Caminos y caminos

Título enigmático, incluso poético, quizá alusivo a quienes han filosofado o hecho literatura sobre los caminos, aquí siempre implícita la referencia de lo jacobeo, nuestra estrella. Pero no, hoy vamos a tratar una cuestión mucho más prosaica, tal es la materialidad de la propia infraestructura viaria, y más concretamente el firme que pisamos los peregrinos.

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Hormigón de la bajada de Mostelares (Camino Francés), una intervención desastrosa.
Hormigón de la bajada de Mostelares (Camino Francés), una intervención desastrosa.

Por eso caminos y caminos, ya que en la viña del Señor hay un poco de todo. Además, no nos engañemos, lo que aparenta ser circunstancial, fruto de la casualidad propia de cada territorio o coyuntura, normalmente responde a una voluntad, a una gestión política que refleja, con bastante nitidez, una concepción del Camino. No solo eso, los caminos también nos hablan de los usuarios que se pretenden atraer.

Recordamos, para calentar motores, lo que expresaba un caminante suizo con el que coincidimos haciendo la Vía Francígena por la Toscana: “Estos caminos no tienen ninguna gracia, son vías pecuarias para tractores, calzadas anchas de tierra pisada sin grandes desniveles, sin sombra, sin gracia. A mi lo que me gustan son los senderos con cierta dificultad. Aquí no vuelvo”.

Como contraste, una familia argentina de bicigrinos con la que nos topamos saliendo de Roncesvalles, en su primer día echaba pestes de aquellos senderos empinados por hayedos y pinares, sumamente peligrosos, en los que su retoño se podía caer, ello a pesar de que habían alquilado excelentes bicis de montaña. Les indiqué que podían ir entonces por la carretera, pero ellos expresaron que “venían a hacer el Camino de Santiago”. Informantes posteriores los situaron, estaba visto, en la carretera.

A raíz de estas opiniones, a las que todos podríamos añadir otras muchas —de quejas y también de elogios—, es preciso manifestar una realidad que, aunque parece de Perogrullo, conviene recordar. Y es que ya no estamos en la época en que los itinerarios que se dirigen a Compostela, en gran medida coincidentes con caminos reales, estaban pensados para su uso general por parte de peatones, caballerías (caminos de herradura) y vehículos (caminos de carro), todos los cuales exigían unas condiciones específicas para el correcto avance por ellos. Hoy los caminos jacobeos, así al menos lo entendemos la mayoría, deben encajar en la filosofía y práctica del senderismo. Por lo tanto, en la medida de lo posible y con más o menos compromiso inversor según las administraciones competentes, procurarán adaptarse a las necesidades específicas de quienes marchan a pie, evitar el asfalto, apartarse del peligroso y contaminante tráfico rodado de las carreteras principales y buscar trayectos amables.

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Andadero para peregrinos, de camino a Carrión de los Condes (Camino Francés).
Andadero para peregrinos, de camino a Carrión de los Condes (Camino Francés).

Hasta aquí esperamos haber suscitado el consenso. Pero ahora entramos en el segundo nivel, y este es el que alude a qué tipo de Camino hemos de facilitar a los peregrinos-senderistas, y si este ha de ser compatible o no con los ciclistas.

La mayoría de los caminos jacobeos procuran adaptarse a las trazas históricas, pues sin ellas carecerían, hasta cierto punto, de justificación. No obstante, la fórmula de esta receta ya no es tan rígida como hace tres décadas, ya que la historia, por si alguien no se ha dado cuenta, no se detiene en ningún momento concreto, y el tiempo fluye, como el agua del río, que decía Heráclito de Éfeso, sin remisión ni repetición.

Es así como, aunque la historicidad diga que por aquí pasó una ruta, cuando esta coincide con un polígono industrial, carreteras con denso tráfico o nudos viarios, se haya buscado una alternativa. Un caso paradigmático es el de la entrada en Burgos: un tormento por Villafría y Gamonal, por muy histórica que sea, un placer por la variante del Arlanzón, cada día más popular, tanto que provocará un cambio que, no lo dudemos, acabará modulando la propia historia.

Pero el asunto de este artículo no es tanto el de reconocer o justificar variantes, oportunas u oportunistas, sino el de hablar de las propias características de los caminos. En este campo hay diferencias considerables que responden a visiones muy distanciadas de lo que es y debe de ser el Camino de Santiago.

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Senda pirenaica de subida a Somport (Camino de Arles, Francia).
Senda pirenaica de subida a Somport (Camino de Arles, Francia).

