O Cebreiro: Paradigma del parque temático
Acabamos de visitar O Cebreiro, icono perpetuo del Camino Francés a través de su fecunda historia y valores patrimoniales, pero a la vez delicada pieza de orfebrería que se ve afectada por la nueva forma de entender la ruta jacobea.
La pequeña localidad de la montaña lucense se ha convertido en uno de los mejores termómetros para analizar la vitalidad del Camino de Santiago, y en el plano cuantitativo no cabe duda de que es robusta. Los habitantes del lugar, con un censo de 25 personas, en su mayoría ocupadas en la hostelería, nos comentan que ahora ya no hay parón invernal, porque la desestacionalización es un hecho, y raros son los días en que no se vean pasar peregrinos, incluso cuando el rigor climático aprieta, como está sucediendo este año.
Además, a los peregrinos se suman otros visitantes que acuden a O Cebreiro, sobre todo los fines de semana, para disfrutar de la nieve -sus niños para jugar con los trineos- y hacer senderismo; en tal sentido resulta cansino constatar, tanto en la TVG como en las cadenas nacionales, que este parezca ser el único lugar en el que nieva en Galicia. Y huelga decir que otros muchos se sienten atraídos por los contundentes platos de la gastronomía lucense de montaña, en invierno presidida por sus caldos, cocidos y demás, con la peculiaridad añadida de unos quesos con denominación de origen, y pequeña producción, que se sirven de postre acompañados con miel.
Refrendando lo anterior, siempre nos ha llamado poderosamente la atención un fenómeno inusual, y es que los alojamientos de O Cebreiro, pese a no encontrarse en los famosos 100 últimos km de las avalanchas, nunca ofrecen sus camas en Booking.com, la plataforma que en nuestros días ejerce un auténtico monopolio mundial sobre las reservas hoteleras. ¿Acaso en esta montaña, que algunos identificaron con el parsifaliano Monsalvat, están al margen de las normas del mercado? La respuesta es bien fácil: nada de eso, todo lo contrario, porque la demanda es tan alta y estable, y la oferta tan escasa, que no es necesario recurrir a intermediarios. En muchos casos, según nos comentan, las reservas ya están bloqueando la mayor parte de los días de la temporada alta, o sea, entre Semana Santa y finales de octubre.
En cuanto al albergue, un edificio bastante voluminoso pero bien ensamblado en el conjunto por ocupar una ladera ligeramente apartada de las casas, dispone de 106 plazas. A priori parecerían suficientes, pero del mismo modo que ocurre en la mayoría de los albergues de la red pública gallega, son manifiestamente insuficientes para la demanda existente, ya que dormir en O Cebreiro se ha convertido en un sueño, en un ferviente deseo para muchos peregrinos. De este modo, al igual que sucede con los alojamientos que dan al Gran Canal de Venezia, en O Cebreiro van subiendo los precios, no siempre la calidad al unísono, y quien no puede pagarlos, o garantizar de algún modo una reserva siempre complicada para quien no viaje con agencias, tendrá que buscarse otro nido antes o después, o pasar la tarde aquí y luego desplazarse en taxi, o a dedo, a Pedrafita (5 km), una capital municipal que resulta más económica pero, desde luego, carece del encanto de O Cebreiro.
La puerta de Galicia concentra una serie de atractivos que han contribuido a su transformación en un emblema: los paisajísticos, realzados con el duro ascenso de 9 km por el puerto antaño conocido como de A Faba; los monumentales, evidentes en la iglesia prerrománica de Santa María a Real, que formó parte de un monasterio, o en el conjunto etnográfico formado por las pallozas, una de las cuales ha sido convertida en museo; y los inmateriales y simbólicos, entre ellos la leyenda del Santo Milagro eucarístico, que tanto asombraba a los peregrinos del pasado, y sus testimonios, pero también el recuerdo y la tumba de Elías Valiña.
El desinterés por todo lo que no sea caminar, comer, dormir y mandar fotos por las redes sociales, combinado con la supina ignorancia de quienes practican el turismo de masas sin poseer espíritu viajero, y mucho menos peregrino, está generando una nociva desmemoria sobre el renacimiento jacobeo, que acaso se cree fruto de la mercadotecnia del Xacobeo’93, cuando ha sido en O Cebreiro donde el movimiento fue fraguado con pasión por Valiña.
De hecho el enclave funcionó como un laboratorio, de lo que más tarde se implementaría en el Camino Francés, cuando entre 1962 y 1964 la aldea fue reconstruida, empleando la metodología historicista de aquella época, de la mano de Manuel Chamoso Lamas, a la sazón Comisario de Bellas Artes del Noroeste, y el arquitecto Francisco Pons-Sorolla y Arnao. En aquel período, por cierto, desapareció la talla románica del Crucificado, que tras haber sido enviada a restaurar a Madrid nunca más se supo de su paradero. Lo que no consiguieron los Reyes Católicos, en su pretensión de llevarse las ampollas del Santo Milagro, fue más fácil en la dictadura franquista, donde como hoy vamos sabiendo, el tráfico de obras de arte entre los próceres del régimen, o para obtener beneficio con su venta, no fue algo ocasional.
Pero volvamos al presente, ese de las carreras aún sin luz solar, monte arriba, para pillar plaza en el albergue, e incluso el de algún que otro pintoresco motín de peregrinos que “exigen”, pues es su derecho, faltaría más, dormir en O Cebreiro sea como sea. Una actualidad también dominada por cierto descuido en la imagen de tan preciado Bien de Interés Cultural: los tenderetes con las brujitas de la suerte, cartelería no acorde con sus valores patrimoniales, proliferación de automóviles por todas partes, venta ambulante, materiales apilados, etc.
O Cebreiro ya no es aquella aldea mítica, envuelta por una protectora niebla real y figurada, pero cálidamente acogedora por obra y gracia de los desvelos de Elías. Hoy en día es un eslabón más del gran mercado del Camino, un gran negocio favorecido por la práctica imposibilidad de que el núcleo pueda crecer, un ejemplo preclaro del parque temático en que se está convirtiendo la ruta.
Para buscar un remedio a alguno de estos males, que amenazan con devaluar de tal modo la experiencia del Camino Francés hasta tornarla irreconocible para quienes la vivieron en el pasado milenio, se están tomando iniciativas. Una de ellas, de la que hablaremos pronto y que nos llena de esperanza, es la creación de la Asociación de Municipios del Camino Francés, destinada a replantear muchas de las políticas que hasta ahora han dirigido las comunidades autónomas, a la vez que se reafirma el protagonismo que deben jugar, debidamente asesoradas, las administraciones locales.
Por cierto y a nivel municipal, en O Cebreiro se va a construir en breve un aparcamiento disuasorio en la salida hacia Pedrafita, decisión que aplaudimos siempre y cuando suponga la desaparición de los vehículos en el pequeño casco histórico. Y como muestra de sensibilidad por los nuevos tiempos, pues ya estamos hartos de tanta imagen de peregrinos varones y barbudos por los caminos, pronto se instalará en la localidad, sobre un murete y contemplando el valle por el que se ha ascendido, la escultura de una peregrina sedente y meditabunda. ¡Qué sea una alegoría del futuro que nos aguarda!
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