Fernando Cristó...
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Transfiguración

1)*

El día anterior tuvimos 49 personas a la cena. En el albergue de Bercianos hay 45 plazas, pero se nos había colado un peregrino más, luego una pareja italiana dijo que meterían algo de dinero en la caja si los invitábamos a comer, y luego apareció el cura. Normalmente cenamos sacando las mesas al aire libre, pero justo ese día cayó un chaparrón a las 19:15, así que los 49 nos quedamos apelotonados en el comedor.

 

Por eso mismo, lo primero que salió de mi boca fue un “¡NOOOOOOOOOO!” enorme cuando al día siguiente un chico negro se me acercó y me dijo si se podía quedar a cenar. Se suponía que entre los 3 hospitaleros habíamos decidido que lo del día anterior no se podía repetir, pero resulta que mi compañero Jorge le había dicho que sí al chico (en el cursillo de hospitalero nos habían dicho que era mejor irse a la cama con la sensación de que te han tomado el pelo que con  la sensación de haber sido injusto).

 “Es que no tengo dinero” me dijo.

“Bueno, eso no tiene por qué ser problema, este albergue es de donativo: no quiere decir que sea gratuito, sino que compartimos las cosas: la cena, la casa, el cuidado y los esfuerzos…. Si quieres puedes quedarte con nosotros como peregrino y compartirás con nosotros la cena, pero esto no es un restaurante “.

El chico recapacitó: “ Ah, vale, me quedo”.

“Ok, ahora te tomo los datos”.

Esa noche era más tranquila, veintipocos peregrinos. Entre ellos, cuatro italianas estupendas que llevaban hora y pico en la capilla con sus canciones y oraciones, y que luego nos ayudarían a cocer la pasta y con las curaciones de pies maltratados en la caminata. El chico negro era alto y esbelto, venía a pata desde Bruselas y solo hablaba francés. Aquí se topó con una francesa que hablaba bien inglés y español y que le ayudaba a comunicarse.

Ese atardecer sí pudimos sacar fuera las mesas y la verdad es que así luce mucho más la cena. A los peregrinos se les pide algo de colaboración: cortar tomates o cebollas, sacar las mesas, poner los platos o fregar, y realmente la mayoría colaboran encantados, se sienten así parte integrante del sarao. Durante la comida hablé con una de las italianas, médico, que necesitaba echar el freno en su vida y replantearse ciertas cosas, y la peregrinación le ayudaba a estar centrada y pensar con tranquilidad. Como yo, se estaba acercando al catolicismo (“es la religión más bella, ¿no crees?”), y en una de éstas preguntó al chico negro, al que tenía a su derecha:” y tú ¿por qué haces el Camino?”. Y el chico, por toda respuesta, sacó un crucifijo de madera que tenía colgado al cuello.

Al acabar de cenar se recoge todo, se meten las mesas y Jorge pide tres voluntarios para ayudar a limpiar en la cocina. Los demás se quedan fumando un cigarro fuera, charlando un rato o dando un paseillo. Pero en menos de un cuarto de hora yo saco unas cuantas sillas plegables y les invito a que vayan a una colina cercana, a menos de tres minutos desde el albergue, desde donde se ve una de esas puestas de sol espectaculares de la meseta. En realidad, la “colina” es un promontorio bajo el cual yacen las típicas bodegas bajo tierra de la zona.

Suele ser en torno a las 21:00. Después de acabar de fregar nos juntamos allí a compartir las vistas, a comentar un poco cosas del Camino, a cantar si se tercia y a lo que surja. Yo llevo la guitarra, dispuesto a perpretar mis acordes, pero con la secreta esperanza de que alguien me quite de las manos el instrumento para tocarlo más dignamente.

A los hospitaleros anteriores se les había ocurrido un “juego” que nosotros también adoptamos: un cruce de mensajes de ánimo entre los peregrinos de ayer, los de hoy y los de mañana. Primero se leen los mensajes que dejaron en los días anteriores, y luego se pide que se escriban palabras para los de mañana, reflexiones o emociones que los peregrinos van madurando y destilando las últimas semanas de caminata. No en balde estamos a la mitad del Camino francés, y la gente necesita de ánimo para seguir.

Entre una cosa y otra, una de las italianas me pidió la guitarra y cantó dos canciones (en francés y español) con una voz muy bella y expresiva. Y luego se me acercó el chico negro y me dijo:

“He estado pensando, y creo que debería yo dar algo. ¿No era esto  un albergue de donación? Yo soy bailarín en Bruselas, y me gustaría poder bailar aquí para vosotros, si tocáis algo de música”.

“Ah, genial! Ya toco yo algo a la guitarra”.

El sol iba cayendo, el cielo estaba inmenso y se estaba levantando algo de viento. El chico se puso delante de nosotros, en el centro de una especie de terracilla que hace el promontorio. Me dispuse a comenzar la única pieza a guitarra que sé,  una canción de Salomé Arricibita, cuya parte central tiene el aire de una vieja Habanera.

Al hilo de los acordes, el chico empezó a mover los brazos, y,  ¡ahí va ! esto sí que no me lo esperaba! su cuerpo se mecía con la elegancia y suavidad de la brisa. Su piel, tan oscura y brillante contrastaba con el fondo rosado del cielo atardeciendo, creando una sensación de extrañeza muy seductora. De pronto, el chico parecía un ángel, un extraño ser entre el cielo y la tierra: extraño en su belleza y misterio, extraño pero al tiempo sorprendentemente coherente con el momento, como si fuera el primer peregrino de este mundo y estuviera redefiniendo el papel del ser humano en la tierra,  a medio camino entre un chamán, un príncipe y un heraldo de los dioses.

Este joven, que hace menos de dos horas se me acercaba humilde pidiéndome de comer, ahora aparecía transfigurado en la luz angélica del atardecer, entre la música y la danza, envolviendonos a todos los presentes en un lenguaje nuevo, que entendíamos pero que no habríamos sido capaces de verbalizarlo. 

https://youtu.be/VeOAghv7_XA

(*) El resto de los diez textos de "Transfiguración" están en la sección de opiniones.

