El calzado: botas de trekking, sandalias...
Las botas. Obviamente, en un viaje a pie, éste es el elemento al que más atención hemos de prestar. Las más adecuadas son las denominadas botas de trekking: ligeras, de caña alta para proteger el tobillo e impermeables al agua. De todas formas, hay peregrinos que prefieren andar con calzado de senderismo de caña baja o incluso con unas simples zapatillas deportivas. En este último caso, la lluvia, el barro y los fuertes desniveles pueden ponernos en apuros. Está claro, eso sí, que nunca las debemos estrenar el mismo día en que empezamos el Camino; todo lo contrario, debemos haber andado muchos kilómetros con ellas.
Otro calzado. Es recomendable un calzado cómodo para descansar y pasear, una vez finalizada la etapa.
¿Botas de montaña, zapatillas de senderismo o sandalias de senderismo?
En lo que se refiere al material para hacer el Camino de Santiago, obviamente no hay nada más importante que una acertada elección del calzado con el que recorreremos cientos de kilómetros. Un calzado que debe rodarse antes, durante varias semanas, por senderos o caminos de montaña, para su adaptación y para comprobar así que no haya roces o alguna otra molestia. El Camino de Santiago ya es duro por sí mismo, e incluso será difícil evitar las ampollas aún con un buen calzado, por lo tanto merece la pena prestar mucha atención a este tema.
Lo más importante es, simplemente, que el calzado nos sea cómodo y práctico. Las características técnicas también son importantes, pero la “comodidad” en el amplio sentido de la palabra es esencial. Lo llevaremos muchísimas horas, y en todo tipo de condiciones.
Volvamos a la pregunta original, ¿Botas de montaña, zapatillas de senderismo o sandalias de senderismo? No hay una respuesta irrefutable, pues cada persona tiene sus gustos y costumbres; sin embargo, y para el tipo de terreno suave y poco accidentado de los Caminos de Santiago, creemos que lo más adecuado son unas ligeras y buenas zapatillas de senderismo. Las botas de montaña de caña alta, aunque no sean duras, pesan más y son algo incómodas; el 90% del recorrido será por pistas de tierra o asfalto, y en este tipo de caminos sus prestaciones no son útiles. Protegen algo, es cierto, de posibles torceduras y esguinces de tobillo. Hoy en días hay modelos intermedios, los llamados de “caña media”; aun así, creemos que es mejor optar por la caña baja. En cuanto al otro extremo, a las sandalias de senderismo, tendremos un problema el día que llueva; en verano es una opción por la optan algunos peregrinos. Y, finalmente, decir, aunque seguramente no hace falta por obvio, que las zapatillas deportivas no son adecuadas para el Camino, de la misma forma que tampoco lo son las botas duras hechas para subir al Aneto.
El calzado de senderismo cuenta con un amplio rango de precios; desde menos de 10 euros hasta cerca de los 200 euros. Las de calidad aceptable suelen partir de los 40 euros para arriba. En las especificaciones hay complejas características técnicas, pero lo más relevante a tener en cuenta es que sean ligeras y resistentes, no demasiado rígidas, de tejido transpirable (muy importante) y, excepto en pleno verano, impermeable (membranas Gore-Tex, Novardy, etc.), y con suela de calidad y agarre (Vibram, Contagrip, etc.). Como en casi todo, la marcas de calidad (Salomon, Bestard, Asolo, Millet, Lafuma, Merrell, Scarpa, Trezeta, The North Face, etc.) ya son una garantía en sí mismas.
Luego debemos elegir los calcetines adecuados, porque si no son transpirables no servirá de nada que el calzado sí lo sea. También deberían tener refuerzos en el talón y la puntera, y que no hagan arrugas.