Xavier Riera Luna
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Estados alterados

Salud,

La mayoría de l@s que gozamos los caminos largos hemos conocido la sensación de irrealidad que se alcanza cuando se lleva el suficiente tiempo caminando. Éstas sensaciones aumentan con soledad y tiempo de peregrinaje por delante, y en especial con la desolación del paisaje. La meseta en invierno es lugar idóneo para que dichos estados se desplieguen -cuanto menos estímulos externos con los que distraernos, más fácilmente se altera la percepción-, y por lo comentado con otr@s peregrin@s también las rectas infinitas de La Plata, y en general los paisajes adustos, son ideales para fomentar dichas alteraciones.

En los años 70 el doctor Stanislav Grof diseñó una técnica, la respiración holotropica, para poder continuar sus estudios sobre los estados profundos de alteración de la percepción tras prohibir el gobierno U.S.A. la utilización terapéutica de LSD (que en la actualidad está demostrando su tremenda utilidad para la recuperación de patologías mentales profundas, como la depresión crónica). Lo que en realidad demostró Grof es la posibilidad de acceder a estados alterados para su uso terapéutico sin necesidad de consumir psicoactivos, o dicho de otra forma, que dichos estados son connaturales de la mente humana, y accesibles sin necesidad de consumir substancias.

En ocasiones se plantea la cualidad terapéutica del Camino y la infinidad de bondades y aplicaciones emocionales que nos aporta, y se atribuye al contacto con la naturaleza, al ejercicio físico, a la influencia metafísica del camino como "ser espiritual"... No diré que no, pero en ocasiones he llegado a pensar que son formas de decir que con tiempo, soledad y saliendo de nuestra zona de confort el cerebro "se rinde" y empieza a funcionar de otra manera, dejando de lado el ansia clasificatoria y el diálogo mental para percibir el mundo de manera directa, sin filtros. Nada metafísico, únicamente consecuencia natural.

Al camino cada uno vamos por motivos distintos, much@s sin siquiera saber por qué o para qué van. Para mí, conseguir permanecer durante semanas en éstos estados alterados es el objetivo; no para andar alucinado por la vida (la adolescencia hace lustros quedó atrás) sino porque desde éstos estados podemos experimentar la realidad de manera más profunda y transformadora. El Camino como puerta de la percepción...

Feliz finde 

Indi
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Tu móvil tiene el estado de software alterado. laugh

(Prueba a ver si tienes activado el envío de archivos sin wifi.)

Ayer estuve viendo que recientes investigaciones realizadas por científicos vuelven a plantear que el universo podría ser una simulación. Ciertas anomalías en la "colocación" de galaxias evolucionadas donde no deberían estar y otras cosas. No me preguntéis, porque eso no es lo mío, pero me resultó curioso que todavía se plantee.

De ser así, tal vez los que van escalando en el abecedario de Fernando estén en un nivel avanzado del programa. Espero que no haya que llegar a la Z, o tal vez ese sea el fin a alcanzar. 

landante
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Hola a todos,

Sí que es curioso que aún se plantee eso de que si lo que creemos real lo es o no; de si el universo es como lo percibimos o si es simulación, sueño, o sombra. Son incógnitas que siempre nos intrigan, y es comprensible que no se aparquen por el simple hecho de vivir en diferentes épocas y tener otras tecnologías.

Aún no he olvidado el mito de la caverna de Platón que explicaban en el instituto.  Hombres encadenados en una cueva creyendo reales las sombras, sin sospechar siquiera que solo veían el oscuro reflejo de otro mundo.  Hombres ilusos según el mito, que ante la revelación que uno de ellos les hace de un mundo superior que con sus propios ojos había visto, optan por hacer oídos sordos y permanecer como prisioneros en la cueva, con las cadenas puestas y entre sombras.

También recuerdo lo del velo de Maya del hinduismo, aunque muy por encima porque no lo estudié con tanto interés. Pero recuerdo que viene a decir algo parecido, que todo lo sensible es un espejismo, una ilusión que sólo se sostiene por nuestra propia ignorancia.

Y ahora toca esto, lo de la teoría de un Universo simulado. En parte tiene su lógica una teoría así en esta época. Da la sensación de que es la que tocaba, y no otra.

Miles de personas ante las pantallas de miles de ordenadores, simulando y consumiendo universos virtuales, calculando probabilidades infinitas, creando modelos y predicciones cada vez más complejos, complicando aún más lo eternamente incierto... Era cuestión de tiempo tener un nuevo mito o una nueva ciencia.

La teoría del big bang ya no vale. Pasó su reinado.  Ahora plantean una nueva explicación. Lo llaman Gran Rebote. La edad del Universo que hay que memorizar, para quienes les digan algo las cifras, ahora es otra, aunque ni siquiera se sabe cuál. Lo que se dijo se desdice.  Donde dijeron que no había nada, ahora dicen que estuvo todo, que de una fase cosmológica se pasó a otra.

Yo mejor me lanzo al Camino para no volverme loca. Escojo sentir y deseo no pensar.

Me quedo con los pájaros, los conejos, los ratones y el zorro de Laura Portal. Yo también les he visto, y al cruzarme con ellos, como tú Laura, me he emocionado mucho. No les he sentido ni irreales ni simulados. Tan creados como yo me han parecido.

En épocas de mucho estrés personal sí que he percibido irreal el mundo. Mis manos ni siquiera eran mías, y cuando sostenía algo lo sentía y lo veía hundirse en ellas. No comía porque la boca tampoco la sentía en la cara. Me tocaba los labios y eran otra cosa.

Esa sensación de irrealidad permanente no se la deseo a nadie. Incapacita por completo, y dudo mucho que quienes defienden la teoría de la simulación o quienes hablan de vivir en un matrix hayan experimentado esa angustia un día tras otro.

Pienso ahora en Elon Musk, el de los satélites de los que ayer hablamos.  Le he escuchado decir sin entrar en más explicaciones que los seres humanos somos simulados, como personajes de videojuegos, mera acumulación de datos.

Y lo suelta así, sin más, sin pruebas ni nada, en conferencias que escucha la gente mientras le miran embelesados. Y nadie parece angustiarse. Y nadie se mira las manos.

Aplauden a Musk por lo que dice. Y se van seguros y satisfechos a sus hogares pese a creerse meros datos simulados.

Yo, sin embargo, una y otra vez al Camino; para sentir el día y la noche, el sol y la luna en mis manos. Para sentir mi boca comiendo un bocadillo. Para sentir sin teorías ni intermediarios.

Y allí, por esos senderos que amamos, me cruzo con seres humanos y nos deseamos Buen Camino. Yo siempre lo deseo de corazón, e intuyo en sus palabras lo mismo.

La sóla idea de que todo fuese una simulación, unos y ceros, datos programados en cuerpos vacíos, me causa ahogo y tristeza. Así es como lo siento. Saber, no sé nada.

No alcanzo a comprender las sonrisas ni la naturalidad con la que viven los defensores de esas teorías.  No reflejan angustias ni se les ha paralizado la vida.

Yo creo que todas esas ideas son hipótesis de la razón, meras teorías de su incesante y agotadora actividad.

Pero en realidad dudo que esa gente sienta en primera persona que el mundo es irreal, ni que es simulada su vida, ni que sientan su alma encadenada con ceros y unos.

Por eso aplauden y no se desesperan, porque sienten reales sus vidas. Lo que escupa la razón en forma de teorías ya es otra historia.