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Ma Teresa
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Hracias Fernando. Esplendido relato y experiencia. Esta bien ver que todos los peregrinos aportan algo propio para compartir: ayudar en la cocina, recoger mesa o bailar con sentimiento u agradecimiento ante una puesta de sol increible que a todos vosotros se quedara grabado para siempre en la memoria.

abrazo

Indi
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Ay, Fernando, no veas lo que se te ha echado de menos.

Con qué elegancia nos regalas un pedacito de ilusión y esperanza; tan necesarias últimamente por aquí. 

¡Gracias!

 

 

Fernando Cristó...
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wink

txetxa
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Un lujo volver a leerte. Gracias!

primitivos
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puro espiritu del camino

TRAINERA
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Hola, Fernando, gracias por tu relato, lleno de amor y compresion, donde muchos de nosotros deberiamos sacar todo lo bueno del mismo, que es mucho. Yo termino hoy de hospitalero en Pasaia. Un fuerte abrazo para todos. Agur, Manu.

Papadopou
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Gracias Fernando (... cuanto tiempo sin leerte!!!) .  Qué bien que nos recuerdes los sentimientos que siguen a flor de piel ahí, a pie de camino, bajo los cielos de Castilla. Qué bien recordar que no todo es correr en pos de un sitio para pasar la noche. Qué bien saber que todo sigue ahí  y que lo estáis cuidando. Saludos.

João Batista Campos
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Gracias Fernando!

No lo sabía que eres hospitalero voluntario.

Mi admiración a ti elevó fuertemente!

Cuanto a narrativa, debe ter sido un espetáculo formidable!!

Saludos y buen Camino!!

Joseppb
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Camino en estado puro. Muchas gracias Fernando.

Saludos y Buen Camino 

MontseP
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Ostras Fernando, qué buena experiencia! 
Me encanta el albergue de Bercianos, donde he dormido un par de veces. La última vez que pasé, este mayo,  ya no pude quedarme a dormir por ir con la perrina pero pasé a saludar a las hospitaleras y me invitaron a la cena comunitaria. Recuerdo la puesta de sol pero sin el aliciente de un bailarín. Qué maravilla! Esos ratucos de magia te dan una energía tremenda!  A ver si algún año coincidimos de hospitaleros

Fernando Cristó...
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Montse, el albergue de Bercianos tiene caseta para perro!!

Por cierto, ese "ratucos" que dices ¿tiene alguna ascendencia cántabra?

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MontseP
Imagen de MontseP

Es verdad que tiene caseta para perros pero ya había reservado una habitación cerca para dormir. De todas maneras la dejé en el patio para probar su comportamiento durante la cena y no dejó de ladrar y gemir. Imposible dejarla por la noche , no dejaría dormir a nadie. 
Efectivamente, la ascendencia cántabra surge de cuando en cuando!
 

Fernando Cristó...
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Fernando Cristó...
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2)

Lo de coger la guitarra y empezar a manporrearla  para incitar a algún guitarrista a que me la quitase de las manos, dio resultado más de una vez. Me solía poner en la recepción del albergue en la calma chicha de la siesta, y mis “efluvientes” acordes llegaban al dormitorio de arriba.

Una tarde bajó un chico norteamericano, cruzó la recepción, salió a la calle, volvió a entrar inmediatamente y me abordó: “ ¿me dejas?” “Of course!”

Tenía un sombrero de paja, una larga barba entre rubia y pelirroja, y era tirando a obeso. Ya a mediodía le había echado el ojo: se le notaba tímido, incómodo entre la tropa ruidosa de los peregrinos. Un momento subí a por algo al baño, y lo vi esquinado, apoyado en una columna, refugiado en su móvil.

Por eso me alegré cuando cogió la guitarra. Y claro, cuando empezó a tocarla, porque realmente sabía lo que hacía. De su mano brotaban sonidos del Sur de EEUU, acordes que evocaban campos de algodón, cayos y humedales, y la agónica experiencia del hombre negro en aquellas tierras.

Serían las 16:30. Lo veía yo tan ensimismado en su música que no me atreví a pedirle que luego, en la reunión de la noche nos tocara algo. Y cuando dejó de tocar, temí que su timidez lo volviera a cerrar y que nadie del grupo se diera cuenta del don que llevaba consigo.

Pasó el rato. Hacia las seis y media ya habíamos sacado las mesas, puesto la vajilla, y la gente remoloneaba con hambre entre la cocina y la calle. Había una chica de Carolina del Sur muy dicharachera, que hablaba muy bien francés. En una de éstas, se acercó al chico de sombrero de paja, y con un gesto como de vieja escuela de la cortesía, le preguntó:  “¿Querrías tocar para nosotros?” Aha! Alguien aparte de mí sabía ya del secreto don del chico, y sabía con qué llave abrir aquella portezuela del espíritu.

Y así es como el chico del sombrero de paja volvió a coger la guitarra y nos dio un recital que difícilmente olvidaré. En el banco corrido pegado a la fachada de la casa parroquial, con un público entregado desde los primeros acordes, no sólo tocando el instrumento sino con una voz profunda y evocadora, libre, dolorosa . Por unos quince minutos nos transportó a todos los presentes a un mundo extrañamente lejano y  al tiempo tan familiar. Era él, sin duda, un “alma vieja”. ¿Qué tendría, 22, 25 años? Y sin embargo de su música emergía una empatía ancestral con las gentes y las tierras del sur, las viejas historias de tiempos de la esclavitud.

Unos días después, comentándole estas cosas a otro joven norteamericano de Sabanah que pasó por Bercianos, me dijo: “Ah, claro, en nuestra cultura uno no se presenta a sí mismo: espera que alguien lo reconozca y lo invite a abrirse al grupo”.

