Al apóstol desde Roma
No estaba muy convencido de abrir un hilo en el foro sobre esta Peregrinación, pero gente próxima me ha animado a que narre mis impresiones en tiempo, más o menos, real para que con el paso del tiempo pueda recordarla. Lo de escribirlo en una agenda se complicaba por lo del peso y el espacio. Así que he elegido el soporte virtual y dejarlo en el foro de Gronze por si alguien también tiene interés en conocer mi narración.
Como todos sabéis antes de dar el primer paso en el camino que hayamos escogido hay que cubrir dos etapas: la preparación de la logística, y el desplazamiento hasta el punto de partida.
En mi caso, la parte más laboriosa de la preparación fue el elegir las vías (sería la Francígena hasta La Spezia, la Via della Costa en el resto de Italia, y en Francia la Vía Aurelia hasta contactar con el Camino de Arlés), asegurarme que tendría alojamientos en la mayor parte del recorrido (creo que llego a tener identificados albergues hasta un 85% de toda la Peregrinación, y lo que no está asegurado: el Apóstol proveera día a día). Preparar la mochila se convirtió en la repetición de mis dos peregrinaciones anteriores (excepto conseguir dos credenciales de la Francígena, por internet), y no le dediqué mucha atención, (esas cosas se pagan, y olvidé los trastos de lavar y secar: jabón, pinzas e imperdibles). Eso sí, tuve que añadir ropa de invierno, que supongo será necesaria desde la llegada a los Pirineos. (Más peso: unos dos quilos, y más bulto)
Llegar al destino antes de dar mi primer paso no fue tan complicado como otros peregrinos contáis en el foro: ni compartir taxis, ni complicadas conexiones de transporte (por ejemplo la llegada a Le-Puy-en-Velay). Avión a Roma, tren a Termini y autobús H hasta el Trastevere donde está la acogida donde me pondrían el primer sello en la credencial, y pasaría mi primera tarde y noche: la Acogida de la Cofraternita di San Jacobo de Compostella.
De esta acogida ya hay escritas aportaciones de otros peregrinos en Gronze, en los comentarios al albergue, la mía también. Sin embargo, sorprende que personal laico voluntario ponga tanta dedicación a propagar el espíritu jacobeo a 2700 kms. de la tumba del apóstol, cuando casi todos (por no decir todos) los peregrinos que llegan lo son después de caminar a Roma por la Vía Francígena. Creo que muchos de los que dicen amar al Camino tendrían que conocerles como ejemplo. Por cierto, que allí, María o Doriana, sin las elucubraciones de lo que son turigrinos, tienen claro el daño que hacen al Camino de Santiago, y si va teniendo sentido su trabajo jacobeo con la proliferación de excursionistas por las sirgas compostelanas.
Y al día siguiente comencé el inicio de lo que hasta ahora son 200 kms. (o así) recorridos.
La primera etapa, con el quilómetro 0, en la plaza del Vaticano (magnífico marco para tan magna empresa, todo hay que decirlo), se presentaba insulsa, intrascendente, y como tributo a la necesidad de dejar el área metropolitana de Roma. Pero hete aquí que a los 60 minutos de recorrer calles de Roma la ruta propone al peregrino que se despida de la ciudad desde el monte Mario. Y, claro: con el calor húmedo romano, el macuto un poquito pesado, la falta de hábito en las piernas, y unas rampas muy, muy considerables me hicieron pensar que: "total, ¿para qué?" "que dos horas de paseo por Roma no podía considerarse como una retirada de un camino", y que "si estos trabajos era ya el primer día, casi mejor volverse a casa". Por vergüenza torera llegué a los belvederes del monte Mario.
Y sí, realmente la vista es magnífica y merece asomarse por allí aunque no haya una Peregrinación a Santiago por delante.
Y en efecto, el resto de la jornada insulsa, toreando coches, cambiando continuamente de acera buscando algo de sendero que casi nunca existe en los laterales de carreteras; la ciudad sin acabarse nunca,... Pero no hay mal que 100 años dure y por fin la llegada a La Storta. En mi caso había buscado la cama en otra acogida de donativo que no figura en la relación de albergues de Gronze, (y esto para que piense el jefe sí debe incluirla). Esta en la Vía Cassia, n° 2040, a dos quilómetros y medio de la ruta oficial, pero estoy convencido no voy a tener otro alojamiento más cómodo y "lujoso" que éste.
Al día siguiente, y dada la ubicación de la acogida de la Casa de Santa Brígida, elegí una carretera, por suerte poco transitada, para atajar e incorporarme a la ruta oficial ocho kilómetros más adelante. Pero era para pensárselo. Y utilizo el verbo en pasado, porque con lo que llevo al cabo de 200 kms. empiezo a verlo como algo natural. Pero después pude pisar polvo, y piedras hasta llegar hasta Campagnano donde el alojamiento fue en un albergue parroquial, y del que podéis leer mi valoración (buena) en la página que Gronze tiene fijada.
En Campagnano di Roma es importante sacar, al menos hasta ahora, la conclusión de que toda población italiana tiene unas bellezas monumentales que tal vez estén fuera de la sirga, pero que hay que encontrarlas. Aplicar esta conclusión evitará alegar ignorancia si salimos de una ciudad sin haber disfrutado de los monumentos. Y en Campagnano, en efecto, allí estaba, al final de la población, el barrio medieval, con sus casas-torre, sus calles cubiertas con arcos casi túneles, por supuesto la puerta de la muralla que en la edad media tenían para entrar a la ciudad. Y por fin, la última casa del casco antiguo se colgaba al barranco que servía de defensa natural de la antigua población. Vamos, que me gustó ese primer barrio medieval que la Peregrinación me ofrecía (habrá más).
En la etapa del día siguiente empecé mi traición con los finales de etapa "oficiales", que me han permitido, ganar un día. Elegí para finalizar la ciudad de Capranica, la ciudad de los mil callejones. Por tanto, me quedé sin ver la ciudad de Sutri, a la que se adjudica gran riqueza monumental (será para la siguiente vez).
Aunque si pude ver, por estar junto al camino, un anfiteatro (por ser anfiteatro era romano) excavado totalmente en la roca (lo de aprovechar la orografía del terreno para excavar las gradas era cosa de griegos, por que los romanos ¡más rumbosos! hacían todo el edificio, desde los cimientos, como obra de construcción) Pero éste, no. Hasta los pasillos de acceso a los vomitorios eran túneles, como galerías mineras, excavados en la roca volcánica (que yo creo, por lo que vi después, que es la característica orográfica de la comarca, y que es fácil de desmoronar).
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Así que vamos a ver un nuevo lago: el de Raviège. Y, por supuesto, no defrauda. De nuevo las sendas apacibles por las proximidades del agua, contemplando doblemente las montañas con el espejo del embalse. Aunque será por el cambio reciente de senderos, las señales blanquirojas están poco claras y, al menos a mí, me obligaron a tirar de navegador de Google.
Como ya he dejado dicho, me siento como el conejo en la novela de Alicia en el país de las maravillas: "llego tarde, llego tarde " para poder estar en Saint-Jean el 30 de octubre, así hoy es uno de los días que alargaré la etapa para reducir una jornada. No terminaré en Anglés, si no en Bouisset. Significa que Chantal y Tierry dejarán de ser mis compañeros de Camino, nos despedimos a la salida de La Salvetat-sur-Augus, dejando en el aire encontrarnos por los senderos. Y en efecto, en un claro del bosque los encuentro comiendo el bocadillo. Realmente me alegré de volverles a ver, y sentir que allí, en el Camino, junto a los árboles, de pie en el sendero, era el lugar precioso para que unos peregrinos se despidieran. Creo que nos habíamos acostumbrado mutuamente a la compañía, y que realmente lamentábamos separarnos. Un punto de emoción sí sentí cuando nos dimos la mano, y ahora sí, nos dijimos el protocolario, pero está vez sentido: "Buen Camino".
Al pasar por Anglés me alegré de superar esta villa pues tampoco tenía ningún servicio. Difícil hubiera sido comer o cenar allí. Por suerte, elegí el final en el alojamiento de Le Reclot, junto a la población de Bouisset. En medio del campo, sí; pero a cambio en este lugar hay un pedacito de la historia de Francia en la segunda guerra mundial.
Empecemos por el comienzo. De la sirga oficial que llega a Bouisset sale una desviación que ya nos indica el albergue, pero también hay un letrero que dice que nos adentramos en el "bosque de los americanos", así llamado porque un pelotón de paracaidistas norteamericanos se lanzaron en esta zona para, junto con los milicianos franceses de la zona (y sin duda, algún español habría pues el pelotón llevaba un cabo que hablaba nuestro idioma para facilitar las cosas), realizar acciones de sabotaje, y en definitiva liberar más tarde Castrés. Según seguimos avanzando por esta desviación se encuentra un caserío donde se escondieron los paracaidistas en ese tiempo, y una placa así lo recuerda. La marcha por este "bosque de los americanos" está ambientada con nuevos cárteles que indican las diferentes acciones bélicas que sucedieron en cada lugar. Y por fin, en el lugar donde nos vamos a alojar estaba situada el cuartel general de los guerrilleros franceses. De nuevo otra placa lo recuerda en Le Reclot. Y todavía aquí, hace unos años, se hizo un acto en memoria de aquellos paracaidistas con presencia de uno de ellos.
Pero, dejando aparte "la guerra del abuelo", hoy en dia hay que recordar que el trato al peregrino en esta "chambre d'hotes" es magnífico (cama con sábanas, cena con aperitivo, unas castañas asadas para alargar la sobremesa, desayuno con zumo, ..).
Para el día 14, con niebla y lluvia desde la salida del magnífico alojamiento de Le Reclot, confirmamos la jornada ganada, al pasar por la población que tocaba ser final de etapa. En Boissezon, que ese es el nombre del pueblo al que hemos traicionado, las autoridades municipales nos han preparado un desvío bordeando un río (yo creo que se debió caer alguna casa tapando la calle), y con alguna confusión pues los carteles que indican Camino de Saint-Jacques nos dicen en casi todos los momentos que avancemos en una dirección, pero en otro momento nos dice que retrocedamos de la dirección que traemos... ¡Cosas que se encuentra uno cuando se pone caminar!
En cualquier caso: con la lluvia, la capa y el pantalón de agua que al final te libra de la lluvia pero te empapa de sudor, perdiendo la ruta varias veces por andar atento a la colocación de la capa, y que tras pasar Noailhac todo ha sido subir y subir; me ha resultado una etapa apestosa. Ni un sitio acogedor para poder comer el bocadillo. Y claro, al llegar a Castrés todos los restaurantes ya cerrados, por lo que me daré un homenaje a la hora de la cena (la norma es que cada día hay que tomar una comida fuerte).
Castrés es una bonita ciudad, con un núcleo de la población atractivo para recorrer, tiendas elegantes, y una plaza mayor, muy mayor con muchos bares y restaurantes; pero .. vacíos. No entiendo cómo hay tanto buen comercio y tan buena hostelería sin clientes, y eso que estamos a viernes por la tarde.
Lo que no defrauda son las orillas del río Augut. Los edificios de la ciudad se asoman al río, de modo que sus paredes son las orillas de su cauce. Bonita y típica estampa de la ciudad viéndola desde sus puentes.
Cuando salgo de cenar del restaurante, con sólo cuatro mesas ocupadas contando la mia, son las nueve de la noche de un viernes con magnífica temperatura, y con la lluvia matutina ya historia, la plaza está vacía de gente y de mesas: todo ha sido recogido. No consigo entender dónde está el negocio.
Dejé Castrés con la sensación de que me marchaba de una ciudad, sin duda bonita, pero que se me había escapado su alma. Estoy seguro que se puede disfrutar más de esa ciudad. Pero hay que avanzar una nueva jornada.
Está vez pocos quilómetros para llegar a Dourgne, donde no pude reservar alojamiento en ninguno de las dos abadías que hay en la población, y tuve que hacerlo en una "gite" que queda a un quilómetro de la población, en un entorno rural.
Nunca vayáis a ese alojamiento. En la valoración de los albergues que tiene Gronze he explicado el desastre en donde me metí, así que no abundaré en el tema.
Como novedades de esta jornada anotamos que pude comer en un restaurante tal y como lo entendemos en España: dos platos, postre, vino, café. Un lujo, pues los horarios franceses compaginan mal con las finalizaciones de las etapas, y la comida fuerte hay que dejarla para la noche (bueno, ¡eso de noche!, a las siete de la tarde). Y probé una especialidad local me pareció exquisita: la blanquete. Los locales, en su adaptación del francés al occitano, le llaman blanqueta: cerdo en salsa de champiñones y zanahorias, riquísimo. Claro se juntaba el apetito con las ganas de comer.
Cada vez somos más gente en el Camino. Se nota que la vía de Arles va acercándose a Toulouse. En este nefasto albergue hemos coincidido tres personas: un italiano, un francés, y servidor. Eso significa que hay muchas historias que contar, y menos tiempo para escribir (Así va de atrasado esta bitácora).
Y además del retraso en la narración, veo que llegó tarde a Saint-Jean
El día 16 me encontré con la imposibilidad de detener la jornada en Revel, como hacen muchos.
Y es que motivos había: el recorrido llega a la ciudad de Sorèze que tiene un casco antiguo digno de visitar despacio. Además de un monumento al peregrino tiene una iglesia mayor con torre-campanario octogonal de las que abundan en esta parte de Francia (de otras partes, por desconocimiento, no puedo dar testimonio). Tiene también un magnífico ábside gótico como resto de las ruinas de la iglesia de Saint-Marti, que fue destruido durante las guerras de religión del siglo XVI en en esta zona de Francia.
En esta ciudad ya prusumen de comenzar a recoger las aguas para lo que 50 kms. más lejos será el canal del Midi.
Y en ese caso, hubiera sido terminar la etapa en Revel, ciudad con todo tipo de servicios y con gran implicación jacobea: además de un albergue administrado por voluntarios de una asociación de amigos del Camino, existe un centro de "formación" de hospitaleros. Además de los atractivos que la propia ciudad tiene. Sobre todo, en la plaza mayor, un magnífico techado para acoger los mercados ambulantes. Yo creo que será el más amplio de todos los que he ido viendo en Francia. Y con esa sensación de ciudad viva, unas cuantas cafeterías a las que no pude resistirme para comer en una de ellas el bocadillo de media mañana con una cerveza.
Pero como decidí continuar en la etapa, aunque fuera un poco larga, tras Revel llega el que será nuestro compañero por tres días más: el canal de La Rigole, posteriormente canal de Midi. Son 17 kms. de paseo agradable a la sombra, con suelo comodísimo, sin presencia de subidas o bajadas (incompatibles con un canal). Y con lago con patos ¡y todo!, el de Lencias, ya al acabar la jornada.
Un viento del sur, cada vez más fuerte, amenizaba, por ahora, la jornada.
La villa de Les Cases es de esas ciudades que no tiene nada, casi nada (por suerte Isabelle, en la "gite" La Pasar-elle, además de buenos consejos, me daba cena, cama y desayuno). Así que me dediqué a identificar en la población el contorno de lo que en su día fue un convento, pero que la Revolución lo enajenó, y traspasó a manos privadas: un ábside de la iglesia todavía está en pie, pero es almacén agrícola de un lugareño. Las tapias todavía están ahí, y es fácil seguirlas. También me acerque a ver el memorial cátaro que hay en el cerro del Castrum. Viento fortísimo, que a veces casi me derriba, en ese otero desde donde ya se pueden intuir los Pirineos (o son mis ganas de verlos). Este cerro del Castrum fue una de las muchas fortalezas que los cruzados albigenses tomaron en su cruzada contra los cátaros (y de paso quemaron a 60 personas en ese lugar).
La estancia en ese paraje, cuando el viento me lo permitía, me recordaba la cripta de la abadía de Saint-Guilles, (¿quién se acuerdá? la primera etapa tras Arles) donde estaba la tumba de Pedro de Castelnou, representante del Papa ante los Condes de Tolosa, cuando el conflicto albigense todavía estaba en fase de negociaciones. Pero allí en Saint-Guilles, el legado Pedro de Castelnou, fue asesinado (y allí fue enterrado), y ya no quedó lugar para negociaciones: la guerra y la hoguera pondría fin a la herejía de los "hombres buenos".
En la cena Isabelle me da algunas opciones para llegar a Saint-Jean-Pied-de-Porte antes de que cierren la vía Napoleón para cruzar el Pirineo. "¡Llego tarde, llego tarde!", decía el conejo.
Así que salgo de Les Cases rondando la idea de cómo acortar jornadas (ya tengo identificada, más allá de Toulouse otra jornada que voy acortar reduciendo tres etapas a dos).
El camino es como ayer tranquilo y sin alteraciones de suelo, o de nivel. Mirar el agua del canal dando vueltas y revueltas es mi entretenimiento, y poco más porque en el canal no habitan, y si habitan no se manifiestan, ningún ave, cosa que me extraña. Pero...
Y 24 quilómetros y medio después, sin encontrar otra cosa a la que prestar atención, ya estoy harto de mirar el agua del canal dando vueltas y revueltas, en un kilometraje poco productivo, y ante la perspectiva de dos jornadas más con este paisaje he tomado la decisión que Isabelle me ha recomendado: tomaré el tren en Avignonet-Lauragais para llegar en él a Toulouse.
ANATEMA, ANATEMA. HEREJÍA.
Pues sí, perderé mis credenciales de buen peregrino, y hasta es posible que el apóstol me niegue las indulgencias, pero llegaré a Toulouse al mediodía, y dedicaré la tarde a dar mi particular homenaje a nuestros mayores, y que tengo en mente desde que me enteré que en mi Peregrinación pasaría por esta ciudad.