Gracias

Papadopou
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Sobre la lisa superficie en mi cocina veo moverse unos puntitos negros. Son pequeñas hormigas que destacan sobre el blanco mármol. En realidad no es mármol pero lo llamaré así para entendernos. De igual forma, para lo que intento exponer las hormigas podrían no ser hormigas pero así continuaré llamándolas para entendernos. Esos minúsculos seres se mueven incansablemente en todas direcciones. Desconozco si se encuentran realizando algun tipo de peregrinación pero supongo que esa frenética actividad que despliegan responde, en principio, a la ocupación primordial de conseguir alimento. Yo contemplo ese ajetreo bidimensional de ahí abajo desde mi punto de observación situado en lo alto de lo que seria una tercera dimensión para ellas, si es que pueden tener conciencia de que tal dimensión existe. Tal vez alguna de ellas se haya tomado un lingotazo de ácido fórmico y el chute le haya provocado tal alteración en su conciencia que pueda intuir la existencia de otras dimensiones diferentes al plano por el que habitualmente discurren sus vidas arrastradas. Tal vez incluso me haya visto a mi mientras las observo, una sombra lejana a la que luego buscará un sentido mediante una explicación en un plano mitológico y religioso. Si esas hormigas consiguieran mantenerse con vida durante el tiempo suficiente, con el transcurso de los siglos podrían mudar sus creencias desde ese ámbito espiritual a otro tecnológico y científico. Ni mejor ni peor, distinto. Algún individuo brillante podría plantear la teoría de un universo tridimensional en el que sus vecinos no serían los dioses sino un individuo alto con gafas que las observa desde arriba. Para buscarlo incluso podrían llegar a desplegar sistemas de satélites de observación que elevarian desde su mundo terraplanista y que desfilarian en brillante formación por el cielo nocturno. Todo para encontrar a Dios y pedirle explicaciones.

Pero ese Dios, que en este contexto podría ser yo mismo aunque continuaré llamándole Dios para entendernos, no estaba dispuesto a darlas y  a permitir que las criaturas abandonaran la caverna en la que tendrían que haber continuado con su vida oscura y bidimensional, pero tranquila y emocionalmente estable... para ellas y para Él. Ese Dios no estaba dispuesto a que las hormigas camparan libremente por la cocina. La mano invisible descendió de lo alto y sembró la destrucción segando sus vidas.

Las que consiguieron huir buscaron sentido a la desgracia y, desde el fondo de la cueva a la que regresaron, en lo sucesivo pensaron que las luces que venían de fuera no eran más que el sueño de una vida ficticia y que la auténtica existencia era la que llevaban allí dentro, a oscuras y tranquilas. La iluminación tendría que esperar no a que inventaran la bombilla, sino a que llegara alguien que les ofreciera escoger entre una píldora roja y otra azul. 

Saludos.

landante
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Hola a todos,

Si no fuese porque me fascina el mundo de los insectos, yo también pensaría que su existencia es oscura y arrastrada. Pero para bien o para mal me gustan y me sorprenden. Andan algunos, es verdad, con su diminuto cuerpo siempre cerca del polvo;  no como nosotros, siempre erguidos y remilgados, con miedo a ensuciarnos o a caernos. En este sentido ellos parecen llevar una existencia más libre que la nuestra.

Sin embargo, aunque a un palmo del polvo, siempre les encuentro limpios y bien aseados.

Las hormigas y los escarabajos, por ejemplo, brillan mucho bajo el sol. Estos últimos tienen a veces colores iridiscentes que deslucen, y mucho,  a los de algunas obras de arte. Parecen sus cuerpos joyas, con la enorme fortuna de no serlo ni de despertar codicias.

A mí me gustan los insectos, ya lo veis. Y mucho. Les busco de día y también de noche.

¿Habéis visto en el campo, por ejemplo, cómo  brillan  los ojos de las polillas al recibir la luz de nuestro frontal cuando caminamos por allí durante las horas oscuras? Se ven, como saliendo de la nada, diminutas pepitas de oro que flotan en la noche, acercándose hacía la luz del frontal misteriosamente. Tal vez confundan su brillo con el de las estrellas o con el de la luna. No lo sé. Sus mentes son insondables. Como lo son las nuestras.

Llegan las polillas hasta mí y me rozan el rostro o se enredan en mi pelo. Todo en ellas me parece suave y delicado, y no logro sentir ni la repulsión ni la indiferencia que estas pequeñas existencias, es verdad, suelen producir en mucha gente. A mí, sin embargo, me conmueven.

Tanto lo grande como lo pequeño me transmite el mismo sentir de admiración y asombro. El objeto y su sombra me son iguales. Las lejanas estrellas y las células de mi cuerpo las siento parecidas. Es un sentir extraño e inapropiado el que os cuento, pero es lo que siento y así lo escribo.

¿Y qué me decís de las hormigas? ¿Habéis observado a esas que son más grandes y rechonchas que otras, las que suelen vivir cerca de planchas de granito en pleno campo? ¿Os habéis fijado en cómo acuden al amanecer a beber las gotas de agua del rocio? Yo no las quito ojo. A veces beben en las hierbas, otras en la tela de mi funda de vivac o de mi saco. También ellas me conmueven y me asombran.

Y en la misma línea de profundo respeto siento a quienes deciden quedarse o regresar a la caverna o al hormiguero. Porque algunos, sin necesidad de ver o conocer verdades y realidades absolutas y comprobables, permanecen fieles a lo que sienten.

También fantasmagóricas sombras y  rugosas paredes pueden ser para muchos la Vida.

Y no os dejéis engañar, porque no es más cómodo, tranquilo y despreocupado escoger vivir en ese hormiguero o en esa caverna, que enfrascarse en una búsqueda sin fin e inalcanzable de conocimiento, viviendo en cómodas cátedras o bien equipados laboratorios con aire de preocupación y pose de estatua griega.

Allí, en esos aparentes refugios de seres diminutos e ignorantes según el juicio de algunos filósofos, también se sufre y también se llora. Hay esfuerzos y sueños en todas partes.

En esas oscuridades, despreciadas y abandonadas por algunos sabios y por los héroes de muchas  películas y de muchos mitos, otros decidieron  quedarse.

Cuidan su cueva entre todos. Y se cuidan también  los unos a los otros, porque se aman por encima de cualquier conocimiento o ciencia. Y así, todos, hacen más livianas penas y cadenas.

No se abandonan en la oscuridad buscando en una torre verdades absolutas que nunca llegan. La verdad la intuyen en las sombras, les parece sencilla y además les basta.

Algunos, además, deciden embellecer las  paredes con bonitas pinturas. Otros alegrar la caverna con su música.  

Juntos, hacen de la mísera cueva que ve el filósofo, un digno palacio para todos.

Y así es como antes de acostarse, satisfechos y felices por sus obras, dirigen su alma más allá de su amada cueva y de sus amados hermanos. Y dan las gracias por todo, y duermen siempre confiados.

No, no es mezquino sentir la Vida en el dolor y en la oscuridad, ni carecer del deseo de demostrar realidades palpables.

Vivir sintiendo la Vida sigue siendo para muchos mejor que comprenderla.

Gracias a todos

Ma Teresa
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"Yo mejor me lanzo al Camino para no volverme loca. Escojo sentir y deseo no pensar."  Hacia alli voy tambien.

antonio santiesteban
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El Universo ha sido hasta hace poco una idea filosofica. Pero es tal su enormidad que aunque nos lo expliquen, sigue siendo para nosotros una ideea filosófica. No hay forma de entenderlo.