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Indi
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¿Y el vídeo? ¿Dónde está el vídeo? ¿Cómo vamos a evocar los campos de algodón, los humedales? sad

 

Fernando Cristó...
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Si el lenguaje pierde su capacidad evocadora y lo remitimos todo a lo audio.visual, apaga y vámonos.

Joseppb
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Aunque no veamos el vídeo lo sentimos como nos lo cuentas. Gracias 

Fernando Cristó...
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Fernando Cristó...
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3)

Apareció por la misma esquina por donde se colaba en ese instante el sol, a mi izquierda, entre la iglesia de S.Esteban y la campita. No es que me deslumbrara su imagen, pero desde el primer momento estaba rodeada de cierta extrañeza. Eran las 8:45 de la mañana, 1 de Julio, día “cero” mío como hospitalero en Zabaldika, a medio camino entre Zubiri y Pamplona, última zona rural del valle del Arga bajando del Pirineo navarro.

La figura se fue acercando y ya la pude perfilar: delgado y alto, rubio con alguna cana, barba recortada, y una sotana negra desde el cuello hasta el tobillo.

Me empezó a hablar en un inglés “aproximativo”, con sibilantes eslavas: “Buenos días, me gustaría celebrar misa aquí  y ahora”. Ostras, aquello, de sopetón, me pillaba cerca del fuera de juego, pero aunque mi cultura católica es bastante errática, a alguna recóndita esquina de mi cerebro le sonó como que esto a veces “se hace”. “Espere un momento, voy a preguntar a las hermanas”, le dije y me dirigí en dirección contraria, a la casona de la congregación  del Sagrado Corazón, que son las que llevan el albergue y la iglesia adyacente.

Llamé al timbre y me abrió Mariasun, con su campechanía bilbaina habitual. “ Aquí… un cura polaco… que quiere oficiar…”. La hermana me sonrió, entró a por la llave del portón y luego nos volvimos a la  campa donde nos esperaba Christopher, el sacerdote del Este. Mientras entrábamos, yo le dije al prete: “mire, yo toco el violín, y si quiere, puedo tocar en algún momento del oficio”.

Ahora va a parecer que soy el hombre orquesta… la verdad es que en realidad “mi” instrumento, si hay alguno, es el violín- mis padres me obligaron durante gran parte de la infancia y adolescencia a esa “condena” musical – y luego de la guitarra me sé cuatro acordes tocados de aquella manera.

 

Alora! Lo que no me esperaba era la respuesta del cura: “ Ah, muy bien, pues puedes tocar al inicio, antes de la eucaristía, después de la eucaristía, y al final”. ¡En cuatro momentos! Eso me pasa por dármelas de listo. En fin, me subí al coro, y el sacerdote y Mariasun se fueron para la sacristía.

La iglesia de S.Esteban es poco mayor que una ermita ( en euskera se diría “baseliza”, iglesia de monte), y tiene un retablo barroco coqueto, con unos dorados que  la luz natural los acaricia con misterio.

En un par de minutos tuve que decidir mi “ repertorio”: La parte coral de un oratorio de Bach, pizzicatos “new age” en torno a la eucaristía, y para acabar… ya se vería,  probablemente propondría un “cambiazo” a Mariasun y nos pondríamos a cantar un “Salve regina”.

Salió al altar el prete y comenzó la misa. En Polaco riguroso. Es decir, no se entendía una palabra. Pero es lo que tiene la misa católica, su canonicidad hace que no te pierdas, “Ah, esto debe ser el Credo” “ Ah, ahora toca el Padre Nuestro”. Y es lo que tiene un templo, que realza el misterio y la belleza de las cosas, porque en la serenidad del momento lo intelectivo es solo una de las facultades que se ejercitan. (Ah el latín, lo que se perdió y bla bla bla).

 

Unos días después, en una conversación, mi compañero hospitalero, Alfio, italiano comunista, me reconoció que a pesar de ser ateo, le conmovían este tipo de ceremonias sacras en las que se percibe al oficiante absolutamente inmerso en algo no percibible por los sentidos.

Y sí, algo del fervor del sacerdote nos llegaba a los allí presentes. Precisamente el no entender las palabras lograba que la mente volara a otro tipo de consideraciones: en mi caso pensé/medité en lo peculiar de la cultura polaca, tan frágil durante siglos, tan a la vera de los imperios ruso o austro.hungaro, de nazis o comunistas, pero que volvía a aflorar en su prístina tersura y delicadeza , cada vez. Al primer vistazo me había dado cuenta de que la sotana del buen Christopher estaba bastante gastada, y que su mirada tenía algo de fantasiosa, pero estas fragilidades le daban un encanto peculiar que me lo ganaban emocionalmente , y es así que funciona a veces la extraña seducción de las almas delicadas. ¿Qué mejor ámbito que el de una peregrinación para apreciar estas texturas del ser humano?

La verdad es que los pizzicatos quedaron chachis, y sí, al final cantamos el “Salve regina”. A mitad del oficio habían entrado un par de peregrinos italianos en la iglesia, y supongo que para entender la escena se dirían: “ Ah, bueno, esto es el Camino”.

Quedó bonito todo. Al acabar me acerqué a la sacristía: el cura estaba guardando la casulla en su mochila, y percibí que, junto a su breviario, ese era todo su equipaje de peregrino. “¿ se quedará a almorzar con nosotros, padre?”  “No, hoy tengo que seguir andando, al menos hasta Pamplona. Tienes carisma para la música, eh!”.  Su inglés era precario y entendí que lo que quería era mostrar de algún modo, con su vocabulario limitado, aprecio por mis acordes, pero vaya! La palabra “carisma” me entró muy bien en aquel momento.

Después de cambiar algunas palabras con nosotros salió al sol de la campa – en la iglesia hacia frío- y allí estuvo un rato leyendo su breviario – en polaco-. Luego siguió su camino.