Toulouse fue la capital de España en el exilio para la mitad de los españoles. Durante 35 años en esta ciudad se intentaba, inútilmente como la historia demostró, que España dejara de ser el último estado fascista de Europa. Aquí se refugiaban las esperanzas de los que mantenían en la clandestinidad una resistencia al franquismo (recuerdo de Almudena Grandes su obra "Inés y la alegría" para imaginar la atmósfera española que esta ciudad tenía). Fueron 35 años de presencia española permanente, como por ejemplo las celebraciones del 1° de Mayo en el boulevard Lázaro Carnot donde la CNT y UGT reunían a 23.000 españoles. ¿Qué queda de 35 años de presencia institucional de la media España en el exilio (extranjero o interior)? Quería verlo con mis propios ojos y recorrer esos lugares que para la generación anterior a la mía, eran su vida y su esperanza.
La ciudad de Toulouse ha puesto el nombre, en occitano, a un muelle, en una zona céntrica, del río Garona, de "Cai de l'exili republican espanhol", y una placa para confirmarlo. Ningún cartel que explique porque ese nombre en la ciudad. ¿Y qué más? Poco más.
El antiguo hospital Varsovia, creado por el Partido Comunista, para asistir y curar a los militantes anarquistas o comunistas clandestinos que volvían heridos a Toulouse después de un nuevo fracaso para acabar con la dictadura, es ahora el hospital Joseph Ducuing integrado en la sanidad de la ciudad, y con una placa que recuerda que fueron los exiliados españoles los que le crearon.
La tumba de la anarquista Federica Montseny, la primera mujer que fue ministra de un gobierno en Europa, y que ahora reposa en esta ciudad donde tanto tiempo vivió (aunque tuvo oportunidad de volver a España y mantener su actividad dentro del ya legalizado sindicato CNT)
El edificio del antiguo Ateneo Español creado en 1954 es ahora un edificio de viviendas y en sus bajos hay un bar.
La sede del movimiento libertario y de la secretaria de la CNT en la calle Belfort durante 30 años es un edificio de viviendas donde sus moradores no conocen la historia, y en el barrio nadie recuerda que antifranquistas españoles pasaran por allí.
35 años de historia de media España ya han sido tragados por el tiempo y por la ciudad, pero yo en mi Peregrinación, y al pasar por esta ciudad, he querido darles mi particular homenaje
Qué suspense! Habrás llegado a la travesía pirenaica antes del cierre de la temporada? De 'pecador' a 'pecador' , no te preocupes demasiado por haber utilizado esta vez el comodín del tren , seguro que el Apostol no te lo tendrá en cuenta (y de aquí no va a salir). Saludos y ánimo.
Dejé el día 17 de octubre la España de hace 50 años, y el día 31 llegó a la España del día de hoy.
He cruzado el Pirineo por la vía Napoleón justo el día antes de que las autoridades francesas impidan utilizarla hasta el año que viene. Y justo el día siguiente de un cierre por las autoridades españolas por dos días (o tal vez tres, o tal vez cuatro) a causa de un incendio forestal.
La oficina del peregrino de SJPP, ayer, no sabía si hoy estaría abierta esa vía. Pero yo había apostado por cruzar el Pirineo por ahí, y tenía que intentarlo.
El domingo cerrada por incendio, el martes cerrada por calendario. La intensa tormenta de ayer noche fue el particular milagro que me hizo el apóstol.
Con esta entrada termino mis aportaciones al Foro. No podría añadir al Camino Francés nada que no se haya dicho. Ahora un mes más para abrazar a mi amigo Santiago (me ha cuidado mucho)
Y si algún forero desea conocer más en profundidad algún detalle del Camino de Roma a Saint-Jean-Pied-de-Porte con muchísimo gusto le cuento lo que pueda a través de mi correo.
A los que me habéis trasmitido vuestros saludos y apoyo os lo agradezco infinitamente. En muchos momentos me ayudasteis a subir el ánimo decaído.
Ultreia
Y lo acontecido del 17 al 31? Eso no nos lo vas a contar?
Me alegro que hayas podido cumplir tu propósito de entrar por la ruta Napoleón pese al horrible pecado ferroviario cometido y que prosigas, ya por terreno conocido.
Si no nos vas a contar nada más te doy las gracias por el esfuerzo de mantenernos informados y entretenidos. Con el tiempo el relato iba ganando en belleza, pasando de una guía descriptiva a un viaje compartido que nos ha permitido imaginar esos bosques y lugares como si estuviésemos allí.
Ultreia, Isidro! Santiago ya casi se atisba
Pues gracias por todo lo compartido, Isidro, y que el resto siga igual de bien. Una pena que no continue el relato ahora que nos tenías tan entretenidos. A pesar de andar ahora por sendas más trilladas seguro que no por ello carecería de interes lo que nos pudieras ir (re)descubriendo. En fin, ya sabes que nos gusta subirnos a las mochilas y seguir desde ahí arriba las andanzas ajenas -para aprender y tambien ir matando el gusanillo-. Saludos y buen Camino. Recuerdos a Santiago cuando llegues.
Gracias por dejarnos acompañarte ha sido un placer seguirte, recordar y conocer algunas novedades, Gracias, sigue Disfrutando ¡¡
Para mi, novatillo a dos días de empezar su Camino, lo tuyo tiene mucho de gesta heroica. Como otros compañeros, te animo a contarnos algo pero, en cualquier caso, Ultreia!
Hola Isidro, de tus impresiones durante el Camino por España, también nos alegrará saber. Bienllegado aquí!
Abrazo
Isidro gracias por compartir tu Camino, por las bellas descripciones, información e historia. Sabes que nos gusta leer las crónicas y más cuando son Caminos poco conocidos o de largo recorrido como el tuyo, así que lo hemos disfrutado muchísimo! Me alegro que hayas podido cruzar a España por Napoleón :)
Buen Camino!!!
Hola!
Respecto a la via Francigena,EN la parte suiza,alguien podria proporcionarme informazioni sobre alojamientos economicospara pelegrin@s.
Muchas gracias!!
▪︎. https://www.viefrancigene.org/en/resource/tour/la-francigena-svizzera/
▪︎ https://francigenavia.wordpress.com/la-ruta-de-la-via-francigena/la-ruta...
▪︎. https://francigenavia.wordpress.com/guia-breve-en-espanol-de-la-via-fran...
▪︎. https://francigenavia.wordpress.com/alojamientos-peregrinos/
Te agradezco mucho la informazione.de verdad.
Se de la existencia de la asociacion però llevo una semana intentando contactar con ellos a traves del correo y no Hay Manera.
De ahi que consultase EN este foro mi duda
Seguire intentandolo.
Gracias!
Habla con éstos... te atenderán ...
https://www.viefrancigene.org/it/
Gracias de nuevo.
Es la aplicacion,que ya tengo descargada.
Y ya habia echado un vistazo a Los alojamientos que para mi son supercaros.
Se qye suiza es intocable però no imaginaba tanto!
Pues echare mano de iglesias,ayuntamientos o caridad.
Al menos hasta que llegue a Italia.
De verdad que agraezco tus respuestas
Hola Begoaida.
Si tienes Instagram, busca @un_cartagenero_en_el_camino
En 2022 peregrinó desde Gibraltar a Jerusalén en 321 etapas, entre ellas la Vía Francigena completa desde Canterbury. A partir de la etapa 135 entra en Suiza, y sigue hasta la 145, que entra en Italia, y da mucha información sobre alojamientos que tal vez te interese. Luego ya es cuestión de intentar contactar.
Tienes una app suiza SwitzerndMobility Plus, es francamente buena, te posiciona sobre el terreno y te da todas las opciones posibles de alojamiento, caminos etc, no es especifica para el Camino es de todas las rutas por Suiza, yo fue la que use y por lo que use por otras personas que la usaron despues que yo, sigue siendo la mejor para Suiza.
Pero lo de buscar alojomientos economicos en Suiza vete quitandotelo de la cabeza, la mejor opcion es los pajares, si literalmete dormir en pajares, pero tampoco es economico una media de 40Euros.....
Suiza es una salvajada de Camino, pero terrorificamente caro.
Hay parroquias que dan acogida a peregrinos. Eso es difícil encontrarlo en alguna web ni App. Por eso he enlazado a lo que escribe Leandro en sus comentarios, por si le puede servir como orientación para indagar y planificar.
Saludos
Indi,gracias!!!! Però El enlace de leandro..
Si no me equivoco ,le escribi hace dias por la misma consulta però aun ASI te agradeceria que me enlazases su experiencia,no sea que vaya equivocada.
Por otra parte,,aunque no tengo Instagram,me cree una cuenta par buscar a un cartagenero:bestial su experiencia
Le escribi,claro! A ver si responde.
Me Apunto,por otra parte,el apunte de la aplicacion que me hace toroastur.
Y,para acabar,solo agradeceros la ayuda que me habeis dado
De verdad,estoy encantada!!
Hola Begoaida. Por Leandro me refiero al cartagenero en el camino, porque ese es su nombre. No sé si me he explicado mal y te he dado a creer que podía ser otra persona. No puedo ofrecerte forma de contactar directamente con él porque no la tengo. Creo que si le has escrito por Instagram tarde o temprano te contestará. Un saludo
Mil gracias!!!!!
Estimado Jose, me alegro mucho que este hilo te esté siendo útil en tu Peregrinación de Roma a Santiago. Y al saber que le estás utilizando de vez en cuando en tu Camino, me he decidido a escribir en él anotaciones que hace meses quedaron pendientes.
Se trata de completar la bitácora que comencé el 22 de agosto, y que abandoné con mi último texto el 31 de octubre; pero que no incluía los 14 últimos días de caminar por los caminos de Francia. En aquel momento, ya por el Camino Francés, preferí dedicar mi tiempo libre a confraternizar con otros peregrinos (supongo que los dos meses y medio anteriores de soledad, ya habían sido suficientes). Después, ya en casa, no tuve el estímulo para contar las vivencias de semanas ya tan lejanas. Debía ser que en el mundo ajeno al Camino no encontraba el alma que debía reflejar en mi relato.
Así que, Jose, te doy las gracias por animarme a esta tarea.
Recuerdo el día 13 de octubre, cuando me despedí de Chantal y Tierry, los peregrinos con los que coincidí por los senderos durante las primeras jornadas del Camino de Arles, el uso que ella hizo de la palabra animar durante la sentida despedida en medio de los bosques del Macizo Central: "Gracias por animarnos en el Camino que hemos hecho juntos; pero entendiendo por animar, su etimología: dar alma. Tú nos has dado alma al Camino". Más o menos, dependiendo de la traducción, fue lo que me dijo. De la misma forma Jose utilizo ahora "animarme". Recupero el alma para terminar la bitácora con la esperanza de que te será útil en algún momento.
Y gracias también porque me has permitido recordar, seguramente sin que fueras consciente, tan maravillosos momentos que viví en los mismos lugares por los que llevas caminando.
Espero que la crónica de las jornadas te sea útil a medida que vayas llegando a esos parajes. Y sin más, retrocedamos al día 17 de octubre del pasado año.
No quiero interrumpir la continuidad de tu relato, pero te agradezco enormemente este "esfuerzo" que no solo le servirá a Jose, sino a cualquiera que pretenda seguir tus pasos.
He leído libros de peregrinos que ni por asomo resultan tan entretenidos e interesantes.
Felicidades Isidro.
No volveré a comentar hasta que termines tu relato, pero no pienses que no te leemos
Cuando en la anterior crónica hablaba de la ciudad de Toulouse me fijé exclusivamente en la escasa herencia que la mitad de España, la España antifranquista, había dejado en la capital en el exilio tras 35 años. Ahora quiero aprovechar para comentar algún aspecto de la monumentalidad de la “ciudad rosa”.
Por supuesto, en cualquier guía turística, o incluso, en la guía de Gronze, se encuentra mejor descripción de los monumentos de Toulouse de lo que yo pudiera hacerlo. Pero sí hay un detalle de la catedral de Saint-Étienne que me ha llamado la atención, y quiero compartirlo. También es cierto que no he podido visitar muchos más monumentos. Pero el apóstol ha estado atento, y me puso ante la portada de la catedral. No hice mucha resistencia, y ante la evidencia del arte frente a mí, me rendí de inmediato para iniciar la visita.
Pues bien, diré que Saint-Étienne me dejó sorprendido pues nunca vi una catedral con el eje del templo no alineado entre la entrada a la nave y el altar.
A ver si lo explico. La entrada al templo es románica de gran majestuosidad. Pero súbitamente, la nave románica, en donde debería comenzar el crucero, se interrumpe; y la continuidad del templo se desplaza ahora en un estilo gótico de tres naves, a la izquierda. El eje de la nave románica se prolongaría en la nave lateral derecha de la construcción gótica. Mientras que el eje de la nave central gótica, que llega hasta el altar y el centro del ábside, es continuidad de la pared izquierda que sustenta la bóveda románica. No me he explicado, ¿verdad?
Probaré de otra forma. Uno entra por la puerta y camina por el centro de la nave (románica) hacia el altar. Pero súbitamente debe girar en ángulo recto a la izquierda, y tras unos pasos volver a girar a la derecha para situare en el centro de la nave (gótica), y alinearse, ahora sí, con el altar al fondo. ¿Entendido?
No importa. Cuando en diez días, llegues hasta allí, y hagas la visita, lo entenderás. En cualquier caso, el templo es una doble maravilla arquitectónica (por los dos estilos: románico y gótico) que no debes dejar de visitar.
Un órgano tiene Saint-Étienne, como ya hemos visto en tantas iglesias. Realmente, me llama la atención la profusión de órganos en los templos franceses, aún en los más humildes. Me gustaría escuchar algún día un concierto de órgano, y por supuesto en el Camino me sería más gratificante. También tiene la catedral una capilla con una representación del apóstol con su pinta de peregrino y los atributos correspondientes: calabaza en el bordón, vieira prendida al sombrero y a la esclavina, …. O sea, con las mismas cosas con las que caminamos ahora los peregrinos hacia Santiago.
La gran animación que encontré en el "Petite Auberge de Saint-Sernin", (el San Cernín de los navarros es el Saint-Sernin de Toulosse, patrón de la ciudad; San Saturnino en el santoral castellano) me hizo pensar que el Camino de Arles tendría más peregrinos a partir de esta ciudad. ¡Me equivoqué! La senda, en estas fechas, sigue tan vacía como la que he venido recorriendo hasta ahora. Sin rastro de "jaquets" hasta Léguevin, el final de esta etapa. Excepto un breve trayecto por el parque existente junto a un río que creo se llama l'Aussonnelle, la jornada tiene todo el recorrido sobre asfalto. Y además, la mitad inicial, en un entorno urbano.
Supongo José que estarás de acuerdo conmigo que la salida de las grandes ciudades son un auténtico tostón para el peregrino. Ya lo hemos comprobado en Roma, en Génova, en Montpellier. Y Toulouse no será la excepción. No olvidemos que es la cuarta ciudad más poblada de Francia.
¡Fíjate en este dato curioso! El reparto de los mayores núcleos urbanos sobre la geografía francesa: de las cinco ciudades más grandes, tres están en el sur. Y si pasamos a las siete más grandes, cuatro son meridionales. El concreto, el orden es: París, Marsella, Lyon, Toulouse, Niza, Nantes y Montpellier. Por Toulouse y Montpelier pasa el Camino, y también por Niza si el peregrino desde Italia prefiere caminar por la costa, como hiciste tú. Yo elegí caminar por el interior. No sabía yo que el antiguo Pays d'Oc sea la parte con más dinamismo económico de Francia.
La sirga jacobea, en sus interminables 12 quilómetros iniciales de entorno urbano, pasa junto al molino de viento de Saint Martin de Touch, éxito vecinal de recuperación del patrimonio, según nos cuenta el cartel explicativo adjunto. Y más tarde, bordea las instalaciones industriales de la mayor empresa constructora de aviones del mundo: la compañía Aerobús. Aunque se trata de una empresa multinacional (también con capital español), tiene aquí su sede jurídica, y la planta de montaje final de los aviones que han sido fabricados por partes en muchas otras plantas europeas, incluidas algunas españolas.
Este aburrido barrio "aeronáutico" que atravesamos, en donde algunas calles tienen los nombres de aviadores franceses, reúne a otras empresas del mismo gremio que vemos mientras caminamos. Recuerdo una que almacena en la explanada exterior numerosas piezas de aviones (alas, motores, trenes de aterrizaje, ...), como si de un desguace se tratara. Yo imaginaba, mientras lo contemplaba, como llegan hasta la explanada personas que están buscando los elementos que necesitan para sus aviones: "-El tren de aterrizaje creo que no me funciona bien, ¿tenéis vosotros alguno que me pueda servir?". "-Necesito unas alas de otro color que quiero tunear mi Falcón".
Sin duda el sector de la aviación tiene bastante responsabilidad en el desarrollo económico de Toulouse. Feria de la Aviación en Salon de Provence, fábrica de Aerobús en Toulouse, ... Parece que la industria aeronáutica francesa se encuentra cómoda en el sur del país.
Poco antes de abandonar la zona urbana, en el bulevar central de una ancha calle, encontramos una vieira jacobea de considerable tamaño. El peregrino piensa que estando en el Camino de Santiago, y con este motivo escultórico tan propio, el paseo debe llamarse Paseo de Saint-Jacques. ¡Casi! Es el comienzo del Paseo de Saint-Jean. Y es que, en el autismo de la Peregrinación en el que uno va inmerso, terminamos por sentirnos el ombligo del mundo, y todo tiene que ver con el Camino de Santiago. ¡Y no!, parece ser que hay vida fuera de la sirga del apóstol.