Os cuento una particularidad realmente espeluznante. Según Einstein la velocidad de la luz es de 300.000 km/segundo. Pero ademas, a medida que vas mas deprisa, el tiempo pasa mas lentamente. No es solamente el reloj. Sencillamente el tiempo se hace mas lento. Llega hasta el punto de que si fueramos a 300,000 km/seg., el tiempo no pasaria.

Los fotones (los que transportan la luz) no tienen masa y van a esa velocidad. Eso quiere decir que cuando los científicos descubren la luz de una galaxia que está a 8000 millones de años luz, los fotones que han hecho ese viaje hasta el instrumento del científico, no han tardado nada. Literalmente nada.

El fotón correspondiente sale de la estrella que lo produce y ya está en el destino. Lo que los científicos han calculado una distancia de 8000 millones de años luz, el fotón ha salido y al instante siguiente dice "ya estoy". Espeluznante.

¿Os imaginais dar un primer paso en st. jean pied de port y en el paso siguiente estas en la plaza del Obradoiro?

Ya os digo. Mejor seguir teniendo una cierta idea filosófica del Universo y admirar las estrellas sin preocuparnos demasiado del porqué de su hermosura.

Somos poquísima cosa.

Saludos

carapau
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Cuando inicie mi primer camino en Roncesvalles alguien estimo que nos quedaban un millón de pasos . 

Se me han hecho muy cortos.  Más madera ! 

 

Fernando Cristó...
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SOLILOQUIO  DE  JACOB

 

Los pálpitos alocados de su corazón lo volvieron a despertar. Era la madrugada, y sintió  su cuerpo empapado de sudor, angustia y sangre. Le vino a la cabeza su maestro, aquella noche en el huerto.

“Oh, Rabí, ¿Qué es toda esta locura? ¿Qué ha sido sino una locura toda mi vida desde que empecé a seguirte? Mañana por la mañana, los esbirros de Herodes me degollarán, y mi cuerpo será despedazado y esparcido por perros hambrientos hasta los descampados tras las murallas de Jericó.

“Id al confín del mundo a expandir la buena nueva” nos pediste, y sí, como ebrios palurdos te hicimos caso, y fuimos. Mi candor me vestía más que una preciada tela de cachemira cuando me embarqué en Tiro, rumbo a Occidente, y siento hoy todavía el temblor de la piel de melocotón de aquella ingenuidad mía. Y no, no abomino de que en el viaje se hiciera jirones esa piel, porque con cada rasguño sentía que sembraba semillas de tu amor, en Siria, en Ciprus, en Capadocia. Pero eso mismo ya ¿no era una locura? como quien adoba con canela y pasas el vino resinoso, nos enredaste en palabras y sentimientos que mezclaban el dolor y el amor, la luz y las tinieblas. Y en nuestra infinita pobreza de espíritu, te creímos.

 ¿Por qué ir a la bárbara Hispania? ¿No me avisó aquel comerciante de Tarso que mi empresa no podía ser sino un desastre? ¿Que sería como echar oro a los cerdos, que no cosecharía sino incomprensión, doblez y rencor ? Y qué hizo aquel aviso sino redoblar mi locura? “Hijo del trueno” me llamaban de joven, y a veces siento la clarividencia de ver en la noche de mi vida, y darme cuenta del caos que ha sido todo, un relámpago previo al ruido abrumador del horror.

Fuiste tú, Rabí, fueron tus palabras las que  nos hacían ir ebrios  por los caminos, tropezando como sonámbulos con toda la perfidia humana cuando creíamos estar redimiéndola.  ¡Qué sutil hilo de aire diferencia las intenciones en un gesto humano? ¿Cómo distinguir la caridad de la doble intención? ”dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios”… tus palabras lograban transformar en oro hasta las boñigas de camello, y yo quería vivir en esas palabras, y si no veía el oro, me censuraba a mí mismo por mi tibieza. ¡Ah, Rabi, ahí tienes mi mierda y mis orines en el rincón de la celda, ¡transfórmalos tú, yo no puedo! ¡Líbrame del degollamiento! ¿No eras tú tan poderoso, y no puedes ni con ese fantoche de Herodes!?

“A los confines del mundo…” sí, fui!, fui, y la aurora de rosados dedos me acompañaba cada mañana en el Camino, y! fui feliz, y despreocupado! Ahora me resulta casi inconcebible el espíritu de aquellos primeros días: el sol a mi espalda, sintiendo la pureza de la luz matinal como mi mayor aliado,  “Yo soy la luz”, “Id ligeros de equipaje””Entrad en las casas y pedid de comer”… tus palabras, siempre tus palabras rondándome en el silencio del camino, sintiendo tu presencia en ellas, alimentándome casi más de ellas que de los mendrugos de pan que me pudieran dar. Y llegué a Roma, y vi a Cefas allí, y seguí adelante. Pasé a Las Galias  por la Provincia, y me contaron que María magdalena había estado por Marssilia. Y en mi locura, creí percibir en aquellas gentes la mansedumbre y dulzura de cordero de Magdalena. Y pensé que mi deber era extender aquella dulzura aún más a Occidente. Mi deber, mi locura, ¿cómo distinguirlas? Mi amor, mi trueno ¿Cómo distinguirlos?

Recuerdo aquella noche en la colina sobre  Castrum Sigerici. Las estrellas se ordenaban en encajes de infinita pulcritud, y me acordé cómo solías retirarte tú de noche para orar en la soledad de la belleza eterna. Una brisa suave acariciaba el lugar elevado, siseando entre los chisporroteos del sarmiento del fuego, colándose en el interior de mi blusa, y en mi alucinación creí oir tu voz arropándome,  profunda y suave al tiempo, cuando nos enseñaste a orar: “Abba!...” Brisa hecha amor, amor hecho palabra, palabra fundida en el fuego, el fuego vuelto hacia las estrellas, siempre de oriente hacia occidente, hasta el fin del mundo, hasta el fin del mundo…

Y aquella noche de nieve, en los montes de Asturica, huyendo de aullidos de lobos, cómo nos acogió aquel bendito anciano, con una sonrisa en la que reconocí la ternura de cuando nos hablabas de tu papaíto, y cómo caí así en la cuenta de que, antes de que nosotros llegáramos y habláramos de ti, tú ya te habías colado en el corazón de los hombres de buena voluntad  que saben acoger al extraño.

 Esa noche, en el lecho, la cabeza apoyada en una piedra,  sentí extraño mi cuerpo: el cansancio y los dolores del viaje parecían canalizarse a la piedra, y no sé si era mi respiración o mi consciencia o qué empecé a sentirla más ligera, como apartándose de mí, desde mi columna vertebral, como subiendo una escalera, y mi conciencia la empecé a sentir ahí, con la ligereza y el candor de un ángel. Eran unas sensaciones muy extrañas, pero benignas, como si me quisieran decir algo. Me vi desde fuera, pero yo ya no era yo, ese lecho de heno y piedras, ese cuerpo exhausto, esos harapos eran los de toda la humanidad, que dejaba sus cansancios y pesares en esa piedra, y podía luego seguir el camino más ligero. Y con la certeza de aquel delirio tuve la convicción de que por aquella montaña pasarían miríadas de gentes, de todos los confines… per seculam seculorum… y dejarían allí sus pesares, como quien se deshace de una piedra del zurrón.