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Indi
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Ser hospitalero te está sentando de maravilla. Al menos en lo tocante a narrativa y descripción, que si ya era buena ahora es brillante. Si además te queda tiempo para mejorar el virtuosismo al violín o la guitarra sería una suerte coincidir contigo en algún albergue. Aunque a lo mejor eres un gruñón, no sé.laugh

Papadopou
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Recuerdo ese albergue de mi primer Camino. Después de Zubiri me vine arriba y decidí que llegaría a Pamplona. Pequé de optimista. Muchos kilómetros para mi primer día y más calor del esperado me cocieron los pies dentro de las botas. Al llegar ya se anunciaban las ampollas que casi dieron al traste con mi aventura peregrina. Me ayudaron a curarlas y allí  me quedé a verlas venir hasta al día siguiente. Tras la cena en común nos reunimos para compartir la experiencia de esos (todavía pocos) días. Recuerdo un espacio elevado con velitas para crear un ambiente intimo. Creo que era en  la misma iglesia pero mi memoria no quiere colaborar. No hubo misa aunque si oración. No hubo música de violines ni nadie rascando las cuerdas de una guitarra. Nos preguntaron porqué habiamos iniciado el Camino y ofrecimos el manido repertorio habitual. No recuerdo qué contesté pero si que me acuerdo de que en los dos dias siguientes tuve muy claro que mi respuesta no había sido correcta. Qué hacía yo allí si casi no podía andar. Literalmente lloré subiendo el Perdón. En fin ...  recuerdo Zabaldika.

Veo, Fernando, que eres un tipo de lo más apañao. Lo mismo montas una cena para 50 personas (bueno, dijiste 49)  como interpretas la música en una misa solemne.

Por cierto, ?el cura polaco lucia bigote a lo Walesa?  Recuerdo que esas cosas solian llamar tu atención.

Saludos  smiley

Ya veo que tampoco lo vi:  "La figura se fue acercando y ya la pude perfilar: delgado y alto, rubio con alguna cana, barba recortada... "  blush

Fernando Cristó...
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"Apañao" ¡me gusta el adjetivo! uno intenta que las cosas chuten...

Se te quedó lo del bigote, eh? Me hubiese gustado seguir la pista del cura por tierras leonesas, a la altura de las minas de Ponferrada, lo mismo lo adoptaban...

Por cierto, el peregrino que se viene arriba el primer día queriendo llegar de Roncesvalles a Pamplona es el perfil prototipico de la "clientela" de Zabaldika. A las seis de la tarde, sudaos y molidos, ay los probes...

Papadopou
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Mi abuela me decia mucho : "eres más apañao que un jarrillo (de) lata" , lo cual en mi caso no se ajustaba mucho a la realidad. Pero, claro, era mi abuela.

Respecto a un sacerdote polaco, tal vez el mismo o tal vez no, puede encontrarse su pista en Redecilla unos dias mas tarde de lo que has referido. Este parece que vestía sotana, detalle que tú no señalas. Aunque también podría deberse a una confusión del cronista si lo encontró en la iglesia oficiando ataviado con su casulla.

https://www.militiatempli.es/templarios-en-espana-cronica-en-el-camino-d...

Resulta sorprendente (y entretenido!) esto del internet de los webs.

Fernando Cristó...
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"La figura se fue acercando y ya la pude perfilar: delgado y alto, rubio con alguna cana, barba recortada, y una sotana negra desde el cuello hasta el tobillo."

Papadopou
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Y no una, sino dos veces. "Al primer vistazo me había dado cuenta de que la sotana del buen Christopher estaba bastante gastada..."

Mea culpa  blush

Indi
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Deberían retirarte la e-compostela, o como penitencia, volver a hacer el reto. wink

Papadopou
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Resulta curioso como, a veces, va uno leyendo un texto y este lleva los pensamientos por recovecos de la memoria que se habian quedado allí al fondo, lo que comunmente llamamos los cerros de Ubeda. Pierdes de vista los detalles del relato aunque sigues conectado al fondo de la historia. Pero así, al repasar en busca de lo que había pasado por alto, me he vuelto a sorprender con la estampa de un cura peregrino con sotana hasta los pies.

Fernando Cristó...
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4)

Calma chicha de la tarde. La conversación va mutando en confesión de vida. Leticia habla y habla, y la estancia escucha. “Mi primer Camino cambió mi vida”… ¿Cuántas veces he oído esa expresión? Cuando Leticia lo dice, está abriendo la puerta a su interioridad, casi con solemnidad, como el “erase una vez” de los cuentos infantiles, que siempre prometían  tras esas palabras preliminares una historia imprevisible.

Por alguna convención cultural del mundo mundial Leticia cree que un albergue del Camino de Santiago es el lugar en que procede a media tarde desmelenarse y “contarlo todo”. Y resulta que sí, que el contexto de esta tarde conspira a que así sea.   Por de pronto me tiene como receptor a mí, para el que, como decía el otro, “nada humano me resulta ajeno”. Además, una brumosa intuición me susurra que esta es una de las sutiles funciones del hospitalero: algo entre psicoterapeuta de andar por casa, partero de conciencias, o menos pretenciosamente, paño de lágrimas.

Y luego, claro, es que Leticia es mexicana. Y hay en  su voz un emponderamiento de su persona a través del relato, y su palabra tiene ese nervio narrativo de las viejas culturas orales.

El que logra atravesar la somnolencia de esta hora de la tarde con una historia confesional, llega a un nuevo territorio de  complicidad con el compañero peregrino. Y uno intuye que esta es una de esas fraguas donde el Camino va tejiendo sus embrujos.

Leticia me cuenta la asfixia moral a la que le sometían los juicios de su entorno familiar, y cómo un cura de León le dio la clave para desanudar su situación. Y cómo, en su proceso de “liberación” decidió desprenderse de todo sus enseres y la segunda mitad del Camino lo hizo confiando en la Providencia. Y que al llegar a Santiago, constató que no le había faltado de nada esencial, y que al contrario, esa apertura le había enseñado a paladear una libertad que no conocía previamente.

