Aparentemente se trata de una etapa fácil, más que plana incluso en ligero e imperceptible descenso, pero todo se puede complicar si la temperatura es elevada. De hecho, es uno de los trayectos más desasistidos de poblaciones, atractivos y sombra, pues tan solo San Germano Vercellese nos puede dar un respiro si sus negocios no están cerrados. Además, hoy transitamos por el reino de los arrozales, un riso que puede ser tan amargo como el de la clásica película de Vittorio Gassman y Ana Magnano (1949), por aquí rodada, sobre todo si a los mosquitos se les da por atacar. Para mayor desasosiego, los trenes vuelan veloces por interminables rectas, y las cúpulas y torres de la ciudad de destino semejan inaprensibles, todo lo cual provoca la extraña sensación de que no nos movemos. Por fortuna Vercelli es una ciudad bella y muy hospitalaria, y con el arribo las penas pronto se olvidan.