Por la mañana, aquella ligereza recobrada me hizo pensar ¡Ah, mi palurdez de entonces!! que estaba llegando a  mi tierra de misión, y me llené de planes:  sería el pastor de las gentes en el fin del mundo: compartiría la mesa y el pan con ellos, y llegándose a mí llegarían a ti, Ah Rabí!¡ en mis palabras entrarían en íntimo contacto contigo! Y… ¡¿Qué fue aquello sino el pórtico de todas mis calamidades y desvaríos?!”

 

(…)

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Papadopou
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El mejor Santiago, Santiago imaginado smiley

LauraPortal
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Esa irrealidad, esa estraña y bella irrealidad. La sentí en los primeros días del Camino, cuando crees q el ayer es hace una semana,  cuando dos días parecen un mes. La relatividad del tiempo. Sentía q hacía años q empecé mi viaje,  aunque era consciente q solo eran días. La intensidad del Camino hace q se distorsione la percepción de los sentidos. Aquellos q acabas de conocer se transforman en amigos. Y, aunque no sucede con todos, con algunos alcanzas una conexión q provoca que sean gente especial en tu vida. Personas q guardarás siempre en el cajón de personas casi mágicas porque hicieron q se activara tu yo más íntimo. Esa intensidad es la que cuando se desvanece, hace q coloques en el sitio que corresponde aquello vivido. Pero sigue ahí para recordarlo y hacernos felices. Y al volver, un bofetón (en mi caso, en forma de calor bochornoso) nos devuelve a la realidad de nuestra vida. No es bueno ni malo, es la normalidad sin intensidades. Deseo volver al Camino como mi droga terapéutica, no por necesidad sino por placer. Porque este mundo que tenemos no me llega a convencer.  Y mientras pueda cargar mi mochila y dejar que me lleven mis pies, seguiré en el Camino.

Papadopou
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Buenos días Laura y bienvenida de regreso tras tu viaje.

Esa distorsión de la percepción del paso del tiempo que has apreciado te la ha explicado Antonio más arriba. Es simple , el tiempo es relativo como bien dice él que formuló Einstein y tú ibas demasiado rápido, no como la luz pero casi  surprise  Me explico  cool

Si en  lugar de en Sant Jean o Roncesvalles el Camino empezara en esa galaxia a 8000 años luz, viajando a la velocidad de un fotón verbenero hubieras tardado en llegar eso, 8000 años. Pero lo que apreciarias tú,  los que viajaran colgados de tu mochila (como solemos hacer los del foro cuando algúien está en el Camino y lo explica) y también esas personas que te encuentras y con las que sintonizas inexplicablemente por viajar en la misma onda y al mismo ritmo, es que el viaje habría transcurrido en un instante, en un suspiro, en menos de un plis plas. Durante la peregrinación los más afortunados son capaces de desconectar hasta verse a si mismos desde fuera, como parte del Camino mismo. De ahí que el tiempo transcurra en un sinsentir, que ayer sea hace una semana y los días parezcan un mes, como tu has sentido wink

Einstein lo hubiera explicado con muchas matemáticas smiley, pero si hubiera hecho el Camino (aunque fuera judio de chico había estudiado en escuelas católicas y ahí siembran, que algo quedará) posiblemente le hubiera quitado hierro a las fórmulas y le saldría una explicación que no hubiera resultado demasiado espeluznante angel

Cuando te repongas del bofetón te vienes a buscar tu papelina en este zoco de trapicheos en que se está convirtiendo un hilo al que van a tener que cambiarle el nombre. En lugar de "Estados alterados", "Estamos alterados"  devil

Xavier Riera Luna
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Salud!

Has descrito con pocas palabras -y a la perfección- el "ciclo de distorsiones" perceptivas que sucede en el camino cuando dura lo suficiente.

La distrsión temporal es la primera que suelo percibir. Para echarle una mano, nunca anoto en el diario de bitácora ni el día que es ni cuántos dias llevo caminando; eso ayuda a la disolución de la conciencia temporal y consigo despistarme antes. Al poco de empezar, puede que pocos días, puede que una semana, los recuerdos de las jornadas se entremezclan y confunden y lo que queda por delante es una masa de días y kilómetros imposible de planificar. La segunda distorsión que se va trasluciendo es la espacial, el cálculo y la experimentación de las distancias. Tod@s sabemos que los kilómetros en el camino no miden lo mismo, que cuando caminas con alguien interesante y charla amena los kilómetros encogen, y que cuando el día es cabrón y la etapa intensa los kilómetros se estiran hasta hacerse interminables. Cualquiera que haya pasado por Boadilla conoce la afición de la torre de la iglesia en parecer que está al alcance de los dedos para irse alejando durante horas... Ls identidad también se deforma. La propia y la ajena. Como dijo un señor que sabía de qué hablaba, yo soy yo y mi circunstancia (dijo más cosas en la frase, pero nos quedamos con un fragmento para no liarla más), y sin circunstancia que pasear, por el camino termina el yo cargando una mochila rodeado de otros yos en igual tesitura, todos sin circunstancia, todos peregrinos.Sin circunstancia nos mostramos diferentes, interactuamos de manera distinta. 

Junto a éstas distorsiones van apareciendo los "tabardillos", momentos en que se concentran las tres ante algún hecho o momento de especial relevancia, belleza o intensidad -un amanecer, la vista del Bierzo, el vuelo de las cigüeñas...) y durante unos instantes el tiempo desaparece, el mundo se te mete dentro y el observador... ¿quién es? ¿Dónde está Xavi -o Laura- en ese momento?

A partir de ahí el Camino es otra cosa, un deambular por el mundo rodeado de iguales, un gozo de entrar y salir de estados alterados.

(Y eso por no hablar de la alteración de las papilas gustativas. ¡Cómo saben el pan, el queso, el vino o la cerveza de final de etapa! ¿De dónde surge esa explosión de sabores?)

Salud, y muchas felicidades Laura!

antonio santiesteban
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Diferencia entre Universo y el Camino. Para nosotros peregrinos, una y fundamental. El universo es inabarcable y el Camino es concreto, con todas las ventajas que eso conlleva.

Vas por un camino (senda) bien delimitada a izquierda y derecha.  Casi todos vamos andando y en la misma dirección. Nos rodea un paisaje bien delimitado; si se trata de bosques (pocos) solo ves las tres o cuatro primeras filas; si el paisaje es de cereales siempre tienes colinas que te cortan la vista (excepto en la recta de Carrión) y si se trata de subidas o bajadas ya sabeiz como son.

Hay pocas posibilidades de que te pierdas.

Y algunas cosas mas.

¿Y en que ayuda todo esto? Pues que hay unas cuantas de situaciones de las que no te tienes que preocupar y puedes dedicarte a pensar, a sentir, a curarte el alma, a admirar, etc....

La supervivencia y la buena vida (no hablo de comodidades) la tienes garantizada; así que tu mente tiene toda la libertad para hacer lo que quiera.

En cuanto al Universo, de momento que le den. Me quedo con el Camino

 

Saludos

landante
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Hola a todos,

Para esa sensación que comentais, la de percibir el tiempo y el espacio durante caminares de largo recorrido de forma diferente a la habitual, también en mi entorno práctico y racional tienen una explicación. A mí no me convence, pero a ellos sí y no dudan de que es cierta.

Yo les he hablado de ese sentir el ayer muy lejano y, sin embargo, parecer que viví en el hoy lo que sucedió hace tiempo.