Si nos vamos a Francia o Suiza, por ejemplo, las rutas jacobeas se han adaptado a las normativas, muy claras, de sus federaciones de senderismo. En tal sentido, se respetan los senderos existentes con mínimas intervenciones para facilitar el paso, se busca la naturalidad en las actuaciones planteadas para mejorar la infraestructura, se evita que las etapas tengan más de un 30% de firme asfaltado u hormigonado y, en consecuencia, se diseñan itinerarios atractivos, que en todo momento procuran la calidad natural y paisajística del entorno, ello aunque realicen rodeos, en ocasiones evidentes y que rozan el absurdo. El modelo pretende adecuarse a un perfil de usuario que se aproxima más al del senderista-montañero (según por donde discurra la ruta), que al del más sufrido peregrino tradicional.

Buscar un equilibrio, siempre complicado, debería ser la solución, aunque a veces la falta de criterio, por la irrupción de gestores indocumentados e incapaces, sea notoria. Por mentar otro caso, en el Camino Inglés desde Ferrol, recuperado y señalizado por los amigos del Camino en los años 90, en 2016 se cambió completamente la traza para responder a supuestos criterios históricos, más rigurosos que los utilizados por las entusiastas asociaciones jacobeas. La consecuencia fue fatal: mucho asfalto y la necesidad de realizar obras de habilitación y seguridad, muchas de las cuales han resultado costosas sin obtener un resultado satisfactorio (de Cos a Presedo, salida de As Travesas, etc). Pero hay más, porque el principio rector de la historicidad, aplicado en algunos sectores, no se trasladó a otros, y así tenemos la traza oficial discurriendo por los paseos marítimos de Caranza, en Ferrol, o de Fonteculler, Acea da Ma y O Burgo, en el ramal coruñés, que evidentemente no existían en el pasado.

El Camino designado como “oficial”, que en España y Portugal responde a criterios similares, se ha ido adaptando a lo existente, una trama viaria en la que conviven diferentes tipos de caminos. Hasta aquí, lógico.

Pero cuando se ha obrado para mejorar la traza, o para dotarla de una alternativa, el catálogo de actuación ha sido diverso. Una medida repetida hasta la saciedad, y de cuya validez discrepamos parcialmente, es la de crear andaderos o senderos paralelos a las carreteras, casi siempre paralelos por ajustarse al margen del dominio público, en su mayoría sin separaciones vegetales o de otros elementos de protección, y por lo común al mismo nivel de la vía en cuestión. Cierto que aminoran el riesgo de atropello, aunque no por completo en el caso en que se formulan como arcenes, y mejoran el pisado cuando se emplean materiales más blandos, que van de la zahorra compactada al hormigón lavado o liso. Últimamente también se ha recurrido, en lugares empozados, a la disposición de pasarelas de madera con sus barandas.

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Peregrinos por carretera local (Camino de Invierno).
Peregrinos por carretera local (Camino de Invierno).

Los andaderos ya no son tan populares como hace unos años, y en el presente se habla de apartarlos de las carreteras más concurridas y ruidosas, porque lo que debería de primar, además de la seguridad, es que se proporcione al peregrino una experiencia agradable, con presencia de vegetación arbórea que ofrezca sombra y nos aísle del tráfico. En este sentido deberíamos dejar de obsesionarnos por una traza milimétricamente histórica, ¿medieval o moderna?, sepultada por el asfalto. Sin alejarnos de ella en exceso, sería menester que seamos ambiciosos y comencemos a reajustar tramos del Camino conectando, eso sí, los jalones de cada etapa, núcleos de población y elementos que han formado parte de la infraestructura del itinerario de peregrinación. Este debería de ser el principio rector para un Camino de Santiago de la tercera fase, que es la de la madurez.

Sin embargo, la supuesta mejora del Camino de Santiago está plagada de ocurrencias, caprichos de políticos y gestores bienintencionados, pero ignorantes de la realidad del Camino, y sobre todo ajenos a las preocupaciones de los peregrinos, y en ocasiones hasta manifiestamente iluminados o cafres, tales los que siguen considerando asfaltar y hormigonar como una mejora. Recordemos experiencias, pólvora del rey gastada a raudales, como la del asfaltado y desasfaltado de la subida a Mostelares, con hormigonado posterior de la bajada.

La sobreactuación ha llegado a muchos lugares, y ciertos vados que se podían superar sobre unas piedras, como siempre se ha hecho, han sido ornados con puentes desmesurados para mayor gloria de sus promotores. En otras circunstancias, lo que eran caminos de tierra sobre lechos rocosos, o incluso caminos poseedores de enlosados, han sido sepultados por toneladas de rellenos de zahorra y grava, y la mezcla compactada con cemento, obra nueva que erradica cualquier testigo del paso del tiempo, así los empedrados o las marcas de rodada sobre la roca natural.

