Xavier Riera Luna
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Estados alterados

Salud,

La mayoría de l@s que gozamos los caminos largos hemos conocido la sensación de irrealidad que se alcanza cuando se lleva el suficiente tiempo caminando. Éstas sensaciones aumentan con soledad y tiempo de peregrinaje por delante, y en especial con la desolación del paisaje. La meseta en invierno es lugar idóneo para que dichos estados se desplieguen -cuanto menos estímulos externos con los que distraernos, más fácilmente se altera la percepción-, y por lo comentado con otr@s peregrin@s también las rectas infinitas de La Plata, y en general los paisajes adustos, son ideales para fomentar dichas alteraciones.

En los años 70 el doctor Stanislav Grof diseñó una técnica, la respiración holotropica, para poder continuar sus estudios sobre los estados profundos de alteración de la percepción tras prohibir el gobierno U.S.A. la utilización terapéutica de LSD (que en la actualidad está demostrando su tremenda utilidad para la recuperación de patologías mentales profundas, como la depresión crónica). Lo que en realidad demostró Grof es la posibilidad de acceder a estados alterados para su uso terapéutico sin necesidad de consumir psicoactivos, o dicho de otra forma, que dichos estados son connaturales de la mente humana, y accesibles sin necesidad de consumir substancias.

En ocasiones se plantea la cualidad terapéutica del Camino y la infinidad de bondades y aplicaciones emocionales que nos aporta, y se atribuye al contacto con la naturaleza, al ejercicio físico, a la influencia metafísica del camino como "ser espiritual"... No diré que no, pero en ocasiones he llegado a pensar que son formas de decir que con tiempo, soledad y saliendo de nuestra zona de confort el cerebro "se rinde" y empieza a funcionar de otra manera, dejando de lado el ansia clasificatoria y el diálogo mental para percibir el mundo de manera directa, sin filtros. Nada metafísico, únicamente consecuencia natural.

Al camino cada uno vamos por motivos distintos, much@s sin siquiera saber por qué o para qué van. Para mí, conseguir permanecer durante semanas en éstos estados alterados es el objetivo; no para andar alucinado por la vida (la adolescencia hace lustros quedó atrás) sino porque desde éstos estados podemos experimentar la realidad de manera más profunda y transformadora. El Camino como puerta de la percepción...

Feliz finde 

Fernando Cristó...
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Sant + Jacob = Santiago (con un poco de evolución fonética). Santiago era hermano de Juan, ambos discípulos directos de Jesús.

Si en el texto puse "Jacob" es porque se supone que en vida todavía no se había cristianizado ni "españolizado" su nombre. Siendo judío, los suyos lo llamarían "Jacob". Y si no explicité el nombre de "Jesús" y lo dejé en "Rabí" es por no sobrecargar el texto de referencias religiosas.... pero vaya, que parece apenas nadie lo pilló: mi gozo en un pozo  jajaja! . "Rabí" quiere decir "maestro" en hebreo, y es como llamaban los discípulos a Jesús.

Me divierte el concepto "analfabetismo sacro": yo sé cuatro cosas, pero seguro también que me faltan de saber cincuenta mil. Lo que siempre me ha fascinado de la historia de Santiago es que su misión evangelizadora en Hispania debió ser un fiasco completo: vuelve a Palestina apenas con 7 convertidos, y encima Herodes acaba por cortarle la cabeza, convirtiéndose en el primer mártir cristiano. A ojos de la historia humana, puro fracaso y absurdidad su vida, pura locura. Y sin embargo, ya ves, millones de personas a lo largo de los siglos han seguido su estela hasta Finisterre.

Si uno se para a pensar en el estado mental de ese hombre en su viaje desde Palestina hasta los confines de Hispania, con su misión tan nueva y radical, no puede ser más pertinente el adjetivo central de este hilo: estado alterado.

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landante
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Hola a todos,

Gracias Fernando por la explicación. Desconocía por completo que a Santiago le llamaban Jacob, y que ese fue el nombre que escucharon sus oídos en vida.

Me resulta muy curiosa la transformación o la adaptación a nuestra lengua, y quiero pensar que no mutó tanto su mensaje como para ser otro diferente mucho tiempo después.

En el colegio me gustaba mucho jugar a eso de escribir una frase e ir después susurrándola de oído a oído hasta llegar al último de la fila.

A veces éramos muchos enfrascados en el mismo juego, y la frase que volvía a escribir en un papel quien ya no tenía a nadie más al que susurrar, no se parecía en nada a la original.

Era realmente divertido. ¡Lo que me he podido reír yo con ese juego!

Algunos cambiaban  palabras por descuido. Otros por hacer la gracia. Otros por desmemoriados. Otros por falta de atención. Otros por fastidiar un poco... Había de todo: sustracciones, añadidos, trueques...  

A mí me gustaba quedarme con los papeles del juego. Me los daban siempre. Y lo que hacía con ellos es que los grapaba con cuidado y los guardaba en un cajón de mi habitación. De vez en cuando los volvía a sacar para leer de nuevo las frases emparejadas. Tan dispares eran las primeras de las finales que parecían venir de niños muy lejanos y desconocidos los unos de los otros en el tiempo y en el espacio. La sensación al leer era muy rara en aquella alcoba, pero aún me reía y me parecía divertido.

La palabra Rabí sí que la conocía. Esa sí. Sé que llamaban Rabí a Jesús porque enseñaba cosas y le consideraban Maestro.

También me llamó la atención la palabra Abba cuando la utilizaste en el soliloquio. Esta la conozco también, pero no desde hace muchos años. La leí por casualidad en una revista de historia durante la espera en una consulta médica.

Cuando me enteré que era una palabra en arameo que solían  utilizar los niños para referirse con cariño a sus padres, me vinieron de golpe a la cabeza todos los niños pequeños a los que yo cuidaba para pagarme los estudios.

Porque no uno, ni dos, ni tres....sino muchos de esos niños se liaban de pronto a balbucear repetidamente abba abba abba abba.... Yo creía que pedían agua, y les acercaba el biberon, pero o no lo cogían o, si lo hacían, no bebían o lo soltaban al rato sin ningún interés por su contenido líquido. Y seguían con su abba abba abba prolongado y misterioso.

Y abba, lo supe mucho después de aquellos cuidos, es padre, pero encerrando en esa palabra aramea el cariño de un niño. Padre, sin embargo, encierra el respeto y la admiración de un adulto.

Algo así es Abba y algo así es Padre . Pero mucho mejor lo explicaban en aquella revista, y hasta temo ahora estar explicándolo mal.

Y alomejor no tiene nada que ver, pero a día de hoy cuando estoy con niños de muy corta edad o incluso cuando por la calle escucho a alguno  arrancarse de pronto con ese abba abba abba... me sobrecojo. No lo puedo evitar.

Y ¡Abba!, ¡Padre! lo pronuncio mentalmente a veces en tramos del Camino en los que no me siento nada bien por alguna circunstancia. Y no sé si se escuchan o se ignoran esas dos palabras que no salen de mi cráneo. Y tampoco sé si se escucharían de salir de mi boca. Pero lo que sí que sé porque lo siento, es que la sonoridad de ese ¡Abba!, ¡Padre! es como un suave eco dentro de mi cráneo, y que me relaja mucho.

Igual todo esto que cuento es por ese estado alterado propio del mucho caminar, o igual es por alguna otra cosa más misteriosa. No lo sé.

Gracias

Fernando Cristó...
Imagen de Fernando Cristóbal Otxandio

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En el silencio del Camino, cualquier pequeña cosa se llena de resonancias, y así, las palabras que escuchamos o nos decimos, parecen especialmente evocadoras, o incluso, invocadoras: logran hacer vívido y presente en primer plano de la consciencia cualquier recuerdo, cualquier sensación, cualquier vuelta en el aire de pensamiento o emoción.

La gente acepta con normalidad que las palabras tienen un poder evocador: el nombre de la persona amada, del pueblo de la infancia, de un vino o un queso en concreto se ve sin problemas que nos trae a la cabeza nuestra vivencia de esa persona o lugar.

Pero lo que no se acepta tan fácilmente es el poder invocador de la palabras: parecería que entramos en el desasosegante mundo de la brujería, o algo así: ¿ invocar una presencia, a los muertos, por ejemplo? 

Y sin embargo, no es tanto lo que separa la evocación de la invocación: si nos atenemos a que las dos usan como instrumento las palabras, y que ambas son acciones basicamente sobre la conciencia, casi sólo sería una cuestión de grado el pasar de la evocación a la invocación, no?

En una película de Woody Allen ("Other Woman") la protagonista se preguntaba si un recuerdo es algo del pasado, o algo que está vivo en nosotros. Si una palabra nos trae un recuerdo a primer plano, podemos perfectamente preguntarnos si es que el término que nos ha hecho evocar aquello, en realidad no lo ha invocado, con lo palpitante y vivo que sentimos tenerlo en nuestra conciencia.

Podrá parecer una tontería, pero esta es una de las experiencias/epifanías más deslumbrantes que tuve en mi primera peregrinación, y que me hacía ir días y días grogui por los caminos de Palencia... (Bueno, aparte de que todavía no había caído en la cuenta de que quizá no es una gran idea andar por mitad del campo a las cuatro de la tarde en el verano castellano).