Y aquello fue, claro, el prólogo de una verdadera liberación vital. Porque como dicen “el verdadero Camino empieza al llegar a Santiago”: Oigo esta expresión por enesisísima vez, pero también por enesisísima vez me doy cuenta de cómo un tópico manido puede contener una verdad radical para el aquí y ahora de la persona delante de mí.

Y con la fatalidad misma de la historia de Leticia resulta que la única canción que me sé a la guitarra le va como anillo al dedo a su relato,  y casi enrojeciéndoseme las orejas por el pudor que me produce tanta “fatalidad” junta, le digo:

- Te voy a cantar algo -. Y cojo la guitarra y tras la introducción a lo vieja habanera, “procedo”:

 

“¿Quién arrojará la piedra y pondrá precio a mis heridas?

¿quién removerá fantasmas y me negará la vida?

¿quién vendrá a pedirme cuentas y anunciará mi torpeza?

¿quién en verdad se interesa por mi alma y su tristeza?

¿quién puede decir que al cabo perdona pero no olvida

y vive seguro y cierto con la conciencia tranquila?

¿quién olvidará mi nombre y me cerrará su puerta?

¿quién no tiene alguna herida que se queda siempre abierta?

SI DIOS NO ENTIENDE DE PIEDRAS

QUE SEÑALAN Y CONDENAN

SI EL SÓLO SABE DE ABRAZOS

DE CURACIONES Y ESPERAS,

DE CALOR, ABRIGO Y LEÑA

QUE AGUARDAN, A PUNTO, SIEMPRE

RECONFORTANDO INTEMPERIES

Y ALUMBRANDO LAS CEGUERAS

SI PERDONA DE ANTEMANO

REGALÁNDONOS LA VIDA

SI EL AMOR DE DIOS NOS SALVA

SIN CANSANCIO DÍA A DÍA

CON QUÉ DERECHO JUZGAMOS

Y OPINAMOS DE CUALQUIERA

QUIEN ESTÉ LIBRE DE CULPA,

TIRE LA PRIMERA PIEDRA"

Cuando acabo de cantar caigo en la cuenta de que nunca he hecho  ni remotamente algo así, y que sin embargo, ahorita mismo era “lo que tocaba”. Y casi me siento sobrepasado como instrumento de la fatalidad para que "esto" sucediera. Así que cuando, tras un momento de silencio, Leticia dice:

“Esta canción fue hecha para mí”

No es exactamente un “deja vu” lo que siento, sino como si fuera el actor que representa su papel en una historia inexorable. Gracias a Dios, llegan dos peregrinos más al albergue  en ese instante y tengo que ir a atenderlos.

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Indi
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Joder! Qué bueno! 

Fernando Cristó...
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Danke!

Fernando Cristó...
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5)

¡Una vieja casona destartalada en Castilla! ¿Qué más podría desear un lector de Cervantes? Bueno, vamos por partes: Bercianos no es “exactamente” Castilla, está a diez kilómetros del límite provincial, del lado de León.

Tampoco la casa parroquial es exactamente una “casona”, y en cuanto a que esté destartalada, podría incluso resultar ofensivo el juicio.

Pero vaya, para mí “destartalado” tiene un valor literario cariñoso, y el albergue de Bercianos tiene ese aire de las ventas de Don Quijote que siempre me viene a la cabeza con alegría.

Por de pronto, la sensación de ser un sitio tan vivido!. Las cosas que habrán pasado entre sus muros de adobe y  ladrillo! Si pienso que tradicionalmente era la casa del cura, y éste en la tradición católica no podía sino estar soltero, ¿Qué función debían tener estas estancias tan amplias? Imagino urgencias sociales como pestes o migraciones de temporeros  que podrían dar sentido a la amplitud de estas habitaciones: pura historia social del lugar

Para alguien como yo que vive en un piso urbano del País Vasco, cada recodo aquí se llena de evocaciones. Veo la balconada enrejada del primer piso, con su candado de hierro forjado, y no puedo sino pensar en Sta Teresa de Jesús ahí, escribiendo una carta de amor mistico, inflamado su corazón como una granada.

Veo el portón de entrada, y los cantos rodados del mosaico del suelo y por un momento me imagino a Pedro Crespo despidiendo a su hijo Juan, que va a servir al rey en Flandes.

¿Calenturienta mi imaginación? Cuando a los peregrinos se les dice que este es un albergue de donativo, pero que esto no quiere decir que sea gratis, sino que se deja  en sus manos que juzguen un precio adecuado en función de lo que puedan pagar, quieran y aprecien, para mí no son éstas palabras huecas. El espíritu de compartir podría ser muy apreciable, pero también la resonancia histórica de este lugar es muy apreciable… para el que quiera verlo.

Pero si, más allá de Sta Teresa o Calderón me viene a la cabeza sobre todo Cervantes es por el travieso ambiente de casa de tránsito que tiene este lugar, y que el escritor manchego tan bien reflejó en su novela.

La verdad es que no he leído a ningún cronista del Camino de Santiago que compare el cruce de encuentros de personas de distintos pelajes en esta peregrinación con el que se escenifica en el Quijote en la venta de Maritormes a partir del capítulo 23 de la novela, y sin embargo, es asombroso su parecido.

 Por de pronto, la mezcolanza de gentes de México y de Argel,  de Andalucía y del Norte que escenifica Cervantes tiene la misma chispa internacional que el Camino. También está eso de que en la calma chicha de la media tarde se juntan los personajes para contarse historias confesionales, y van descubriendo sus verdaderas identidades. O cómo empiezan a interactuar entre ellos, con complicidades, ayudas mutuas y amoríos. O cómo todos, con la nueva complicidad compartida, se ponen de acuerdo para hacer una broma a algún personaje peculiar…. Todo ello tan de los peregrinos del Camino, y tan cervantino al tiempo.

