Ideas peregrinas en un Camino desde Almería
El peregrino accidental a veces acude al Camino y este ni siquiera le mancha. Al regresar a casa no le ha dejado huella, o casi. Como si un impermeable cubriera todos los resquicios y la lluvia fina no consiguiera penetrar. Ni el agua ni nadie. Insistirá en futuras ocasiones, deseando que la perseverante lluvia finalmente consiga calarle el ánimo.
Otras veces trae de su casa la cicatriz bermeja de alguna herida que necesita restañar. Es una flor roja de ida y vuelta que el tiempo no acaba de curar. La brecha nunca termina de cerrarse porque atraviesa su memoria y alcanza lo más profundo de su carne.
Pero puede suceder también que la aflicción le alcance en el propio Camino. Si en lugar de una leve llovizna le sorprendió un intenso chaparrón y, desprevenido, había dejado abiertas las puertas y ventanas de par en par, el viento soplará por las entretelas de su alma y amenazará con arrancar los porticones, sacudiéndolo todo y dejándolo hecho jirones bajo el aguacero. Cuando vuelva a casa lo hará con otra llaga palpitante.
Le pesa la falta de habilidad para lidiar con la cercanía de los demás. Se siente torpe, siempre pidiendo perdón. Resulta más sencillo caminar apartado, por los márgenes. Siente nostalgia de una vida que no duela. Los mismos lazos que en el cielo atan los planetas entre si en un encaje armonioso, tiran y luego le repelen cuando alguien se aproxima. ¿Dónde podrá oír la música de las esferas y que la angustia desaparezca? Eso debe ser la felicidad, un equilibrio tranquilo. Pero nunca termina de irse esa pesadumbre. No del todo. Siempre queda un rastro. La tirantez del hilo rojo que te une a alguien que quizá ni siquiera te ve. Porque la felicidad no existe. Porque la vida duele. Te duele para que sientas, si no no sería vida. Si no habrá que conformarse con la tranquilidad. Con una vida tranquila, una vida razonablemente infeliz.
Era por la noche. No podía dormir. O tal vez si pude, no estoy seguro. No sabía qué hora era. En esa oscuridad me veía caminando. En ese silencio oía la repetición de un oratorio que marcaba la cadencia de mis pasos. Om mani padme hum. Un paso tras otro. Ommmm. La vibración del mantra lleva más lejos que los pies. Paciencia. Constancia. Respirar, profundamente. Ommmm.
Sentía el mundo girar, las vueltas sin fin del derviche en el dhikr, recitando los cien menos uno nombres de Al-lah, anhelando que el trance le mostrara el centésimo nombre de Dios, el que solo conocen los iluminados. Desconectar de uno mismo para conectar con uno mismo, con el universo del que se forma parte. El Logos, el Verbo, la inteligencia universal que se expresa en la realidad, sea eso lo que sea. En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Om mani padme hum.
Ha cambiado el ritmo de la letanía y se acelera levemente. Mis dedos desgranan una sarta de cuentas que no llevo entre las manos. Angelus Domini nuntiavit Mariae… yo también seré según su Palabra. Porque es la Palabra que crea y sin ella no existo. Entonces la Palabra se expresó: “Hágase la Luz”. Y a través de esa luz se abrió paso la idea. ¡Levántate y camina!
En la oscuridad abrí los ojos. Ya no oía mis pasos, ni los giros, ni las letanías. Estaba a punto de salir el sol y a mis oídos llegaba un eco lejano.
El almuédano entonaba el takbir al principio de la llamada a la oración de la mañana: Allahu akbar, Allahu akbar, Allahu akbar ….
Dudé de dónde estaba. Pero era mi casa. Todavía estaba metido en la cama, debajo del edredón, inmóvil. Esperaba la hora de despertar, de volver a los caminos otra vez. Para ir más lejos. Ultreia. Escapar brevemente del circulo de nacimiento y muerte, de amanecer y ocaso. Más allá del Samsara. Para existir, en armonía si fuera posible.
Volé a Almería temprano. No me fijé si el avión llegó con retraso o llegó pronto. Yo no llegué tarde porque no tenía nada que hacer hasta que muriera ese día y volviera a renacer a la mañana siguiente.
Buenos días y muchas gracias.
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Gracias y un saludo.
¡¡Carai!! ¡¡¡No había visto esta publicación en YouTube!!! Amigo mío, ¡fue una agradable sorpresa!
Y plantaste una semilla muy poderosa en mis intenciones futuras.
¡¡Muchas gracias por tu dedicación al compartir tu viaje, este Camino con nosotros!!
Con una fuerte reverencia como algo, tipo Papal, ¡le mando un fuerte abrazo!
Eso es bueno, que encuentres alicientes para seguir cruzando el charco. Y déjate de tanta reverencia o llamo a un amigo mio que te excomulgue
No, si alicientes no le faltan. Lo que va a pasar es que en algún viaje de esos ya no vuelva a Brasil y nos lo quedemos aquí. Un Mozárabe lento, muy lento, da para años
No sería mala idea!
Abrazos los dos!
Querido peregrino João si se te ocurre hacer el Camino Mozárabe desde Almería avisame con tiempo, que igual tienes compañía hasta Granada ;-)
Un abrazo y ¡¡¡ultreia!!!
Holeeeeee!!!!
¡Muchas gracias Martos!
Seria algo inolvidable para mi!!!
Si me decanto por Mozárabe desde Almeria os avisaré con antelación
Abrazo Peregrino!!
Enhorabuena Papadopou, unos textos magníficos y muy inspirados, pero el vídeo que has subido a YouTube ( https://youtu.be/aHua4DY4LpE ) todavía los supera, es fantástico! Te felicito, eres un artista, este video ilustra muy bien nuestro querido "Camino de los Sentidos", te lo dice alguien que lo ha caminado ya en dos ocasiones (de Almería a Granada), y que no me importaría repetirlo. Gracias por todo, bon camí i bon Nadal!
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"Ydparpj..."
En el exilio de Egipto
Añoraba Maimonides
El viento frío de Sierra Morena
Que limpia las casas
Y mantiene erguidas y alegres
A las comadres.
... creía Saladino
Que ¿"Idezprpahhh"?
era la alquimia aprendida en la sinagoga
- la que hacía irreemplazable
La maestría del médico judío -
Sin sospechar siquiera que
Hasta los barqueros y aguadores conocen
En las riveras del Guadalquivir
la vieja receta de bellotas, lodo de río, lágrimas
Y viento serrano
Para curar la bilis negra
De la melancolía.
"Y desparpajo!"
Añaden los locales
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