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Fernando Cristó...
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Papadopou
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Tejer con este hilo está resultando sorprendente. Parece el tapiz que Penélope tejía y destejía para aburrir a sus pretendientes. De pronto alguien da unas puntadas y deja una costura de trazo brillante y sugerente. Pero resulta que solo ha embastado un comentario y al cabo del rato quien va a leer se encuentra tan solo los agujeros punteados sobre la ropa. El hilo se ha deshilvanado y el resultado es poco más que un burdo zurcido. Un punto … ¿y aparte, seguido, final?   Levantar una casa es un trabajo arduo. Cuando resulta grato es como jugar. Jugar a coser palabras. Como ese juego pueril de palabras cruzadas, o mejor hilvanadas, del que ahí  atrás, o arriba, se hablaba. Los niños dejan volar su imaginación y en el patio de sus juegos dibujan cadáveres exquisitos. Hace un siglo un señor adulto, muy culto y con mucha imaginación, se inventó un juego para encadenar palabras y crear rutilantes frases poéticas y filosóficas con sus amigos, también muy cultos y muy imaginativos, y de la primera partida surgió ese nombre. Algo a lo que tiernos infantes habrían estado jugando desde mucho antes de que la cultura adulta le pusiera nombre al surrealismo y buscara la forma de desatar la imaginación. Una imaginación que había nacido desatada como los zapatos de los niños pero que hace mucho que se había encontrado la forma de atar corto para que no se desmandara. En un recuerdo que explica alguien dormida los niños por la calle van llamando a sus padres en una lengua que no es la suya. Al cadáver exquisito que los escucha al pasar caminando le sorprende la sonoridad de la palabra, abba. Le evoca un recuerdo de la niñez que le caldea la memoria y la nostalgia le provoca la sed del agua que parecían pedir esos balbuceos infantiles. Otro caminante menos sugestivo con esa misma palabra solo consigue invocar el recuerdo de un grupo musical cuyas canciones, cuando era joven, le traía el viento desde un lejano norte. Aunque no cantaban en sueco sino en inglés a él le sonaban como si fuera arameo. El final de lo que alguien escriba que lo retome el siguiente para llegar más lejos en un camino imaginado, en país imaginario en el que los niños llaman a sus padres con palabras en una lengua que no entienden, pero que todos pueden sentir como suya.

 

Fernando Cristó...
Imagen de Fernando Cristóbal Otxandio

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Papa!

La palabra "Abba" en realidad era una expresión familiar, algo como "papaíto" ("aitetxo" diríamos en euskera). Una vez leí que la palabra hebrea para "Paraíso" en realidad significaba algo más cercano a "huertecita", porque los primeros relatos bíblicos provenían de esa cultura mesopotamica en la que floreció la horticultura.

¿No da esto que pensar? A veces nos patinan los grandes conceptos teológicos o filosóficos, solo porque no hemos dado con la medida adecuada de la palabra usada, que era más de andar por casa. Como cuando hablamos de hospitalidad en el Camino, y alguien puede pensar en el grandioso Parador de León capital, que efectivamente fue Hospital de peregrinos en su día. Pero viene otro y le dice: " ¿hospitalidad? El vaso de agua que me dieron en esa casita de adobe de Reliegos" y entonces sí, la palabra se llena de evocaciones- o invocaciones -, de olor a higuera, a sombra fresca, a charleta de media tarde, a agua cristalina de pozo.

Así que cuando Jesús decía "Abba" ¡cualquiera sabe lo que le estaba viniendo a la cabeza! pero las intuiciones de Landante en sus mantras del Camino quizá no anden... muy desencaminadas.

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PD1: Una de las virtudes de "los cadáveres exquisitos" de los surrealistas es que desautomatizaban las evocaciones de las palabras, volvían a replantear la relación entre el término y cómo lo recibimos.

PD2: sobre remendar un comentario... otra vez mea culpa, señoría jeje!... pero es que siempre tengo dudas de si logro explicarme bien o resulto confuso.

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Papadopou
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Serías mal jugador de los cadáveres exquisitos. Pídele a L'andante que te explique lo de la espontaneidad y no pensar tanto, parece que de eso entiende cheekywink

Fernando Cristó...
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"L'andante

Con sus mantras en el Camino

No andaba

Muy desencaminada"

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Esto, más que un "cadáver exquisito" pretendía acercarse  a pequeño conjuro brujeril , a lo Antonio Santiesteban con sus hipnóticos bastones por la meseta alterada.

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Xavier Riera Luna
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Papa, revisa el correo electrónico wink

Papadopou
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Ahora míralo tú yes

Xavier Riera Luna
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El paraíso es una biblioteca en un jardín

en una tarde de primavera eterna

(con unos vinos y unas tapas, claro...)

Papadopou
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Un resplandeciente pájaro volaba muy alto y tan veloz que allí arriba se dibujaba una fría estela blanca cuando rompía el aire. Aparentemente sin esfuerzo ejecutaba su vuelo perfecto, apartado de cualquier utilidad o necesidad. Por el simple placer de volar y de superar las limitaciones que la física imponía. Se dejaba llevar por las sendas del viento y este lo empujaba hacia occidente. Su pico amarillo recordaba una flecha que señalaba el rumbo que tenía que seguir. Un vuelo que nunca acababa ni alcanzaba ningún destino. Un recorrido infinito hacia un sol que siempre se alejaba hacia un ocaso inalcanzable. Siempre a poniente, lo llevaba hacia lo más profundo de si mismo, paradójicamente elevándolo cada vez más alto.

Desde el suelo casi no se le podía divisar, simplemente imaginar su presencia y su trayectoria. Era volar por volar. El camino por el camino, ajeno a cualquier destino. La idea misma de un caminante liberado del camino que recorría.

Abajo el caminante, que debía serlo aunque estaba quieto allí en medio sin moverse, parecía algo envarado. Como si acabará de salir de la tienda con la ropa nueva y le picaran las costuras o le apretaran las zapatillas por falta de uso. Embobado, miraba hacia arriba una estela blanca que atravesaba el cielo. Era como si se preguntará qué hacía ahí abajo si sentía que estaba allí arriba.

Uno que pasaba se acercó y le preguntó qué hacía tan quieto. Lo miró pero no parecía que lo entendiera. Volvió a mirar hacia arriba y el otro lo imitó. Ya eran dos mirando la estela blanca. ¿Te has caído de aquella nube? No me acuerdo. Hablaba, por tanto no era mudo. Pero no recordaba quién era. Del silencio del aire de allí arriba al silencio de las piedras de ahí abajo.

Como no decía nada el otro decidió irse y dejarlo solo, pues no deseaba importunarlo con su presencia. Pero cuando mientras alejaba el caminante silencioso empezó a seguirlo. Caminaba lentamente como si hubiera perdido la costumbre. Al arrastrarse sus pies susurraban repetidamente una palabra que no terminaba de recordar. Como estaban cerca del pueblo enseguida se vieron rodeados de toda la chiquillería que jugaba cerca y que acudió con curiosidad a recibir al extraño.

De pronto el grupo de críos recogió el balbuceo de los pies del caminante. Todos empezaron a corear alegremente, ¡abbà, abbà! ¡Papaíto! Una lágrima se desprendió de su mirada al escucharlos. Rodó mejilla abajo cuando en su memoria escuchó al niño de un ayer lejano llamando a su padre. Era una lengua que no había sido la suya. Pero en una ocasión pretérita fue utilizada por quién dijo ser el hijo del hombre para pedir a su propio padre que lo reconfortara y, desde entonces, fue compartida con todos los que soñaron que podían comprenderla.

Los chiquillos le rodearon y cariñosamente lo fueron acompañando hacia el centro del pueblo en busca de sus mayores. ¿Podemos quedárnoslo? Lo cuidaremos hasta que recuerde quién es. Les explicaron que podría quedarse esa noche en el refugio pero que por la mañana tendría que marcharse. Eran las normas de la hospitalidad y a un extraño que parecía amnésico no era adecuado imponerle otra cosa. El caminante tenía cara de no entender nada aunque comprendía que hablaban de él.

Dejó que la mujer que ejercía de anfitriona le llevara al alojamiento y allí encontró una mochila con sus escasos enseres. La trajeron los chavales, le dijo. Supongo que olvidaste recogerla cuando paraste antes del pueblo. Ahí tienes la habitación y ahí el baño. En la cocina encontrarás algo de pasta para prepararte la cena. También te he dejado en la nevera unas setas y brócoli. Si los sofríes con unos ajos en algo de aceite, a poder ser sin quemarlos, podrás hacer algo rico. Improvisa. No siempre hay que comer espaguetis con tomate y atún.

Escuchaba con atención hasta que lo distrajeron las campanadas de la iglesia cercana. Ella se dio cuenta. Espero que no te molesten para dormir porque no dejan de tocar por la noche. Te tienes que marchar antes de las ocho, puedes desayunar aquí porque el bar abre tarde, tienes tiempo.

Mañana seguirás sin recuperar la memoria de la vida que llevabas hasta ayer. Mientras recorras este Camino sólo recordarás los pasos que vayas dando y cada noche se desvanecerá cuanto hayas escrito durante el día. Solo se conservará la última frase del día anterior y a partir de ella al despertar volverás a iniciar el relato. Puedes tomártelo como un regalo. Para algunos es una bendición, para otros resulta un castigo.

Mientras la oía pensaba en la blanca estela que antes vio atravesar el cielo. La misma idea de un camino a ninguna parte. Ahora descansa, se despidió ella, que mañana hay que madrugar. Buenas noches.

 

LauraPortal
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heart

Fernando Cristó...
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Ahora entiendo qué motivó a Richard Bach escribir "Juan Salvador Gaviota".

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Papadopou
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Cuando leí esa historia de chaval, hace mucho... no, más, me ilusiono bastante. Creí que en alguna parte habria pájaros asi que volarian alto y mirarian lejos. Luego se me rompió un mito cuando que las gaviotas en lugar de ejercitarse en el vuelo asceticamente preferían dedicarse a arrebatarle a los turistas helados y pizzas como vulgares carteristas. Luego llegó DuncanDhu con sus 100 Gaviotas y entre todos la mataron y ella sola se murió. Puestos a elegir un pájaro errante yo hubiera pensado más bien en un albatros. Pero el vuelo acrobático no es propio de esas aves y, además, Juan Salvador Albatros no suena igual. 

