El objetivo de esta ruta al Finis Terrae no es llegar a una ciudad, rezar ante una tumba ni obtener un certificado, sino algo tan simple y tan profundo como plantarse a mirar el mar desde las rocas de un cabo, donde ya no es posible caminar más allá, un lugar mítico que era considerado el Fin del Mundo hasta hace apenas 500 años. Ha llegado el momento de recorrer los últimos kilómetros de nuestro periplo, para contemplar la puesta de sol sobre el océano y hacer balance de los días, semanas o meses de viaje que nos han llevado hasta aquí. Para emocionarse, llorar y abrazar a otros peregrinos y para confirmar que, sin duda, volveremos al camino, porque el Camino forma ya parte inseparable de cada uno de nosotros.