Ya sólo nos queda atravesar la bonita población de Pibrac. Unos jardines rodean su magnífico "chateau" (o sea, palacio, como su propio nombre indica). Tiene también un caserío que conserva edificios con soportales; y comercios y servicios abundantes. Tiene un paisanaje que intenta hablar al caminante en español. Y un magnífico templo dedicado a Sainte-Germaine, santa con gran devoción en estas tierras de donde era originaria, y a la que se le atribuye el mismo milagro que a Santa Casilda de Toledo: alimentos ocultos entre las ropas que lleva para necesitados, que se convierten en flores cuando van a ser descubiertas.
Así que meditando sobre estos paralelismos milagrosos entre Toledo y Pibrac llego, con magnífica temperatura y en manga corta, a la ciudad de Léguevin, antes de las dos de la tarde. Es decir, a tiempo de comer el menú del día, sentado en un restaurante con servilleta y mantel. Un "capricho" que intento mantener en los difíciles horarios franceses.
El día 19 hay que llegar a la gite de Le Grange, próxima a la aldea de Giscaro. Serán algo más de 30 quilómetros: nada extraordinario. La peculiaridad del día de hoy está en la gite. Es una casa de campo totalmente aislada en medio de la naturaleza: un magnífico lugar de descanso. Pero al hacer la reserva telefónica, Lilie, la hospitalera, advierte que tenemos la cocina a nuestra disposición para prepararnos nosotros la cena. Así que habrá que aprovisionarse en la ruta.
Llegado a esta jornada creo que no he hablado de una organización de albergues que agrupa a diferentes establecimientos de hospedaje de peregrinos en el camino de Arles. Se llama “les Haltes Pélerins”, y en sus medios de comunicación inciden como seña de identidad la limpieza y el confort de sus establecimientos asociados. También en que normalmente ofrecen la cena en comunidad, y por supuesto el desayuno. Siempre abundante y de calidad. Y a precios razonables (unos 25-30 cama y media pensión). Yo puedo dar fe, pues en ocasiones he recurrido a ellos cada vez que la organización de las etapas me lo permitía, y la comparación con otros gites me lo aconsejaban.
Reconozco que esta información de “les Haltes Pélerins” debía aparecer en los comentarios de las jornadas iniciales del Camino de Arles. Pero espero que el dicho “más vale tarde que nunca” me sirva de atenuante: https://www.leshaltespelerins.org/les-haltes. En cualquier caso Jose, me tranquiliza saber que ya dispones de toda esta información, pues te la envié por guasap. Y si todavía no las has utilizado, estarás a punto de llegar a la zona donde te será de provecho.
En la noche del 18 al 19 en la Maison de Saint-Jacques nos habíamos alojado tres personas: Andrea, de Suiza; un chico que creo era un viajero hacia Toulouse, pero que no se desplazaba caminando; y servidor. En la cena que intentamos hacer juntos en el albergue, el chico no habló mucho, parecía que no entendía que hacíamos recorriendo a pie los caminos de Francia. Para equilibrar la situación, yo tampoco entendía que hacía él allí.
Andrea, por su parte, venía desde Toulouse, ayudándose para avanzar con una guía de esas que, como procedimiento para orientarse, van detallando cada piedra o cada árbol que hay en los senderos. Pero una cosa es leerlo, y otra cosa es reconocerlo en el terreno. Por eso, explicaba Andrea, había tardado mucho en recorrer los 24 quilómetros desde Toulouse a Léguevin. Así que, como era lo lógico, le ofrecí mi compañía y mis trazas para continuar la ruta.
Y metidos ya en el Camino, juntos fuimos superando quilómetros; aunque con un tranco más lento del que yo hubiera llevado en soledad. Tampoco me resultaba molesto, pues disfrutaba de compañía, y me obligaba a practicar mi escaso inglés, que, desde hacía unas cuatro semanas, cuando compartí acogida con una familia de refugiados polacos, no había vuelto a utilizar. Pero seis horas seguidas hablando en extranjero es fatigoso.
Estamos ya metidos en La Gascuña, otro territorio del Pays d’Oc. Aunque parece ser que es donde menos se conserva el, ya lánguido en todos los territorios, idioma occitano. La etapa pasa por una gran población L’Isle-Jourdan, que se ve muy activa. Y que, con su lago como lugar de ocio, podría resultar atractiva como final de una calurosa etapa veraniega. No era nuestro caso, y continuamos nuestra marcha.
En Monferran-Savés, la última población de la etapa, unos cinco quilómetros antes de llegar a nuestra gite, apareció Valérie, francesa, de Toulouse, que tenía el mismo destino que nosotros. Y como hablaba mucho mejor inglés que yo, las dos chicas me relegaron rápidamente en su conversación; lo que agradecí para así poder relajar la mente, que a estas alturas de la Peregrinación ya está acomodada a los soliloquios. La parte femenina de este grupo de peregrinos iba tan entusiasmada en su charla, que los últimos cinco quilómetros los recorrimos en dos horas. En ese momento ya no estaba muy seguro si tener compañía es bueno o es malo.
Y al llegar a la gite, Lille nos sorprendió con que había preparado cena para nosotros: crema de zanahorias, y de plato fuerte, salchichas. También es cierto que tenía otros huéspedes: trabajadoras que estaban realizando alguna tarea en la comarca, y que se alojaban en Le Grange. En esta cena, además de bien preparada, se juntaba el apetito con las ganas de comer: la alimentación del mediodía había sido un bocadillo a la vera del camino.
Hoy es día 20, y tengo que llegar a Saint-Jean-Pied-de-Port el día 30. Es decir, me quedan 11 días para ese recorrido. Y según la planificación que propone Gronze, he de cubrir 12 etapas (8 en el camino de Arles, y 4 en el camino de Piamonte). Necesito reducir una etapa, para cumplir con mi objetivo. El día 31 de octubre es el último día que las autoridades francesas permiten cruzar el Pirineo hasta España por los puertos de montaña, la Ruta Napoleón. (¡Llego tarde, llego tarde!, decía el conejo en el cuento de Alicia).
Así que desde hoy alargo un poco algunas jornadas para, en seis días, recorrer siete etapas estándar. Normalmente no son necesarios tantos días para absorber una etapa, con tres o cuatro suele ser suficiente; pero he visto que la combinación de albergues disponibles no es fácil. Y, además, de esta forma, buscaré acogida en finales de etapa no habituales: más novedades en mi itinerario.
Salimos Andrea y yo de la gite de Giscaro en dirección de Montégut, 30 quilómetros. Valerie no camina tanto, y prefiere retrasar la salida, marchar sola, y hacer una etapa más corta. Así que la marcha será más rápida que los cinco últimos quilómetros del día de ayer. Elegimos como sirga la variante de Gimont, que además de ahorrar 3,5 quilómetros de recorrido, nos permite pasar por la bonita población de Gimont. Abundantes comercios, que Andrea aprovecha para hacer algunas compras, y un bonito edificio de mercado, “ les halles” de la ciudad que obliga a la calzada a pasar por debajo de la techumbre.
La marcha de hoy transcurre por carreteras locales asfaltadas y con escasa circulación, los coches no son compañía molesta. En esta jornada, por la mañana, tras superar una loma, entre los árboles a mi izquierda aparecen por primera vez, con toda nitidez, los Pirineos. En el memorial cátaro de Les Cassés intuía allá en el final del horizonte unas alturas que podrían ser los Pirineos. Pero esta vez no hay duda: la imponente mole montañosa que casi da miedo al mirarla. Por algún lugar, hacia el oeste se cuela entre las montañas el valle de Aspe para llegar a Somport. Todavía más al oeste están los puertos de Roncesvalles por donde cruzaré yo. He caminado durante 65 días. Siempre un poco más. Ningún territorio era una meta, ningún territorio era una frustración, pues ningún territorio me daba una referencia de dónde estaba. Todos los paisajes me eran iguales, pues todos me eran desconocidos: caminar, sólo caminar. Todos los días el mismo objetivo: sólo un día más. A partir de ahora el objetivo está en el paisaje. Ya le conozco: al otro lado de esas montañas está mi tierra. Me he detenido un rato largo, impresionado y emocionado mirando las montañas. La cápsula que me aislaba de todo, donde entré voluntariamente el 16 de agosto se empieza a abrir, y por ahí se empieza a colar el mundo que conozco. Cuando llegue a Santiago ya no habrá cápsula. ¿Es eso lo que quiero? Andrea me ve detenido, sin avanzar, y, por supuesto, no entiende nada.
Y en el entorno más cercanos veo un paisaje agrícola, de cultivos principalmente forrajeros; con terrenos ondulados de suaves colinas, subidas y bajadas continuadas que no entorpecen la marcha, al contrario: la variación del nivel, los horizontes amplios, la buena temperatura, el ir conversando en compañía contribuyen a que la caminata sea casi un paseo. La marcha reposada también ayuda. Demasiado reposada. Andrea camina más despacio de lo que yo lo haría. En el Camino Francés, en España, yo andaría a mi ritmo con la tranquilidad que las flechas amarillas no le permitirían errar en la senda hasta el final de la etapa. ¡Pero aquí!, ella sin experiencia en el uso de trazas, con una guía que no es ninguna garantía, sin poblaciones de referencia hasta donde llega la vista…Caminaremos juntos hasta Montegût. Mañana… será otro día. Mis hijas me dirían que me comporto con micromachismos. Tal vez no tan micro. En cualquier caso, sí creo que asoma un toque paternalista.
A unos cinco quilómetros de Montegût, en un cruce de caminos (nosotros lo hacíamos por uno de tierra) y carreteras, aparece una escuela de la que están saliendo en ese momento los niños. Muchos niños para un paisaje tan solitario. Hacia el lado derecho de lo que es nuestro camino, entre arboledas, parece que hay un núcleo de chalets, pero son muchos más los chavales que las viviendas. Los niños rápidamente se suben a autobuses de transporte escolar, o a coches de particulares. Era lógico. La escuela está muy aislada para que se desplacen a pie.
Pero lo que sí me llamó la atención, comparando con mi vaciado país castellano, fue tanta chiquillería. El territorio no está muy poblado, mayormente casas aisladas que son a la vez las explotaciones ganaderas. Y si hay tantos niños, es que las parejas son jóvenes y hacen muchos hijos. ¿Por qué el campo resulta atractivo para las parejas francesas (al menos en este territorio), y no para las castellanas? Es cierto que aquí el clima es más lluvioso y facilita, sin duda, un suelo más productivo, propicio para forrajeras, y por tanto economía ganadera. Pero Galicia y Asturias es algo similar, y también van despoblando su entorno rural. ¿Será el régimen de la propiedad del suelo? ¿Falta de servicios para la población? La misma escuela en medio de un territorio vacío puede ser parte de la respuesta: la administración facilita servicios de calidad (escuelas, ambulatorios, trenes, …), y las parejas jóvenes no tienen necesidad de huir.
Con estas reflexiones, una hora después, sobre las cinco de la tarde, llegamos a Montegût, con un paraje de entrada precioso: saliendo del bosque, bajando entre colinas, y divisando sólo el castillo. La población está tras otra colina, y enmascarada por la vegetación. Y la gite magnífica, como ya he dejado reflejado en el capítulo comentarios de albergues.
El día 21 de octubre he elegido como destino de mis pasos la población de Barran. Sobre la sirga oficial, son 27 quilómetros. Y en el recorrido atravieso la capital de la Gascuña: Auch. Ciudad de la que tengo las mejores referencias. Ya desde Léguevin, donde Pierre, el hospitalero, me habló de su escalinata monumental. Igual que Lille, en Giscaró. Y Gerard, el hospitalero de la gite de Montegût, que, en su medio español, me explicó todo lo que debía conocer de Auch. Así que hay que dedicar tiempo a la visita, y procurar ahorrarle en los senderos. (Tal vez hubiera debido seguir las etapas oficiales, y haber buscado albergue en Auch, y recorrerla con tranquilidad; pero elegí acortar jornadas a costa de alargar las etapas). Para empezar, en el camino de Montegût a la capital elijo el atajo de la carretera D924, que son cuatro quilómetros menos, casi una hora. Después al salir de Auch, seguiré el atajo evidente por la carretera D943, que hasta el mapa de Gronze, al observarle, deja adivinar: otros cuatro quilómetros, y casi otra hora. Aprovecharé ese tiempo para conocer la ciudad.
¿Y Andrea? Pues no tuve yo que forzar ninguna situación. Ella misma me explicó que su caminar había finalizado. En la gite de Léguevin, dos días antes, anotó como destino Puente de la Reina. Pero ahora veo que podría haber dicho Oloron, o Santiago. Ella salió a la sirga jacobea a reflexionar sobre situaciones personales, que no vienen al caso (lo que pasa en el Camino, en el Camino se queda). Después de tres días entendió que su reflexión había sido satisfactoria. Ella caminaría, ya sin urgencia, hasta Auch, gran ciudad, desde donde podría volver a Toulouse, y allí poner orden en esas situaciones personales. (Un mes más tarde recibí un mensaje suyo, en inglés, claro, que me explicaba que todo se había solucionado satisfactoriamente)
Al llegar a Auch, y antes de entrar al dédalo de callejuelas del casco antiguo, me acerco a saber qué es eso del barrio Espagne. ¡Bueno, pues de algo me enteré! Se trata de once edificios de antiguos cuarteles militares de caballería construidos en el siglo XVIII, para tener tropas permanentes en La Gascuña. Tiene dos enormes patios de armas, que se extienden a ambos lados del rio Gers. La puerta de entrada ya tiene el letrero de “Quartier Espagne”. ¿Por qué el nombre de España? Pues no he visto en los alrededores ninguna explicación. Así que daré yo la mía: los cuarteles se instalan para acantonar tropas permanentes en esta parte de Francia. ¿Y qué peligro militar acecha en el siglo XVIII a Francia por este territorio para que sea necesario la protección permanente del ejercito? Pues eso. Por eso el nombre de “Quatier Espagne”. ¡Bueno, …! digo yo!
La ciudad de Auch, la capital de la Gascuña, es una joya medieval. Pasear por sus calles resulta una continua sorpresa por sus edificios antiguos, su decoración de figuras evocadoras en las fachadas (recuerdo en la rue du Pouy, nº 8, la figura en forja del demonio capturando a una señora), el encanto de sus plazas, y sobre todo la plaza de la Republica donde se yergue la catedral gótica de Sainte-Marie.
Ya es un tópico unir vidrieras a una catedral gótica, así que, ¿para qué intentar escapar? ¡Qué maravillosos vitrales los que decoran cada una de las capillas que se asoman a la girola! En todas las ventanas tienen una decoración más bella que el rosetón de la portada. Y un panel explicativo junto a la entrada a la capilla que aclara la escena religiosa que nos narra la vidriera. Además Jose, hay que disfrutar de la arquitectura gótica deambulando por el templo: columnas, capiteles, arcos, verjas, … Y si la piedra no nos basta, pues que sea el mayor órgano que he visto en todo mi Camino (y, como ya te decía en la catedral de Toulouse: mira que hay abundancia de órganos en los templos franceses, todos ellos con la apariencia de estar en funcionamiento), será el enorme órgano, decía, el que nos deje con la boca abierta. No puedo imaginarme cómo sonará en él una pieza musical. ¡Y en este templo! Sí, me gustaría escuchar un concierto de órgano en el Camino.
Pero las maravillas de la catedral continúan: entremos al coro, que además para los peregrinos con credencial, es gratuito. Todos los asientos, los doseles, los brazos, los frentes de los sitiales, los posamanos, … con unas figuras de madera perfectas. Como las vidrieras, aquí también todas las tallas se refieren a hechos bíblicos. Pero si miras los árboles no puedes ver el bosque; si estudias la historia que representan, no puedes admirar la belleza de las esculturas. Tal vez tras cinco, seis visitas uno se podría detener a conocer el acontecimiento o el personaje que nos narra la madera; pero no ahora. Podría seleccionar cualquiera para contarte, pero voy a elegir dos escenas, de allá al fondo, en la cabecera del coro: Adán y Eva ante el árbol del Bien y del Mal (¡los cabellos de ambos!, ¡el demonio-serpiente ofreciendo la manzana a Eva!, ¡qué perfección!), y los apóstoles Pedro y Pablo (¡los pliegues de sus mantos!, ¡las piernas “trasparentándose” bajo las túnicas!). Peregrino, no puedes abandonar Auch sin dar este placer al sentido de la vista.
Y ahora hay que visitar la escalinata monumental que comunica las orillas del río Gers con la plaza de la catedral superando un desnivel de 35 ó 40 metros. Es una sucesión de tramos entre los que va variando la disposición de los escalones para acceder al siguiente rellano. Y en cada uno de ellos van incorporando elementos decorativos: jardines, fuentes, balaustradas, … Los gascones presumen mucho de esta construcción urbana realmente meritoria (aunque yo sigo prefiriendo el coro de la catedral). Es de suponer que la presencia en uno de los rellanos de la estatua de su gran personaje histórico, D’Artagnan, de considerable tamaño, contribuya a ese orgullo.
D’Artagnan es un personaje histórico, que tal vez no fuera el cuarto mosquetero; pero existir, existió. Es más, está documentada su prestigiosa carrera militar, e igualmente su muerte en el campo de batalla en 1673 durante el asedio, al cabo exitoso, de la ciudad flamenca de Maasrtricht. Por cierto, ¿sabes qué ejercito estaba disparando desde la ciudad impidiendo, inútilmente, que entraran las tropas de Luis XIV? Pues eso…. Que se quede entre nosotros, y que no se corra la voz, no sea que los españoles no seamos bien recibidos cuando paseemos por La Gascuña.