Fernando Cristó...
Imagen de Fernando Cristóbal Otxandio

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"Por distraerse, a veces, suelen los marineros
Dar caza a los albatros, grandes aves del mar,
Que siguen, indolentes compañeros de viaje,
Al navío surcando los amargos abismos.

Apenas los arrojan sobre las tablas húmedas,
Estos reyes celestes, torpes y avergonzados,
Dejan penosamente arrastrando las alas,
Sus grandes alas blancas semejantes a remos.

Este alado viajero, ¡qué inútil y qué débil!
Él, otrora tan bello, ¡qué feo y qué grotesco!
¡Éste quema su pico, sádico, con la pipa,
Aquél, mima cojeando al planeador inválido!

El Poeta es igual a este señor del nublo,
Que habita la tormenta y ríe del ballestero.
Exiliado en la tierra, sufriendo el griterío,
Sus alas de gigante le impiden caminar"

Ch. Baudelaire

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Indi
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Maravillosoheart

Ma Teresa
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Papa, Todos (o casi), en nuestro día a día, somos como ese caminante que se queda prendado ante la estela de un pájaro en su vuelo. Nos embelesamos con detalles nimios, con pequeñas maravillas que, aunque pasajeras, nos abren puertas a opciones y caminos distintos. Estos momentos nos atrapan, nos hacen olvidar o adormecer recuerdos que, aunque latentes, permanecen en nuestro interior. La estela en el cielo, el vuelo sin rumbo del pájaro, nos transportan a otros destinos posibles, nos invitan a cuestionarnos si el camino que seguimos es realmente el importante o si hay otros senderos que podrían llevarnos más lejos, quizás más cerca de nosotros mismos. Así, como el caminante, avanzamos, a veces sin un rumbo claro, pero siempre en busca de algo más, de una verdad oculta en los detalles que nos recuerdan que la vida está llena de posibilidades aún por descubrir.

Abrazo

landante
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Hola a todos,

Ese caminante, es verdad M Teresa, es como cualquiera de nosotros cuando estamos en las nubes, cuando se nos va el santo cielo, cuando no tenemos los pies en la tierra o cuando parece que nos ha dado un aire. Siempre en el cielo y con deseos de otros vientos.

Y sí,  aunque los pies los arrastremos por sólidos y bien señalizados caminos no están en ellos nuestros sueños.  Así es al menos  como yo lo siento. Nada firme me sostiene como lo hace lo que no veo.

¿No os han dicho a vosotros a la cara más de una vez alguna de esas expresiones coloquiales con las que he comenzado a escribir? A mí sí. Desde pequeña las he escuchado una y otra vez en muchas partes.

Hay que ver, me decían, esta niña siempre está en las nubes. Parece alelada. Te va a dar un aire niña....

Tanto me querían con los pies sobre  la tierra, que un día me llevaron al médico para que me hiciesen pruebas de todo tipo. Pensaban que tenía epilepsia.

Yo no lo sabía, pero resulta que la epilepsia no siempre cursa con convulsiones, y que hay personas que sencillamente se quedan como en blanco o como ausentes.

Por fortuna no vieron nada en mi cerebro. Asi que me soltaron y quedé libre de nuevo.para mirar hacia donde yo quería y aún quiero.

Pasé de presunta epiléptica a confirmada alelada.

De pequeños, mis hermanos no hacian ascos a llamarme sin remordimiento alguno lela. Lo curioso es que no me importaba lo más mínimo que me llamasen así. Porque lela, la lela, la lela alelada son palabras que no capto como ofensivas. Siempre me han sonado bien, me parecen musicales y muy bonitas.

Yo misma, siempre caminando, invento melodías y canciones que no relleno con palabras claras o con frases llenas de sentido, sino con lalalaes que armonizan bien con esas melodías inexistentes que escucho claramente a medida que camino.

Lo que comenta Fernando acerca de que muchos quebraderos, malentendidos y errores vienen de no dar con la palabra adecuada, lo siento como realmente cierto. Eso y que no hay palabra que caiga y viva igual en todos los interiores.

Para mí las palabras son como cápsulas de medicamentos. Lo que a uno sana,  a otro le puede dañar. Hay incluso quien muere porque todas las cápsulas caen en su interior liberando sólo sustancias de tristeza.

Aquellos insultos de mis hermanos siendo niños nunca me dolieron. Jamás el lela la lela alelada. Sin embargo, es increíble cómo duelen palabras pronunciadas por otros, lanzadas con otras furias y sonando con otros ecos.

Gracias.

Fernando Cristó...
Imagen de Fernando Cristóbal Otxandio

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Muy divertido!

Y da que pensar. Entre las palabras que debemos encontrar están las que hablen acertadamente de nuestros procesos internos. Y como tú apuntas, ni la jerga psiquiátrica ni las caricaturaciones de nuestro alrededor sirven: nuestro corazón y nuestra conciencia son territorios sacros, a los que hay que acercarse descalzándose una y otra vez de prejuicios, y admirando, amando, protegiendo lo que se percibe.

Papadopou
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En ocasiones cuando voy andando sobre un camino de tierra el fru fru de las pisadas me recuerda un susurro al oído, una voz que me va recordando cosas que se desprenden de la memoria y caen otra vez a la conciencia. Imagenes que vuelven a exponerse solo para mis ojos. Un recuerdo trae otro encadenado como si fueran las cerezas de un plato. Algo parecido me sucede con este hilo que me recuerda una sarta de cuentas que se rompió por un extremo. No me llamaban alelado de pequeño pero si me sentia alejado. No era especialmente hábil con el balón, ni con las canicas. Por una cuestión de peso tampoco me dejaban jugar al churro mediamanga mangotero y siempre acababa haciendo de madre apoyado contra la pared, para evitar que los demás se golpearan contra el muro al saltar. Así que a nadie le extrañaba que en lugar de correr como los demás, con lo cual además me ahogaba penosamente, andara siempre leyendo, que no llorando, por las esquinas. Incluso como por entonces no era muy aficionado a salir pasaba horas en mi habitación entretenido navegando sin rumbo, no por Internet que todavía no existía, sino por la Gran Enciclopedia Larousse de diez o doce tomos, no recuerdo, que presidía mi escritorio. Estaba hecho un león pero no por lucir una despampanante melena sino por estar siempre leyendo. De ahí también la pasmosa facilidad que desarrollé para disfrutar estancias prolongadas en Babia sin haber ido nunca allí y la alegría que tuve cuando en un viaje con mis padres averigüe que realmente era un lugar bajo el sol. Todavía me quedo fácilmente embobado mirando las nubes o las cuentas del collar desparramandose por el suelo tras romperse la cuerda que las mantiene ensartadas. Basta leer alguna frase sobre un collar roto o una estela blanca cruzando el cielo. Para  hablar del Camino en muchas ocasiones empezamos hablando de los caminantes. Saludos.

antonio santiesteban
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Sin tener nada que ver con lo que estáis escribiendo ¿Os dais cuenta de la cantidad de entradas que lleva este foro y sin ninguna queja?

Xavier Riera Luna
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Salud!

Como estamos ya en fin de semana, agosto y calor, permitidme que os plantee una cuestión ligera, casi intrascendente. Si la mente miente (bellacamente), los sentidos son engañosos y la intuición es con frecuencia expresión de fantasía, ¿cómo aprehender la realidad? ¿Cuál es el criterio, la forma más fiable de conocer el mundo y sus manifestaciones, de saber si son reales o producto de la ilusión? 

¡Buenos días! laugh

 

antonio santiesteban
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Hola Xavier

Como todos, tienes en el cerebro trillones de conexiones producto de millones de neuronas 

¿Como se producen las conexiones? Pues desde recién nacido. A esas alturas no somos muy allá. Comemos, meamos y cagamos. Naces en el sur y el sol entra por la ventana; naces en el norte y se te ponen los mofletes colorados. De momento se tiene una conexión con el sol y con el frío.

Tu madre te da de mamar y pasas de tener hambre a estar satisfecho. Te cae bien esa señora. Te da de comer cada vez que tienes hambre y al cabo de unas ocasiones, le sonries. ¡¡Le sonries!! Nueva conexión; está vez más compleja, porque tienes que identificar una voz, un olor y un tacto.

De momento el padre no pinta nada. O sea, tienes que tener en cuenta si hace sol o no, si tu madre te canta o no, etc.... y sólo estamos hablando de los dos primeros días.

¿Como quieres aprehender la realidad? No hay manera. Por algo será 

Has pasado años y más años haciendo conexiones; solo tuyas 

Solo existe tu realidad ¿No es estupendo?

Saludos 

Xavier Riera Luna
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Salud Antonio,

¿Y tú fuiste empleado de banca? La docencia se perdió mucho...

A mí la ecuación me da un resultado parecido, no hay manera. Lo único irrefutable es la experiencia. Y sí, es estupendo! wink

Papadopou
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El pastor salió en busca de las ovejas que, alteradas, se habían echado monte arriba en lugar de seguir hacía el redil. Oveeeeja, oveeeeeja? Una se lo miraba desde lo alto con una sonrisa socarrona. Por mucho que el aprisco lo hubiera levantado él con sus manos, no entendía para qué reconducir el curso de una historia que fluía bien sin dirigirse hacía ninguna parte, siguiendo la aparente dirección de un viento cambiante y sin tener que responder preguntas sin respuesta. ¿La realidad? La oveja se volvió parafraseando a Calderón: “¿Qué es la vida? Una ilusión, Una sombra, una ficción. Que toda la vida es sueño Y los sueños, sueños son” y, alejándose del pastor, continuó subiendo por el camino en busca de los lirios de nieve, las blancas campanillas que tintineaban arriba en la montaña durante ese improbable verano de grandes nevadas.

Se retiró el visor de los ojos y lo dejó sobre la mesa. Desaparecieron pastores, ovejas y montañas. Realmente el aparato resultaba de lo más sugestivo.