También les he hablado de lugares que veo y que nunca llegan, como si fuesen espejismos o alucinaciones que con mis pasos se van alejando.  Pero no, no son ilusiones. Son enclaves claros para los ojos de todos y no sólo de los mios.  A veces son los mismos lugares que vosotros comentáis por el foro, lo que para mí añade aún más misterio al asunto.

Otras veces sucede al contrario, es decir,  que aquello que parecía  inalcanzable aparece de pronto delante, inesperadamente. ¿Dónde estábamos en realidad? Porque no parece que se pueda alcanzar tan rápido lugares que están tan lejos caminando sin más.

Para mi es un alivio leeros y saber que habéis sentido lo mismo, que son cosas que se sienten y que no todos os empecináis en rendir culto ciego a explicaciones  como las que siempre escucho en mi entorno. Alomejor las creéis algunos también, no lo sé, pero alivia que divagéis.

De esas explicaciones racionales y extrañas que a mí me han dado no voy a daros muchos detalles. Pero dicen por ahí, fuera de nuestro refugio secreto, que son sensaciones biológicas, percepciones que acontecen de manera lógica como consecuencia  del cambio en la estructura de los días con respecto a un esquema anteriormente configurado por la rutina diaria fuera del Camino, y dibujado como un mapa cronológico en nuestro cerebro.

Dicen que esta masita blanda con la que os escribo busca siempre un orden y un esquema, que persigue crear estructuras funcionales a partir de esas diferentes rutinas y tiempos también en el Camino, en espacios diferentes cada día.

Y enfrascado en ese deseo, el cerebro libera toda clase de hormonas, neurotransmisores  y metabolitos, que hasta alcanzar los niveles "normales" en sangre distorsiona lo que creíamos fijo.

Esto es un resumen muy pero que muy resumido de lo que me cuentan. Otros  tienen mucho más datos, y dicen que hasta pruebas.  

Me explican cosas realmente inverosímiles y extrañas de aquello  que nosotros vivimos con normalidad en el Camino; asombrados de sentirlas, eso sí, pero no tan alterados.

Os daréis cuenta con tan breve explicación racional, de lo mucho que hay que esforzarse para no enloquecer ante la enorme distancia que a veces se percibe entre un mundo y el de otros.

Yo creo que algún día me rompo del todo. Es una constante anulación de sensaciones, una continua explicación a cada cosa. ¿Cuánto puede un ser humano aguantar así, con tanta  información en el cerebro y nada en el alma? ¿Cuánto pensáis vosotros que se puede aguantar?

Cuando me recomendaron no ir al Camino porque eso podría provocar una recaída debido a la falta de rutinas y orden conocido,  decidí hacer lo mismo que hacen muchas personas cuando su médico decide que no marchen ni caminen mucho porque se les destrozará del todo su rodilla accidentada. Es decir, que decidí no hacer caso y ponerme a caminar. Y me fue bien en el Camino. Y necesito dar las gracias.

Porque sí, si que es curioso ver cómo se aleja sin fin una torre, o como se acercan de pronto unas casas. O subir una cuesta cómo en volandas y, sin embargo, descenderla como encadenada.

Y a la mujer del balcón que ya hace mucho me habló entre preciosas macetas de su hijo, siento que la estoy aún escuchando.

Y estas cosas alteradas que unos pocos nos contamos en este rincón perdido de internet aunque no nos conozcamos, tan claras y limpias las siento como siento que esas extrañas y embrolladas explicaciones con las que me llenan la cabeza mañana quiero olvidarlas.

Gracias.

Xavier Riera Luna
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Salud landante,

Cualquier emoción puede ser explicada a nivel bioquímico mediante la interacción de hormonas y neurotransmisores, pero yo soy incapaz de amar a microgramos o de compensar la tristeza a base de dopamina; hay varios idiomas con los que nombrar el mundo -o las emociones-, pero algunos son más musicales que otros. 

Mi neuróloga tampoco era partidaria de que fuera al camino; hago cosas que no le comento y hace tres años que ya no requiero bastón para caminar por la calle, algo al parecer altísimamente improbable.

Fernando Cristó...
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"Mi neuróloga..." jajaja!

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Xavier Riera Luna
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Lo de la neuróloga es tal cual, no en sentido figurado: al parecer los protocolos para la esclerosis múltiple indican todo moderado: dieta moderada, ejercicio moderado, vida moderada...  Y lo del bastón también, lo he necesitado durante 11 años 

Papadopou
Imagen de Papadopou

surprise heart

Fernando Cristó...
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heart

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heart

Ma Teresa
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heartyes

antonio69486
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heart me acabas de destrozar...un abrazo enorme

 

 

LauraPortal
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Gracias a ti Landante y a todos los q escribís. Es un lujo leeros. Y sí, Einstein lo supo explicar, pero soy de letras y prefiero disfrutar de esa sensación de tiempo elástico, cambiante y distinto. Prefiero esa poética del tiempo y dejarme sorprender por ella

Xavier Riera Luna
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yes

antonio santiesteban
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Lo siento Laura. De verdad. Pero tienes billones de conexiones entre millones de neuronas.

No puedes cambiar tu condición de mulier sapiens. Tenemos un cerebro enorme que tiene la suficiente potencia como para ocuparse de cosas que no son necesarias para la supervivencia 

Ahora bien, si esas conexiones dan lugar a la sapiencia, la poesía, el cine, etc... y, sobre todo, a tu bienestar y tú felicidad, no está nada, nada mal .

Saludos

 

LauraPortal
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laughlaughlaugh mis neuronas a veces juegan al escondite sobre todo con los números. Estoy absolutamente de acuerdo con lo de ocuparse de cosas q no son necesarias para la supervivencia, afortunadamente.

landante
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Hola a todos,

Gracias Xavier por compartir tu experiencia con ese bastón, por contar que durante once años dependiste de él, y que hace tres, por fin, lo aparcaste.

Cosas así animan mucho a otros, y nunca se sabe quién puede estar buscando, colgadas de hilos ocultos, palabras que le levanten.

Aunque a veces dé la impresión de que hay hilos que se hunden y que desaparecen, en realidad no se borran. Están siempre ahí para quien quiera buscarlos.

Yo, por ejemplo, soy de las que escarban mucho. No me dejo seducir por los primeros hilos, y hurgo y hurgo en todo el tejido hasta encontrar lo que me llama. Y de verdad que no creo que vaya a ser yo la única que hace algo así.  Buscadores de tesoros los hay en todas partes.

Es cierto que a veces hay mucho ruido en el foro, maraña de hilos más que otra cosa. Pero así es en todas partes.

En cualquier lugar hay que buscar lo que interesa, como en un zoco o en un bazar. Y es divertido más que extenuante. A veces el traje de seda que se busca en esos sitios simplemente está debajo de un montón de trapos.

La gente práctica también tiene sus preocupaciones. Yo lo observo a mi alrededor a diario. Son zozobras muy diferentes a las mias, pero no hay que quitarles importancia si para ellos la tienen. Y seguro que la tienen aunque yo no lo capte.

Aquí también lo veo. Que si lloverá o abrasará el sol dentro de ocho meses en un punto concreto del Camino. Que si los billetes de tren o de avión para el próximo año ya se pueden comprar y a qué hora saldrá de la estación y hacia dónde tal o cual tren o autocar futuro. Que si reservar todos los alojamientos ya para no dormir sin el refugio seguro de sólidos muros y techos. Que si el precio de un lejanísimo e hipotético café será muy elevado por el ruín engaño y la desfachatez de alguien en algún perdido pueblo del Camino.  Que si el transporte de la mochila compensará el riesgo de perderla...

