El Chemin du Bout du Monde se dirige, precisamente, hacia el grandioso anfiteatro calizo del mismo nombre, también conocido como Cirque de l’Infernet, ocupado por pinos negros. Sin embargo, los peregrinos hemos de cruzar el río Verdus e iniciar un largo ascenso en zig-zag por la escarpada ladera.
A 1 km pasamos cerca de la Roc de Bissone, poyo calizo que semeja una torre desmochada. Alrededor crece el matorral mediterráneo, con especies como boj, romero o tomillo. Pronto Saint-Guilhem se ha convertido en un hormiguero, y por momentos parece que nos elevamos sobre la mole del Saut des Mazéragues, que se alza en la cara opuesta del valle.
3,7 Desvío a Max Negre (formación rocosa). A 495 m de altura, la senda se convierte en pista forestal (pinos, encinas, bojes), para alcanzar la encrucijada des Plos. Divisamos ahora la gran planicie que se extiende a nuestros pies (St-Jean-de-Fos, Montpeyroux), y lentamente vamos rodeando el monte Saint-Baudille, de 848 m de altura, con su gran torre de telecomunicaciones.
Pasando ante dos maltrechos observatorios de madera, entre lirios silvestres realizamos un largo descenso en el que transitamos al lado de un cercado neolítico. El bosque comunal de Montpeyroux, que ardió en 1999, ha sido repoblado con diferentes especies mediterráneas.
5,4 Pioch Canis (monte). El GR se desvía a la izquierda, eligiendo el camino pedregoso que baja abruptamente por un barranco. Pronto nos vemos obligados a rodear un lugar fantasmal, digno escenario de una novela histórica romántica: el despoblado medieval de Castellas, del que perdura la muralla almenada. Un vía crucis nos guía hasta las primeras viñas, salpicadas de olivos, que preceden a Le Barry.
1,7 Le Barry. Entre sus viejas mansiones, ocupadas por los talleres de ceramistas y carpinteros, nos aproximamos a la iglesia, donde la ruta prosigue a la derecha hacia Arboras, aunque es bueno saber que a 20 m, hacia Montpeyroux, hay una plaza con fuente.