Unos días atrás el anuncio se había abierto en la pantalla del ordenador sin que él hubiera hecho ni amago de pensar siguiera en un dispositivo como ese. Supuso que era victima del consabido y consentido espionaje electrónico que le tentaba con insospechadas posibilidades de consumo para satisfacer necesidades que aún no sabía que tuviera. El mensaje lo atrapó de inmediato: “Existen solo dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana, y de lo primero ni Einstein estaba del todo seguro. Elévese sobre la estupidez natural. Abrace la inteligencia artificial”. Tendría que haberse preocupado por si lo estaban englobando en tal generalización. Más aún si, apuntando a su vanidad o a un orgullo mal disimulado, lo incitaban a excluirse colocándole por encima. La soberbia siempre resulta una mala consejera. Pero siguió leyendo y resultó que le ofrecían un complicado aparato de realidad virtual. El menú de posibilidades era tan amplio que parecía infinito. Bueno no tanto, que ya explicaba el mensaje comercial qué era infinito y qué no. Más que engatusar a sus sentidos con experiencias lúdicas diversas, cada opción prácticamente ofrecía una vida llave en mano dispuesta para ser vivida. No pudo resistir la tentación de probar. No había que pagar nada al principio y cuando lo hiciera, si no quedaba satisfecho prometían que le devolverían el dinero. Qué más se podía pedir. Al nacer no le ofrecieron unas condiciones semejantes. El pedido llegó casi una fracción de segundo antes de que hubiera pulsado la última tecla para hacer el encargo. Cinco estrellas para el repartidor.

Desde que llegó su nuevo juguete se dedicó a explorar el universo que se abría ante él. Un laberinto tan real que incluso podía tocarlo a pesar de que no hubiera nada entre sus dedos excepto el aire que llenaba todo el vacío que lo rodeaba. La nueva oscuridad electrónica se nutría de todas las vivencias, imágenes y creaciones que se habían vertido en un rio de corrientes luminosas. Estas habían sido traducidas al lenguaje arcano de las máquinas para que la alquimia cibernética las recombinara y pudiera ofrecer el oro y el moro, y todos los otros mundos que hay pero que ya no están en este. Eran criaturas muy convincentes, pero nacidas de fragmentos muertos de otras vidas y de palabras gastadas, escritas en un tiempo pasado. Precisan que una chispa haga que el motor arranque. Y tal es la renuncia de quien ha optado por una vida vicaria, supuestamente feliz y llena de sensaciones, en lugar de vivir la propia.

Él no se había percatado de dicha alteración ni cuando se apagó la luz que siempre había ardido sobre la mesa y que hasta entonces iluminaba su casa y su propio interior.

Su entretenimiento favorito fue transitar por los Caminos a Santiago que tanto le habían inspirado cuando los andaba. Sin abandonar su salón recorrió todas las rutas posibles. Lo hizo hacia adelante y hacia atrás. De espaldas y a la pata coja. Deprisa y despacio. Con mochila, mochilita y mochilón, En solitario y acompañado. En albergues, en hoteles de lujo y durmiendo al raso. Pudiendo elegir, para variar eligió un cielo septentrional presidido por la Cruz del Sur aunque no le sirviera para guiarse. Cambió los decorados y escogió un contexto medieval en el que fue Señor y se hospedó en palacios, porque cuando lo intentó como un don nadie pobre y necesitado las sensaciones resultaron demasiado vívidas, cuando buscó la hospitalidad más tradicional en los establecimientos destinados al efecto. Pero no sufrió más inconvenientes, ni dolores, ni privaciones. Si hubiera obtenido un diploma por cada uno de los viajes habría conseguido un grueso tomo reciamente encuadernado pero que no hubiera explicado un ápice sobre la persona que era en realidad.

 

Papadopou
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caminamore
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Hola Xavier, un placer leerte y leer este hilo que has iniciado y inspirado! Muchas gracias! También un placer leer todos los comentarios! Leo todo muy tarde porque justo en este momento cuando empezaste con el hilo estaba vivendo algunos estados alterados. No lo habría contado en el foro porque no está relacionado con el Camino, pero me parece estar relacionado con tu tema, con los estados alterados de la mente. Y no puedo negarlo, también con un estado del cuerpo que va más allá de todo lo que he conocido hasta ahora.

Primero los datos sin muchos detalles: me quedé con un desconocido para hacer un recorrido de una semana por los Pirineos. 

Conozco solo la etapa desde SJPdP hasta Roncesvalles. Nunca he hecho senderismo por altas montañas, subidas a cimas de esta categoría, escaladas con cadenas etc. Aunque suelo hacer mucho deporte y caminar mucho, no tengo ninguna experiencia montañera. En este caso no solo un reto, sino una locura. Con muchas "incógnitas". Cómo va a reaccionar mi cuerpo a la altura? Me voy a tener vértigo? Cómo me voy a lograr las escaladas? Y muchas más. Y, cómo uno se puede entrenar de antemano? Miedo? Claro. Tenía mucho respeto. Ví muchos videos, leí mucho, compré mucho equipamiento. Hablamos cada día de las rutas, de la preparación, pero no hubo mucho tiempo, de verdad. Escribí a Blenques para preguntar sobre el agua, una duda que se me había quedado. Muchas gracias, Blenques, para darme tu opinión y tus consejos! Y, qué decirme sin conocerme y sin conocer mi nivel montañero (que es para ser sincera, cero experiencia!). Me dijiste que conocías las rutas y que fueran muy duras si uno no está entretenado. Seguí tu consejo y pasé las rutas a un amigo, por si acaso. Compré pastillas para poder hacer el agua potable. Nadie más sabía a dónde iba a irme. O sea, solo esto "voy al Camino", algo casí habitual para mí. Mi madre se puso un poco sospechosa "Cómo no sabes, si vas a tener cobertura? Tú siempre la tienes!" Ella era mi mejor preocupación porque suelo llamarla cada día. La realidad era más dura, no teníamos siempre cobertura, y ... un día nos quedamos sin pilas del móvil.

Cuando tenía la mochila preparada me pareció pesadísima. Nunca la he tenido tan pesada. Y todavía faltaron algunas cosas, la comida para una entera semana, el agua y la mitad de la tienda. Con el propio peso corporal de 46 kilos, llevar una mochila de tanto peso es brutal. Cuando tenía todo adentro hasta me costó levantarla.

Empezamos en Torla y después de la primera subida, ya estaba casí "muerta". Pero esto no era el estado alterado, era solo un cansancio. Cuando nos encontramos por la primera vez con una cadena, hice primero la subida sin la mochila y volví. Mi primer ejercicio "en vivo". Suelo hacer escaladas en una sala de escaladas, pero esto es otra cosa, en la sala no llevo ningún peso, y además hay un colchón en el suelo que me da mucha seguridad. 

Pensando en lo qué es un estado alterado ... Hay muchas posibilidades para vivirlo. Creo que se trata de una situación extrema, puede ser una situación de euforía, felicidad o una de gran peligro que la mente la siente como una droga. No hay ningún aumento de este estado, es el "borde" de todos los sentidos, un estado de la mente (y del cuerpo) que quizá cada uno vive de la manera diferente, pero lo que es en común, es que se trata de algo extraordinario, algo que nos lleva a un límite. Se puede ir más allá? No lo creo. 

Vivía algunos momentos alterados. No me refiero a un cansancio enorme después de una ruta exigente y por partes expuesta, esto es gastar toda la energía y tener la sensación de que no puedas hacer ningún paso más. Ni a una situación en que te quedas sin agua, el sol te quema y toda la boca se pone tan seca que ni siquiera puedas cerrarla. Y sabes que todavía te queda un camino hasta que puedas beber agua. Esto es una situación dura, claro, pero no me refiero a esto.

Voy a tratar de describir los momentos alterados. Después de haber conseguido subir a una cima (a veces a cuatro patas), estando frente a la grandeza y la belleza de las montañas, algo que no se puede ni describir ni captar en fotos y videos, el cuerpo y la mente se ponen en un estado de paz y libertad infinita, de agradecimiento infinito por este regalo de la vida, un estado de un gozo que no se puede superar, esto es el momento para que faltan las palabras.

Tenía también otros momentos que después de haberlos vivido puedo llamarlos muy peligrosos. Al bajar a la Cola del Caballo nos encontramos con un tramo de rocas muy empinado y con cadenas. Hubo un punto de verdad muy difícil para mí, porque al bajar agarrando la cadena noté que no podía poner el pie en un sitio fijo en la roca, me faltaban algunos centímetros. Tenía en este momento dos opciones, o volver al inicio subiendo (con el peso enorme y ya con un cansancio) o tratar de seguir. Puse la planta del zapato a la pared, apoyándome así y al mismo tiempo concentrándome en la cadena y en el cambio a la otra parte de la cadena. Otros momentos fueran moverse sobre piedras sueltas a unos 50 centímetros del borde al abismo. Y también encontrarse con un cable en la roca mojado por el cañon, bajar y pasar una "ducha" y tener que pasar una zona con rocas mojadas y resbaladizas. Más para patinar que para andar.

Me pregunto ahora qué habría hecho al saber todo lo que me esperaba antes de empezar. Quizá habría llevado un arnés y menos peso. 

Una respuesta más: me encuentro ahora poco antes de empezar con otro recorrido por los Pirineos. Supongo que estos estados alterados tienen algo adictivo.

Salud y montaña!

 

 

 

 

Indi
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No tener experiencia montañera y meterte en las clavijas de Cotatuero, vislumbrar la "terrorífica" faja Flores, subir al Perdido y transitar por las alturas del Circo de Soaso bajando de Goriz es una prueba de fuego no exenta de cierta temeridad por la falta de experiencia. 

Esa sensación de acariciar el cielo donde termina la tierra, de contemplar los edelweis donde nada invita a vivir, de ser consciente de que un mal paso es el último... siempre ha sido adictivo. Es la lucha eterna entre el hombre y la naturaleza, la comunión con la Vida.