No sé, pero son cuitas lógicas desde el punto de vista más práctico.  Eso hay que reconocerlo. Que a mí no me preocuoen esas cuestiones por ser incapaz de planificar con tan esmerada antelación y detalle, no significa que no sean cuestiones preocupantes para muchos. Hay que respetarlo, y  yo procuro hacerlo.

Por eso no me molesta que crezcan tan rápido marañas de hilos prácticos mientras  se van sumergiendo y ocultando otros que no parecen a primera vista necesarios para nadie.

Yo busco. No leo sin más lo que otros escriben sólo porque quede a primera vista y sea más fácil encontrarlo.

Me fijo en lo que se esconde. Siempre lo he hecho. Y como ya os he dicho no creo que sea la única persona que así lo hace.

Por eso gracias Xavier de nuevo por compartir tu experiencia.

La mía es diferente. Yo no tengo que lidiar con un bastón ni visitar de vez en cuando a una neuróloga. Yo lidio con bastones de otro tipo, de los que se supone que  sostienen químicamente neurotransmisores en los que la ciencia asegura que vivimos. Esos  que, según tan extraños saberes, en su justa medida y bien dosificados,  permiten ver el mundo sin distorsiones y sin que se vuelva un lugar desolado y vacío.

Asi que ánimo persona desconocida, ya lo ves si llegaste hasta aquí mientras buscabas. Gentes que van al neurólogo o al psiquiatra también caminan, sintiéndose vivos y alegres sobre sus pasos. Recorren, aunque no se lo recomienden los que a veces saben más que sienten, el Camino que tú pretendes.

Gracias.

Fernando Cristó...
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"Tengo asma, alergias, dislexia, TDA, ansiedad y depresión. Pero te diré que lo que tienes no define lo que puedes llegar a ser. ¡¿Por qué no tú!?"

Noah Lyles, corredor de sprint norteamericano, medalla de oro en estas últimas olimpiadas en París.

Cuando te leo, Landante, no sé por qué me vienen a la cabeza las canciones de Amaral jajaja! 

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LauraPortal
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heart

antonio69486
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Tal cual 

Ma Teresa
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Landante, Es un placer, genera bienestar leerte, sigue buscado esa pieza pieza esquisita, esa perla, en el gran bazar, encuentrala y nos la traes aqui para compartir.

Abrazo

Xavier Riera Luna
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winkheart

antonio69486
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heart

landante
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Hola Fernando,

Pues no sé por qué te vendrá a la cabeza Amaral cuando me lees, pero tal vez sea porque esta es una de mis canciones favoritas desde hace tiempo:

https://www.youtube.com/watch?v=49jjgksHdnA&t=0

LauraPortal
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Me encanta este hilo. Sóis fantásticos! 

Papadopou
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Una vez Uno se vio arrojado a una costa alejada del mar, a una playa silenciosa y vacía como la isla de Robinson Crusoe. Pero la ligera barca navegando tierra adentro resultaba tan improbable como las olas rizándose allí lejos del mar. Así que la nave embarrancó en un campo baldío y después del naufragio el viaje tuvo que continuarlo a pie desde aquella absurda e inexistente playa.

Mientras caminaba la lluvia acudió a una llamada que Alguien había hecho en alguna parte. Habían sido escuchadas finalmente las rogativas elevadas al Cielo desde pueblos y ciudades pidiendo que la sed fuera calmada. El agua no iba a manar milagrosamente de las piedras pero, en su defecto, se agradecía que cayera del cielo como había hecho desde los tiempos de los abuelos, y de los abuelos de los abuelos. Si últimamente no sucedía como acostumbraba sería porque algo se estaba haciendo mal. El cielo ignoraba la sed de los que vivían sobre el suelo y recorrían los caminos. La sed de agua, el apetito del líquido elemento. Pero también de otros alimentos menos tangibles y bebibles, que antes el Cielo también proveía. Por ahora, eso tendría que esperar porque allí arriba no contestaban a un teléfono que sonaba insistentemente: “Todos nuestros operadores están ocupados, manténganse a la espera por favor”.

En medio del camino mojado había un caracol que cruzaba raudo (para los estándares de los caracoles) de un lado al otro a riesgo de de ser aplastado por algún transeúnte despistado o con una mente malvada. Desde su escasa envergadura a ras de suelo sería incapaz de ver venir una debacle en forma de suela que desde arriba pudiera abatirse sobre él y, probablemente, pasaría a mejor vida sin tener conciencia ni del golpe recibido ni del tránsito realizado.

Uno venía caminando bajo su paraguas y, al verlo, evitó pisar al caracol pues no tenía una mente malvada ni retorcida. Un paso más allá se preguntó qué llevaría al humilde molusco a asumir el peligro y a lanzarse a tamaña aventura, si tanto en una orilla como en la otra parecían haber las mismas oportunidades de alimento y a priori no parecía que pudiera mejorar su vida en un lado más que en el otro.

Se detuvo a observar al caracol y se sentó sobre una piedra junto al camino. Enseguida lamentó haberlo hecho pues se había mojado las posaderas en la roca húmeda y al poco empezó a sentir cómo se le enfriaban las piernas. Así no había forma de concentrarse. ¿Qué estaba haciendo allí pudiendo estar en su butaca, calentito en su casa? Cuando no eran el zumbido de los moscones porque hacía sol y calor, era el barro y el agua porque llovía. Definitivamente el campo no era para él.

Se levantó y fue a agacharse junto al caracol que ya se acercaba a su objetivo. Pensó en cogerlo y depositarlo sobre la primera hierba de la linde. Así le ahorraría el último esfuerzo y seguramente lo haría feliz. Pero cuando acercó sus dedos a la concha para cogerlo, el animal se retrajo y se ocultó dentro de su casa. Sería por miedo o por timidez, no lo dijo. Pero pensó que tal vez fuera por haberlo importunado porque, en realidad, no necesitaba que le brindaran una ayuda que no había pedido.

Allí dentro de su concha debía sentirse en paz, lejos del mundo y sus amenazas bienintencionadas. ¿Tendría luz suficiente para ver algo? ¿Habría algún orificio para poder observar los alrededores y saber cuando había pasado el peligro? Se apartó para mirarlo sin molestar. El animal, sintiéndose de nuevo seguro, volvió a asomarse y continuó su camino hacía el otro lado.

Pero el universo continuaba sobre él, en condiciones de aplastarlo ante cualquier eventualidad. ¿Lo sentiría así el caracol? ¿Seria consciente de que atravesar el camino de un lado al otro, a lo ancho o a lo largo, en realidad no tenía sentido alguno? Cuando llegó al final de su recorrido se cruzó con otro caracol que partía en sentido contrario. ¿Se habrán saludado? -pensó Uno que continuaba observando-. La piedra, una vez arriba, volvía a caer para tener que ser llevada a lo alto de nuevo al día siguiente. El caracol, aun sin saberlo, lo sabía. Todo el sentido que podría encontrarle a su vida era que no tenía sentido alguno bajo un universo muy muy grande que se ríe de todo desde lo alto. Uno, y el caracol, puede darle ese sentido existiendo y atravesando el camino porque puede y siendo feliz al hacerlo. ¿Puede, acaso, sentirse feliz un caracol? ¿Y yo -piensa Uno-, que puede que no sea más que un caracol con aires de grandeza?

