Etapa 56: Étroubles - Aosta | Al Loro

Distancia: 
15,6 km
Duración: 
4 h
Dificultad: 
2
Paisaje: 
3

Atención al cruce del Viale Gran San Bernardo (carretera), justo antes de tomar la Via Edelweiss para bajar a Aosta, ya que los vehículos salen de una curva cerrada y carecemos de visibilidad.

El paisaje alpino desde la Francígena adquiere una nueva dimensión al abrirse al norte el valle regado por el torrente Buthier, conocido como Valpelline, visible a medida que nos aproximamos a Gignod. Al norte, en la frontera, se alzan el aostano mont Velán (3.727 m) y, en la parte suiza, el Grand Combin (4.314 m), ambos con sus glaciares.

La alternativa que propone el recorrido oficial de bicis difiere por completo de la ruta peatonal, con la que no coincide en toda la etapa. Sin embargo, salvo en un par de tramos complicados con escaleras (llegada y salida de Gignod) se puede seguir la traza de la ruta 103 sin grandes problemas; eso sí, con los frenos en perfecto estado.

El atrio de la iglesia, o el parque de la Torre, son dos lugares muy sugerentes para hacer un descanso mientras admiramos el circo montañoso que nos rodea.

En valdostano un ru es un canal construido para recoger el agua de los torrentes transversales y encauzarla para regar los terrenos más secos del valle central. El Ru Neuf, originario del Medievo (c. 1400), es uno de los principales y nos acompaña durante las dos primeras etapas.

À la Page (Via Porta Pretoria, 14) es una librería con alma —además de café— en la que adquirir, ¿por qué no?, alguna guía de papel sobre la Vía Francígena, en especial las de la editorial Terre di Mezzo, buen complemento a la información de la web.

Y ya que estamos en Italia, disfrutemos la primera oportunidad para probar un helado artesano como Dios manda. Excelentes opciones, en pleno centro, en A me mi piace (Via Porta Pretoria, 2), Pazzo (Via Losanna, 24) o Grom (Via Jean Baptiste de Tillier, 70).

Y quien dice un helado dice una pizza. Aunque suene a broma, porque muy italianos no son quienes las elaboran, los locales nos aconsejan por su precio y calidad las del Cleopatra (Via Monte Grivola, 11). Igualmente óptima, y con opción sin gluten, la de Farina del Mio Sacco (Via Torre del Lebbroso, 29).

Además de la Porta Praetoria, el arco d’Augusto y el puente romanos, que veremos al partir, la ciudad conserva otras ruinas de la urbe Augusta Praetoria. A citar el foro con su criptopórtico, inmediato a la catedral, y el teatro (s. I d.c.), que conserva una fachada de 22 m de altura y parte de la cavea.

El templo que mejor entronca con la peregrinación es la Colegiata de Sant’Orso. Románica de los ss. XI-XII, pero abovedada en el s. XV, posee una esbelta torre y un claustro con un buen repertorio de capiteles labrados en mármol. Junto a ella se localiza la iglesia de San Lorenzo, con los restos de una basílica paleocristiana del s. V.

La catedral dell’Assunta, renovada con una fachada neoclásica, conserva gran parte de la estructura románica de fines del s. XI, así las dos torres o la cripta.

A la plaza Emile Chanoux, corazón de la ciudad, se asoma el palacio del Comune (1839), edificio neoclásico que nos recuerda el palacio de Raxoi, en la plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela (España). Desde su fachada dos estatuas alegóricas representan los ríos Buthier y Dora, en Aosta reunidos.

Especialidades de la repostería valdostana, así la torta de Aosta, las tegole o el strudel di mele, en Giorgi (Via Sant’Anselmo, 102), que también presume de su schiacciata.

Aosta puede ser un buen lugar para probar el queso con DOP más representativo del valle: el Fontina. Documentado desde el s. XIII, se elabora con leche cruda de vaca y muestra forma circular y corteza compacta naranja, pero interior de pasta semi cocida, fundente y de sabor dulce. Más información: DOP Fontina.