Fernando Cristó...
Imagen de Fernando Cristóbal Otxandio

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Quizá la admiración o el miedo en la travesía por un cerro montañoso no sean los estados de ánimo más adecuados para investigar en un laboratorio o resolver unos papeles burocráticos… pero… ¿Cuál de las situaciones está más cerca de la verdad de la vida? ¿La pintura realista de un bodegón, o comerse una pera? ¿Analizar hasta la última coma de un texto de Calderón de la Barca, o que tu vida te maree tanto que creas que es un sueño?

Uno de los problemas de Occidente ha sido disociar el conocimiento del pálpito de la vida. Una de las genialidades de una peregrinación es caer en la cuenta de que sólo al andar se hace camino.

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Xavier Riera Luna
Imagen de Xavier Riera Luna

heart

Xavier Riera Luna
Imagen de Xavier Riera Luna

Salud María,

Llegar al límite y dar un paso más, hacer lo que nunca habías hecho y ni te planteabas como posible, ser una fuente de sorpresas para tí misma... ¡qué maravillosa sensación! Y salir de tí, y mezclarte con la belleza de la montaña... Eso nos modifica, nos hace más permeables wink

landante
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Hola a todos,

A mí también me gustaban los diccionarios y las enciclopedias Papadopou. Y eso que los diccionarios me han parecido siempre como cementerios de palabras, llenos todos ellos de cuidadas y pulcras definiciones, como si fuesen inscripciones en lápidas bajo nombres de cuerpos muertos y desconocidos.

De ese orden alfabético y de esas clasificaciones lingüísticas tan prácticas para localizar palabras concretas no salen nunca, si no se transmuta ese rígido orden con algún tipo de pasión individual, ni ideas, ni mundos, ni sueños, ni poemas, ni inventos, ni nada de nada.  Las definiciones sólo son inscripciones talladas con aséptica precisión junto a palabras muertas y aisladas.

Los diccionarios son lo que son. No pueden ofrecer más  Están muertas todas sus palabras. Da igual  la pulcritud y el orden dado a todas las definiciones. No hay nada.

Sucede lo mismo con los textos generados por Inteligencia Artificial. Nacen muertos y vacíos. Pero cualquiera que tenga alma puede leerlos y, por evocaciones e invocaciones, insuflarles alma y vida.

Creo, porque es mi sensación, que desenterrando palabras de fosas impresas se pueden hacer cápsulas, y ordenarlas después como mejor entendamos para lanzarlas quizá al azar, pero confiando siempre en que liberarán en otros lo mismo o algo parecido a lo que sentimos dentro.

Personas más prácticas pueden sacar esos mismos cadáveres léxicos y hacer con ellos sarcófagos donde encerrar útiles conocimientos. Después los pueden arrojar siguiendo algún estudiado método científico, seguros de que las inscripciones talladas en la madera mostrarán a todos como es el mundo real.  Pero, para mí, no logrará ese esfuerzo reflejar más que el mundo como ellos creen serlo.

Las palabras transmiten, evocan e invocan. Coincido con Fernando. Para eso se las exhuma. Pero yo siento que no pueden abarcarlo todo. Que ni verdades inmutables, ni todas las sensaciones, ni todos los sentimientos les son accesibles.

Y es quizá  por esa incapacidad para comunicar lo que siempre es subjetivo e incierto, por lo que cualquier texto escrito o discurso hablado tiene algo de sagrado para mí.

No puedo dejar de percibir el esfuerzo, a veces desesperado, del alma encerrada entre los muros óseos del cráneo, afanada la pobre  en desenterrar palabras muertas que aprendió el cerebro por oírlas antes o por verlas en algún diccionario, deseosa de dar vida y sentido a lo que queda siempre en la oscuridad que reina en el interior de huesos.

Así lo siento todo, almas afanadas en excavaciones léxicas para poder comunicar lo que sienten. Y todo sentir es para mí sagrado. En la montaña y lejos de ella.

Y percibo también mi alma a veces inmóvil en la oscuridad, mirando hacia afuera, hacia la luz que queda al otro lado del cráneo. Descansando absorta en el Camino. Lela la lela alelada ya no habla. Alejada. Alelada. Alejada. Sí, es el mismo sonido. Y se asombra, claro. Y me asombro de su asombro. Una y otra vez mirando sin palabras el Camino.

Nada demostrable. Todo percibido. Monólogo incesante  que se hace diálogo sólo cuando percibo que son reales otros.

Con mi alma sólo asombro. Ni una palabra. Ecos sí. Tambien melodías. Asombro ante un mundo que siento creado aunque nunca fijo. Indescriptible e inaprensible, pero nunca azaroso. Siempre amado.

No siento nada como realidad segura. Sólo ese yo existir sintiendo.Y en este sentir que os digo, que también se desdibujó en mí un día, mostrándome  irrealidades que yo creía ciertas sin tal vez serlo, ahora sé que seguía yo existiendo. Sin boca en el rostro ni manos capaces de coger las inexistentes cosas en un mundo para mí apagado.

Pero yo no me esfumé. Lo sé porque lo siento. Yo en un mundo vacío y desolado sentía como ahora siento.

Ahora estoy completamente segura de que la que percibía con desesperación ese vacío es la misma que escribe ahora esto, en un mundo que me parece hoy bonito y asombroso.

Yo en el vacío y yo en el asombro. En el monólogo y en el diálogo. En la nada y en el mundo. Sola y con todos.

Y en mí o conmigo siempre algo aún más sereno, junto al alma que excava a ratos y que contempla en otros.  Hoy  y aquellos días. Algo que volvía mi atención hacia ventanas y focos de luz cuando se desdibujaron mis manos. Conmigo en psiquiátricos, caminos y montañas.

Pues a comprender por sentirlo esto que os cuento, lo de mi yo en mí y mi alma dentro, lo agitado y lo siempre quieto, no me ha ayudado la medicación que me mantiene en equilibrio, sino el Camino, con el que no hablo pero al que siempre siento.

Gracias.

Xavier Riera Luna
Imagen de Xavier Riera Luna

Me dejas sin palabras landante heart

Indi
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Sin palabras ¿Para qué, si están muertas? 

No hay palabras cuya definición expresen lo que siento, porque lo que siento yo no lo puedes sentir tú, ni comprender, porque es incomprensible.

Solo el manuscrito Voynich es capaz de llenar por sí solo una biblioteca, o un manicomio, de enterrar todos los libros. Los locos ríen felices mientras los filólogos enloquecen. 

heart

Papadopou
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¿Quién puede hablar de palabras muertas? Las palabras solo mueren cuando desaparece el último individuo que pueda pronunciarlas o entenderlas. Las palabras grabadas en lo que sea, un papel, una madera o una piedra, no están muertas. Pueden haber quedado congeladas por el tiempo. De hecho mientras el soporte en el que duermen no se deteriore resultaran incluso inolvidables.

Basta con insuflarles aire de nuevo para que vuelen libres otra vez y, colándose por los oídos abiertos que encuentren cerca, hagan vibrar esa cadena de huesecillos que hay dentro de la oreja y en el cerebro del receptor generen la imagen, el concepto, la idea que llevaba cienes y cienes de años durmiendo. Ni siquiera puede matarlas la tozudez del que no quiere oír y para ello se tapa los oídos con las manos y levantando la voz pretende ahogar las palabras de una evidente verdad.

No resulta tan fácil matar, excepto en las películas. El otro día leí que habían descongelado a un pobre bicho (volvemos a los bichos, nada se deja atrás eternamente), microscópico eso sí, que dormía al fresco el sueño de los justos desde hace no se cuantos miles de años bajo el suelo siberiano y que, contra todo pronóstico, no estaba muerto sino en una especie de compás de espera. Tenía que ser un compás muy lento para durar tantos miles de años, al menos comparándolo con el de un vals con su 1,2,3 1,2,3. En cualquier caso mucho más amplio que el de una vida humana para la que aún no han encontrado la forma de abrir un compás de espera semejante.

Pero volviendo a las palabras ellas si pueden abrir compases de espera de tantos años como el más microscópico de los gusanos prehistóricos. Pueden dormir plácidamente en libros, sean diccionarios o no, esperando pacientemente que alguien vuelva alguna vez a prestarles atención. Y no son sus cementerios sino una sala de espera. La curiosidad de un crio que no sabe jugar y se distrae hojeando una enciclopedia las despertará. Le explicaran las historias que custodian sobre cosas que ocurrieron, lugares que ya no existen y gente que hizo barbaridades o algo encomiable.

No es lo mismo cuando paseas por un cementerio. Lo sé porque he hecho ambas cosas. Pero tampoco las palabras que encontré en los camposantos me parecieron muertas, como si lo estaban lo que habitaban bajo las lápidas. Al contrario, aunque solo fueran nombres y fechas y alguna escueta referencia, solían darme pie para imaginarme historias sobre esas vidas truncadas. Sin necesidad de que fueran verídicas, tan solo meras elucubraciones. Castillos en el aire para que el eco de mis pasos solitarios no sonaran como una profanación. También diré que nunca se me apareció nada ni nadie que viniera a confirmar ni desmentir mis conjeturas por lo que aunque no puedo asegurar que acertara, tampoco lo contrario.