Saludos

Xavier Riera Luna
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Salud,

Lo de "Todo el sentido que podría encontrarle a su vida era que no tenía sentido alguno bajo un universo muy muy grande que se ríe de todo desde lo alto" me parece tremendamente lúcido, a partir de ahora los cargols a la llauna me caerán diferente.

Ma Teresa
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heart

Fernando Cristó...
Imagen de Fernando Cristóbal Otxandio

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!El caracol¡ En su caracola van arcanos eternos de pitagorica identidad armónica, océanos y estrellas, ritmos y formas perfectas.

Más que su casa, lo que el caracol lleva consigo es su templo. Como la cueva de Altamira, como el campo de estrellas jacobeo, como los frescos de la bóveda de un monasterio, es un estado vital ¿alterado? lo que va ahí moviéndose por el suelo. Como el templo de nuestra consciencia, de nuestra memoria, de nuestros nudos vitales, de nuestro cuerpo y nuestra sexualidad, templos que aprendemos en el Camino a hacer resonar y armonizar. 

 (Aquí, diciendo cosas, y ni siquiera me he fumado un chino...)

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antonio santiesteban
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Hola Fernando:

en tu último parrafo habías de pitagórica identidad armonica. Habías de su caracola dando vueltas y recordando a Fibonacci. Lleva carga de historia y ciencia el caracol encima. Por cierto, la alcachofa también. 

Me voy a dormir 

Papadopou
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Este es un hilo alterado, especial, en el que los comentarios se esconden y se divierten con el lector y con quien escribe. Ahora me ves ahora no me ves. Ese tiempo elástico del que ya hicimos por ahí atrás algún comentario, probablemente tirando a erróneo aunque la intención es lo que cuenta, afecta a los escritos colgados del hilo. Parecen plantearse preguntas sobre pronombres y mayúsculas y resulta que no se han formulado, o al leer alguna respuesta se refiere a un segundo párrafo que no existe. A veces se sigue tirando del hilo aunque nadie nos haya dado pie. Es como vivir el sueño de una noche de verano, continua confusión y dudas.

Fernando Cristó...
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Mea culpa, señoría: sí comenté sobre las mayúsculas de tu "Uno" y "Alguien", pero luego me enrollé con Sartre y Aristoteles y ya quedaba algo entre pomposo y alucinado, así que borré todo el párrafo (cuando nadie comentó mi curradisimo soliloquio de Jacob, me dije: uffa! o el horno no está para bollos, o, definitivamente,  se me ha ido la olla en este hilo)

Lo que dices sobre cosas que aparecen y desaparecen, y que al que se da cuenta de ello se le "altera el estado" ya lo había pensado yo, y de hecho estuve a punto de comentar aquella conversación de WhatsApp que fue vista/y/no/vista en el foro los días de la crisis, pero que los que la vieron en los 20 minutos que estuvo colgada (Berto-kairos, Xavier, o  Joao.Batista  ) luego flipaban, como quien ve una meiga bajando de O Cebreiro una noche de San Juan. Por ahí habría otra dimensión de este hilo: ser testigo de realidades "fugaces" también puede hacer flipar... y en el Camino esto se da mucho. 

(Como en aquellas novelas policíacas de Agatha Christie en que la protagonista era la unica testigo accidental de un asesinato, entre visillos, o en un tren en la otra dirección, y luego nadie la creía... excepto Ms. Marple o Poirot, claro)

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Indi
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El soliloquio es brillante, Fernando, me dejó un poco en fuera de juego y cuando quise reaccionar el partido ya se había acabado. Este hilo tiene vida propia y como dejes de tejer un día alguien ya ha terminado el jersey. 

landante
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Hola a todos.

Pues resulta que yo soy de las que se agachan para coger caracoles y apartarlos de los caminos cuando les encuentro atravesándolos. Siempre lo hago.  ¿Y vosotros?

Les dejo con cuidado sobre las hierbas situadas en la orilla hacia la que se dirigían, hasta que deciden agarrarse a alguna para no caer de golpe sobre la tierra. Sólo entonces, cuando les siento firmes y seguros en el tallo, les suelto. Después  continúo mi marcha, contenta por haber hecho algo a lo que yo sí que le encuentro un sentido.

La aparente indolencia y la también aparente falta de percepción de peligro o de necesidad de ayuda del caracol, no me impiden sentir compasión hacia ese pequeño ser vivo. Sí, la siento. Siento compasión por un molusco con babas que se arrastra. Y no lo siento ni me disculpo por ello.

Camino siempre despacio y de puntillas por esos senderos donde son muchos los caracoles que se dan allí cita.  A veces hay tantos que  no puedo recogerles a todos. Yo sola no doy a basto. Necesitaría más de dos manos, o  manos diferentes a las mias.

Cuando cuido de esos caracoles o cuando  intentando cuidar de otras cosas soy consciente de que yo sola no puedo, no me humilla mirar hacia el cielo ni pedir allí ayuda.

Y mientras arreglan el asunto de ese teléfono que nadie coge en lo más alto del cielo, lo que hago es poner todo el cuidado del mundo con el que soy capaz de caminar para no andar pisando vidas.

Cuando por descuido o por ser las sombras muy oscuras aplasto algún caracol, el frío y repentino crujir de su concha llega desde la indiferente suela  de mi zapatilla hasta mi interior, y siemto perfectamente como se agita.

Y aquí dentro, en esta masita sin más voz que la de anónimas palabras escritas, tan pálida y blanda como el cuerpo de un caracol, amarrada y amordazada por millones de insensibles neuronas que no son más que sogas para el alma; la absurda Nada que sugieren otros que también habita en mí, mientras dosifican extrañas sustancias que me aseguran nos hacen a todos criaturas cuerdas y felices, pues esa Nada que no es nada siento como se apena una y otra vez al contemplar a un caracol aplastado en el camino.

Y esto es lo único que yo sé desde mi prisión de neuronas enredadas. Que siento lástima cuando al girarme veo una concha que hace sólo unos instantes avanzaba confiada con su blando inquilino dentro,  destrozada por la suela sin alma de mi zapatilla. Y que esa Nada sin sentido que ni escucha ni se aflige, también siente compasión y pena.

Trozos del mágico calcio  junto al pequeño molusco aplastado me transmiten el deseo irrefrenable de ayudar al resto. Por eso me agacho en los caminos cuando veo caracoles atravesando senderos.

Esta es toda mi filosofía, que en realidad no lo es pues no es más que lo que yo siento. Ni las matemáticas de los pitagóricos ni la secuencia recurrentes de Fabinacci las siento con tanta intensidad como esto que os cuento.

Gracias.

David Rod
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Claro, y en las carreteras tambien les hecho un cable a los caracoles para q no los machaquen.

Saludos

antonio69486
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Haréis etapas de 4 o 5 km porque no hay forma de ayudar a tanto "peregrino"

Papadopou
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En el principio todo era Uno y todos los pronombres eran en Uno. Personales, posesivos, demostrativos, relativos, indefinidos, numerales e interrogativos y exclamativos. Más que pronombres eran más bien prenombres, ya que todavía no existían ni el verbo ni el sustantivo, ni diferencias de singular o plural, ni de masculino o femenino. Solo Uno, y se escribía con mayúscula.

En algún momento, aburrido que debía estar sin poder ver nada porque lo veía todo, creó la luz. Y a la luz recién creada, ipso facto, se opuso la oscuridad. Las sombras que antes no estaban matizaron, enturbiaron dirán otros, la visión clara y el entendimiento de la luz. Un daño colateral. Súbitamente en el todo ya no había uno solo sino que fueron dos. Junto al Uno apareció el Otro, que también exigió para si un tratamiento con mayúscula.

