tener un poco de previsión y planificar un poco el final de etapa durante el día anterior para tener siempre una opción B en caso de que el plan principal falle.
Sencillo, pon tus pies en el camino y déjate llevar por la magia que ofrece cada rincón del Camino, por la generosidad desprendida que espera en cada curva del sendero y abre tu mente a todo y a todos, dejando los prejuicios y los miedos a la puerta de casa.