Etapa 3: Pistoia - Pescia | Al Loro

Distancia: 
28,9 km
Duración: 
8 h 30 min
Dificultad: 
4
Paisaje: 
3

SOBRE LA ETAPA:

En esta jornada hay muchas encrucijadas en las que resulta fácil perderse, por lo que conviene permanecer atentos a Gronze Maps y a la descripción detallada del recorrido.

Resulta peligroso el tramo por la carretera SR435 al salir de Serravalle Pistoiese, pues vamos por la derecha y no hay arcén. Por fortuna solo son 230 m.

Muchas cuestas arriba y descensos peligrosos, pasos intransitables pedaleando y calles de dirección prohibida, unidos a múltiples cruces en los que será difícil visualizar a tiempo las señales, convierten esta etapa en un mal trago para los bicigrinos. Y las alternativas por carreteras con tráfico denso no son mejores, por lo que más vale seguir el Camino…, y poner pie a tierra cuando sea preciso. Sentimos no poder ofrecer otra solución.

Valdinievole (Vallis Nebulae) quiere decir el valle de la niebla, pero esto no sabemos hasta que punto es cierto, o si el cambio climático ha inutilizado el topónimo. En las colinas panorámicas por las que discurre en gran medida el Camino se observa que los bancales para plantar olivos, con ejemplares centenarios, vuelven en parte a ser ocupados por bosquetes. Un paisaje que Charles Sismonde calificó, en el s. XVIII, como la Suiza de Pescia; el tal Charles era helvético, por lo que la comparación parece positiva.

Al salir de la Piazza del Duomo, enfilando la Via degli Orafi, encontramos una sorpresa: la Xunta de Galicia ha regalado a la ciudad, en 2019, un marco de piedra similar a los que balizan el Camino de Santiago que señala 2.505 km a Compostela.

El enorme edificio del convento franciscano di Giaccherino, mandado construir, para así obtener el perdón de su gran pecado, en el s. XV por un banquero pistoiés que practicaba la usura, ha pasado a convertirse en un centro de eventos, sobre todo de bodas. Mal asunto para el pobre banquero Gabriello Panciàtichi, a quien suponemos todavía, con suerte, esperando turno en el Purgatorio. Se puede visitar los jueves; si no te cuadra, puedes casarte con un rico o rica de Pistoia y lo celebras aquí.

Aunque sin duda será pronto para comer, en A Casa Nostra, agriturismo ubicado entre el convento de Giaccherino y la iglesia de San Michele a Groppoli, ofrecen un menú peregrino a buen precio el fin de semana.

La solitaria pieve de San Michele a Groppoli —buen lugar para el descanso— tiene origen lombardo. De nave y ábside únicos, conserva un púlpito y una escultura del arcángel titular, llamado agnolaccio por su bruta factura, románicos del s. XII.

Encontramos de paso el bar Circolo Arci, abierto a diario, y para comer la bonita y excelente pizzería Le Carceri del Podestà, con buen trato a los peregrinos.

Frente al comune, en ocasiones acoge a los peregrinos un privado (Dimora il Bucine, Via Garibaldi, 25), pero no es seguro. Tiene 6 plazas en literas y funciona con donativo. Preguntad en la Oficina de Turismo y, de paso, poned el sello, vale la pena.

El paso, estratégico entre dos valles, se situó en la frontera del reino lombardo del Norte y el territorio dominado por los bizantinos, y más tarde en la de Pistoia, Lucca y Firenze. Su castillo es doble. Por una parte está la torre del viejo (s. XII), de 43 m de altura, llamada de Barbarossa no se sabe muy bien por qué (¿marketing?). En el extremo occidental se sitúa la Rocca Nuova o di Castruccio, con fragmentos de murallas y tres torres levantadas por Lucca en el s. XIV, entre ellas una heptagonal.

Junto a la iglesia de Santo Stefano se puede visitar el oratorio della Vergine Assunta, que los nativos conocían como «Casa delle Figure», decorado con frescos del s. XIV. A destacar su Juicio Universal, aún lejano del concebido por Miguel Ángel para la Sixtina. Reserva de la visita en la Oficina de Turismo.

La gran oferta hotelera es una ventaja para los peregrinos, pues realizan ofertas compitiendo entre ellos, con precios muy buenos fuera de la temporada.

