Etapa 4: Tondela - Viseu | Al Loro

Distancia: 
27,3 km
Duración: 
8 h
Dificultad: 
2
Paisaje: 
4

Las estaciones de la ecopista se han convertido en espacios para el descanso, con refugio en sus almacenes y provistos de fuentes, y alguna de ellas con café.

La vieja iglesia de Canas de Santa María, al pie de la ecopista, tiene fachada y cabecera góticas del s. XIV, aunque a menudo se califique como románica. En 2020 ha comenzado a ser, tras años de abandono, restaurada.

Si la temperatura se eleva no olvidéis que Farminhão posee una estupenda piscina pública en la Rúa da Escola (telf. +351 924 416 939). Te dan una sombrilla y dispone de bar. La entrada vale 3 €.

La antigua estación del tren, junto a la que pasamos antes de despedir la Ecopista do Dão, acoge el Station Alive Bar. Se trata de un café y restaurante en el que podrás comer bacalao y carnes a la brasa en una carpa o, si lo prefieres, en un trencito de madera con una mesa en cada vagón. A buen precio.

Si bien poco antes de Farminhão comenzamos a ver las señales del Camino Interior, no faltará quien prefiera continuar por la Ecopista do Dão hasta la ciudad de Viseu. Con una distancia de 17,4 km, a diferencia del Camino apenas tiene desnivel, aunque pueda resultar más monótona. A los 4,2 km pasa por la estación de Torredeita, donde se puede ver una máquina de vapor de 1885. Luego supera el puente de hierro de Mosteirinho, del estilo de los de Eiffel, y alcanza la estación de Figueiró (café), a 4,4 km de Torredeita. Tras un bonito tramo de ascenso entre roquedos, concluye en Viseu en la Av. da Europa, siendo posible subir hasta la catedral en funicular.

De Farminhão a São Salvador, ya cerca de Viseu, no hay fuentes ni bares.

La Quinta da Cruz, que pertenece a la Câmara Municipal de Viseu, está destinada a la divulgación del arte contemporáneo. Se puede visitar libremente, y también sus jardines, colindantes con el Camino.

Desde la catedral hasta el barrio de Fontelo, donde se sitúa el albergue de peregrinos, hay 1,8 km.

La oferta hotelera de Viseu es muy extensa, lo que unido a que no se trata de una ciudad sumamente turística, facilita que se puedan encontrar buenos precios, salvo en fechas puntuales, a lo largo del año.

En la Av. Alberto Sampaio, junto a la Praça da República, el super Spar tiene en la primera planta un libre servicio con barato menú que se puede llevar. A diario de 7:30-21:00.

La credencial se puede obtener en dos lugares: la Igreja do Carmo y el Museu Almeida Moreira.

Desde la trasera de Turismo, un simpático funicular, que además es gratuito, desciende hasta el parque del río Paiva, no lejos de la Cava de Viriato.

Presume Viseu, ya desde 1935, del título de Cidade Jardim. En efecto muchos son los espacios verdes destinados al paseo y el relax, ideales para la tarde peregrina: los más extensos son el parque do Fontelo, donde se localiza el albergue, que incluye los jardines renacentistas del pazo episcopal, y la Cava de Viriato, con el corredor del río Pavia; el más romántico y acogedor, el céntrico parque Aquilino Ribeiro, que ocupó el huerto conventual de los capuchinos; y entre los jardines floridos citar los del Rossio, das Mães, Santa Cristina o Santo António. Casi nada.

Una leyenda cuenta que Don Rodrigo, el último rey visigodo, tras haber sido derrotado por los moros se recogió en Viseu. A la manera de Tomás de Manjarín se convirtió en un ermitaño que procuró refugio en la capilla de São Miguel de Fetal, donde sería enterrado.

Se trata de la ciudad más monumental de la ruta, digna de un día de visita. El recorrido debería comenzar por la catedral, que nos recibe con sus dos torres gemelas medievales, aunque la fachada fue reformada en el s. XVII. El interior es una combinación de pilares románicos y bóvedas manuelinas decoradas con cuerdas anudadas (abóbada dos nós). Vale la pena conocer el museo (2 €), que además del tesoro nos permite acceder al claustro (s. XVI y XVIII), decorado con bellos paneles de azulejo barrocos, y pasear por la varanda o galería abierta a la ciudad.

Frente a la catedral se alza la iglesia da Misericórdia, con su teatral fachada rococó de dos torres y con altares neoclásicos. En la misma plaza, el antiguo Paço Episcopal cobija uno de los mayores orgullos de la ciudad: el Museu Nacional Grão Vasco. Aunque reúne mobiliario, porcelana, azulejos y orfebrería, su fuerte está en la colección de pintura renacentista de la Escola de Viseu, de la que fueron eximios representantes Vasco Fernandes, el Grão Vasco, y Gaspar Vaz.

El casco antiguo mantiene la traza medieval —la vía de más sabor es la estrecha, peatonal y aún comercial Rua Direita, sin olvidar la Praça de Dom Duarte—, así como diferentes vestigios de las murallas romana y afonsina (s. XV), de la que subsisten dos puertas.

Otro museo singular es el Almeida Moreira, variopinta colección de arte con buena representación de la pintura romántica y naturalista, y además muebles, esculturas, porcelanas orientales, joyas, bordados de Alcafache, etc, desde luego muy ameno.

Un paseo por el barroco, que ya ha comenzado en la Misericórdia, nos conducirá por las iglesias dieciochescas de Santo António, Carmo y Terceiros de São Francisco, en la que intervino Nasoni. Para concluir, conviene descansar y respirar en el parque Aquilino Ribeiro, y a última hora de la tarde acudir, cruzando la Praça do Rossio, al antiguo mercado 2 de Maio, en el que a menudo hay ferias temáticas y actuaciones.

Al igual que Zamora la ciudad levantó un heroico monumento a Viriato, caudillo lusitano que hizo frente a Roma —el Asterix hispano—, obra del valenciano Mariano Benlliure (1940). Se localiza junto a la denominada Cava de Viriato, cerca de la salida del Camino.

En la parte posterior del chafariz de São Francisco, forrado de azulejos, en el escudo de la ciudad aparece un curioso peregrino tocando una bocina. Según tradición difundida por los trovadores, sería el rey Ramiro II enamorado de la mora Sara, hermana del gobernador de la plaza, que con este disfraz la cortejaba. El monarca leonés, primero en declararse «rex portucalensis», en 925 instaló aquí su corte.

Viseu exalta el vino de la región, amparado por la D.O. Dão, creada en 1908 y segunda del país tras la del Douro. Destacan sus tintos, en particular los elaborados con la uva Touriga Nacional. En el palacio episcopal de Fontelo, no lejos del albergue, se ha instalado el Solar do Vinho do Dão, con una pequeña exposición y las oficinas de la comisión reguladora.

El dulce más genuino de la ciudad son las castanhas de ovo, de origen conventual benedictino, pastelillos super calóricos con mucha yema y azúcar. Otras especialidades locales son viriatos (con crema de coco), pastéis de feijão (con almendra y judía blanca cocida), rotundinhas (hojaldre), trouxinhas de ovos, flôres do amor, etc, sin olvidar el regional pao de ló (bizcocho esponjoso). Los encontramos en pastelerías del centro como Amaral (Rua Francisco Alexandre Lobo, 52), desde 1953, o Capuchinha (Praça da República, 16).