Pese a su pequeño tamaño, la ciudad se extiende hacia el norte, por lo que tendremos que atravesarla durante un buen trecho.
De la catedral hemos de ascender la Av. Carvalho Araújo por su lateral derecho, y al lado de la Domus Iustitiae —¡bien que la titulen en latín!— tomar la Rúa Dona Margarida Chaves hasta el mercado municipal, donde concluye el casco antiguo.
En vez de mandarnos al frente por la Av. de D. Dinis, que sería lo más lógico, nos hacen dar un rodeo por la Rúa Gonçalo Cristovão, con el monumento Vida por Vida en el Largo do Pioledo, dejando a la derecha la iglesia do Senhor do Calvário para tomar la Rúa de Santo António ante el campo de fútbol do Calvario.
La vuelta concluye, hacia la izquierda, en la arbolada Praça Diogo Cão, presidida por una estatua del navegante. Recuperamos aquí la Av. de D. Dinis, agradable bulevar que se prolonga hasta la plaza e iglesia de Nossa Senhora da Conceição. La cruzamos en diagonal, hacia la izquierda, para seguir por el mismo lado la Av. Rainha Santa Isabel, la peregrina. En esta zona hay un buen surtido de cafés, tiendas y un Pingo Doce.
Torcemos ahora a la izquierda (Rúa Cruz das Almas), hacia la montaña do Alvão, para atravesar el barrio de Montezelos por la rúa que lleva su nombre. El casco urbano concluye al pasar bajo el IP4 y descender, ante la Quinta do Pinheiro, hasta una vaguada densa de arbolado; aquí se alza un oratorio mariano con su imagen pétrea.
Ya en la parroquia de Borbela, la misma carretera comienza a subir, y entonces la dejamos para seguir la indicada a Cravelas y Outeiro, que ante la casa de fados Adega Machado recorre el núcleo de Ferreiros.