Con gran pesar dejo Auch, pues me ha faltado mucho monumento por conocer de esta ciudad, aún con las dos horas largas que he dedicado a su visita, y siempre con la mochila a la espalda. Ahora, dos horas y medio de camino cómodo por carreteras locales y muy poco transitadas para llegar a Barran.
Se accede a la población por un puente sobre un cauce de agua que pareciera el foso de la ciudad. Y tras el puente, una puerta fortificada con una torre sobre el arco. A la torre se puede subir, y por supuesto, ya en la tarde, subí para ver, de un lado, el camino que recorrí para llegar hasta aquí; del otro, toda la extensión de Barran.
Tampoco hay mucho más que hacer en la ciudad. Un único comercio cuidado y surtido que ofrece de todo a los lugareños. Aunque se ve que el mayor éxito lo constituyen las flores. Todas las clientes, además de su compra, salían con un ramo de flores. Yo entré dos veces porque la única máquina de café de toda la población estaba en esa tienda. Aunque la segunda vez, ya con un poco más de confianza, el dependiente y yo nos pusimos hablar de toros, sobre todo de José Tomás, que trabaja en Francia con frecuencia. Y es que, este señor resultó ser un gran aficionado y entendido de la fiesta taurina. Pero no compré flores.
(Bueno, dato importante para nosotros, los peregrinos: también hay un supermercado antes de entrar a la ciudad. Al lado, un antiguo lavadero, o sea, las antiguas redes sociales)
En el día de hoy he planificado una etapa de 31,5 quilómetros. Se trata de llegar a otra población intermedia entre finales de etapa “oficiales”: Monlezun.
Dejo Barran recorriendo la misma calle que comienza en la puerta por la que ayer entré, y que atraviesa la población de un extremo a otro. También pasa la calle junto al mercado, “les halles”. Me gustan estas estructuras comunales, de origen medieval, pensadas para situar y proteger, en los numerosos días de lluvia, a los comerciantes que llegan a la población en los días de mercado. Simplemente son unas techumbres abiertas en todos sus lados, pero que las columnas pétreas y la recia madera de sus vigas, caballetes y demás elementos de la construcción, dan un aspecto casi monumental. Los he visto en diferentes poblaciones. Recuerdo el de Revel, que ya mencioné, sin duda el más amplio. También en Gimont, Andrea y yo pasamos bajo su techado. En Auch estaba “les halles aux Herbres”, el mercado de las Hierbas. De seguro que alguno más con similar construcción existe por las villas del Midi.
La jornada transcurre con buena temperatura para caminar, por un terreno ondulado, combinando trayectos de carreteras locales solitarias y caminos rurales con un suelo cómodo para los pies. El recorrido está bien acompañado de arboledas que proporcionan sombras que se agradecen en el centro del día. En ocasiones la senda se mete por lugares bravíos, con apariencia de caminos antiguos. A la postre, un magnífico día para peregrinar a Santiago de Compostela.
Ya estoy avisado que el lugar de pernoctación elegido no tiene ninguna posibilidad de bar, cafetería, tienda, o algo similar. Si no llevo suficientes alimentos en la mochila para la cena y el desayuno, el último lugar para comprar será Montesquiou. Y en efecto, en la tienda de esta interesante población medieval, tomo mi bocadillo de media mañana, hago alguna compra, pues, aunque siempre se lleva en la mochila algo de comida, siempre falta algo para la comida. Mientras como y bebo sentado al sol en las mesas junto a la carretera, me entero que nuestro querido D’Artagnan, al que habíamos dejado en su estatua de la escalera monumental de Auch, nació en esta población, lo que atrae la visita de numerosos turistas.
Esta zona de La Gascuña está muy solitaria. En los 17 quilómetros que se recorren hasta nuestro destino se pasan por dos minúsculas aldeas que tienen alguna relevancia por disponer de iglesia:
La primera Puylebon: otro “pico del lobo” para el Camino. Ya conocimos a Puylobier en La Provence por la Vía Aurelia, y ahora éste en La Gascuña. Como “pico” que es, tiene una magnífica perspectiva de toda la comarca que se viene recorriendo desde Auch. Lo descubrí cuando entré al cementerio a buscar agua en la obligada fuente. El caserío también tiene un conjunto de torre, con una puerta que la atraviesa; y que accede a un patio flanqueado por un castillo-palacio en un lado, y en el otro una iglesia. Pero ni un alma. Yo el único habitante por las proximidades. ¿Será este lugar propiedad de alguno de esos nobles franceses de “antigua estirpe”, que afirman que mantener el título y la casa solariega deben reconocerse como un acto de patriotismo dados los tributos que deben pagar al estado?
La segunda se llama Saint-Christaud, y el nombre tiene más empaque que el lugar.
La iglesia de Monlezun se distingue de lejos en lo alto de una colina, pero el señor Tenet, encargado de gestionar el albergue, me está esperando al pie del camino, antes de iniciar la subida, mientras trabaja en sus tierras. Sabe por dónde tengo que llegar, y cuando ve aparecer al caminante con mochila, deja el tractor y me sale al encuentro. No estaba preparada ninguna reunión, pero no había ninguna posibilidad de errar. Me da las instrucciones para ocupar mi alojamiento de hoy, y emprendo la última subida del día, la más jodía; aunque la certeza de ser la última empuja hacia arriba. Al llegar al alto, la carretera hacia la iglesia y hacia la gite está flanqueada por tres casas, o tal vez cuatro. Pero no más. Y por supuesto, ni rastro de gente en la vía, toda presencia humana se quedó abajo con el señor Tenet.
El precario albergue de la jornada de hoy está junto a la Salle de Fêtes (sala de fiestas) de la localidad. Creo, Jose, que hasta ahora, en todas mis aportaciones, no te he presentado a “les salles de fêtes” de las poblaciones francesas: son los salones de actos comunales; y lo mismo sirven para actos administrativos convocados por las autoridades, que sirven de hogar del jubilado, que de lugar de conciertos, o para cualquier reunión que surja. Pero, ¿dónde está la población? Sólo dos o tres “salles de fêtes” he visto con las puertas abiertas durante mi Camino, pero los avisos y convocatorias en la entrada de todas ellas dejan a las claras que se las da uso. En Monlezun se ve tras los cristales una biblioteca surtida y limpia, pero ¿dónde está la población? Tal vez estamos en la misma situación de las escuelas de Montegût: los servicios están disponibles para cuando una población muy dispersa los necesita.
Pero el mayor disfrute llegó al final del día. Tras los oficios del peregrino en el final de etapa, a saber: organizar la cama, ducharse, lavar y tender la ropa; recorrido turístico. Aunque poco recorrido se puede hacer en este pago: la pequeña iglesia estaba cerrada, y leer apellidos y fechas de los que reposan en las tumbas del cementerio que rodea el templo, no resulta actividad muy sugerente (por cierto, en algunas lápidas ya se leían apellidos vascos; Euzkalerria está ya próxima). Por lo tanto, es el momento de prestar la atención que el paisaje se merece.
Ante mí la muralla gigante de los Pirineos. Desde la atalaya del refugio de Monlezun se puede contemplar la totalidad de la cordillera. Desde las estribaciones del Pirineo catalán, a mi izquierda, hasta las alturas del Pirineo navarro, al lado derecho. Toda la cordillera ante mí. Al frente, el Pirineo Central, el aragonés, el más impresionante por sus alturas. Es fácil identificar el Aneto: ¡es el pico más alto!, y a ambos lados montañas que se aproximan a su altura. Sé que allí, tocando al cielo están La Maladeta, el Monte Perdido, los tres Sorores…, conozco los nombres, pero no identifico ninguna cumbre. Y por delante, más montañas. Y valles que se intentan colar entre ellas, que van escalando hacia los collados, y que al fin permiten el paso a la vertiente española. Ese valle, el que parece que se interna más y más en la cordillera debe ser el camino de Somport. Miedo da, observando desde aquí, como será atravesar el Pirineo entre esas paredes verticales de 3.000 metros de altura. Roncesvalles está más lejos, y no llego a adivinar por dónde estarán los puertos, tal vez por eso no llego a sentir miedo de lo que me espera en la próxima semana.
La tarde avanza, y no me canso de contemplar los Pirineos. Veo que, además de la mía, existe más presencia humana en la comarca, pues llegan hasta tres vehículos que estacionan en el mismo paraje en donde yo estoy. Vienen, no sé de dónde, a contemplar el espectáculo.
Ahora el protagonismo le corresponde al sol que se va a ocultar hacia el Atlántico. El disco anaranjado ya se puede mirar sin que los ojos se rebelen. Va proyectando en las nubes del horizonte una sinfonía de rojos: granates, rubís, granas, escarlatas, bermellones, … y otros rojos sin nombre; fugaces todos, pues en seguida mudan a otra tonalidad. Poco a poco los colores se tornan azules, añil, morados... Después… Al sol, por hoy, ya no le queda fuerzas para teñir el cielo, y la cordillera ya no tiene cumbres, sino sombras. Todavía unos minutos inmóvil, tal vez esperando el milagro de la repetición, tal vez “masticando” el espectáculo al que he asistido; en cualquier caso, agotado de tanta belleza. Después la noche.
El Camino me ha regalado una puesta de sol para recordar toda la vida.
Desde tu posición privilegiada de aquel día: de izquierda a derecha Maladetas pegado al Aneto, después las Marías y finalmente las tres Sorores con la Punta de las Olas, el Añisclo y el Perdido, para terminar con el cilindro de Marboré un poco más a la derecha.
Para la próxima vez
Puedo imaginar esa puesta de sol pero nunca hay dos iguales, la tuya es única, retenla bien.
Gracias Indi. Desde hace rato te adjudico gran sabiduría para la vida. Desde ahora te añado conocimientos del territorio
Es fácil, lo veo todos los días, pero desde el otro lado
Pirineos = Montañas ardiendo
Si te sitúas en PAU, en su Bulevar de los Pirineos, y esperas la puesta del sol, comprenderás porqué les han puesto ese nombre, Pirineos.
Día 23, tras el desayuno de supervivencia que he tomado en la gite: un plátano, y algo de embutido y pan, inicio la marcha pensando en recorrer pronto los seis quilómetros de distancia hasta Marziac, donde tengo la esperanza de encontrar un café calentito que me entone el cuerpo. Las temperaturas mañaneras ya empiezan a ser exigentes.
El sendero tiene un tramo curioso: la trocha, perfectamente reconocible en el terreno, entra por medio de dos parcelas de cultivo, que estaban en barbecho en el momento que las atravesé. En realidad, las pisadas siguen todavía allanando los montículos de los surcos dejados por los arados. Y no hay la menor duda de que estamos en la sirga jacobea. Yo me pongo a imaginar (mejor: a no imaginar) cómo se atravesará esa parcela cuando esté cultivada: ¿quedará un sendero entre el maizal que te hará caminar los cien metros de ancho de las fincas como si estuvieras en un túnel?
Marziac es una gran población. Mientras avanzo por la calle principal, y a pesar de que estamos en hora temprana, voy descubriendo una ciudad llena de animación. En su porticada plaza mayor encuentro el bar donde tomar el café caliente que necesito, y el crujiente croissant que me regalo. Con el cuerpo reconfortado, y mientras paseo, veo numerosos carteles que delatan una gran actividad cultural: exposiciones, un festival de cine recientemente concluido, conciertos, … Con razón las guías del Camino de Arles proponen a esta villa como final de etapa.
Había aquí un convento, el de los agustinos, que, como todos los conventos, debía de tener un claustro: éste, gótico. Escribo que debía, porque en el patio del edificio que alojaba el cenobio han colocado unas estructuras con mallas metálicas, que reproducen un pasillo abovedado con sus arquerías hacia el centro del patio. Esas mallas metálicas, tipo alambradas, dan el curioso efecto de un lateral del claustro, pero transparente. Parece que quieren decirnos: esto es lo que había, pero como ya no está, no lo podéis ver. Según he leído después, magnates de Estados Unidos lo desmontaron piedra a piedra y se lo llevaron de aquí. No lo robaron, no seas malpensado Jose; pagaron por ello. La misma historia que ya hemos visto en Saint-Guillem-le-Desert.
Hay más monumentos en la ciudad: por ejemplo, una magnífica torre octogonal de una restaurada colegiata; pero que no se puede fotografiar entera porque no puedes alejarte lo bastante para abarcarla en la cámara: siempre hay un edificio detrás. Sí, hay más monumentos, pero no hay tiempo para visitarlo. Al salir de la ciudad paso junto a la plaza de toros, que tiene permanentemente música. ¡Sí, sí! Acércate a los ventanucos de las taquillas, e iniciarás una música que escucharás a través de esas aberturas. Ya te dije José, que Marziac tiene gran actividad cultural.
La hora del bocadillo me coge en la aldea de Auriébat. Utilizo las escaleras que contornean un crucero para acomodarme en mi tarea de alimentarme. La única persona que hay en la población es un trabajador que está colocando una instalación eléctrica en la casa de enfrente. Y creo que, si no tuviera esta tarea, nadie habría en este caserío. Como está muy afanoso en su trabajo no lo interrumpe, aunque le ofrezco un pedazo del bocadillo: de salchichón. No aprendo el oficio, claro; pero me distraigo viéndole trabajar mientras me quito el hambre.
De la soledad de Auriébat, a la más dinámica villa de Maubourguet donde toca dormir esta noche. La ciudad es agradable para pasear y tomar una cerveza. La gite es muy acogedora. La cena y el desayuno son sustanciosos. Y los hospitaleros, que no son franceses, dan al peregrino todas las facilidades para sentirse cómodo.
Buenos diad Isidro. Solo decirte que he tardado 3 segundos en retomar el hilo, situarme a tu lado y seguirte. Hasta el final, por favor.
abrazo
En el día 24 sigo avanzando con fines de etapa en poblaciones intermedias, sin todavía cuadrar la finalización de la jornada en alguna de las poblaciones “oficiales”. No será Vidouze, propuesta de la guía de Gronze, pues esta población carece de albergue, en un territorio donde no hay mucha oferta de alojamientos. Hay que buscar alternativa en las poblaciones próximas. Mi alternativa será Anoye, y una distancia de 23 quilómetros. No parece que vaya a ser un día complicado.
Esta comarca se hace muy agradable para pasear. El firme varía entre pistas agrícolas de tierra y carreteras pavimentadas con muy escasa circulación, y rampas poco pronunciadas alternando subidas y bajadas por un paisaje ondulado. A las poblaciones que se van atravesando, uno las pediría un poco más de vida, o por lo menos algún bar para disponer de algo de comodidad y acompañar con algo más que agua el bocadillo de media mañana. A falta de mesa y silla, hoy elijo un pretil de la carretera, frente a la alcaldía de Vidouze, para “cargar baterías”.
Mientras que voy dando cuenta del tentempié observo, con bastante sorpresa, que en el edificio municipal hay vida. Un empleado de La Poste ha bajado de la típica furgoneta amarilla, y ha hecho su trabajo de entrega en menos tiempo del que tú has tardado en leer estas líneas. Los vehículos amarillos de La Poste, como supongo José te irá pasando a ti, los hemos visto permanentemente en el Camino, siendo en muchísimos territorios, como hoy, el único movimiento del paisaje. Podríamos decir: si está La Poste, es que hay vida. No tengo la respuesta, pero sí la pregunta: ¿El servicio de Correos hace el mismo papel de “técnicas de supervivencia” en la España Vaciada? Sospecho, José, que no vemos a Correos por nuestro paisaje rural con tanta frecuencia como estamos viendo a La Poste por los rincones escondidos de Francia.
Como he descubierto que las puertas de la alcaldía se abren, decido entrar para añadir un sello a mi credencial, a mi segunda credencial, ya casi completada. ¡Vale, objetivo cumplido, un sello más!, pero es el sello de la “Mairie” (=la alcaldía), Ahí se ve a la diosa república, coronada, con el cetro en la mano, y reclinada en el diván. Ningún motivo jacobeo en el sello. Cuando les pregunto/reclamo por la falta de albergues en la población, la respuesta es en concordancia con el sello “¡Ah!, pero pasa un camino de Santiago por aquí” Bueno creo que no fue esa la respuesta y me lie con la traducción, pero a mí me pareció que decían algo parecido a eso.
En total soledad, 14 quilómetros después, llego a Anoye. En total soledad recorro la población hasta la gite, que me espera con las puertas abiertas. En total soledad tomo posesión del albergue. Como hay abundantes carteles informando de su funcionamiento, sé que hacia las cinco de la tarde llegarán los hospitaleros para registrarme, y abrirme el almacén de suministros con lo que completaré los alimentos de la cena. Terminaré la jornada con cierta precariedad culinaria, y sospecho que mañana será algo parecido.
Por fin en la jornada de hoy ajustaré mi final de etapa a las etapas “oficiales” del camino de Arles, y al que abandonaré dos días más tarde para continuar hacia Saint-Jean por el camino del Piamonte. En estas etapas anteriores, debería haber buscado en las villas de Auch, y de Marziac los albergues para pernoctar y disfrutar de esas poblaciones. Te las aconsejo Jose, aunque tienes que prestar atención en Vidouze pues no hay recursos donde alojarte.