Estas viejas casas a la vera de los caminos están tan llenas de vida! Viviendo estos días aquí se me ha deshecho aquella imagen que no sé exactamente de dónde me venía de tierras aisladas o lejos del pálpito humano. Cualquier francés , inglés, italiano, holandés puede reconocer elementos de su cultura tradicional en esta casa: en la pica de su portón, en la frescura interior, en el juego de vigas de madera y adobe, en las rejas, en la anchura de sus estaciones comunales: podría imaginar sintiéndose como en casa aquí a Rabelais o a Chaucer, a Bocaccio o al holandés errante.

Pero quizá lo más genial es que esta casa parroquial no es una pieza de museo – que podría- sino que sigue vivita y coleando, cada nuevo dia trenzado con su travieso espíritu la existencia de los que pasan por ella.

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Papadopou
Imagen de Papadopou

No me veo con ánimos para imaginar a  Santa Teresa  escribiendo cartas encendidas en ese balcón enrejado, ni aún sabiendo que las dirigía a Dios. Las escenas con galerías enrejadas me recuerdan amores imposibles. Un Romeo escalador de balcones veroneses. Una Doña Inés que, sin saberlo, tal vez ansiaba la llegada de un burlador sevillano. Aún sin el hábito o el aura de santidad me tendría que obligar a confundirla.

Vigas de madera y adobe. Nada de venerables sillares. Mucho más sólidos para encerrar la virtud, la sabiduria, la riqueza. También mayor desafio para el osado asaltante. Siempre opacos ante la mirada indiscreta que desea desentrañar los hilos con los que se teje la trama de las vidas tras esos muros. 

En cualquier caso, Fernando, a ver si en lo que te vas a transfigurar es en el Diablo cojuelo. Serás un  travieso espíritu del Camino que nos desvelará los entresijos de los albergues por los que pases?

Saludos.

Indi
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Tenga cuidado amigo Sancho, que peligra su rango de gobernador en la Insula Bercianaria ¿Acaso no ve vuestra merced que ha perdido el juicio, pues cree que es palacio lo que es hospedería? 

Fernando Cristó...
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6)

Papadopou lo llamó ser apañado, pero uno se para a pensar y hay un factor no intencional que aflora y que resulta determinante. Sí, “resultar” es un verbo adecuado: Resultas ser  sin habértelo propuesto.

A ver: estás a media tarde charlando con un  sueco en la campita de Zabaldika, que es como una balconada natural sobre el valle. Y te pregunta sobre la campana de la iglesia de S.Esteban, que es la más vieja de Navarra. Y tú le dices, “claro, es que mira donde estamos, a medio camino entre el Pirineo y Pamplona, un lugar estratégico y que requeriría ser controlado… piensa en tiempos de Carlomagno”.

Y lo dices de pasada, pero enfrente tienes ¡a un sueco! Y ves que se le pone una cara de fascinación al escuchar el nombre del emperador franco. Y esa fascinación espolea tu verborrea, claro. Y de pronto aquello cobra unas dimensiones insospechadas – por más que tú  justo sepas lo de siempre, que si Roldan y el cuerno, que si los moros y los vascos -. Pero es que, es que... frente a ti tienes a un oriundo de los vikingos, y tienes ahí el valle, y… y… en el país de los ciegos el tuerto es el rey… así que por un ratico “resultas” ser un guía turístico, casi casi un Américo Castro, o un trovador de cantares épicos si se tercia.

O esa misma tarde, a una chavala francesa que ya lleva siete semanas de camino porque salió desde la puerta de su casa, y a la que le ves ya “en la otra dimensión”, le empiezas a contar cómo fue tu “caída del caballo en la ruta de Damasco”, y … ya está, durante la siguiente media hora “resultas” ser el gurú que justo ahora ella necesitaba escuchar, y encima, como los grandes sabios, disfrazado de humilde hospedero.

O estás en Bercianos (ya se ve que mi paleta de experiencias hospitaleras pivota siempre entre dos puntos jeje!) y tu compañero voluntario valenciano lleva cuatro días poniendo paella para cenar. Lo hace genial y es un espectáculo con su súper paellera y tal, y los peregrinos disfrutan y tal y cual, pero joer, ¿también mañana  va a ser paella? Así que logras un día de tregua, y decides poner un puré de verduras, con sus puerros, zanahoria y patata,  lo más normal de lo normal en las tierras vasconas. Con un chorrito de nata para darle un toque interneixonal. Pero en cuanto empiezas a cortar el puerro, te das cuenta que tu acto pedestre se convierte a ojos del compañero en todo un gesto de “haute cuisine basque”, y le ves que te mira con un respeto y admiración que te ha racaneado hasta el día de hoy. ¡¡ por cortar un puerro!! Así que “resultas”  ser cocinero.

No sé, es como un eco en el aire, como si tus actos estuvieran conectados a una nueva  caja de resonancia. Aprovechando que hoy los italianos han sido muy madrugadores,  estás a las 7:30 barriendo el cuarto central, y un peregrino australiano longuis y tardío, que te vio ayer de comandante supremo de la expedición nocturna, se sorprende viéndote con la humilde escoba, y te empieza a preguntar sobre esto de ser voluntario, que cómo y que por qué, y así, sin pensarlo, te sale un speech  sobre el espíritu del peregrinaje másalláde lo comercial, la voluntad de alentar un legado y una forma de estar en la vida y bla bla bla (y no son ni las ocho de la mañana y tú con la escoba en la mano como si fuese el cetro de Fidel Castro) y cuando el australiano baja ya hacia la salida, te dices: “si va a "resultar" que sí, que otro mundo es posible”.

Sí, el Camino te resitúa , te ves diferente, actúas diferente, hablas diferente, sientes y piensas diferente. Es supongo que por eso que titulé a esta serie de textos “transfiguración ”, aunque el primer día sólo intentaba transmitir la impresión de aquel chico que se puso a danzar delante nuestro. De alguna forma, lo que le pasó a él, que “resultó” ser un ángel disfrazado de peregrino pedigüeño, esa metamorfosis nos pasa a muchos, y siendo hospitalero se acentúa.