LauraPortal
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Si las usamos no mueren. Puede q estén dormidas, como dice Papa, pero no muertas. Aunque en los diccionarios parezcan muertas como apunta Landante. El mero hecho de leerlas las revive. Escribo poesía a ratos y cuando me apetece y no hay momento más grato que cuando puedo escribir una palabra en desuso. Encontrar esa palabra justa con sus matices, con su musicalidad especial y q describe perfectamente lo q quiero transmitir. Aaaayyyy, esos diccionarios de sinónimos, como los deseo. Y escuchar a los mayores que guardan preciosos tesoros en su memoria. Buscar esa exactitud en cualquier lengua y luego usarla hasta normalizarla en nuestro vocabulario. Descubrir q todas las lenguas provienen de nuestra condición de humanos, q en el fondo más primario todos hablamos igual. Los niños empiezan a hablar con emes con pés o bés. La eme la primera, siempre con A, de ahí mama, mama, ama... Y después papa, papá, abba, baba (en catalán también se usa, muy poco ya, pero significa abuela). En lingüística se desarrolló la teoría del innatismo, o sea q hablamos de forma innata. Para ello se compararon lenguas q era imposible que hubieran tenido contacto en la antigüedad y las similitudes eran enormes. Fascinante!

landante
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Hola a todos,

Lo que comentáis acerca de que las palabras no están muertas en los diccionarios sino más bien como dormidas o suspendidas en un estado de hibernación a la espera de que las despierten, puede que sea más acertado que mi visión de esos libros como cementerios de palabras.

En verdad quisiera arrancarme esa idea, porque la sensación de palabras muertas ciertamente encierra algo triste y tétrico que el dormir y el hibernar no tienen.

Pero es que me acuerdo muchas veces de un niño al que conocí siendo yo también pequeña, cuando vivíamos los dos en el mismo barrio.

Ese niño carecía de palabras en la mente. Nació sordo y mudo. Si existe algo innato en el desarrollo del lenguaje, él no pudo aprender las palabras necesarias con las que desplegar esa capacidad tan humana.

No podía escuchar ni hablar. A esa circunstancia se añadían problemas de desarrollo cerebral y de movilidad de todo tipo.

El pobre vivía con el cuerpo encogido como por unos alambres invisibles que tiraban de sus extremidades hacia dentro, con una tensión que tenía que ser forzosamente dolorosa.

Dependía completamente de sus padres, y ellos se desvivían por él con un cariño tan grande que no penséis que se percibía tristeza o amargura en aquella casa.

Su hermana y yo íbamos a la misma clase. Nos llevábamos bien, asi que me invitaba a veces a merendar allí.

Yo me fijaba en su hermano, encogido y contorsionado, sujeto a una silla con la delicadeza con la que se ata un regalo muy valioso.  

Os cuento esto porque cuando llegaba el día de su cumpleaños le preparábamos siempre una fiesta. Y Juanma, al vernos entrar en el saloncito con la tarta y las velas ya encendidas, se ponía contentísimo.

Nunca reaccionaba así. Sólo lo hacía ante la visión de la tarta y de las velas encendidas. Parecía querer saltar y decirnos algo. Se balanceaba muy rápido de un lado a otro de la silla, con una sonrisa preciosa y un ae ae ae ae ae aaaa...bien audible y rotundo.

A mí no se me pasaba por alto que su alma estaba allí.

Recuerdo a ese niño con mucho cariño, pero a veces me agobio pensando que se pudiese sentir encerrado en una oscuridad sin palabras,  como en un cementerio con todas ellas sepultadas.

Imaginarle arañando el cráneo en su búsqueda, con el humano deseo de comunicarse con nosotros pero sin lograrlo, sin más hallazgo que una a y una e, me agobia mucho.
 
De ahí mi visión quizá lúgubre y desesperanzada de los diccionarios, porque me doy cuenta de que no todas las almas pueden sentir las palabras.

Para los animales es claro que no es ningún problema. No las necesitan para nada. Pero nuestras mentes las usan hasta como andamios.

Por eso siento a veces que el alma tiene que ser otra cosa, o estar en otra parte.

Ya os he comentado que en el Camino me relajo mucho cuando no tengo dentro más que ecos y melodías. Y creo que tal vez ronde mi alma por allí, por esas zonas de sensaciones sin significados.

No lo sé, pero es por ese sentirme bien con la enciclopedia mental a ratos  dormida, como decís vosotros que es mejor llamarla, por lo que creo que ese niño tuvo en vida consuelos que iban más allá de las palabras y de los dulces cuidados que sus padres le dieron.

Algo que se me escapa una y otra vez sin nunca llegar a irse, creo que pudo estar también con Juanma.

Es extraño, pero por qué, decídmelo, una tarta y unas velas encendidas le alegraban tanto

Gracias.

Papadopou
Imagen de Papadopou

Buenos días.

Puedo ver al niño que nos comentas como si se tratara de cualquier otro, contento a rabiar en su cumpleaños, aunque estuviera atado a una silla de ruedas y limitado por la capacidad de oír o hablar.

El día del de su hermana, por ejemplo, de la que dices que tú eras amiga, él también se alegraría cuando viera que a ella le llevaban una tarta con sus velas encendidas, aunque quizá no diera muestras ostensibles de ello o no lo fueran tanto como las de la propia homenajeada, que mostraría su entusiasmo como suele ser normal y habitual. ¿El motivo? Si habláramos de cualquier niño la alegría posiblemente pudiera deberse  a que esperaría recibir algún regalo. Pero en el caso de él, con esa situación tan complicada, tal vez el mero hecho de que la vida siga adelante fuera un buen motivo para la alegría desbordada. Desde la última ocasión en que le llevaron a él un pastel como ese, su vida había completado una vuelta más alrededor del sol, a lomos de su silla de ruedas y sin bajarse del mundo. Aunque no tuviera certeza del tiempo que eso había supuesto es posible que hubiera apreciado la regularidad en la aparición de los pasteles. Aunque fuera sordo y mudo, su cerebro habría encontrado la forma de comunicarse con su entorno. El cerebro aprende y si una parte no funciona como debiera, en algunos aspectos dicen que suele haber margen para la maniobra. Se supone que podría haber desarrollado cierta noción del transcurso del tiempo y, además del más que evidente ciclo de día y noche, puede que hubiera aprendido a medirlo, no en semanas y meses sino en pasteles con velas encendidas. Esto, claro, no es más una hipótesis que ahí queda para que pueda ser refutada por alguien con mejores argumentos.

La costumbre de celebrar que vamos superando el paso del tiempo en forma de cumpleaños, o de nocheviejas al acabar cada año, está bastante extendida y suele ser motivo de alegría desbordada. Digo bastante porque hay quien no encuentra razones para ello y, entre oscuros nubarrones, si bastantes para lo contrario. En ocasiones cuesta ver la luz y, como no se puede detener el mundo para bajarse, pues se pone al mal tiempo buena cara y se acepta, como la mayoría, que tales fechas son más especiales que cualquier otro día, cuando en realidad no hacen más que sumar otras 24 horas al ciclo de 365 días que tardaremos en regresar al mismo punto para arrancar de nuevo la misma hoja del calendario.

Pero cuando eso sucede y la supuesta realidad en la que se parece vivir, más que dejarse vivir lo que provoca es que uno se desviva por quedarse en el rincón más sombrío, la luz de las palabras puede ayudar a pintar una puerta por la que cruzar a otros mundos más de nuestro gusto. Cuando los principios de Groucho no le gustaban a su interlocutor, él siempre podía ofrecerte otros como alternativa.

A tu amigo, aunque limitado, tal vez no le faltaría la capacidad para aprender y si esas palabras no podían llegar hasta él porque sus oídos estaban cerrados, quizás encontraron otros canales a través de sus ojos y sus dedos. Los sordomudos también aprenden a leer y escribir, solo que lo hacen de otra manera. Así tal vez las palabras también llegaron a alcanzarle y brindarle en algún momento la forma de volar, aunque también sus piernas estuvieran limitadas.

Dices, Landante, que a ti el Camino te ofreció la luz que necesitaste para iluminar las sombras en las que te habías refugiado, o a las que viste arrojada en algún momento. Fantástico asidero para descender por la pendiente de la montaña sin resbalar en las losas del piso mojado. Si la cosa vuelve a flojear no te van a faltar mimbres para tejer un mundo de palabras en el que te sientas cómoda. Para empezar, parece que los lugares en los que reposan mientras nadie se acuerda de ellas ya no los ves como un cementerio o un mausoleo de fría muerte.

Saludos.

antonio santiesteban
Imagen de antonio santiesteban

Mucho cuidado con las palabras.

Hay un cuento en el que un explorador va por las montañas del Tibet y va a parar a un monasterio donde hay un salón enorme con alambres por todas las paredes. Estos alambres tiene engastados bolas redondas con letras. Miles de alambres y miles de letras, con el alfabeto que se repite una y otra vez.

En el salón trabajan dos monjes. Uno que le da vuelta a los alambres y otro que va escribiendo el resultado. Llevan así en el monasterio siglos.

A la vista de lo que ve, al explorador se le ocurre una idea. Vuelve a su pais y regresa con un ordenador. Mete en la memoria todas las letras que hay en los alambres y con un programa que hace lo mismo que los monjes, pero a mayor velocidad, lo pone a funcionar.

Pasan dias, meses y años y el ordenador sigue funcionando. Hace palabras, hace frases....

Llegado un momento, el ordenador se para. Ya no hay mas combinaciones posibles. Se han escrito todos los libros, se han expresado todas las teorias, todos los pensamientos se reflejan en los datos del ordenador,etc...

Y mientas los dos monjes y el ordenador miran asombrados los resultados, miran hacia arriba y observan que las estrellas se van apagando una a una. La oscuridad llega a la tierra. Ya no hay nada mas que se pueda escribir. Se acabó.

Cuidado con las palabras.

 

Saludos

Fernando Cristó...
Imagen de Fernando Cristóbal Otxandio

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Va A.Machado por un camino tarareando para sí  una vieja copla: “ en el corazón tenía la espina de una pasión…”... Amor, dolor, la eterna paradoja… Es la tarde, y suena el viento en los álamos del río.  El poeta va solo, percibe así con más nitidez sus sentires, y las vueltas de su pensamiento.

