Etapa 3A: Alboloduy - Abla | Al Loro

Distancia: 
28,2 km
Duración: 
7 h
Dificultad: 
4
Paisaje: 
3

Tras el tramo inicial avanzando por la rambla del río Nacimiento, arranca una subida durísima por un sendero que sale a la derecha, en continuos zigzags, durante la cual salvaremos un desnivel de 300 metros en apenas dos kilómetros, hasta incorporarnos a la carretera A-1075.

Dicho sendero es estrecho y pedregoso, y presenta algunos tramos bastante aéreos. Para aquellos que sufran vértigo, así como en caso de lluvia o crecidas del río, tienen la opción de tomar, ya desde la salida de Alboloduy, la carretera local A-1075; los que así lo hagan deberán prestar mucha atención, pues aunque el tráfico sea escaso, es estrecha y revirada.

La carretera local A-1075 es la única opción para los ciclistas a la salida de Alboloduy. Al cabo de 3,8 km el camino oficial confluye con ella, prosiguiendo por asfalto durante 2,0 km; la bajada que viene a continuación, por un camino de tierra suficientemente ancho, es pronunciada pero apta para las BTT.

Tanto en Nacimiento como en Doña María hay bar, y en ambos tratan bien a los peregrinos; en Ocaña hay un pequeño albergue y un bar social. Abla es una localidad de tamaño medio, que cuenta con todos los servicios.

Durante el ascenso junto al barranco del río Nacimiento es habitual ver cabras monteses. El paraje, donde reina un silencio absoluto, resulta sobrecogedor; una vez arriba, nuestro esfuerzo quedará compensado con la panorámica sobre las colinas del entorno.

A la salida de Nacimiento pasaremos junto a las ruinas de una antigua venta, con muros de piedra muy fotogénicos; eran establecimientos habituales a lo largo del Camino Real, ruta que llevaba a Guadix y a Granada, utilizada durante siglos por viajeros, comerciantes y pastores con sus rebaños.

Localidad antiquísima que ocupa las laderas de una colina; si decidís pernoctar en el albergue de peregrinos debéis saber que se halla en lo más alto, al final de la calle San Antón, junto a un mirador; desde allí se puede tomar un camino muy agradable que lleva al cercano pueblo de Abrucena, a sólo 2,1 km (info en la etapa siguiente).

El casco antiguo es muy bonito, con callejuelas estrechas y empinadas donde se respira la impronta de casi ocho siglos bajo dominio musulmán. Al entrar a la localidad pasaremos ante un interesante mausoleo romano, torre funeraria construida a finales del siglo II, bajo la cual hay una cripta.

Los naturales de esta localidad reciben el gentilicio de abulenses, igual que los nacidos en la ciudad de Ávila (en Castilla-León); tras décadas de confusiones, hoy los historiadores identifican Abla con la antigua Abula romana citada por Ptolomeo, geógrafo y astrónomo griego del siglo II, mientras que el nombre original de Ávila debía ser Obula.

En el siglo I esta colonia romana acogió una de las primeras sedes episcopales en la Península, fundada por San Segundo, uno de los Siete Varones Apostólicos enviados desde Roma por San Pedro y San Pablo en misión evangelizadora. La historia de estos obispos de la Bética fue hábilmente incorporada siglos más tarde en la narración jacobea, al objeto de trasladar a tierras gallegas el origen de la evangelización (algo difícilmente creíble), y convirtiendo a dichos varones en los supuestos acompañantes del cuerpo del Apóstol.

Tras la conquista por las tropas cristianas, en el año 1559 finalizó la construcción de la iglesia de la Anunciación, erigida sobre una antigua mezquita; su interior es de estilo mudéjar, destacando el artesonado del techo con estrellas policromadas de ocho puntas.

En los bares podemos degustar tapas como el tabernero, o cazuelitas como la olla de trigo; el plato más tradicional son los gurullos con conejo, que a veces se substituye por liebre o perdiz.

En la comarca se elaboran magníficas mieles artesanas que adquieren los sabores de las plantas del entorno, cuyas flores son polinizadas por las abejas; destacan la miel de romero o la de albaida, con propiedades medicinales.