Llegaré a la población de Lescar, tras caminar 34 quilómetros por un recorrido sin excesivos desniveles. A estas alturas de la Peregrinación, compruebo que las distancias se han relativizado, y lo que hace dos meses hubiera causado espanto, ahora se convierten sólo en una jornada exigente. Estoy en un “momento dulce” del Camino en el que dos horas más de caminata, son dos horas más de felicidad. Supongo Jose que, llegado a este punto, tú sentirás algo parecido.
La sirga suele elegir a Morlaás como final de etapa. Aunque la población lo merece, para mí será ciudad de paso, con visita obligada a la magnífica portada románica de la iglesia de Sainte-Foy. En la oficina de turismo, frente a la iglesia, me ponen el sello en la credencial de una imagen barbuda de, supongo, un antiguo gobernante local, que me despierta la curiosidad. Y, para aplacarla, me afano en leer ávidamente la propaganda editada por la misma oficina de turismo.
Estoy recorriendo el país de Bearne, un territorio, para mí, históricamente, casi desconocido; y que, conociendo el centralismo del país vecino, me barrunto, ¡ojalá me equivoque!, que también lo será para el común de la población francesa. Y sin embargo, estos pagos tienen mucho que contarnos.
Bearne es un territorio con historia propia durante 800 años, con el gran mérito de haber mantenido su propia entidad (a veces en régimen de vasallaje, otras en total independencia) frente a los poderosos reinos vecinos de Francia, Aragón, Navarra, y Aquitania (lo que quiere decir Inglaterra). Por fin, en el siglo XVII se unirá definitivamente a Francia.
Pero, antes, y durante 600 años (de 1080 a 1662), la ceca de Morlaás, en donde ahora estoy, acuña moneda del vizcondado de Bearne; a veces en oro. Este dinero es aceptado para el comercio en todo el Mediterráneo. También tiene su mérito, ¿no?
Más cosas: los Fueros de Bearne, allá por el siglo XII, son la primera legislación escrita que se promulga en todo el territorio de lo después que será Francia. Precisamente, el barbudo personaje del sello que ya decora mi credencial, Céntulo V, es el vizconde que promulga el primer texto que regula los derechos y deberes de la villa de Oloron, y que más tarde se convertirán en los Fueros de todo el país de Bearne.
Seguimos caminando, pasando por la populosa ciudad de Pau, hacia Lescar que será el final de la jornada. Se recorre durante siete quilómetros una avenida completamente recta que va pasando por barrios periféricos del norte. Y como estamos metidos en medio de la ciudad, encuentro para comer un restaurante chino, que aquí en Francia lo llaman vietnamita/camboyano en recuerdo de sus antiguas glorias coloniales. Pero vamos: el chino de toda la vida.
Repasamos otro poquito de historia, esta vez sobre Pau: en otra época, ésta ciudad fue la última capital del país de Bearne y del Reino de Navarra, una vez que Fernando el Católico conquistara para Castilla los territorios navarros del sur de los Pirineos. El último soberano del Reino de Navarra, Luis XIII, fue a la vez rey de Francia, y pensó que estos territorios navarros del norte de los Pirineos estaban mejor unidos a la corona francesa. Y así, entre Fernando V de Aragón y Luis XIII, mediando entre ellos 125 años, terminó la historia del Reino de Navarra a ambos lados de la cordillera.
Pero comenzó otra historia que, a nosotros los españoles, nos queda aún más próxima: ¿El apellido Borbón te resulta familiar, José? ¡Sí, verdad! Pues resulta que los Borbones tienen su origen en el Reino de Navarra. ¡Aquí en Bearne está el origen de la dinastía Borbón! El primer monarca con ese apellido fue un tal Antonio de Borbón, rey de Navarra en 1555. Su hijo Enrique fue el primer Borbón, rey de Francia. En cuanto a la llegada de la dinastía a España, ya es historia conocida.
Llegada también para el peregrino, en este caso, a la población de Lescar.
Concretamente a la oficina de turismo donde se abona la tarifa por el uso de la gite, y nos facilitan el código de acceso. Y de paso, en la misma oficina, visitamos la exposición de la historia de Lescar (¡Más historia! ¡Vaya día que llevamos!) En los paneles informativos nos cuentan: que también aquí estuvo, en algún momento, la capital de Bearne; que tiene una catedral románica en donde están los enterrados los últimos reyes de Navarra, y tiene además en el suelo unos magníficos mosaicos con escenas de caza (uno de ellos es el motivo que inspira el sello del magnífico albergue en donde nos alojaremos hoy).
Ya dije en otro lugar de estas crónicas que estoy aprendiendo mucho en mi Peregrinación. Y como, además soy de imaginación inquieta, según se vuelca sobre mí tantos datos “sin orden ni concierto”, o sea sin explicar contextos, yo me voy inventando mis propias conclusiones.
En cuanto a historia, que es el tema que nos ocupa en la jornada de hoy, he llegado a la conclusión que estas tierras del Midi francés tienen una historia propia que en muchas ocasiones no tiene nada que ver con el resto de Francia. Me está pareciendo percibir de forma soterrada, en el sentimiento latente de estas tierras y sus lugareños, un orgullo reivindicativo de su cultura, y una nostalgia por lo que pudo haber sido y no fue. La Provence, el Languedoc, la Gascuña, Bearne, …, han tenido momentos en donde la historia se podría haber escrito de otro modo, y estos territorios podrían haber mantenido su identidad. ¿Quién sabe si en algún momento, en algún lugar de estas tierras, 800 años de la historia de Europa se decidieron en un solo día? (Batalla de Muret, septiembre 1213)
En cualquier caso, tengo claro que imaginar utopías a partir de reescribir el pasado, no es más que un recurso por la falta de esperanzas de utopías para el futuro.
Mañana día 26 caminaré a Oloron.
Dispongo de cinco jornadas para llegar hasta Saint-Jean-Pied-de-Port el día 30 de octubre. Las guías marcan cinco etapas hasta Sain-Jean. Parece que el conejo del cuento de Alicia en el País de las Maravillas ya no se siente tan agobiado y no suspira: “¡llego tarde, llego tarde!”.
En el día de hoy, Jose, la orografía va a cambiar súbitamente. Será una etapa larga: de unos 30 quilómetros, y dura. Desde Toulouse venimos caminando por terrenos agrícolas más o menos lisos, con suaves ondulaciones que ayudan, más que molestan, en nuestro caminar. Las subidas han sido pocas y cortas. Pero la proximidad de los Pirineos se impone en el paisaje, y los senderos pierden la horizontalidad. Los pastos para el ganado medran en detrimento de las tierras de labor. O directamente son los bosques los dueños del territorio. Hemos entrado en el Piamonte (pie de monte) pirenaico, que da nombre al camino que escogeremos para mañana.
También la proximidad de la cordillera se nota en los ríos: caudalosos y violentos. Al poco de salir de Lescar, el sendero llega de modo súbito, bajo el puente de la autopista, al gave de Pau (en este territorio el idioma local no utiliza las palabras francesas convencionales para los ríos: “fleuve” o “rivière”; utiliza la palabra “gave”). Un breve instante de duda, a la orilla del amenazante torrente, pensando cómo atravesarle, hasta que distinguimos huellas de pisadas que ascienden por el talud de la autopista. Atravesaremos el “gave” junto a los automóviles. Así que Jose, avisado quedas si en este punto te invade momentáneamente la zozobra.
Un mínimo retroceso en la narración a Pau, y no porque el río lleve el nombre de esa población, sino para explicarme yo mismo lo que llega en los siguientes dos quilómetros. Cuando en la catedral estaba contemplando el maravilloso trabajo en madera del coro, en uno de los pocos carteles explicativos a los que presté atención, leí que la madera había estado sumergida en el río Gers no sé cuánto tiempo, como proceso previo necesario, antes de comenzar los trabajos de talla. Pues bien, a la izquierda del sendero verás apilados muchísimos troncos de madera que están permanentemente regados por chorros de agua. ¿Tendrá alguna relación ese proceso previo de preparación de la madera que leí en la catedral, y los chorros de agua que están cayendo sobre estos rimeros de troncos de madera? Pues no lo sé, pero en la duda, me vale como explicación.
Y rápidamente los senderos ganan pendiente. En la etapa de hoy podríamos contar cuatro tramos de subida, además de permanentes rampas que semejan el perfil a una montaña rusa. La primera, inmediatamente después de la población de Artiguelouve, ya me obliga a desprenderme del exceso de ropa mañanera. Tras el sofocón del ascenso disfrutaré de un agradable paseo junto a otro caminante, que no peregrino, que con la conversación ayudará a que los quilómetros sean más cortos.
En la población de Lacommande, mi fugaz compañero deja la sirga jacobea, y como es buena hora para el bocadillo, busco dónde acomodarme. Será con la espalda apoyada en las tapias del cementerio, ya a la salida.
Sí quiero decirte Jose, que, en mi racanería por ahorrarme unos pasos, a la entrada de la población elegí un mínimo atajo en vez de entrar al centro de la población, y por ello me quedé sin disfrutar de unas viandas que la población pone a disposición de los peregrinos. Me lo contó otro peregrino con el que ya vengo coincidiendo en los albergues, desde la población de Anoye; aunque nuestro ritmo de marcha y los horarios no nos hacen coincidir en los senderos. Espero que ahora, cuando tu llegues, sigan teniendo en esta aldea tan agradable costumbre.
De todos modos, sabia elección por mi parte del lugar para alimentarme, pues comienzan de nuevo subidas por un bosque más espeso.
Y yo, caminando solo, rodeado de robles, hayas, castaños, …, vamos, como tantas veces; cuando comienzo a escuchar aullidos. Aullidos de varios bichos (¡qué llegue a diferenciar que eran voces diferentes!) que se contestan unos a otros en diferentes partes del bosque…. ¡A ver! Está claro que de perros. Aunque no vea entre los árboles ningún rastro de casas que haya que vigilar, ni tenga mucha claridad que los perros aúllen (ladrar, sí; pero aullar. ¡No sé, chico!). Porque, ¡o sea! … ¿qué van a ser si no…? ¿lobos? ¿Qué van a hacer lobos por estos bosques? Qué sí, que seguro que son perros. Pero ahí con la soledad y el silencio… pues ya me han metido el canguelo en el cuerpo. Así que, en las dos ocasiones en que el camino atraviesa una carretera, me entra la tentación de abandonar la tierra para caminar por asfalto. Pero no estaba muy claro que esas carreteras avanzaran hacia Santiago. Pero al cabo vuelve el silencio, y la tranquilidad a mi espíritu
En la parte más elevada de la etapa el bosque deja el sitio a praderías de altura, y se puede disfrutar de amplios paisajes: todo el pie-de-monte; pero sobre todo las murallas de los Pirineos, a veces con miedo, como una amenaza de lo que se te viene encima; otras ilusionado por atravesar tanta naturaleza desbocada.
A cinco quilómetros de Oloron, cuando el camino va a girar a la derecha para descender hacia el valle, aparece un letrero que informa que siguiendo de frente hay una tabla de orientación para explicar el territorio. Está a cien metros, es la hora de comer, y puede ser un buen lugar para hacerlo. Pero además me han colocado una mesa de madera donde podré preparar con comodidad el bocadillo mientras disfruto de la cordillera a lo lejos, pero ya no tanto; … y de las vacas a cinco pasos.
Tras el almuerzo, y una hora más de senderos, entro en la magnífica ciudad de Oloron. La gave d’Ossau y la gave d’Aspe se unen en el centro de la ciudad, y ambas delimitan los tres barrios que conforman la población, cada uno con la denominación de la iglesia más importante que existe en cada barrio. La presencia de estos dos ríos facilitó la instalación de fábricas de paños en sus orillas, dando lugar, en el siglo XIX, a una pujante industria textil.
En cuanto entras a la población por el Camino de Santiago, llegas a la iglesia de Notrê-Dame, y al primero de los barrios, en el que habitaban los trabajadores de las fábricas de tejidos. En el lateral izquierdo de la plaza mayor de este barrio está situado el albergue.
Si sigues caminando por la vía principal de la villa cruzas el puente sobre el Ossau. En ese punto, girando hacia la izquierda accedes al segundo de los barrios, el de Sainte-Croix, considerado el más señorial de los tres por tener ahí las mejores edificaciones.
Al tercer barrio, el de la catedral de Sainte-Marie, se accede después de atravesar el anterior por un puente un poco más alejado del centro de la ciudad. Es el barrio más antiguo de los tres. La cercanía de la catedral le daba un carácter eclesiástico.
Volviendo a la vía principal de la villa, inmediatamente después al primer puente, se cruza el segundo rio, la gave d’Aspe, con su puente correspondiente, para llegar al parque público de la Alameda
Tras instalarme en el albergue, y por falta de buena información, caminé siguiendo la vía principal, cruzando los dos puentes referidos, (todo un espectáculo admirar desde ellos el cauce de los ríos), hasta el parque de la Alameda. Iba buscando un restaurante, que en efecto le encontré, para tener una buena cena, y esperaba llegar a la catedral por esta carretera. Error, la distancia es bastante larga.
Así que retrocedí hacia los puentes contiguos para girar hacia el señorial barrio de Sainte-Croix, el segundo, y pasear por él. Tras recorrerle, crucé el rio Aspe, para acceder al barrio de Saint-Marie, el de la catedral. Ese es el itinerario lógico en las visitas turísticas.
Pero las horas de luz ya comienzan a ser escasas, el día se me acaba, y la hora de cenar se me echa encima. En definitiva, y eso fue lo más grave, no pude llegar a la catedral.
Pero el conjunto de la ciudad de Oloron sí le visité, y del recorrido te dejo, Jose, dos o tres comentarios.
En el parque de la Alameda existe (o existía cuando pasé) un quiosco de comidas y helados que le atiende un argentino. Siempre es una oportunidad de utilizar nuestra lengua, que para algunos nos permite descansar un poco del francés.
Impresionantes las construcciones de los edificios que encierran el cauce de los dos ríos. Los cimientos de las casas se hunden en el lecho de los cauces fluviales varios metros por debajo del nivel de las aguas. Y en ocasiones, en los edificios existen puertas que dan directamente al río, en lo que fueron en su día accesos para entrar desde las embarcaciones. Dado el caudal de ambos ríos, y la violencia con la que baja el agua, ¿cómo pudieron, hace 100 ó 150 años, clavar los cimientos sobre el río? ¿Desviaron el curso de agua? Interrumpir la corriente seguro que no, pues seguro que en estos parajes los ríos que descienden de los Pirineos nunca aflojan su caudal.
En definitiva, ésta es una de las imágenes icónicas de la ciudad: las casas flanqueando las orillas y asomando sus balcones a la impetuosa corriente de las “gaves”. Y al fondo, contrastando con la vista urbana, la naturaleza con el salvaje paisaje de las montañas. Los puentes serán las atalayas para contemplarlo.
En Aix-en-Provence hablamos de Cézanne. En Arles se mencionó a Vicent Van Gogh. Hoy en Oloron toca hablar de Edouard Manet. Aunque para ser rigurosos, sólo nos referiremos al cuadro que pintó en esta ciudad y que se titula “Maison Souviron”. (La “Maison Souviron” es una edificación que sigue ahí, con los cimientos clavados en la orilla de la gave d’Ossau, y alojando actualmente una tienda de ropa). Mientras que el cuadro es la imagen de un hombre que desde el interior de la vivienda se asoma al balcón, nosotros desde el pretil del puente del rio Ossau, podemos ver el exterior de la misma vivienda retratada (en la que vivió el artista escasamente un año), y el paisaje que el personaje del cuadro contemplaba. De cualquier modo, el horizonte que se disfruta desde este punto es una auténtica belleza, aunque Manet no hubiera pintado ningún cuadro.
Día fatigoso. Es hora de dormir.
Hoy día 27 de octubre abandono el camino de Arles. Fue hace un mes, justamente el día 1 de octubre, cuando llegué al Ródano para comenzar uno de los itinerarios que indica el Códice Calixtino.
Las anotaciones de buenas expectativas que dejé escritas en aquel momento creo que se han cumplido. La ruta está mejor balizada, el patrimonio artístico al que nos vamos asomando es magnífico con monumentos reconocidos por la Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad, territorios muy bellos con el Macizo Central como joya paisajística en toda la ruta, la infraestructura de albergues y acogidas resuelve sin grandes complicaciones las necesidades del peregrino, se come bien, se bebe mejor, hay bares y tiendas, …
También en la Vía Tolosana he coincidido con otros peregrinos. Siempre recordaré a Chantal y Tierry con los que permanecí unido en mi avance, aunque no siempre coincidiendo, durante quince días. En cambio, con Andrea sólo coincidí dos días, pero en el recorrido de las etapas compartimos las cuestas, los descansos y las meriendas. En Anoye conocí a Claude, un peregrino corso, que salió de su casa en Córcega para ir a Santiago, y con el que vengo compartiendo, hasta ahora en albergues de todos los finales de etapa; camina con un carrito a la espalda que le sujeta con arneses a la cintura. También he compartido tertulias, ilusiones, temores en las cenas de las gites con muchos otros caminantes. Me enseñaron muchas cosas, y, sobre todo, me ayudaron a conocerme mejor.
Si en algún momento he sentido alguna incertidumbre para localizar alojamientos ha sido por salirme de los finales de etapa estandarizados, aunque nunca llegaron a ser las dificultades del tramo Via Francígena – Camino de Arles.
Y ahora, abandono esta ruta histórica en las tres últimas jornadas de ascensión por el valle de Aspe, para buscar el paso por el Pirineo Navarro. Algún día tendré que volver y recorrer esta última parte de la Via Tolosana. Quedo en deuda con este Camino que me ha tratado tan bien.
