Las pasiones

secreto de tus ojos

En una escena de la película “El secreto de sus ojos”, el protagonista (Ricardo Darín) y un compañero de trabajo, alcohólico y perspicaz investigador, se encuentran en un bar cavilando durante horas sobre el paradero del presunto autor de la violación y asesinato de una chica. Éste huyó de su casa al sentirse descubierto, y Argentina es un país muy grande para esconderse. Corría el año 1974.

De la mesa a la barra y de la barra a la mesa, cigarrillo tras cigarrillo, dándole vueltas, releyendo un montón de cartas que escribió el presunto asesino para hallar alguna pista. De repente, al compañero se le ilumina la cara, se dirige a todos los que están en la barra (amigos suyos) y empieza un lento monólogo, que más o menos dice:

“Un hombre. Un hombre, a lo largo de su vida, puede cambiar muchas cosas. Puede cambiar de profesión. Puede cambiar de mujer. De ciudad, de país, puede cambiar de bandera. Puede cambiar sus ideales. Puede cambiar de religión, puede cambiar de Dios. Un hombre puede cambiar casi todo en su vida, casi todo. Pero hay una cosa que no puede cambiar. Una cosa que jamás puede cambiar: sus pasiones.”.

¡Cuánta razón! En la siguiente escena se ve la policía rodeando un campo de fútbol lleno a rebosar, donde por fin el protagonista y su compañero capturarán al presunto asesino.

Las pasiones. Nos podemos hacer ricos o naufragar en la más absoluta miseria. Podemos cometer un asesinato o ir a Oslo a buscar el Nóbel de la paz. O ambas cosas a la vez. Podemos estar gravemente enfermos o felizmente sanos. Podemos votar tres veces al PP y cuatro al Psoe. Y luego volver a votar al PP. Podemos cambiar siete veces de pareja y nueve de profesión. Hasta de sexo podemos cambiar. Pero no, de pasiones nunca podemos cambiar.

Nos vemos en los caminos.