En fin, me enrollaría con mil anécdotas, acabo con una: Cuando por la mañana están a punto de marcharse ese manojo de gente cuya química floreció ayer delante de tus ojos, y sientes ese punto de ansiedad por perderlos irremisiblemente, traduces ese cariño en preguntas como: “ y qué tal de peso? Ya sabes que la meseta se está acabando y no necesitas cargar con tanta agua…” o “Bueno, quizá con que te rodees la ampolla con algo esponjoso, una vileda por ejemplo, vas que chutas, y te puedes ahorrar ese espectáculo sado.maso de las agujas…”. Y con esos consejitos, “resulta” que fluye esa textura humilde y hogareña, que ya no disimula su cariño empapado, como el de los abuelicos amorosos, atentos  y entregados.

 

MontseP
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Qué placer leerte, Fernando! Es que además lo condimentas con una gracia especial. 

 

Papadopou
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Está hecho un Arguiñano de las letras ... debe ser porque es vasco smiley

Indi
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Buah! Ni Martín Berasategui, yo le daría las tres estrellas Santiaguín. 

Lo que no dice es lo que pensaron los peregrinos guiris que aquel día les tocó crema de puerros en lugar de paella valenciana laugh

 

 

Ma Teresa
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Mejor no preguntar. "Radio macuto" habia informado de la buena noticia y algun peregrino llegaba relamiéndose, pero en fin algun berrinche seguro que hubo y no es por desmerecer una buena porruslada, pero claro la paella tira y tira....

Fernando Cristó...
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Jajaja!

Fernando Cristó...
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Fernando Cristó...
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7)

Shai Audra Simpson y Rotem Zukierkorn son una pareja judía:  ella de Holanda y él de Israel. Viven en Ámsterdam, pero entre ellos se hablan en hebreo. No estaba yo en recepción cuando han llegado al albergue, y durante la tarde he andado liado, así que no he reparado en ellos hasta la reunión de la noche.

Son las religiosas de Zabaldika las que llevan adelante este encuentro – voluntario -. Se lee algún pasaje bíblico relacionado con peregrinaciones, se pone algo de música centrante, y luego se anima a la gente a compartir algo de su experiencia en el Camino: alguna anécdota, reflexión,  emociones, motivaciones…

Hoy toca un pasaje en el que el profeta Elías, huyendo de sus enemigos, entra en una cueva y un ángel le dice que se le va a hacer presente Dios.  Pasa una tormenta, pero no está Dios en ella. Pasa un viento fuerte, pero tampoco Dios está ahí . Y luego pasa una suave brisa, y sí! La brisa sí era Dios manifestándose.

Es un pasaje extraño y bello, con esa fantasía sutil y sabia del mundo semita. Después de la lectura, la gente empieza a hablar de sus experiencias, y en un momento dado, es Rotem quien toma la palabra:

“Yo viví mi infancia en un Kibutz no muy lejos de la montaña en la que se escondió Elías. Mi padre creyó durante muchos años en la ideología que sustentaba los kibutz, pero luego ya no. Y a mí  me pasó lo mismo. Me resulta estimulante escuchar justo esa historia aquí. Nosotros hemos empezado esta peregrinación con la ilusión de participar en una tradición de la cultura europea.”

Quizá me equivoco, pero creo advertir una nota de dolor en las palabras del chico. Y se me despierta una enorme curiosidad por saber de ellos.

 No fuerzo las cosas, pero en una pequeña tertulia antes de acostarnos, y en el desayuno del día siguiente tendré la oportunidad de conversar un buen rato con la pareja.

Enseguida advierto que Rotem  tiene un perfil intelectual muy europeo, pero por eso mismo me llama mucho la atención cuando a la mañana, mientras se hace el café, a propósito del café turco y del tabaco que fuma habla de sus “vecinos” de Siria y Egipto… y me produce una gran extrañeza ese equilibrio de referencias. Como cuando me dice que sus ascendientes habían emigrado a Brasil, pero que retornaron cuando se estableció el estado de Israel.

Y luego Shai Audra habla de la impresión fortísima que le produjo la primera montaña que vio, pues en su infancia no había salido de los Países Bajos, que son tierra plana. Flota en el aire en torno a ellos un desenraizamiento geográfico y vital, y no sólo como “concepto”, sino como una ¿emoción? como la nota de dolor que creí percibir ayer en Rotem.

Y me pregunto si se sentirían cómodos ayer en la capilla. En el desayuno surge una conversación sobre los samaritanos y los fariseos en la época de los evangelios. Y Rotem dice que los samaritanos pasaban de la ortodoxia, porque en el destierro de Babilonia se habían abierto a otros pueblos, así que al volver a Israel se les veía como “no puros” y ni siquiera iban al templo de Jerusalem para sus ritos religiosos, sino que los celebraban en un monte local.

Les comento cómo los montes y colinas tienen un papel religioso en muchas culturas (en  Japón, en Australia…) y cómo en mi ciudad, Vitoria, es muy popular la romería a una colina donde la gente visita el santo, y luego baila y come. Shai Audra me mira con una  cara como de extraña nostalgia, de algo que no ha vivido pero de lo que su pálpito se siente cercano.

Y a mí, en ese momento, me da corte sacar el tema de los sefardíes, los judíos expulsados en 1492: igual me meto en un jardín,  provoco una incomodidad innecesaria, o hay por ahí alguna herida cultural mal curada. Pero como sé que el hecho de que ayer se leyera en la iglesia el pasaje de Elías les tocó la fibra, les digo que a  Teresa de Avila, santa española de origen judío, también le emocionaba el ascendiente hebreo del cristianismo.