Bien sean peregrinos que recorren estos senderos hacia el apóstol buscando su Camino personal, bien sean caminantes que quieren disfrutar de tantas bellezas acumuladas, se lo aconsejo a todo el mundo.
Si se pudiera acotar mi Peregrinación en tramos, el Camino de Arles ha sido el tramo en el que he sido más feliz. Supongo que el hábito ya adquirido de caminar, y ver más próxima la posibilidad de llegar al apóstol tendrá algo que ver.
Antes de abandonar Oloron hacia L’Hôpital-Saint Blaise, que será el final de la jornada de hoy, recorro las calles del barrio de la catedral, caminando hacia el templo con intención de visitarle. Sin embargo, a estas primeras horas del día, que ya tampoco son tan primeras, pues la reducción de las horas de sol no permite comenzar la marcha antes de las ocho de la mañana. A estas primeras horas, decía, Saint-Marie, está todavía cerrado, y no es posible visitar el interior de la iglesia.
Si puedo en cambio, deambular alrededor contemplando desde el exterior la arquitectura románica. Contemplo el porche de entrada, con una estructura que recuerda, pero en más pequeño, a la puerta central de entrada a la catedral de Santiago: dos vanos de acceso al templo, separados por un parteluz. Y sobre un tímpano bastante austero, tres archivoltas con relieves magníficos también de estilo románico. En las columnas laterales a ambos lados de las puertas, unas esculturas más gigantescas asustan con su imagen: en el lado izquierdo un monstruo que ya se ha comido la mitad de una persona, en el derecho un caballero que pisotea a su enemigo que muere con rostro de terror.
Me debo contentar con esta escueta mirada al exterior de la catedral, y vuelvo a la sirga con la promesa íntima de reanudar la visita cuando en el futuro regrese a Oloron, aunque sea como turista.
Quedan por delante 23 quilómetros de caminos principalmente llanos en sus dos primeras partes, y tenderán hacia arriba en su parte final. ¡Oye, Jose!, en la primera población, Moumour, no dejes de entrar en la tienda de comestibles que hay en la acera de la izquierda en el centro del pueblo, a continuación de la iglesia, frente a la alcaldía. Entra con cualquier pretexto, pues la dueña, Marie Pierre, mima con alguna bebida (normalmente café) a los peregrinos jacobeos que por su tienda pasan. Además, te ofrecerá su “libro de oro” para que dejes escritas tus reflexiones. Sobre todo, te dará cariño, ánimo y la sensación de que eres alguien importante en esos momentos.
E inmediatamente después de la tienda de comestibles baja por la callejuela de la izquierda. No te vayas a pasar y sigas por la calle principal, como me pasó a mí, y te toque después desandar tus pasos.
Estos senderos que ahora recorremos son amplios, hechos para que los recorran caminantes, peregrinos, y los vehículos agrícolas. Pero no deben ser muy frecuentados, pues en algunos lugares de vegetación más tupida, el camino está cortado por la caída de ramas, o de un árbol entero que se atraviesa de lado a lado de la senda; y que obligan al caminante a realizar contorsiones, siempre más molestas con la mochila a la espalda, para superar la imprevista barrera.
Y de sonido de acompañamiento la gave d’Oloron, que durante gran parte del día tiene su cauce paralelo al peregrino. El río, como ya vengo refiriendo de todos los ríos de esta comarca, es impetuoso y violento, y agua y piedras avanzando juntas, nos ofrecen la música de la naturaleza. Así que, como ha llegado la hora del tentempié mañanero, busco un lugar donde pueda ver y escuchar a la corriente fluvial, … y no lo encuentro. Tengo al río al otro lado de la vegetación, y llego a verle, sin mucha claridad, entre las ramas. Pero en cuanto ocupo mi mesa de bocadillo, o sea, el duro suelo, no puedo contemplarle. Así que resignado, me siento a la vera del camino, para sólo escuchar el concierto de la naturaleza salvaje.
Tan feliz en mi soledad, y ya satisfecha el hambre, llega Claude; mi compañero de Peregrinación, de albergues, y menos de senderos, en los tres últimos días. Como no comparte mi afición a las comidas de media mañana, continúa su marcha. Nos volveremos a encontrar en l’Hôpital-Saint-Blaise. En cambio, con la gave d’Oloron, en cuanto reanude mi marcha, ya no me volveré a encontrar
Mínimas aldeas aparecerán en la sirga. Aren es la que más destaca, con sólidas construcciones de casas entre rurales y señoriales, o tal vez las dos cosas, y la iglesia, a juego con las casas; todo ello conforma un conjunto urbano que llama la atención. Más tarde, junto al puente que cruza el río Joos, en la aldea de Préchacq-Josbaig, en los prados a la orilla del río, aparecen unas estelas de piedra, verticales cual menhires, que constituyen un homenaje de la región a las víctimas de la barbarie nazi en estas tierras. Lo que no aparecen son los lugareños. Después del café y de la charla con Marie Pierre, el país bearnes se muestra desierto.
De L’Hôpital-Saint-Blaise, en su mínimo caserío que hoy nos acoge creo que debo referir cuatro cosas.
Lo primero, el restaurante, por si acaso se llega con hambre, y en horarios para almorzar. Visto el caserío, es un lujo su existencia. Es el único establecimiento público que tiene la localidad, y está al otro lado de la carretera, según llegamos por la sirga jacobea, tras superar la magnífica iglesia de la que luego hablaré. Es de suponer que al mediodía dará comidas en su salón. Claude y yo nunca lo supimos, pues ni él ni yo llegamos a tiempo. Sin embargo, la patrona, muy amablemente, nos atendió recibiendo el encargo de cena para esa tarde; que fuimos a recoger, ya en horario fuera de atención al público, para comerla en el albergue con tranquilidad. Después, en la noche devolvimos los platos y cubiertos, dejándolos en la puerta del cerrado establecimiento.
Lo segundo, la gite, que hay que contratar en la magnífica iglesia de la que luego hablaré. Allí después de pagar, te dan el código de acceso al albergue. Como el restaurante, está al otro lado de la carretera, pero en este caso en dirección opuesta (a la derecha). La gite resulta perfecta en las tareas de acogida para asearte, hacer colada, dormir; pero para comer… nada, Ni siquiera, aunque uno quiera prepararse su propio guiso, pues no tiene sal, aceite, …, ninguna infraestructura culinaria. Si no recurres al restaurante, o a la comida fría que tengas en el macuto; sólo queda como plan C, la máquina junto a la puerta de entrada, que vende bebidas (magníficas cervezas frías) y algo de comida. También vende un “kit” de desayuno que para nosotros se convirtió en la única posibilidad de comenzar a caminar al día siguiente con algo caliente en el cuerpo. No quedan muchas alternativas.
Lo tercero que quiero destacar, y que creo es casi desconocido, es el molino de agua al que se llega después de superar la magnífica iglesia de la que luego hablaré. Sin pasar al otro lado de la carretera, y girando por el camino de la izquierda, se cruza primero un riachuelo, y después el caz que alimenta el aljibe que hace funcionar el molino que nos ocupa. El edificio del molino está a la izquierda, y es propiedad particular del vecino que vive en la casa de al lado. Claude y yo tuvimos suerte, y se juntó con la amabilidad del propietario que lo hizo funcionar para nosotros. El molino está totalmente operativo, y según se va vaciando el estanque, y el agua pasa bajo el piso de la instalación, se puede ver cómo va moviendo las piedras de moler, y se puede ver cómo las canaletas por donde debe circular bien el grano, bien la molienda, se van agitando para ayudar a que avancen bien hacia las muelas, bien hacia las artesas donde se recoge el producto final. Es una fortuna contemplar el funcionamiento de esta magnífica tecnología de época medieval.
Y en cuarto y último lugar, ¡ya era hora!, quiero hablar de la magnífica iglesia de Saint-Blaise (San Blas), declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, y verdadero milagro de conservación en un territorio tan distante de núcleos de población importantes. Y más cuando el hospital de peregrinos jacobeos al que la iglesia pertenecía se lo llevó la historia. La iglesia es del siglo XII, de estilo románico-mudéjar, y comparada con otros templos románicos, es pequeña y recogida. Como se puede obtener información en numerosas guías, yo voy a citar lo que más me llamó la atención: la cúpula octogonal que se sujeta sobre las cuatro columnas del crucero. Los nervios que salen de los ocho vértices componen un dibujo que tiene los mismos fundamentos al que existe en la cúpula de la iglesia del Santo Sepulcro de Torres del Rio, también en el Camino de Santiago. A ambas iglesias se les adjudica origen mudéjar, y se supone que los alarifes habían trabajado en el mihrab de la Mezquita de Córdoba. Todo esto lo cuenta el audiovisual que se proyecta en su interior, y que te aconsejo Jose no dejes de verle, en español si lo prefieres. A mí, no me resulta extraño que dos iglesias que se construyeron en el mismo periodo, cada una a un lado de los Pirineos (pero ambas en el mismo reino de Navarra, como ya tenemos claro tras la etapa que nos pasó por Pau y Lescar), sean tan parecidas, o que llegaran a tener el mismo alarife.
Muchas noticias para una población tan pequeña. Uno se va fatigado a la cama. Mañana seguiremos por el País Vasco.
La etapa de hoy, día 28 de octubre, es una etapa corta. Apenas 18 quilómetros para llegar a Mauléon. Pero es interesante hacer escala en esta población, pues en el día de ayer tuvimos pocas posibilidades de avituallarnos y en las dos próximas jornadas nos ocurrirá lo mismo. Sólo en Saint-Jean-Pied-de-Port volveremos a disponer de abundancia de servicios para atender las necesidades que nos hayan ido surgiendo.
Pero todo lo que tiene la etapa de corta lo tiene de bella. Es una jornada para disfrutar de la caminata, pues, aunque no encontraremos tramos llanos, tampoco nos amenazarán grandes rampas de subidas o de bajadas. En el territorio se mezclan los bosques con zonas explotadas para una economía ganadera, es decir prados para el ganado o cultivos de forrajeras con el mismo destino. Y el suelo que pisaremos irá alternando entre carreteras asfaltadas, con caminos agrícolas, o simples senderos; incluso cruzaremos por prados en donde malamente estarán marcadas las pisadas.
Tendremos que abrir, y por supuesto dejar cerradas, numerosas portillas para que el camino pase de una finca a otra (es preferible no saber cómo están establecidos los derechos de paso, no sea que un propietario decida no permitir el libre acceso de caminantes o peregrinos). Y entre todas estas portillas bien engrasadas, bien ajustadas, aparece una puerta que nos permite la salida de un prado, que le hemos atravesado por un sendero se adivina más que se ve (ese prado, al que no recuerdo como se llega a entrar); una puerta, decía, que realmente no es tal, sino que es una talanquera metálica de tres o cuatro metros de largo que hay que liberar en uno de los lados de la sujeción del poste que la sostiene; pero hay que desplazarla a peso gastando de las fuerzas que tengamos, para entreabrir el hueco que nos permita salir del prado.
Será por tanto una etapa entretenida, con continuos cambios en el entorno, y que por ser de poca distancia no llegará nunca a ser fastidiosa.
Además, paisajísticamente resulta bellísima por las maravillosas vistas que vamos disfrutando cada vez que alcanzamos una altura. En el País Vasco, aunque el territorio rural está claramente humanizado, el aprovechamiento económico no resulta todavía agresivo con la naturaleza. El terreno ondulado y la variedad de verdes que proporciona el campo hacen del día de hoy un disfrute permanente para la vista. El lugar ideal para emborracharte de horizonte es a los siete quilómetros del inicio de nuestra marcha, cuando salimos de un pequeño bosque y alcanzamos el punto más alto de la etapa. Abajo, a nuestra derecha se ve las tierras que deberemos recorrer en las siguientes horas, y mucho más al fondo se alcanza a ver la ciudad de Mauléon, nuestra meta para hoy.
Paradójicamente, el mayor esfuerzo en este día toca realizarle ya en la llegada al antiguo barrio alto (ya con este nombre, qué se puede esperar) de Mauléon. Esa empinada cuesta se sitúa bajo el majestuoso, y muy bien conservado, castillo del siglo XIII; y al recorrerla caminaremos junto a los “halles” (mercados) de esta parte de la ciudad, en el estilo de aquellos con los que me explayé en Barran; aunque estos se les ve más modernos, que no quiere decir más bellos. Después, de nuevo bajo las leyes de la física (todo lo que sube, baja), descendemos para cruzar el rio Saison, y ya dar por concluida nuestra marcha de hoy en la plaza del ayuntamiento.
Como la jornada ha sido corta, es casi seguro que se llega a tiempo para disfrutar de la magnífica cocina vasca en cualquiera de los numerosos restaurantes de la ciudad. Aunque, no será necesario salir de la plaza para encontrar alguno; y más, teniendo en cuenta que aquí está la alcaldía, donde tendremos que ir a pedir las llaves de la “gite” que nos acogerá esta noche
Sigo coincidiendo en los albergues con Claude. Algo completamente lógico puesto que, cuando aseguramos vía telefónica el alojamiento de los días sucesivos, siempre hablamos de la llegada de dos peregrinos: él y yo. Pero a la hora de caminar cada uno llevamos nuestra ruta. Hoy tenemos la reserva para una gite junto a la población de Saint-Juste-Ibarre, una granja situada un poco antes de la población, Y cada uno llegó por una variante diferente. Casi era obligado. Ahora lo explicaré.
En el día de hoy no habrá que caminar mucho, 22 quilómetros. Siempre con la barrera de los Pirineos frente a nosotros. Imponiendo su presencia. Deseados desde el primer día de la Peregrinación. Temidos ante la visión de las cumbres. Recordándonos que, aunque todavía los vayamos evitando, eso sí, cada día más cerca; nada va a impedir que al final, no haya evasión posible. Y habrá que entrar a sus valles, subir sus montañas, buscar los collados, ... Hoy no será. Aunque hoy sí habrá que trepar, y “destrepar”. Y bastante.
La primera mitad transcurre por un territorio suave propio del País Vasco: ondulado, pero sin grandes rampas, ni positivas ni negativas. Lo más significativo de esta primera parte es la localidad de Ordiap, y en concreto el bonito entorno donde está situada su iglesia. El edificio está en lo alto de una elevación, pequeña, dominando los prados junto al río. De hecho, para llegar hasta la puerta es necesario cruzar un puente sobre el riachuelo y ascender por un sendero empedrado de guijarros. Y, como tantas iglesias rurales, rodeándola están las tumbas de los lugareños fallecidos a lo largo de los tiempos. En este día, 29 de octubre, a tres días del Día de los Difuntos, las lápidas estaban recibiendo la limpieza y el embellecimiento que resulta tan propio en estas fechas.
Es una construcción románica rural, es decir, humilde en sus pretensiones, pero muy bella en su interior. Las columnas y paredes de piedra dan una sensación de templo robusto, y a la vez monumental. Me llama la atención las gradas en el piso superior. No podemos hablar con propiedad de coro, puesto que no es esa su función, pero facilitará para entender como está dispuesto ese espacio. En realidad, estamos hablando del lugar del templo donde, separados de las mujeres, se situaban los hombres para seguir el culto (¿lo seguirán haciendo?, pues no lo sé) Lo que sí sé, es que, en las iglesias de Euzkadi, es muy habitual encontrar diferenciados estos espacios en alto reservados para los hombres, mientras que las mujeres ocuparían la nave del templo.
A dos quilómetros escasos de esta aldea es el momento de tomar la decisión de la jornada. Hay que pasar al otro lado del pico Élaudy, que está ahí frente al camino, y hay que elegir: ¿por el collado de Ehutza o por el collado de Napale? La ruta oficial propone la primera alternativa, más corta, pero con más desniveles, tanto en la subida como en la bajada. Napale más suave, pues es un quilómetro y medio más larga, y el collado queda un poco más bajo. Me decido por el collado de Ehutza.
Y en efecto, existe un tramo muy exigente de fuerte subida en zigzag que asciende 100 metros en poco recorrido. Es el momento de recordar, hace ya casi dos meses, las rampas de la comarca de las Cinque-Terre, allá en Italia, para evitar cualquier debilidad en el ánimo.
Después la senda va faldeando y rodeando el pico, que nos va tapando poco a poco la vista de los Pirineos. A cambio, se nos abre a nuestros pies un valle, donde la ladera de enfrente es una imagen de postal: paisajes verdes en todos los matices, caseríos desperdigados por las faldas de las colinas, figuras minúsculas que son ganado en los prados, en la cima de la colina frente a mí, la ermita de San Antonio. País Vasco en estado puro.
Y como es la hora del bocadillo, me siento en mi ladera para contemplar la de enfrente mientras me repongo de la trepada anterior. El collado ya está ahí, a la vista, a un quilómetro; pero éste es mejor mirador para deleitarme con el paisaje. ¡Estos son los momentos del Camino!
La naturaleza siempre es bella, aunque unas veces te da alegrías, y otras te hace sufrir. Ahora toca la otra faceta. El descenso desde el collado hasta el arroyo del siguiente valle es de 200 metros de desnivel. El sendero es muy vertical, casi da vértigo; con pasos muy difíciles, el suelo está con muchas piedras sueltas, ¿50 minutos, una hora? No lo sé, pero se me hace interminable. Supongo que, como recurso mental para un pobre consuelo, voy pensando que aún podría ser peor: si estuviera mojado por la lluvia, si me tocara subir en vez de bajar (esto tampoco lo tengo muy claro), si no llevara bordón, si llevara arrastrando un carrito a la espalda como lo lleva Claude (¿cómo lo hizo?, él eligió el collado de Napale para rodear el pico Élaudy; algo debía de saber), … Realmente es la bajada más peligrosa que he tenido, y que tendré en toda la Peregrinación.
