Tras la gran ración de historia, arte, convivencia y emotivas despedidas en Conques, es preciso regresar a la realidad cotidiana, y para ello nada mejor que una etapa sin grandes sobresaltos, hasta cierto punto anodina y con más asfalto del deseable. Decazeville, población grande y en manifiesta decadencia tras haber cerrado sus minas, pone una nota poco jacobea en el territorio, aunque intenta a toda costa desviarnos para que conozcamos su centro urbano, ¿por qué no? El trazado es un clásico rompe-piernas entre los valles del Dourdou y el Lot, al que regresamos justo antes de entrar en Livinhac, villa bien orientada para la acogida del peregrino.