Uno y Otro empezaron a disputarse el nuevo juguete como harían dos niños pequeños. Por allí aparecieron esto y aquello, uno y otra, lo uno y lo otro. Las diferencias fueron multiplicándose exponencialmente. Alto y bajo, fino y grueso, ella y él. Así hasta el infinito y más allá. El juguete se volvió complicado. Fue preciso establecer unas reglas sobre cómo jugar y qué podía hacer y qué no cada participante. Uno y Otro acordaron que las normas para repartirse el pastel quedarían inscritas en una patata y la enterraron fuera de miradas indiscretas.

De la tierra surgió una mata tan pronto como el conocimiento grabado en la patata empezó a echar raíces. Sus hojas brotaron y se dispusieron alrededor del tallo según unas proporciones divinamente armónicas, para quien supiera verlas, definidas por la misma sucesión numérica que rige la música de las estrellas (si, esa que andando el tiempo descubriría un tal Leonardo, el de Pisa, no el de Vinci, ya sabéis 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34… ).

Sería que por esa armoniosa proporción resultaba más atractiva a la vista, o sería por ser más nutritiva, el caso es que de esa planta se alimentó el caracol, al que se trasladaron las áureas proporciones quedando impresas en su caracola por los siglos de los siglos. Su presencia delató la existencia del fruto, aunque fruta no era, del conocimiento bajo aquella planta y alguien para quien no había pasado desapercibido ese detalle decidió que, si París en su día bien iba a merecer una misa, encabezar su nombre con mayúscula también podía justificar un ligero desacato y comerse una patata, o varias. El mundo sería de Uno y Otro, pero también de Alguien más…

Ya sé que posteriores interpretaciones alteraron algunos aspectos de esta historia. Por ejemplo cambiaron la patata por una manzana (aunque a los franceses nunca los engañaron del todo). Pero resulta significativo que la pareja de pecadores, además de haber despertado el sentimiento de culpa sobre su descendencia, de tener que trabajar y ganar el pan con el sudor de la frente (y del resto del cuerpo), o a parir (ellas) los hijos con dolor, como castigo también tuvieron que sufrir al envejecer las arrugas en su piel. Atención ... como una patata.

La serpiente a la que se culpó posteriormente del desaguisado, ya antipática de por si, sirvió de perfecta cabeza de turco y fue ignominiosamente perseguida. Nadie sospechó del pausado y tranquilo caracol, con su concha divinamente proporcionada. Sin embargo el sutil y terrible castigo al que fue condenado este consistió en sentir una atracción irrefrenable por atravesar caminos cuanto más transitados mejor y, a causa de su lentitud, arriesgarse continuamente a perecer aplastado. Vamos, un sin vivir. Incluso aunque algunas almas caritativas los recojan a veces para ayudarlos a cruzar como si estuvieran desvalidos, esa piedad que despiertan en ocasiones el universo se la descuenta en las hecatombes que sufren en encuentros gastronómicos celebrados en algunos lugares en los que son fagocitados por toneladas para purgar, nunca mejor dicho, su culpa.

Por su parte la patata fue escondida en un remoto confín del planeta, que entonces todavía no se conocía como América, hasta que en un momento dado recuperó su perdida posición en el centro del mundo, proporcionando alimento a sus hambrientos moradores, aunque para entonces Alguien había heredado la Tierra y tanto Uno como Otro ya eran entelequias (casi) olvidadas.

Ya se sabe que cuando fallece alguien el sacerdote le despide In fecula feculorum, amén (gracias, La Trinca).

Saludos.

antonio santiesteban
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Será por la época en las que hago el Camino, pero no recuerdo haber visto caracolas.

Si que he visto babosas cruzando, así que ahí nos ves a mi mujer y a mí mirando atentamente el suelo y haciendo slalom para no molestarlos 

Papadopou
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Porque son como las meigas, haberlos, haylos! wink

landante
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Hola a todos,

Fernando, me gustó mucho el soliloquio de Jacob. Por alguna razón pensé que era el fragmento de algún escrito que yo desconocía, algo extraído de la Biblia o de algún otro libro sagrado.

Mis conocimientos al respecto son escasos, diría que nulos. Si existiese el término de analfabetismo sacro, yo lo encarnaría.

Sí sé que en el Génesis aparece el nombre de Jacob, porque es famosa la visión que tuvo de una escalera por la que ascendían y descendían ángeles. Pero no sé mucho más.

El Jacob del soliloquio de todos modos me pareció que no era aquel del Génesis, sino un apóstol desconocido por mí o quizá el hermano de alguno. Alguien en cualquier caso que también estuvo con Jesús.

Ahora que sé que ese soliloquio lo escribiste tú, y que además pusiste empeño y dedicación en ello, aprovecho para darte las gracias. Porque sí que me gusta. Y mucho.

Aunque mi analfabetismo sacro es grande, mi fascinación por quienes un día dejaron todo y se echaron a los caminos para extender un mensaje que en su esencia es tan sencillo que sorprende, no mengua ante otro tipo de modos de entender la vida o de proceder en ella.

Formas de vida más prácticas, muy diferentes a la de aquellos incansables caminantes, donde se llevan a cabo tareas que también están bien y que son necesarias para alguna que otra cosa o para muchas, no me atraen como aquel caminar hasta el fin del mundo para transmitir a otros lo que se siente.

Lo que llevaban dentro aquellas personas lo necesitaban transmitir, porque no debía de ser un sentir cualquiera. Nadie abandona todo y se lanza a los caminos para transmitir su pasión por el fútbol que ve desde el sillón. Ni los que se encienden y acaloran con la política en bares, oficinas o en la red se van andando ligeros y confiados hasta el fin del mundo para pedir allí a sus habitantes el voto para su líder.

Compartir sentires y visiones no es tarea tan sencilla como compartir saberes empíricos o intereses personales. Se juega en desventaja y se tienta constantemente a la locura.

Aquella gente debió toparse con mil obstáculos en su camino. La incomprensión de su sentir y la indiferencia a sus palabras me aproxima a ellos y a su desesperada causa. Me pongo a su lado.

Esa locura que arrebata me es más fácil de sentir que la otra locura, la que constantemente lo calcula todo hasta el extremo de considerar necesario persiguir a pobres caminantes con su carga de visiones y anhelos.

Me siento infinitamente más cerca de quienes no pueden demostrar nada que de quienes me lo quieren demostrar todo,  de quienes no tienen más instrumento que su palabra ni más prueba que su ejemplo, que de  quienes me enseñan un laboratorio y me cierran después su puerta porque nunca atienden ni dudas ni lamentos.

Da igual lo que se crea o se deje de creer. Las cosas humanas son tan divinas que no tienen que ver con ningún credo. Esto.siento.  Esto escribo.

Para mí, esta mezcla de irrefrenable amor y asombro, y al mismo tiempo este intenso percibir injusticias y dolor en todas partes, no puede dejar indiferente a nadie si está vivo. Es imposible no sentir lo que debieron sentir aquellos.

¿Porque qué pensáis vosotros que  sentirían quienes habiendo caminado por amor, con la luz del sol mostrándoles  el camino, y  habiendo dormido bajo las estrellas cuando esa luz se ocultaba, se viesen tirados y harapientos en oscuras y heladas celdas?

¿Qué sentirían? ¿Vosotros que sentís que sintieron? ¿Abandono? ¿Miedo? ¿Esperanza? ¿Locura?

Gracias.