5 películas del Camino de Santiago que no puedes perderte

Comenzamos, sin duda, con un peso pesado del cine, nada menos que con el aragonés Luis Buñuel, que en una de sus incursiones más surrealistas y de crítica religiosa, tanto al menos como Simón del desierto (1965) pero ya de su etapa francesa, se propone tratar el tema de la herejía a través del Camino de Santiago. Para ello se vale de un par de peregrinos franceses con nombres de apóstoles, Pierre y Jean, que caminan desde París a Compostela por la Vía de Tours. Ambos encajan perfectamente en el arquetipo del vagabundo, aventurero y pícaro, coquillard o bordonero en estado puro, dispuesto a aprovecharse de lo bueno que hay en la ruta y en el mundo, pero también a aprender de sucesivos encuentros y situaciones.

Sería preciso tener una cultura muy amplia sobre el cristianismo, o leerse antes algunas buenas críticas, para poder ya no solo entender algo de lo que sucede, sino para desentrañar las principales claves simbólicas que maneja Buñuel, algunas de ellas reiteradas a lo largo de su obra con planteamientos de ateo militante, como el mismo imprecaba, «por la gracia de Dios», más o menos como el caudillo que por entonces reinaba en España.

Por supuesto, en este viaje no está ausente Prisciliano, hereje por antonomasia del Camino al que le cabe la honra, según conocida hipótesis, de estar enterrado en el mausoleo apostólico de Santiago, lo que supondría no solo la mayor burla a todo el montaje de la peregrinación, sino una especie de justicia histórica.

Al igual que en Amanece que no es poco (José Luis Cuerda, 1989), tradición que viene del género pastoril encumbrado en el Siglo de Oro, las gentes sencillas hablan de cuestiones teológicas con naturalidad. Por la escena pululan inquisidores o alquimistas, con reiterados flash back que pueden extraviar al más pintado, y el sexo, otra de las obsesiones del autor, hace acto de presencia en varias ocasiones, y como colofón justo antes de llegar a Santiago, donde una prostituta disuade a los peregrinos de culminar su viaje hasta el templo priscilianista para que conciban con ella en clave apocalíptica.

Si evocamos algunas críticas de la inteligencia parisina de la época, pasada de rosca con el Mayo del 68, la confusión puede resultar mayúscula, pues una película tan iconoclasta y hasta blasfema fue entonces tildada de panfleto del Vaticano y del Ministerio de Turismo español, que entonces comenzaba a vender el Camino de Santiago en su vertiente cultural.

Película estrella del pasado y ya lejano año santo, protagonizada por el veterano padre del director, Martin Sheen, ha sido un producto controvertido, pues en general en España y en Europa ha sido recibido con frialdad o manifiesto desdén, incidiendo en sus errores, simplezas y visiones sesgadas del fenómeno de la peregrinación. Así, en Fotogramas se dijo de ella que «desgraciadamente, parece empecinada en hacer parada y fonda en el paisaje humano más tópico», y Javier Ocaña, en El País, la catalogó más «como guía turística para promocionar el itinerario en EE.UU. que como relato cinematográfico moral». Sin embargo, en Estados Unidos y gran parte del mundo anglosajón ha gozado de gran aceptación y predicamento, tanto es así que se ha convertido, al igual que la novela de Paulo Coelho en su día (O Diário de un Mago, 1987), o la de Hape Kerkeling a posteriori (Ich bin dann mal weg, 2006, de la que se rodó una película en 2015), en una de las mayores propagandistas del Camino.

He de confesar que mi primera reacción fue de repulsa, al constatar esos vicios de tantas películas estadounidenses sobre Europa (me recordó, por ejemplo, la meliflua Bajo el sol de la Toscana, 2003). Sin embargo, a medida que la he vuelto a ver, varias veces, he aprendido a evaluarla en su justa medida, porque su argumento no es banal, sino que parte de un drama y ensalza la función terapéutica del Camino. Prescindiendo de algunas situaciones evidentemente folclóricas y descontextualizadas, que además se concentran en el inicio, acelerándose de tal forma hacia el final que Galicia prácticamente no existe, creo que The Way es una película respetuosa con el sentido tradicional de la peregrinación y sus valores. Desde luego, se puede discrepar…