También se recurre con frecuencia a hormigonar tramos en pendiente, podríamos citar muchos ejemplos, y también sin pendiente (hasta 4 km del Camino Aragonés). Se acaba sí, manu militari, con los empozamientos, o se cede a las presiones de agricultores y ganaderos sin buscar una solución compatible con el paso de peregrinos.

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Pasarela de madera en el Camino Portugués de la Costa.
Pasarela de madera en el Camino Portugués de la Costa.

Pero lo más chocante, también sucede con las carreteras, es cuando pasamos de una comunidad autónoma a otra. Se suele notar, y mucho, en el formato del Camino.

En el tránsito de Asturias a Galicia por los caminos Primitivo o Norte el contraste es brutal: en la primera mojones viejos y caminos naturales, mal conservados, con problemas de agua y, según donde y cuándo, mucho barro, lo que suele provocar quejas; pero al llegar a la segunda, con señalización impecable, predominio de pistas agrarias y forestales homogéneas y monótonas, fruto de mucha inversión y mantenimiento, loable intención, pero hasta cierto punto cansinas con sus 4 m de ancho, escasos testigos de caminería antigua y sucesión de caminos duros, compactados, paralelos a todas las carreteras.

Para concluir hemos de aludir al objeto inicial de esta reflexión. ¿Para quién están pensados los Caminos de Santiago, esos caminos y caminos tan diferentes? Pues bien, parece claro que en Francia o Suiza están concebidos, sobre todo, para el senderista ecológico y cultural, que más allá del destino de cada jornada pretende disfrutar de la propia ruta y sus valores, también de los físicos, los pies lo suelen agradecer.

A través de muchos estadios intermedios, en el extremo opuesto se situaría el camino perfectamente acondicionado no para los senderistas o forofos del trekking, sino más bien para un perfil de usuario más amplio, ¿el turista de masas?, para el que la accesibilidad constituye un principio sagrado. En consecuencia, a este caminante se le facilita al máximo el tránsito por una especie de imperdible autopista jacobea. Huelga indicar dónde se ha desarrollado al máximo esta concepción “turigrina”, que a algunos complace, pero no tanto a otros.

Periodista especializado en el Camino de Santiago e historiador

Comentarios
David Rod
Imagen de David Rod
Buen articulo.
William World Walker
Imagen de William World Walker
Gran reflexión, como acostumbra D. Antón. Será prosaico, pero muy importante para la experiencia real del peregrino de a pie. A mí este tema me surge siempre este subiendo al Cebreiro. Cuendo se llega a la "frontera" con Galicia pasamos de una senda de montaña con piedras e irregular que nos ha costado lo nuestro a un camino liso de zahorras bien dispuesta cual maravillosa alfombra de lujo que parece recién adecentada para darnos la bienvenida a la comunidad caminera por excelencia. Pues eso a mí me da bajona, qué le vamos a hacer. Tan domesticado me parece que no es tan Camino. Tambié me ataca eso de la extremada profusión de mojones con los centímetros exactos hasta Santiago que puede provocar un TOC trastorno obsesivo compulsivo si los miras todos. "A ver cuantos centímetros he adelantado desde el último... vaya, solo xxx metros". Apunto como sugerencia a caminantes que existe la opción (sólo a veces) de estudiar bien el Camino y optar por las posibles variantes, marcadas o no, en las zonas más anti-camineras como la que apunta el articulista en la entrada a Burgos. Por ejemplo, en el mismo Francés hay mundos de diferencia entre la salida de León por San Martín del Camino (estupendas vistas a la nacional y polígono con coches y camiones atronando), y la salida por Villar de Mazarife hasta Hospital de Órbigo que es tranquila y agradable. O también la variante por Vilovieco desde Población de Campos hasta Villacazar de Sirga en la que todo el recorrido va al lado del río con árboles, en lugar de la otra que es un monótono andadero al lado de la carretera. Si se busca, en ocasiones, hay algunas alternativas aunque en otras haya que chuparse sí o sí el maldito hormigón sin un mínimo andadero al lado que tampoco hubiera costado tanto poner (en la bajada hacia Santo Domingo de la Calzada parace que lo ha hecho a posta para fastidiar). Pero en esos casos uno piensa que, al menos los de los tractores estarán contentos y los alcaldes tendrán un camino menos del cual preocuparse por su mantenimiento durante mucho tiempo. Es que somos unos exigentes que lo queremos todo, experiencia senderista natural, caminar por el recorrido histórico y mágico, evitar la masificación y la despersonalización, autenticidad en los pueblos y costumbres, que no nos hagan fábricas de celulosa, salvaguardar la acogida tradicional, que no haya gente con la música a todo trapo o grupos gritando... Somos insaciables. Buen Camino