Dejar la ciudad, pese a la ausencia de señales, no es complicado. Desde la catedral no hay más que seguir Via Cintia hasta el lugar donde estaba la puerta de la muralla. Luego se va al frente por el Viale Emilio Maraini, rectilínea avenida arbolada con cafés y fruterías, hasta la Piazza XXIII Settembre, con un monumento a los Caídos del Mar y la capilla neoclásica de la Madonna del Cuore.
Tras la gasolinera giramos a la derecha por el Viale Giulio de Juliis (bares, tienda, fuente), mejor por su arbolado paseo central, que concluye en una rotonda. A la vista del monte Terminillo con sus antenas, giramos a la izquierda, ya con señales, hasta una segunda rotonda presidida por el monumento al Jubileo del año 2000, una cruz sobre la bola del mundo.
En este punto se toma la carretera de La Foresta, provista de un mínimo arcén, que se prolonga en ligera cuesta arriba. De ella nos apartamos a la izquierda por un camino carretero arbolado, que tras una cancela, atención, regresa a la derecha a la SP7.
Unos metros después repetimos la operación rodeando la Villa dell’Annunziata, que ocupa un viejo convento capuchino con su capilla, para retornar a la carretera. La panorámica sobre Rieti y la Valle Santa es magnífica. Poco después, por un tramo más boscoso, descendemos hasta el recodo del valle en el que se instala el santuario de La Foresta, un auténtico vergel de paz.