“Logré arrancármela un día, ya no siento el corazón”. En el silencio del campo, la copla resuena como una  palabra esencial.  A.Machado se detiene, y por un momento tiene una sensación extraña, como si el campo le escuchara, o mejor, como si fuera el propio campo, el que está expresando ese dolor enamorado.

“Aguda espina dorada, quién te pudiera sentir, en el corazón clavada”. La tarde se oscurece. El poeta no sabe ya si es su conciencia la que siente, si es el campo, mudo y sombrío, el que medita, si son los álamos con el viento los que le susurran la vieja copla, porque saben que el dolor y el amor son la savia misma de su ser.

A.Machado sigue su camino, que serpea y débilmente blanquea, hasta desaparecer en el horizonte .

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Variación sobre "Yo voy soñando caminos" de Antonio Machado.

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landante
Imagen de landante

Hola a todos,

No había pensado en eso Papadopou, en esa posibilidad a la que apuntas en tu escrito no había caído hasta ahora. Gracias.

Mi amigo, el niño del que os hablé, con todas sus limitaciones y problemas, era un ser humano. Por encima de todo llevaba esa humanidad bien protegida dentro. Esto es seguro y lo sé. La alegría ante su tarta de cumpleaños con las velas encendidas era expresión clara de ello.

He asistido a otros cumpleaños, algunos por cierto bien costosos y rimbombantes. Pero nunca he percibido en ellos la alegría que había en aquel pequeño salón. Nunca.

No es improbable, como dices, que Juanma captase un ciclo o un orden especial al vernos entrar en el saloncito con la tarta iluminada por las pequeñas llamas de las velas.

Lo que más me emociona es pensar que tal vez no se limitase a captar ese ciclo ordenado entre celebración y celebración, sino que él mismo pudiese percibirse dentro de ese orden y, por tanto, vivo y consciente de su sagrada existencia. Consciente de sí mismo y de nosotros con él.

De ser así, y no lo siento improbable,  su exultante alegría cobra ahora todo el sentido del mundo para mí.

Siempre le daban de comer a horas fijas, con la precisión de un mecanismo bien diseñado. También sus paseos en silla por un parque cercano tenían la exactitud de los toques de campana. Tal vez eso le ayudó a construir o a mantener alguna especie de planisferio dentro de su mente silenciosa. Habría en ese círculo de brillantes puntos días y noches. Tardes y mañanas. Albas y ocasos. Allí estarían las estaciones con todos sus cambios, bruscos unos, sutiles otros.

Sin necesidad de sentir las palabras que definen esos fenómenos naturales,  probablemente Juanma captaría el movimiento de los astros por los cambios que su ritmo imprimen en la luz, o por las sensaciones que se posan en la piel según la intensidad de las miles de cosas que arrastra siempre el movimiento de esa misma luz.

Sería su alma como la de los pájaros, igual de vinculada como la de ellos a ese suceder de las estaciones, del día y de la noche, de la luz y de la sombra.

Por algo así es por lo que quizá nos gusta a nosotros tanto marchar temprano cuando estamos en el Camino, para escuchar, ver o simplemente para intuir la pronta llegada de pájaros sobrevolando campos y pueblos.

Es un sentir que se repite insistentemente. En este mismo foro lo he leído muchas veces.  Una y otra vez alguien menciona en algún momento a los pájaros del Camino.  A veces salen a relucir sus alas incluso en escritos donde el tema a tratar está dentro de las preocupaciones logísticas propias de un viaje a pie.

Alma de ave al alba la de mi amigo. Pequeño peregrino. Custodio de un planisferio secreto. Bóveda de cráneo transparente.  Luz blanca y policromada entrando al mismo tiempo. Ni una sóla lápida. Sin rastro de exhumaciones dentro.

Sentado a la vera del Camino. La mochila sobre los hombros de sus padres. En mis pasos los suyos.

Recuerdos que no son recuerdos. Su espíritu presente en el mío.

También quiero darte las gracias a tí Fernando por compartir con todos  esa variación personal que has hecho sobre el precioso poema de Antonio Machado.

Dolor y amor. Depresión y alegría. En el sentir popular seria como ese dicho que afirma que quien bien te quiere te hará llorar. Es paradójico, claro,  pero así es. Pocos lo podrán negar. Es un misterio más de los infinitos que tiene la vida.

Arrancar un dolor muy clavado no deja al corazón lleno de amor ni pleno de alegría. Qué va. Queda siempre un vacío en el hueco de esa espina.

No sirve remedio tan drástico. Mejor confiar en el Camino. Me viene de golpe a la mente nuestra querida peregrina Koro. Tan transparente como esa bóveda.  Tan dulce como los campos. Sintiendo y compartiendo con todos la belleza de sus pasos.

Pero esa fe y esa confianza yo no sé cómo alcanzarlas. A veces confío. A veces no. No sé si son desajustes químicos o eternos misterios del alma, estar a veces arriba y otras abajo tirada.

Hay días en los que no sólo me arrancaría esa dorada espina, sino el cuerpo entero. Y me quedaría contemplándole serenamente desde esos álamos de Machado o desde cualquier otra parte del sendero.

¿También os pasa a vosotros? ¿Y qué hacéis, de ser así, en esos días oscuros y en esas noches en blanco? ¿Camináis? ¿Descansáis? ¿Estáis cerca de la gente, como se está  cerca de todos en un albergue? ¿O preferís apartaros, yendo a solas por los campos? ¿Qué hacéis?

Gracias.

Papadopou
Imagen de Papadopou

 

Buenos días.

Cuando el Camino es luz, cuando la vida es luz, los pies avanzan ligeros y el paisaje contagia su alegría. El caminante se funde con el aire que lo sigue al andar. Sin embargo, cuando se vive a través del dolor el paisaje se oscurece alrededor y la mirada se vuelve hacia dentro buscando cómo sanar.

Al atravesar un pueblo envuelto en las últimas sombras de la noche parecerá que en el mundo no haya nadie más, que todos se hubieran ido y te dejaran solo. Incluso las campanas suelen callar a esas horas. Tras una ventana el despertador llama a los dormidos para que dejen de estarlo. Se rebela al verse ignorado y redobla el ritmo de sus repiques. Pero la llamada que prepararon antes de irse a dormir, por temor a no despertarse de un sueño que podría ser eterno, nadie la atiende.

Dormir es morir un poco y solo los pájaros confían ciegamente en que el sol se levantará cada mañana. Intuyen la llegada de la nueva aurora y ahogan con sus trinos el rítmico pipipipi del olvidado despertador, que fue riiiing en un tiempo en que había que darle cuerda cariñosamente en lugar olvidarse de él dejándolo en la repisa con las pilas puestas. 

Al llegar al final de la calle larga, a la salida de ese pueblo aparentemente solitario, puede haber un rio que habrá que cruzar puente mediante. Las luces de las farolas se fundieron y aún no las arreglaron porque, a esas horas, quién va a pasar por ahí. Abajo el agua resuena. En la densa penumbra no se ve si el puente está o no, pero confiarás en que, aunque no se deje ver, te lleve al otro lado en volandas sobre sus arcos. La luz carmesí de la amanecida todavía no habrá asomado tras el horizonte y envuelto en sombras tendrás que seguir confiando. Confianza para que la nueva luz surja de la negrura que se comió el día que acabó. 

Admiro a esos pájaros que saludan esa luz sin verla, antes que los dedos bermejos del amanecer retiren las sábanas del último sueño. Tienen esa certeza grabada dentro y con alegría desatada muestran al mundo que merece la pena confiar. Porque esa confianza es lo que hace que tras cada noche vuelva a salir el sol. Aunque los durmientes olvidemos que el despertador, que suena y suena, lo pusimos sobre la mesita como alivio para una desconfianza de tonos azulados.

Desde antes de eclosionar los huevos y salir del cascarón, esos pájaros viajeros ya llevan insertados en sus minúsculas cabezas los mapas para bailar en el mundo que les tocó volar. No van a necesitar palabras para reconocer las rutas que transitaran. Cuando llegue el momento sabrán cuándo iniciar sus viajes y a dónde dirigirse. Siempre a casa, al contrario de un caminante que prefiera un camino a ninguna parte. Aunque, en realidad, ni unos ni el otro sepan para qué van o porqué se marchan. Tan solo porque toca hacerlo. 

Las oscuras golondrinas parlotean en sus nidos colgados en mi balcón, en tu balcón, en su balcón, en los balcones de todos. Yo las puedo escuchar siempre cerca de la ventana del dormitorio cuando me despiertan temprano y me desean los buenos días. O eso quiero creer que están haciendo, porque tal vez discutan si llegó el momento partir. Todavía no, parecen decidir y a la mañana siguiente vuelven a despertarme con su cháchara, aunque ponga un almohadón sobre mi cabeza para no oírlas. Pareciera que siempre tendría que ser así, hasta que finalmente resulte que si llegó el momento. No saben del mar, pero se van con él sin despedirse y sin dejar dicho si regresaran. La luz del faro que de noche alumbra los caminos sobre las olas es muy pequeña y mi confianza en que encuentren un camino de regreso resulta más corta todavía. 

Y qué hacer entonces. Pues dejar que la espina se quede clavada y esperar que cicatrice y el cuerpo la expulse por si mismo y la inflamación remita. Pero el problema con las heridas mal curadas es que se forma un callo que provoca insensibilidad para proteger la zona dañada. Sientes un pequeño guijarro que se coló en la bota y la molestia que provoca al pisar la soportas porque te recuerda que estás caminando. El dolor que provoque la espina te recordará que sientes, que estás vivo. Duele luego existes.

Saludos.