Una vez junto al arroyo, todo vuelve a ser plácido y grato. En una hora en la granja de Sandra, donde pude prepararme de las vituallas de mi macuto un bote de “casolette”. Después a la noche nos prepararía una sustanciosa cena a las siete personas que hasta allí llegamos, aunque cinco iban en dirección opuesta a Santiago. Pero antes de eso, todavía tuve la oportunidad de cansarme un poco más peloteando en el frontón que tienen habilitado.
Además de los comentarios que he dejado en la página de Gronze, en el apartado de albergues, he de decir que el sello más original que me han puesto hasta ahora en la credencial ha sido en este albergue. Sandra, que se dedica también a la elaboración de diferentes productos obtenidos de la apicultura, ha elegido, como motivo del sello, una abeja. Pero no es un sello impreso, no. Ella graba el relieve de una abeja, sobre el lacre líquido que previamente ha vertido en la credencial. Lo dicho: ningún sello como ése.
¡Se acabó!
Hoy día 30 de octubre llego a Saint-Jean. Dos meses y medio recorriendo los caminos del apóstol por sirgas que me han ido acercando hasta el Camino Francés. Todavía me falta un mes por senderos españoles para llegar a Compostela. Bueno, un mes y un día, como los presos; porque hay completar la jornada de hoy: 25 quilómetros. Pero tengo la sensación de que será una jornada de fiesta. A pesar del código mental que me impuse desde el primer momento: “sólo hay que pensar en caminar un día más”, es cierto que de vez en cuando, imaginaba este día. Pero estaba tan lejos, que, mentalmente, me convencía a mí mismo, que, en cualquier momento, un contratiempo, podía interrumpir mi Peregrinación.
En el día de hoy, Claude y yo, vamos caminando juntos. No es necesario apresurarse pues ya tenemos reservado el albergue en Saint-Jean. Aunque hemos visto que la “capital jacobea de Francia” (¿podemos adjudicarle este mérito a Saint-Jean-Pied-de-Port?, pues no lo sé, pero ahí va mi nominación), está ya en temporada baja, y muchos albergues ya no responden.
Hasta Pamplona estaremos en territorio euskaldun, así que, cuando nos cruzamos con los paisanos que trabajan en los aislados caseríos que hay junto a la sirga, he decidido cambiar el saludo mañanero francés de “bonjour”, por el vasco de “egunon”, que es todo lo que mi euskara da de sí (¡bueno, contadas, contadas, cinco palabras más!). Reconozco que me hace ilusión escuchar el “egunon” de respuesta. Es como si me sintiera más próximo a los caseros, con algo en común para compartir. Claude sorprendido la primera vez por la existencia en estas tierras de una “jerigonza” diferente al francés.
Pero claro, estas pedanterías se pagan. Y cuando un lugareño continuó la conversación en euskara: “¡Ah, habláis vasco!” (eso lo adiviné con total seguridad, …creo), y después una parrafada que igual quería decir: “¿de dónde sois?”, como podría ser “hace un día magnífico”; hubo que explicarle, obviamente en francés, que mi conocimiento del idioma vasco se detenía en el saludo mañanero. Así que abandoné mis pretensiones políglotas, para evitar repetir el ridículo más veces.
El terreno, aunque no hemos llegado, aún, al Pirineo, tiene un relieve bastante accidentado. Y los montes tienen hoy una extraña alta densidad demográfica. La explicación: hoy es domingo y es día de caza, y por tanto, de cazadores. Les hemos escuchado antes que verlos. Es en la zona del collado de Gamia, con muchos disparos en la dirección hacia donde vamos ascendiendo. Creo que la presa a abatir es la paloma torcaz en el momento de cruzar por los pasos entre las cumbres en su migración hacia el sur. Se llegan a ver entre los arboles dos o tres cabañas ocupadas por gente, que de vez en cuando, agitan algo parecido a las banderas, sin que lleguemos a adivinar con qué fin: ¿provocar el vuelo de las torcaces?, ¿avisar de …algo, a los cazadores que hay por el entorno? Lo cierto es que yo no veo ningún ave en el cielo, pero sigo escuchando disparos. Hubiera preferido ver cruzar alguna paloma por encima de mí, pues sería la confirmación de que los disparos se dirigen hacia arriba. Pero en la duda, ¿y si están cazando conejos, y los tiros son rastreros?, pues …podríamos estar en línea de fuego. Así que descansé cuando ya fuimos descendiendo hacia el llano.
Como ya he dejado escrito antes, Claude no es de bocadillo a la mitad de la caminata. Júntalo a la premura por salir del territorio de los escopeteros. Conclusión, que hoy no ha habido momento para meter algo entre pecho y espalda. Las personas somos animales de costumbres, y siento que me está faltando comida para caminar con comodidad. Así que al llegar a las cafeterías de la plaza de Saint-Jean-le-Vieux, a falta de cuatro quilómetros para terminar la jornada, me detengo a comer algo. Claude decide continuar hasta Saint-Jean sin detenerse. Además, en la plaza reconozco la atmósfera que vengo extrañando desde el primer día que salí de Roma: las mesas de las terrazas del bar están ocupadas por otros peregrinos, y por fin puedo dirigirme con “buen camino” a mis vecinos de mesa. Siento que, a partir de ahora, en la compañía de otros “jaquets”, podré dar satisfacción a la parte gregaria que hay en mí.
¿De dónde vienen estos peregrinos? Claramente de Ostabat, el lugar de inicio de su etapa de hoy. Ostabat es la población donde se unen los tres caminos jacobeos franceses antes de llegar al Pirineo; y con los que, desde hace tres quilómetros, vengo compartiendo la senda ya unificada.
Un peregrino de la mesa vecina, tras las frases protocolarias de saludo, me pone rápidamente al día de las noticias, las malas noticias, del Camino. Un compañero de jornadas anteriores, y que ahora camina por delante, le cuenta por teléfono que el cruce de la cordillera por la senda Napoleón lleva dos (o tal vez tres) días prohibido por la guardia civil española a consecuencia de un incendio en la montaña junto a la senda jacobea; y que él ha tenido que continuar a Roncesvalles por la carretera, por Valcarlos.
¡Había conseguido que el conejo del cuento de Alicia ya no gritara: “llego tarde, llego tarde”, y es ahora la guardia civil la que me va a impedir cruzar los Pirineos por las montañas!
En la Oficina de Atención al Peregrino de Saint-Jean-Pied-de-Port, al sellar la credencial, me confirman que hoy, día 30 de octubre, la única ruta abierta para llegar a Roncesvalles ha sido la variante de Valcarlos. ¿Mañana? Quién lo sabe… El paso de la muga lleva cortado tres días, y a los que han llegado hasta allí la guardia civil los obliga a dar la vuelta: a Saint-Jean otra vez; o retroceder 3,5 quilómetros y tomar la pista forestal que lleva a Arnegi, en la carretera de Valcarlos (lo que significa, con retroceso y pista alternativa, caminar ese día 40 quilómetros para llegar a Roncesvalles).
Si no abren la muga mañana día 31 de octubre, pasado, día 1 de noviembre, serán las autoridades francesas las que prohíban ascender por las montañas por la normativa invernal.
La estancia en la población navarra, con comida y cena en sendos restaurantes, ¡todo un lujo que me merezco!, está afectada por la incertidumbre de mañana. Así que no haré ningún comentario sobre la ciudad, pues además las guías van a dar mejores explicaciones que yo. En cuanto al albergue, el apartado correspondiente que tiene la página de Gronze recoge mi opinión, (que es buena).
El apóstol no abandona al buen peregrino, y pone lo que puede de su parte. En la noche del 30 al 31 una tormenta, con concierto de truenos y relámpagos incluidos, deja caer “la mundial”. Media noche escuchando como el agua golpea a los cristales del albergue. Por fuerza el aguacero ha tenido que acabar con todos los rescoldos que todavía hubiera. Digo yo….
Hoy día 31 de octubre, hacia las ocho de la mañana, hay una curiosa “asamblea” de peregrinos en el cruce donde se bifurcan las dos sendas para llegar a Roncesvalles. ¿Cuál elegir? Los doce, o quince, peregrinos allí reunidos estamos informados del cierre de la muga en los días anteriores, y que es posible que hoy se repita la situación. Llegan tres más desde la Oficina de la Atención al Peregrino que abre a las siete y media de la mañana. La noticia es que no hay noticias diferentes a la situación de ayer. Cada uno da su opinión en una curiosa Babel de idiomas: francés, inglés, algo de italiano. Yo doy también la mía: subiré por la senda Napoleón, pues tengo la esperanza de que la tormenta de anoche haya acabado con todo resto de incendio.
La verdad es que he vendido mi alma de peregrino modélico (utilizando el tren hacia Toulouse) con la intención de caminar en el día de hoy junto a la virgen de Biakorry, por la fuente de Roldan, por el collado de Lepoeder, …; para que, ahora, a las ocho de la mañana, aceptar que la transgresión del canon peregrino se va a quedar en algo inútil. ¡El “delito” cometido me tiene que traer algún provecho! Al menos, intentarlo.
Claude y yo volveremos hoy a caminar juntos. Otra peregrina que tiene la intención de llegar hasta Pamplona, Mari … (olvidé su segundo nombre), de Mont-de-Marsan se une a nosotros dos. Por detrás otros tres o cuatro peregrinos también van a ir por la senda Napoleón. Es de suponer que otros más madrugadores que los “asambleístas” ya estén camino de Orisson. Y tal vez, algunos de los que todavía, por dormilones, no han llegado a la bifurcación terminen también por elegir esta vía. Pero vamos a ser poquitos. La mayor parte elige caminar por la carretera.
Los senderos por los que toca caminar hoy son conocidos de sobra, y si no conocidos, mil veces narrados, así que, ¿qué novedades puedo yo aportar en estas notas? Las pequeñas vivencias de peregrino.
A la altura de Honto, no sé muy bien de dónde sale, aparece Osvaldo. Osvaldo es un peregrino chileno que viene desde Le-Puy, y camina hasta Compostela. Su andar es lento, con cierta sensación de fragilidad, pero los quilómetros recorridos demuestran que está ya curtido en mil ascensos. Parece que ayer fue uno de los afectados por la prohibición de entrar en España, y lo vuelve a intentar hoy. En las duras rampas de Orisson se queda atrás, pero que nadie se engañe: su caminar es lento, pero seguro.
En Orisson, el viento, del sur comienza a dejarse notar. Es viento meridional, pero, a esta altitud, ya comienza a ser frío. Cruzando los collados será mucho más frío. Pero todavía no es tan molesto como para no gastar un rato en el balcón que tiene instalado el albergue, contemplando, hacia esta vertiente francesa, las siempre maravillosas vistas de los valles pirenaicos. El albergue está cerrado desde el 15 de octubre, y eso colabora, sin duda, a que no haya nadie junto al edificio, sólo nosotros tres.
Por las cuestas que ascienden hacia la Virgen de Biakorry, el viento es muy violento. Se cuela entre las dos vertientes de las laderas y sopla de frente al peregrino, y no hay forma de avanzar; y si entra un poco lateral, te saca de la pista o amenaza con tumbarte: una vez más el bordón ayuda para mantener un precario equilibrio.
Esta vez, contemplar el paisaje desde el mirador de la Virgen de Biakorry, requiere un poco más de amor a la naturaleza. Por estas campas, el aire, ya frío, se cuela por debajo de las prendas, y castiga al caminante. Pero …, es tan bello todo el territorio que se muestra a nuestros pies…, que disfrutar de esta visión hace olvidar la molestia del viento.
Poco después, las nubes se suman a la fiesta. Pasan rápidas, desde el lado español, tras haber cruzado las cumbres, pero de vez en cuando aportan un poquito de niebla. Y de entre la niebla, desde la ladera de la izquierda, vemos a dos personas que bajan a la pista: Alix y Antoine. Alix viene desde París y su meta también está en Santiago, y Antoine, su pareja, camina con ella estos días del fin de semana, pero deja su cita con el apóstol para otra ocasión.
La incomodidad permanente del viento hace que olvidemos que la guardia civil puede estar esperando en la muga, junto a la fuente de Roldan. Sin embargo, cuando ya hemos alcanzado la bifurcación de la cruz de Thibault, donde el Camino de Santiago ya pisa tierra en vez alquitrán, empiezo a calcular que de estar cortado el paso a España, ya nos tendríamos que haber cruzado con algún peregrino descendiendo. Y es justo en ese momento cuando vemos descender por el sendero a tres personas que hacen presagiar lo peor. Desde más cerca se les adivina excursionistas, que no peregrinos. Las mochilas no tienen el volumen “crítico” que la Peregrinación impone. Por fin, nos lo confirman: son caminantes, españoles que están de excursión en el día, y que no han encontrado ningún control en la linde cuando la cruzaban.
Así que llegamos a la fuente de Roldán donde difícilmente llenamos las cantimploras por el escuálido chorro que sale del caño. Aquí, contra el talud que protege del viento, es el momento de tomar el bocadillo de media mañana, costumbre de la que Claude carece, por lo que él y la compañera francesa deciden continuar a Roncesvalles. Será el último rato que permanezca en Francia.
Estoy a cuatro pasos de cruzar a España tras 77 días de Camino. No siento una especial emoción patriótica al llegar aquí. Como decía Serrat: “no me siento extranjero en ningún lugar, donde haya lumbre y vino tengo mi hogar”. Creo que el peregrino jacobeo tiene su país en el Camino; capital: Santiago. Pero sí soy consciente de que voy superando hitos. Continuar por suelo español, ya es el penúltimo. Soy feliz de haber llegado hasta aquí, tan lejos ya de Roma; todavía no hay hueco para la tristeza de dejar el Camino. Pero, eso, llegará.
Un paso, dos, tres, cuatro pasos: adiós Francia, hola Camino Francés.
A los pocos minutos la pista pasa junto a los restos del incendio de días pasados. Por supuesto, tras la tormenta de anoche, ningún rescoldo, pero los árboles chamuscados están a ambos lados del sendero. Tal parece que la prohibición para los caminantes estaba justificada.
En esta parte de las montañas, las nubes todavía están compactas y dejan caer precipitaciones. No son abundantes, pero hacen presagiar que en el lado sur de las cumbres la lluvia será más intensa. No es necesario refugiarse en el refugio de Izandorre, aunque Alix y Antoine le están utilizando a su hora del almuerzo como fonda.
Y en efecto, a partir de Loepeder, el agua es abundante. Por ese motivo, para evitar posibles resbalones, elijo el descenso por Ibañeta. Pero también el viento del sur vuelve a ganar fuerza. Y las gotas de agua, fría, empujadas con violencia por el aire se convierten en perdigones que van golpeándome en la cara una y otra vez. Molesto, muy molesto. Pero, lo que más problemas me causa es guardar el equilibrio con un viento tan fuerte, estoy convencido que la velocidad que lleva es la mayor de toda la jornada. El bordón, de nuevo, me evita varias veces ser derribado por el vendaval. Me he equivocado en el descenso, debería haber elegido la bajada del bosque, ya que los árboles me habrían protegido más. La pista de Ibañeta va todo el rato por terreno descubierto. Y en efecto, cuando llego al camino que va entre los árboles desde la ermita de Ibañeta hasta el albergue de Roncesvalles, todo resulta cómodo y placentero.
Como ocurrió la vez anterior que caminé por estas mismas sendas, la etapa resulta maravillosa. La parte un poco menos amable que me ha deparado la climatología (viento, lluvia golpeando la cara, …), es el mínimo peaje que nos cobra la montaña por disfrutar de ella. Es la forma de recordar la humildad que debemos mantener ante la naturaleza.
En una sola etapa se concentran los valores del Camino: humildad, esfuerzo, belleza, sentirte vivo, ...
Creo que es hora de decirte gracias, en su más amplio sentido Isidro.
Puede que mi camino acabe mañana o puede que llegue hasta el apóstol como tú dices, no se. Pero yo ya me doy por satisfecho.
Van 70 días, más de 1.800 km. Sin tu ayuda mi camino hubiera tenido muchas más piedras. Mi ojos no son tan sensibles como los tuyos, mis letras no se junta como las tuyas. Pero estoy viviendo este camino como ninguno de los muchos que he hecho.
A partir de cruzar los Pirineos, me falta una semana, supongo esta todo dicho ya, por eso me adelanto unos días.
Con tus escritos he disfrutado de cosas que no vería ni por asomo y con tus consejos el camino está siendo más recto. Gracias.
Ultreia Et Useia José
Saludos Sr. Jose
Le deseo lo mejor de lo mejor en su Camino, aunque de eso ya se encarga la vida, que le ha puesto, entre otras muchas causalidades, supongo, a Isidro como linterna entre la niebla.
¿Cómo se siente uno siendo protagonista y destinatario de unas letras tan armónicamente juntadas? Los textos de Isidro son de lo mejor que he leído en experiencias camineras, y el hecho de ir dirigidas a usted, aunque nos beneficiemos todos, debe ser motivador.
Buen Camino, Sr. Jose, ¡Ultreia!
Todavía hay quien duda de que existan peregrinos en el S.XXI
Hola Indi, gracias por tus deseos, que conste que también sigo tus sabias opiniones.
Para mi, ser en parte causante y destinatario de tan esperados escritos es un verdadero honor.
Cada nuevo renglón está siendo una vitamina extra para mis ya cansados pies.
Por mucha información que tengas de la senda, después tu persona y el camino te lo hacen diferente al cualquier otro.
Sin la ayuda dé Isidro y otros, este camino hubiera sido dificilísimo.