Si os quedáis en la localidad, una sugerencia no termal: tomad el viejo funicular al borgo de Montecatini Alto. Está tal cual lo inauguraron en 1850, y aunque su estructura de madera no parece precisamente segura, las apariencias engañan.

Se puede atajar, en el caso de que no queramos visitar nada, tomando el eje de Via Montebello y alcanzando con GPS la Piazza del Popolo.

Cuando se habla de Montecatini Terme siempre recordamos la película Oci Ciornie (1987), rodada en su balneario con Marcello Mastroiani y Silvana Mangano: una obra de arte, inspirada en obras de Chejov, sobre la plácida dolce vita amorosa en un ambiente Belle Époque.

Las neoclásicas termas leopoldinas, construidas en 1777 por voluntad del Gran Duque de Toscana Pietro Leopoldo I y ampliadas en los años 20, están tristemente abandonadas, pero no son las únicas. Entre las de más solera están las termas Regina (las más antiguas, de 1773), Tettuccio (s. XVIII, realmente monumentales), Rinfresco, Excelsior, etc, sin olvidar el gran parque central poblado de especies arbóreas singulares.

La basílica de Santa Maria Assunta, concluida en 1953, sustituyó a la neoclásica, que se había derrumbado. Construida en hormigón revestido de travertino, posee interesantes vidrieras de G. Scalco di Schio y un Crucificado de S. Cavallini cuyo Cristo tiene unas enormes manos.

Está previsto, una vez que abran el parque de Villa Ankuri, seguir a la derecha junto al torrente y cruzar el núcleo y el parque para evitar la carretera.

Buen pan y pasteles, frente a la iglesia, en el panificio e pasticeria Vannini, con variedad de panes artesanos, pastelillos, pizza, focaccia, queso, embutido y café. Muy recomendable.

Es un núcleo medieval bien conservado, con el Palazzo Pretorio, en cuya fachada figuran los escudos de los 57 gobernadores del Comune del s. XIV al XVII, y la abadía de Santa María, San Michele y San Pietro, cuyo templo de la Madonna della Salute y San Nicolao, del s. XII, muestra capiteles románicos, una escultura de Sansovino de la Virgen y el Niño (una escena muy familiar) y lienzos del s. XVI.

Hasta hace unos años, de Buggiano Castello no era preciso descender hasta Borgo a Buggiano, ya que se cruzaba el torrente Cessana por el ponte di Beppematto. Esperemos que se recupere el tránsito —ahora la carretera está cortada— para llegar a Stignano sin tener que dar tan grande rodeo.

Otro borgo medieval relevante, con su palacio del Capitano y, en la parte más elevada del caserío, la iglesia dei Santi Jacopo e Martino (s. XIII). Seréis afortunados si podéis contemplar la iluminación nocturna del conjunto, muy atractiva.

SOBRE PESCIA:

La mejor cocina local, a buen precio y frecuentado por los nativos, en la Pizzeria dal Pucci 1950 (Via Giovanni Amendola, 4).

La catedral de Santa Maria Assunta e San Giovanni Battista fue casi por completo reedificada a finales del s. XVII. Acoge la tumba de San Allucio, simpático para los peregrinos por haber fundado, en el s. XII, un hospital donde los acogía, que pasó a ser controlado por la orden de los Caballeros Jerosolimitanos de Pisa.

Frente al duomo se sitúa la iglesia barroca de Santa Maria Maddalena, cuyo Crucifijo de madera es atribuido a Andrea Pisano.

La imagen más característica de la ciudad se obtiene en la ribera del torrente Pescia. Resulta curioso recordar que el cauce separaba dos núcleos independientes: el episcopal y conventual, por el que entramos; y el burgués y comercial en torno a Piazza Mazzini, con el palacio del Podestà —ahora Gipsoteca del escultor Libero Andreotti—, palacio del Vicario, y la colegiata de Santo Stefano y San Niccolao. De esta última parte la Scala Santa, ideal para entrenarse si aún no habéis tenido bastante por hoy.

Lo más característico de su cocina, que tiene su razón de ser en la importancia que tuvo el trabajo de pieles bovinas, es la cioncia pesciatina. Nacida de los recortes de carne cerca de la piel para curtir, que se llevaban los operarios a casa, se trata de un guiso de lenta cocción, hecho en un sofrito de tomate, ajo, cebolla y romero.