Etapa 63: Santhià - Vercelli | Al Loro

Distancia: 
27,8 km
Duración: 
6 h 30 min
Dificultad: 
2
Paisaje: 
1

A partir de Santhià se acabaron los pellegrinetti blancos que pintaban los amigos de la Francígena de Ivrea, y la señalización es cada vez más pobre y escasa. Tanto es así que en algunos cruces, donde ha desaparecido por acción de tractores o dejadez en la reposición, será vital tener a mano la App de Gronze para salir del paso.

El tramo negro del día son los 150 m que, a la salida de Santhià, nos vemos forzados a caminar por el peligroso arcén de la SP143.

Tomémonos en serio una cuestión: de San Germano Vercellese a Vercelli son de 4 a 5 h de marcha, y no hay ni fuentes ni, qué risa, bares. En verano recomendamos llevar al menos provisión de 2 litros de agua, pues si no lo hacemos podemos acabar deshidratados.

Si bien el terreno es plano, y las pistas agrarias de tierra casi siempre anchas, desde San Germano Vercellese se ofrece la alternativa de pedalear algo más al norte de la vía pedestre, dando menos rodeo y evitando cruzar la carretera. Se sigue por la Tenuta Robarello, la aldea de Olcenengo y, desde aquí, por la SP6, siempre en línea recta hasta Vercelli.

Es nuestra última oportunidad para beber, comer o comprar algo; no hay nada más hasta Vercelli.

Aunque recientemente ha cambiado el itinerario tras la capilla de la Madonna del Cammino, sigue estando señalizada la vieja traza por Montonero, al sur de la SP11. Es algo más de 1 km más corta y tiene la ventaja de contar con servicios en dicha aldea. Sin embargo, un cartel advierte que la calzada está en mal estado y embarrada tras Montonero.

Al llegar agotados a Vercelli, como una bendición nos topamos con dos grandes supermercados para elegir: Aldi y Lidl (abren hasta las 21:00, el domingo cierran entre las 20:00 y las 20:30).

Por su céntrica situación, instalaciones y, sobre todo, cálida acogida, dispensada por hospitaleros voluntarios que preparan la cena comunitaria, el albergue Sant’Eusebio se cuenta entre los mejores de la Vía Francígena. Quienes terminen su viaje en Vercelli tras recorrer al menos 100 km de la Vía Francígena pueden solicitar al hospitalero el Testimonium de Sant'Eusebio.

Sorprende, por su volumen, la basílica románico-gótica de Sant’Andrea, de comienzos del s. XIII y en la que se combinan la piedra y el ladrillo. Sus tres naves y transepto muestran una notable elevación. A su claustro se abre la sala capitular, en la que en 1310 se firmó la paz entre güelfos y gibelinos.

Segundo templo de interés, la catedral de Sant’Eusebio mantiene en pie su torre románica, pero el resto del edificio data del s. XVI, la suntuosa capilla funeraria del Beato Amedeo del s. XVII, la fachada barroca del s. XVIII y la capilla del titular y la cúpula del s. XIX. De gran devoción es su Crucificado del s. XI forrado en plata.

Resulta atractivo perderse por el casco antiguo, con rincones de gran sabor y muchos edificios medievales. Desde luego, para orientarse, el referente es la Piazza Cavour, presidida por la estatua del conde torinés fautor de la unidad italiana. Podemos igualmente echar un ojo al castillo Visconteo, a sus iglesias renacentistas y barrocas, a la sinagoga (s. XIX), palacios, museos y, por proximidad con nuestro rol, al Salón Dugentesco (frescos del s. XV), que formó parte del hospital de peregrinos fundado en el s. XIII.

Después de haber recorrido tantos arrozales es posible, o no, que nos haya entrado el apetito por consumir un buen plato de arroz. Hemos de saber que el apreciado arroz de Baraggia (DOP) es cultivado, ya desde el s. XVI, precisamente en las provincias de Biella y Vercelli. Una preparación característica italiana, a la que no estamos tan acostumbrados en otros países, puede ser un risotto a la piamontesa con quesos Toma o Gorgonzola.