Sentirse peregrino es un ejercicio de egocentrismo y auto complacencia, cada cual puede sentirse lo que le apetezca, pero que otras muchas personas te hagan sentir que eres un peregrino, aunque sea siglo XXI, que te ayuden a serlo sin nada a cambio, que te lo hagan sentir, que lo vivas con todos los sabores y sinsabores, eso es sentirse peregrino por unos meses.
Es mi humilde opinión.
Jose
Amigo Jose, me alegro mucho que las notas que he ido dejando en esta bitácora te hayan sido de utilidad. Tienes ya al alcance de tus botas Roncesvalles. A partir de este momento, para ti, ya es tierra harto conocida. Tu experiencia por los caminos españoles de Santiago es grande. Por supuesto, mucho más que la mía, que sólo soy un aprendiz a tu lado.
Por tanto, ¿qué puedo ya aportarte mientras caminas un mes más hasta el apóstol (donde no tengo ninguna duda que llegarás)? Pues ya nada sobre el día a día del Camino. Lo poco que no conozcas por veteranía, lo conocemos igual por lo mucho que ya han escrito los que tienen más experiencia.
Pero todavía tengo que dejar escritos otros párrafos. Ya serán pocos.
Como dije en la primera entrada, estas notas nacieron, antes que nada, para recordar yo, en el futuro, mi Peregrinación. Y sí después son útiles a otras personas, como información, o como reflexión, mejor que mejor.
Estos senderos del Camino Francés, ya los caminé en otra ocasión (una Peregrinación frustrada que me llevó a Sarria, y de ahí no pasé), y en estos días ya no piso las veredas con la inocencia con que lo hacía en Italia o en Francia, donde a cada paso me esperaba una novedad, en cada recodo había algo por descubrir. Ahora ya no. Compruebo que esta vez, mi mente la llevo ocupada en reconocer los lugares por donde pasé cuatro años atrás, en lugar de esperar la continua sorpresa. Como Indi ha dejado escrito hace unos días: ¡sólo hay una primera vez! (tienes mucha sabiduría amigo Indi). Peregrino: ¡sólo pierdes la virginidad una vez en un Camino, cuando te entregas a él inocente e ignorante! No la desperdicies con … “estos cien últimos quilómetros son un ensayo”, “la siguiente vez no lo haré por semanas”. Peregrino: cada sirga nueva que elijas embárrate en ella hasta las trancas.
Aunque, por supuesto, quedan muchas otras satisfacciones. Algunos de los peregrinos que dejan su testimonio en Gronze citan, como situaciones que sólo son posibles en la Peregrinación, lo que se viene titulando, “Los momentos del Camino”. Esos momentos en los que parece que los astros se alinean para que las vivencias dejen una huella irrepetible en el interior de nosotros. A veces, es un instante; otras veces dura durante mucho más tiempo. Hasta los Pirineos, se han quedado en mi memoria esos “momentos” en que la naturaleza amenizaba mi soledad con el espectáculo de su belleza. En el Camino Francés, los “momentos”, los recuerdo siempre compartidos con otros compañeros de peregrinación.
Creo que, hasta llegar a la meta en Santiago, podría aún haber caminado en soledad, sin problemas, el mes que se tarda en recorrer el Camino Francés. Pero compartir fatigas, comidas, lluvias, tertulias, fríos, canciones, y mil sensaciones más, con otros peregrinos me ha enriquecido. De ellos, de los que caminaron conmigo, y de dos o tres “momentos”, siento obligado dejar algo escrito.
El 5 de noviembre, el albergue de Los Arcos estaba ya cerrado, y la alternativa lógica era alargar la jornada 8 quilómetros más hasta Torres del Rio (donde descubrí, como en su momento ya he dejado dicho, las coincidencias de las cúpulas de esta ermita del Santo Sepulcro, y la ermita de la francesa aldea de L’Hopital-Saint-Blaise). Aquí, a este albergue, (del que ya está recogida mi opinión en el lugar correspondiente) fuimos llegando todos los peregrinos que terminábamos la etapa en esta comarca.
Y, en la sala de estar, a la espera de poder entrar al comedor a devorar la bien merecida cena, Jonathan tomó una guitarra que por allí andaba y comenzó a cantar “Yesterday”, rápidamente tarareada por todos los que allí estábamos. Fue el primer día en que toda la “troupe” que caminaba en la misma jornada nos mirábamos reconociéndonos. Casi todos marchábamos a Santiago. Nos volveríamos a reencontrar en diferentes días, en diferentes lugares. Pero ese “momento” nos marcó para, en las tres próximas semanas, reconocernos como miembros de una arcana fraternidad.
Jonathan, brasileño, que camina solo, y que también cruzó el Pirineo por la senda Napoleón. Tiene previsto encontrase con su novia en próximas etapas, y alcanzar juntos el apóstol.
Están los italianos, cinco o seis, los más jóvenes. Les he visto por los senderos haciendo piña, y supongo que son un grupo que se conocían previamente. O no… Todavía en Logroño mostrarán lo unidos que están, ayudando en lo posible a uno de ellos que, aquí, en Torres del Río, sufrió el ataque de chinches (cremas en el cuerpo, lavado de toda, toda la ropa, …). Con el avance de las etapas, el grupo inicial de italianos se disgregará y alterará su homogeneidad. Al penúltimo de ellos, el que tuvo que desinfectarse en Logroño, lo despedí en Ponferrada. Con Sandro todavía coincidiré más adelante.
Dos portugueses están aquí. Son la amabilidad personificada. Sin llamar nunca la atención dispones de su ayuda en cuanto la necesitas. Hablan buen español, e inglés. Tienen Santiago como meta. Solo llegará Pedro.
Están los franceses, el grupo más numeroso. Unos ya se conocen desde el camino de Puy-en-Velay: Fany, Mary Herminie, el chileno Osvaldo camina con ellos... Otros han llegado aisladamente a Saint-Jean, y en estos cinco días van formando poco a poco su cuadrilla: Alix, la aparecida entre las nieblas pirenaicas, ya sin su pareja, Laura, Romain…; con ellos Claude y yo, que seguimos caminando juntos, vamos encontrando nuestro acomodo.
También está Luke, coreano, y que, saltándose el tópico congenia con todo el mundo. También llegará a Santiago.
La representación española es muy reducida. Recuerdo a una encantadora pareja catalana, de la que, por desgracia, he olvidado el nombre, que lamenta tener que desertar del Camino en Logroño, por que otras obligaciones les reclaman. Aseguran el último día que siete días en el Camino sólo les ha permitido intuir lo qué es la Peregrinación. Volverán a ser peregrinos, pero no de una semana. La próxima vez, caminaran sin interrupciones hasta el apóstol, dicen. ¡Bienvenidos al club!
Y esta Andrew, más que británico, inglés. Coincidí con él en la misma alcoba del albergue de Saint-Jean. Pasaría por ser la antítesis del peregrino: un poco (más de un poco) subido de peso, sólo habla inglés, es bastante reservado, sus cenas varían entre una bolsa de patatas fritas o una contundente hamburguesa, su caramañola es una botella de litro y medio de coca-cola, y no conoce el frío (al menos, los primeros días). Sin embargo, Andrew representará, mejor que nadie, como el caminante se convierte en peregrino: llegando a Puente de la Reina ya había aprendido a decir “buenos días”; en Estella ya está en condiciones de entrar al bar y decir: “buenos días, una cerveza”; sin embargo, la parada en el bar ambulante que hay antes de llegar a Los Arcos, que, en el día de hoy, 5 de noviembre, último día de la temporada, le atienden una pareja de canadienses, la parada, decía, Andrew la disfruta como un niño: no necesita practicar sus clases de español, y puede pedir en inglés su plato preferido: la hamburguesa; en Los Arcos, mientras completamos nuestras reservas de provisiones, depuramos el nivel de español: “buenos días, por favor, una cerveza”, ¡vamos mejorando!; en Villamayor del Rio, cuando Claude, Andrew y yo entramos al bar a por tres cervezas, llega la prueba de fuego: “Buenos días...” (por ahora va bien) “por favor…” (¡sigue Andrew!) “…….” “…..”(¡sigue! ¿qué pasa?) “Please, three beers” (¡ahhhh! ¡no habíamos practicado el número tres!), obviamente le entendieron y terminamos bebiendo las tres cervezas. A pesar de todo, Claude, Andrew y yo cruzaremos los Montes de Oca en silenciosa compañía: las clases de español van lentas, mí inglés no me permite muchas gollerías, Claude sólo habla francés; en Redecilla del Camino nos hicimos una foto una chica coreana que en ese momento estaba ahí (no importa donde hagas una foto en el Camino Francés que siempre te acompañará un coreano: ¡buena gente los coreanos!), Claude, Andrew con una cara de felicidad para enmarcar, y servidor (bueno, todos con cara de felicidad a pesar del frío). Hacemos un magnífico equipo de peregrinos.
Pero en Burgos doble despedida: Andrew que había caminado lento por los Montes de Oca, y aún más lento para llegar a Burgos, pasa por un servicio médico y le diagnostican Covid, y cinco días de reposo. Nos despedimos con un abrazo en la mañana del día 12: yo con la mochila ya cargada, él, sin prisas, todavía en chancletas. ¡Buen Camino! Ya no coincidiremos más. Él tiene que llegar a Santiago, después recorrer Portugal, y cruzar a Marruecos, y desde allí caminar por todo el litoral africano del Mediterráneo para llegar a Egipto. Esos son sus planes.
Y también Jonathan detiene su avance. A esta ciudad llega su pareja para terminar juntos en Santiago. En efecto, lo harán. Mañana de tristes abrazos. ¡Buen Camino!
Dos platos de lentejas calientes en Calzadilla de la Cueza es otro de mis “momentos”. El 15 de noviembre, el día comienza en Carrión de los Condes con amenaza de lluvia, que en poco tiempo se confirma. Júntale además, para hacerlo más “divertido”, que la climatología nos viene regalando, desde hace unos días, unas brisas bastante importantes que soplan de frente al peregrino. Así que, la famosa recta de 17 quilómetros en Tierra de Campos va a ser una “sinfonía” de vientos y lluvias, que ni ponchos, capas, chubasqueros, o artilugios similares, podrán atemperar. Aunque será en la cara donde más nos mojaremos. Con este tiempo, soledad total en los campos; únicamente los sufridos peregrinos recorren los caminos, …. creo; porque desde que dejé la carretera junto a Carrión, en donde adelanté a un compañero, nadie me ha adelantado a mí, a nadie he alcanzado. Tras casi cuatro horas de monotonía en el viento, en la lluvia, en el castigo del rostro, en la soledad, aparece Calzadilla; y ya llegan a distinguirse los letreros que identifican el albergue y el bar. ¡Si un miércoles de noviembre, en un pueblo solitario de Castilla estuviera abierto el bar…! ¡Un milagro del apóstol! ¡Y si encima tuviera un café caliente, o mejor un caldo! Y sí: el bar está abierto, tiene café caliente, (¿a ver, a ver, el caldo?) y tiene lentejas, recién hechas, me dice la dependienta, venezolana por más señas. ¡El apóstol no abandona al buen peregrino! (¿Qué hará una pareja de venezolanos en medio del frio, con tanta soledad en medio de la nada?). Y sin pasar muchos minutos, mientras reconforto el cuerpo y el espíritu, veo bajar por la cuesta de la sirga … a otro peregrino. ¿Quién si no un devoto de Santiago se atreve hoy a recorrer los senderos? Salgo escopetado hacia él llevándole la buena nueva: ¡hay lentejas calientes! En realidad, hacia ella, es Alix, la que llega con cara lastimera, la misma que debía de tener yo, y la empujo, más que guiarla, al bar. En unos minutos estamos frente a frente ante sendos platos de lentejas calientes, y mientras nos miramos, sin necesidad de palabras nos convencemos la una al otro que la Felicidad nos está visitando en este momento. Abandono yo primero el bar (había llegado antes), pido al ama que me ponga el sello del albergue en la credencial, y vuelvo a la sirga. Antes de doblar la esquina veo bajar la silueta de … otro peregrino. Le grito, le hago señas que pase al bar, pero esta vez no voy a buscarle, supongo que la “mañanita” le empujara, casi por obligación, a buscar abrigo. Días más tarde cuando en León, vuelva a coincidir con Alix, me informará que Luke, el coreano, era el que cogía nuestro relevo como adoradores de las lentejas del albergue de Calzadilla (Por cierto, que al concluir mi Peregrinación hice un ranking de los sellos de mis cuatro credenciales: el ganador fue…¡trrrrr, trrrrr!: el albergue de Calzadilla de la Cueza)
En Puente de la Reina hicimos la tertulia un poco más larga; y tras la cena multitudinaria de Torres del Rio, el grupo de Laura, Alix, Romain, Claude, algunos italianos, y yo autogestionamos una cena en el albergue de Logroño; en Nájera repetimos la peña gastronómica y yo ejerzo de cocinero en jefe; y en Burgos hicimos por agruparnos de nuevo para cenar de pinchos en la ciudad; lo mismo ocurrió en León, donde los cinco nos regalamos una maravillosa cena que quedó inmortalizada en fotografías. Pero esta vez yo sé que el Camino nos separará a partir del día siguiente: Claude quiere acelerar las etapas, como Laura; todavía coincidiremos Alix, Romain y yo en Ponferrada. No tuvimos la despedida que nos merecíamos tras veinte días más o menos juntos. Para arreglarlo, habrá una reunión de antiguos peregrinos el 3 de junio de 2023 en Sain-Jean-Pied-de-Port, y yo llevo una copia para cada uno de la fotografía de la cena leonesa.
Recuerdo otro “momento” en el quilómetro 100. Fina, Marie y Stan han llegado hace un rato y, además de las consabidas fotos junto al mojón, están brindando por tan glorioso acontecimiento. ¿De dónde ha salido el vino? Pues en el árbol hueco que hay frente al hito, alguien colocó una botella. Se supone que la deben de usar los peregrinos que vayamos llegando, para celebrar que estamos aquí. Pero todavía más increíble, atado al cuello de la botella hay un billete de 10 euros. Sin duda, botella y billete llegaron a la vez al hueco del árbol, para que aquel que apure el último trago reemplace la botella vacía por otra llena. Como todavía queda vino en la botella para los siguientes peregrinos dejamos botella y billete donde los encontramos. Siempre me ha gustado compartir con Osvaldo, Fina y Marie Hortensie lo que fuera surgiendo: cenas, cafés, conversaciones, … Ellas hablan buen español y me permite aparcar durante un rato el idioma francés. En Atapuerca el frío (esa mañana, al comenzar la marcha, con -4º, fue para mí la más gélida de todo el Camino), y la carencia de albergues abiertos en los Montes de Oca parecía que nos invitaban a buscar entre nosotros protección. En Ponferrada, y en la jornada de O’Cebreiro compartimos en largas tertulias nuestras experiencias de peregrinos: diferentes territorios, diferentes paises, pero las mismas ilusiones, los mismos temores, … Estas cosas unen, y cuando nos volvemos a encontrar por los senderos, sin que uno se tenga que poner “estupendo” (=trascendente), te sientes contento de compartir la compañía. Y en el quilómetro 100, a gollete, unos tragos de vino.
Mañana, los cinco peregrinos que estamos en el albergue de Lavacolla llegamos a nuestra meta. Fina, Marie y yo preparamos la última cena vaciando las mochilas de vituallas. Compartimos el comedor con una pareja levantina que llega a Santiago por primera vez caminando en los 100 últimos quilómetros. Todavía esta tarde/noche tenemos tiempo para una tertulia. Casi obligatoriamente la charla pasa por la magnífica experiencia que ha representado para la pareja estos cinco días por los caminos. Nos cuentan que piensan repetir, pero la próxima vez desde más lejos. Y nos explican que tienen experiencia en caminar cinco o seis horas, que allá en su tierra, cuando salen al monte, superan desniveles de mucho porcentaje, y que por tanto están seguros que no tendrán problemas como peregrinos. Fina, Marie y yo nos miramos, pensando entre nosotros, que lejos está todo lo que nos dicen de lo que, tras muchas semanas caminando, sentimos que es hacer el Camino.
¿Subidas? Ya no nos preocupan, pues hemos aprendido que podríamos ascender a cualquier altura si hay un sendero ¿Distancias? Lo que sea necesario, aunque tal vez sea preferible partir la jornada, y disfrutar de las horas ganadas paseando en una población y conversando; al fin y al cabo: ¿quién tiene prisa?
Entonces después de tantas semanas, de tantos quilómetros, ¿qué hemos aprendido, José? Quizás a escuchar para seguir aprendiendo. Lo que es seguro es que hablamos más despacio, porque la sabiduría lograda es que ya no tenemos tantas certezas. Lo que sí hemos aprendido es que cuanto menos tenemos más poderosos nos volvemos. Los peregrinos llegamos tan lejos porque sólo tenemos una mochila. Hemos aprendido lo frágiles que somos, y que sólo seguimos adelante porque ¿el apóstol?, ¿el universo?, ¿el resto de la gente?, ¿todos a la vez? se confabulan para ayudarnos. Pero explicar todo eso a la pareja que había caminado 100 quilómetros, pudiera ser un poco prematuro. Sin que tengas que estar de acuerdo conmigo, seguro que tú, José sí sabrás de que cosas estoy escribiendo. El maestro Indi, si algo aportara, sería para mejorar lo que yo apenas esbozo.
Mañana llego ante el apóstol, y me queda mucho por aprender. Fani y Marie continuarán a Finisterre. Tal vez allí encuentren más respuestas a su peregrinación.