 

Xavier Riera Luna
Imagen de Xavier Riera Luna

Confiar o desconfiar, optimismo o pesimismo, entre lo innato y lo escogido. La desconfianza es una reacción preventiva, defensiva, ponerse la tirita antes de la herida; la confianza es una apuesta, una querencia que la realidad, con frecuencia, pulveriza. Aún así se puede -y se debe!- optar, podemos elegir el color del cristal de nuestras gafas, el filtro a través del que vemos el mundo -y filtro hace falta, sin interpretar, la vida y el mundo son una sucesión interminable y cacofónica de "ruidos" incomprensibles y sin sentido-. Puestos a elegir prefiero la confianza, es igualmente susceptible de error pero vas por la vida con las entrañas y los esfínteres más relajados.

Salud!

Fernando Cristó...
Imagen de Fernando Cristóbal Otxandio

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landante
Imagen de landante

Hola a todos,

Yo también tengo la sensación de que la confianza es innata en el ser humano; y que el armazón levantado a partir de experiencias negativas o de circunstancias vividas e interpretadas por cada uno según su buen o mal entender, es lo que la ahoga.

Y creo que sí, que hay que avanzar también de noche, y cruzar puentes como ese del que habla Papadopou, sin ver absolutamente nada, intuyendo ríos por la humedad o por el sonido de sus aguas, sin ningún otro conocimiento ni más prudencia que la de no permanecer inmóviles en un mismo punto del Camino, como vivos que estuviesen allí muertos.

Creo en avanzar aunque sea con miedo, en la ciega confianza de cada paso sentido.

Y no es que sienta que se arrancan los temores como si fuesen rastrojos sin raíces. No es así. Pero sí que hay algo en el Camino que yo siento que lo suaviza todo. La oscuridad es allí menos negra. Hablo por mí, claro. La tristeza es diferente. Nunca  desesperanza. Se parece más a un difuso sentimiento de espera en un lugar incierto pero hermoso.

Atravesar al paso pueblos en la noche, que ignoran y se desentienden de mi presencia porque están todos sus habitantes dormidos, me produce sensación de desamparo. Eso es verdad que pasa Papadopou.  Me ha pasado también a mí muchas veces.

Pero en el Camino, ese algo que no sé lo que es, transforma esa sensación de abandono en un amparo oculto pero cercano.

Allí no necesito ver ni comprobar nada. No tengo el ruido mental que fuera del Camino se introduce en mi cabeza día sí y al otro también, señalando desolaciones y angustias que no tienen ni consuelo ni esperanzas en entornos tan prácticos y útiles como el mío.

Duro armazón levanto en un mundo  en el que no logro adaptarme. Y me apena, no creáis que no, sentir la sencilla confianza del Camino aplastada cuando estoy de él lejos.

Allí mis convinciones son pocas, pero plenas. Por ejemplo, dentro de esas casas a oscuras de las que hablamos, siento sin dudas ni filosofías de ningún tipo que siempre  hay inquilinos viviendo. Almas nobles y buenas,  tranquilamente dormidas y eternamente despiertas.

Pero en el caos de mi día a día me ahogo. Se disparan mis desconfianzas como con un resorte. Los miedos de los demás siento también  como se proyectan hacia mí desde todas partes. Y no sé dónde refugiarme. Sólo en los campos encuentro sereno reposo.

Bastan pocas convinciones pues  para animar mis pasos en el Camino. Pocas cosas necesito allí. La confianza parece guiarlo todo. No sólo a mí me hace caminar Todo a mi alrededor lo siento moviéndose como yo, por un principio de confianza plena.

Allí no necesito saber nada. Me basta sentir.

Ya os he dicho que yo me eché al Camino contra todo consejo. Lo hice  para no enloquecer ante la idea de una vida presa en una inercia programada por genes y neurotransmisores, sin más fin que el de lograr la supervivencia de los cuerpos.

Tenía el alma adormecida por la medicación, como embotada. Me decían que no. Pero mi alma me gritaba que sí. Ve al Camino, me decía ella.

Ninguna pastilla arranca tristezas ni aplaca euforias desmedidas. Se limitan a alejar toda vinculación del alma con la vida, a aplanar las cosas.Se deja de sentir. Eso pasa. No es serenidad ni paz lo que proporcionan. No se siente nada de nada. Todo queda lejos. Separado. Indiferente y sin brillo. ¿Creéis que se puede vivir así, sin más que comer y dormir?

Una vida de mera supervivencia, de reproducciones, de buches llenos y techos encima no es vida para todos. Para mí al menos no lo es.

Porque no es verdad que todos busquemos el sentido y la belleza de las cosas sólo cuando las necesidades básicas están ya cubiertas. No es cierto. Por inercia yo no sé vivir. Sin brillo en lo que veo mi instinto de supervivencia falla.

Yo necesito percibir brillo en el plato y no sólo en la comida, en la tierra y no sólo en sus frutos.

No busco ningún alimento cuando se desvanece mi alegría y mi esperanza. Me dejo morir antes que vivir sin sentir que vivo. Yo me alimento sólo cuando me siento viviendo, y no sólo porque vivo.

No podría vivir como resultado final de engullir lo que queda arrojado en un mundo en el que no envontrase belleza ni sentido.

Cojo el pan sólo cuando siento que ha sido creado por amor el trigo. Pero cuando sólo es una triste masa de hidratos y de proteínas alimentando cuerpos sin almas,  no puedo tragar nada. No puedo. No sé si logro que alguien entienda lo que escribo.

Yo no puedo vivir sin amar las cosas, sin vincularme con la vida, con los campos que veo al caminar y con el pan que ingiero cuando descanso.

Caminar por caminar bajo un cielo sin techo es una necesidad primaria para mí, como es necesidad para otros abandonar su país para procurar el alimento que necesitan  sus estómagos.

A veces no entiendo por qué este mundo comprende un hambre más que el otro, ni por qué ve sensatez en un viaje guiado por las tripas, e inútil locura al guiado por el alma.

No siento como verdad la teoría de que se va al Camino porque todo está ya cubierto, con la panza hinchada y el lecho asegurado. No siento eso ¿Qué estudio lo demuestra? ¿Quién me ha preguntado a mí lo que siento yo cuando camino? ¿Os lo han preguntado a vosotros?

Ese aparente caminar por caminar yo no lo capto como actividad residual de aburridos seres humanos en un Primer Mundo satisfecho. ¿Satisfecho de qué? Ni hay para mí un Primer Mundo, ni un Segundo, ni un Tercero, ni un Cuarto, ni el número que cada uno quiera dar a lo que yo siento como una única humanidad en un único mundo creado.

Tantas clasificaciones y explicaciones me abruman. Procurar el bien siempre que sea posible, sin clasificarlo todo en un eterno arriba o abajo, primero o segundo, ricos o pobres.... Esto es lo único que siento claro.

No, no percibo el Camino ni a quienes lo recorren como simples estómagos aburridos y satisfechos en un mundo rico y lleno de bienes superfluos. Lo dejo aquí escrito porque así lo siento.

No voy a dar ningún consejo. Pero si alguien lee esto algún día y entiende lo que digo, que camine.

Camina. Camina forero. No lo dudes. No lo sientas como el privilegio de un Primer Mundo que se aburre. No te sientas culpable por andar al dictado de tu alma y no del de tu estómago.

Es una necesidad la del espíritu tan cierta y desesperada como la de quienes buscan otras tierras para saciar otras hambres. Porque de las dos carencias se puede morir igualmente. Lo sé.

No te quedes inmóvil por miedo a no poder cruzar sin verlos esos puentes de piedra a la salida de esos  pueblos dormidos.

Confiando se nace. A desconfiar y temer se aprende. Se necesita la agotadora labor del intelecto para ahogar esa fe innata que dirige todo en la naturaleza, desde las migraciones de las aves hasta un lanzarse al Camino.

No, no todo se hace por hartazgo y por aburrimiento en este inventado Mundo rico, tan supuestamente rebosante de todo.

Tampoco siento que quienes van de un lado a otro con hambre en el estómago carezcan de alma con otros sueños. No se soñarán únicamente sentados delante de platos llenos.

Sólo quienes están rematadamente cuerdos pueden extrañarse de que se hagan cosas carentes de utilidad y sentido. Sólo ellos querrán vivir siempre rodeados de comida y bajo muy seguros techos. No querrán caminar por caminar, un día tras otro, hasta el fin del mundo si así se siente que hay que hacerlo.
 
Gracias

Indi
Imagen de Indi

No veo mayor utilidad y sentido que echarme al Camino. 

Lo demás es alejarme de la Vida. La desesperación al estar rodeado de personas que creen regir sus vidas entre la rutina y monotonía que nada les llena aunque rían y bailen (muy de vez en cuando). Guerra perdida tratar de hacerte entender. Deambular en tierra de nadie entre dos trincheras contemplando la luna antes de la batalla.

No te haces una idea de cuánto me resuenan tus palabras (esas que están muertas, sí). Jamás hubiera sido capaz de ordenarlas con tanto brillo y sensatez, eso seguro. Lo más parecido al orden estructurado en una explicación de tal significación hubiera sido en mí un balbuceo inconexo, como tal vez lo fueran los sonidos ininteligibles y aspavientos que tu amigo era capaz de exhalar y coordinar y sólo él comprender, aunque líos demás intuyan su alegría o su dolor. 

Te doy las gracias por compartir tus percepciones, que son brillo en esta noche oscura. 

Caminar guiados por el alma hasta ser nuestros propios guías ¡Eso es! 

 

Fernando Cristó...
Imagen de Fernando Cristóbal Otxandio

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"Poéticamente habita el hombre en esta tierra"

Holdërlin

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Xavier Riera Luna
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heartheartheart 

Ma Teresa
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Landante, Acudo a tu llamada de que no hay que dejarse paralizar por el miedo y a seguir adelante en la búsqueda de un nuevo propósito más profundo en la vida. Seguir caminando con la confianza de que en los siguientes pasos encontraremos respuestas a lo que buscamos, aunque tal vez no sean las que esperábamos. Y en esta incertidumbre, en esta no finita búsqueda, reside parte de la belleza de vivir.

Abrazo