Etapa 19: Città di Castello - Citerna | Al Loro

Distancia: 
19,4 km
Duración: 
6 h
Dificultad: 
4
Paisaje: 
3

Señales de pendiente del 17% se encuentran a la salida de Cittá di Castello y en la subida de Caldese a Le Burgne. Con la canícula pueden resultar demoledoras, ¡conviene madrugar!

Carecemos de tiendas durante el itinerario. Hay bar y restaurante en el camping Umbria Camp, y un bar en Lerchi. La etapa está bien servida de fuentes. Citerna sí cuenta con todos los servicios, muy orientados a los turistas.

En el alto valle del Tevere existe un fuerte contraste entre la planicie, de tierras agrícolas productivas y densa ocupación, y el reborde montañoso, cubierto de viñas y olivos en la solana, en muchos casos acomodados en terrazas, y de bosques en la umbría y a mayor altura.

Aquí el problema para las bicicletas, más que la calidad del firme, es el peligro que entrañan algunos descensos pronunciados. Por supuesto, también las cuestas arriba se las traen.

La alternativa que se propone es seguir por el valle a través de pistas locales, y en el primer tramo la ciclovía paralela al río Tevere. A partir de Mezzavia, quien tenga prisa podrá utilizar la SS221, poco recomendable por el tráfico que soporta, hasta el desvío a Citerna. Incluso se podrá aprovechar la ruta para conocer Monterchi. El recorrido es tan fácil, salvo las subidas a los pueblos, que es factible proseguir hasta Sansepolcro.

Al salir de Città di Castello el camino pasa junto a Villa Montesca, palacio del s. XIX rodeado de jardines y un singular parque botánico. Propiedad de los barones Franchetti, su esposa, la neoyorkina Alice Hallgarten, desarrollaría desde aquí un innovador proyecto educativo en el que participaría Maria Montessori.

Eremo del Buonriposo. En este pequeño convento con su iglesia del s. XV, reformada en el s. XVII, y claustro, reposó nuestro santo en sus viajes de Assisi a La Verna. Una leyenda relata que en una gruta cercana fue tentado por Satanás —por supuesto sin éxito—, de ahí que se llame Grotta del Diavolo. Ahora es propiedad privada, pero llamando al número de teléfono que está en la puerta se puede visitar y sellar la credencial.

El camino, en forma de senda, se desdibuja antes de llegar a Caldese. En todo momento se bordean las tierras de cultivo de la Fattoria Montelupo, pero conviene prestar atención.

En Le Pietre, atención, se cruza la carretera SS221 en una curva.

Algunos peregrinos, atraídos por el perfil del borgo toscano de Monterchi y su Madonna de Piero della Francesca, desde La Pietre prosiguen al borde de la SS221 hasta allí (2,3 km). Luego se regresa a la misma carretera para tomar una pista y subir directamente a Citerna (1,9 km).

Si os decimos que en os podéis hospedar en el monasterio del Santissimo Crocifisso e Santa Maria, el nombre ya resulta sugerente, pero aún lo es más la acogida de las madres benedictinas, que nos invitan a participar en sus rezos.

Comer en un pueblo tan turístico puede salir caro. La opción más recurrente es La Cisterna, al pie de la torre del reloj, que además de unas tapas muy sabrosas prepara paninis; también dispone de una pequeña tienda.

Su borgo murado, cuyo nombre alude a los aljibes existentes en la fortaleza, forma parte de los más bellos de Italia. Desde su posición domina el alto valle del Tevere, en el confín umbro y con la toscana Sansepolcro en el horizonte; todo ello se puede contemplar desde su camminamento medievale y el parque y paseo del Belvedere. La muralla, y gran parte de los edificios, hubieron de ser rehechos tras la destrucción causada por los alemanes en la Segunda Guerra Mundial.

La iglesia de San Michele Arcangelo es una joyita: su campana data de 1269 y el interior, además de obras del taller della Robbia, acoge una Crucifixión del Pomarancio. A sus pies se alza la torre Cívica, del s. XVI. En el templo de San Francesco, recientemente se ha identificado una Madonna en terracota de Donatello, circunstancia que ha multiplicado las visitas al pueblo (más info: www.donatelloaciterna.it).

Especial interés reviste visitar la Citerna sotterranea (bajo tierra), compuesta por un mundo horadado en la roca para acoger graneros (bajo el Comune está la abovedada Sala degli Ammassi) y, por supuesto, cisternas (han aparecido siete). Organizan la visita desde la Oficina de Turismo.

Antes de abandonar Umbria será bueno probar, si aún no lo hemos hecho, el vinsanto, máxime en una localidad que presume de producir el mejor de la región. Se trata de un vino dulce muy especial, ya que proviene de cepas viejas de Malvasía, Trebbiano y otras variedades. Las uvas, que tradicionalmente eran secadas sobre un lecho de paja, ya pasificadas pasan a vinificarse, al menos tres años, en una barrica donde permanece la madre.