Y en realidad, sin decirlo directamente, de forma instintiva, lo que quiero es hacerles sentir en casa, en un sentido que yo mismo no sé precisar. Sí claro porque soy el hospitalero del albergue, y sí claro porque ésta es una peregrinación y los caminantes necesiten algo de arropo. Y sí, claro, tiene que ver con eso de que un peregrino es un “extranjero en la tierra” y que remite a esa tensión en el ser humano entre el hogar y el viaje. Pero instintivamente sé que hay algo más, y me costará unos días caer en la cuenta de lo que en ese momento palpita.

En esa falla sangrante de la historia de España que fue la expulsión de los judíos quedó un dolor colectivo, y una culpa colectiva que aflora a pocos centímetros de la superficie de nuestra cultura. Y tirando de ese dolor y esa culpabilidad me viene a la cabeza la leyenda del judío errante. Que claro! Tiene que ver tanto con el peregrino como extranjero en la tierra: que va andando y andando de un lugar a otro, sin poder acabar de asentarse. Empujado por una esperanza adelante, pero también espoleado por un nudo de dolores y culpabilidades a su espalda.

(En la leyenda se dice que el judío errante estaba en Jerusalem cuando Jesús fue torturado, y que cuando cargaba la cruz por las calles, ese judío se burló de él. Por lo que Dios lo condenó a errar por la tierra hasta la vuelta del Mesías).

La leyenda, en realidad, es europea y medieval, y transpira un claro anti.semitismo. Pero remite al tiempo a algo más profundo, que está en la médula del ser humano como migrante. De la mezcla de ilusiones y culpabilidades que le empujan a salir de una tierra y no acabar de decir “ éste es mi hogar”. La antiquísima cultura judía sabe mucho de esto, pero no son, claro, los únicos desplazados que ha habido en la historia de la humanidad. Y me viene a la cabeza el padre de mi tía política, que estuvo en el bando republicano en nuestra guerra civil, y que tras la contienda huyó a Hispanoamerica, pero que nunca acabó de asentarse en ningún lugar, con una mezcla de ilusiones, culpabilidades y rabia.

O como el  judío Melquiades que aparece en la novela “Cien años de soledad”, de Gabriel García Márquez. No se sabía cuándo había nacido, ni de dónde venía: aparecía en Macondo de vez en cuando con un invento nuevo, y luego se evaporaba con un aliento de caminos y misterios orientales.)

...

 

Cuando por la mañana Shai Audra y Rotem están a punto de marcharse, mi abrazo no puede ser más efusivo. Me gustaría que entendieran que aquí quisimos hacerlos sentir en casa. Cada mañana, los peregrinos, madrugando, se lanzan con pies ligeros al camino todavía a oscuras. Lo han hecho así desde hace miles de años, de Oriente a Occidente, siempre algo incómodos por dejar algo atrás y siempre expectantes de lo que encontrarán adelante, despidiéndose y saludando lo nuevo.

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Joseppb
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Muy bonito y muy bien escrito yes

JSMartos
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Sigo embelesado tus escritos, Fernando Cristó... y me dejan... ¡¡¡sin palabras!!!

¡¡¡Ultreia!!!

Fernando Cristó...
Imagen de Fernando Cristóbal Otxandio

smiley

Papadopou
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Hola. Me ha gustado mucho tu deseo de hacerles sentir como en casa. Hospitare quiere decir “atender a los invitados”, verdad?  Y filoxenía,  “amor (afecto o bondad) a los extraños”. Es lo que se agradece a un buen anfitrion.

Una nueva mención a Santa Teresa. Tal vez sea casualidad, o no. Quizás sea una de tus lecturas de cabecera para este verano en los ratos libres.  A mí me ha hecho pensar en casualidades. Las que ordenan los hilos de nuestras vidas. Por ejemplo, el abuelo de la santa parece que era un prohombre toledano,  judio converso. Tuvo que hacer lo necesario  para alejar de su familia y de sí mismo la sospecha que recaía sobre los conversos.  Salvó la vida, y sus bienes, y a sus hijos, lo cual luego permitió que naciera Teresa de Ávila. Escapó bien, solamente con el sambenito durante poco tiempo. Porque también pudo haber ocurrido que ascendiera a los cielos en forma de humo y olor a carne chamuscada, auto de fe mediante. Asi, casi por casualidad, su nieta pudo llegar a existir y aparece de tanto en tanto en los pensamientos de un hospitalero novato en  tierras de Sefarad. Este sirve tanto para hacer de monaguillo para un cura polaco, como para agasajar a sus huéspedes con conversaciones sesudas.  Aunque a veces les escamotee una paella,  valenciana o de donde sea, para poder lucirse elaborando una crema de puerros. Puerros? En serio? Seguro que eres de los que le añade pepino al gazpacho. Ufff, otro jardín!!!

Saludos laugh

Fernando Cristó...
Imagen de Fernando Cristóbal Otxandio

Es que Sta Teresa es mucho Sta Teresa. Como bien indicas, su historia familiar la coloca en uno de los epicentros de nuestra historia, y lo "airosa y graciosa" que sale de ello es una lección en todos los sentidos. 

Xalic
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Solo confirmar que también voy leyendo, Fernando. Pero no me atrevo a comentar, temo no estar a la altura.  

Indi
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Repito: ser hospitalero te viene al pelo 

Estoy seguro de que, como bien dice Xalic, muchos de los que te lean no se atrevan a romper la magia que queda tras la lectura. Es como si hubiera que respetar un silencio al que no hay nada que aportar. 

Yo lo he roto antes, y lo rompo ahora para animarte a seguir compartiendo con nosotros esas reflexiones tuyas que a su vez nos hacen reflexionar. Y también porque nos conocemos personalmente y eso me da cierta licencia para hacerlo, y para que sepas que seguimos ahí, detrás del visillo, escrutando en la tormenta, el fuerte viento y la suave brisa.

Gracias por hacerlo.

 

 

Papadopou
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Vale. Pues entonces, como yo no lo conozco personalmente, haré mutis por el foro  crying

Indi
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No, no, tú no... mójate laugh