Las temperaturas estivales en el sur de España son extremadamente cálidas, sobretodo en el interior de Andalucía y en Extremadura, por lo que debemos evitar los meses de verano para realizar este camino, pues sería una imprudencia. En primavera y otoño el calor suele ser soportable, pero en verano las altísimas temperaturas, que fácilmente pueden llegar a 40 grados a la sombra (y bastantes más a pleno sol), hacen desaconsejable caminar o pedalear por esta zona entre los meses de junio y septiembre, ambos incluidos. Imaginaos largas pistas entre olivares donde el sol cae a plomo, inclemente: si caminar un rato con 25 o 28 °C a pleno sol —y con mochila— ya es fatigoso, hacerlo durante 6 u 8 horas sometidos a temperaturas caniculares sería una auténtica insensatez.
Otras circunstancias a tener en cuenta en esta ruta serían, por lo general, las considerables distancias entre poblaciones y la escasez de servicios en las más pequeñas: a menudo deberemos afrontar jornadas enteras sin bares ni restaurantes durante el trayecto, lo cual nos obligará a informarnos y a planificar previamente dónde pararemos.
Tanto si hace calor como si la temperatura es moderada, antes de empezar cada jornada convendrá abastecerse de agua, pues las fuentes no abundan… y las que encontraremos es posible que no funcionen. Para evitar deshidratarnos deberemos llevar siempre con nosotros suficiente provisión de agua, beber con frecuencia aunque no tengamos sed y evitar, al menos durante la etapa, las bebidas alcohólicas. Por supuesto, un sombrero o una buena gorra son aquí imprescindibles.
Cabe recordar que, a diferencia de otras rutas jacobeas más transitadas, el Camino Mozárabe se caracteriza por su casi absoluta soledad: en el curso de las etapas no será habitual coincidir con otros peregrinos; las posibilidades de socializar se limitan casi siempre a bares y albergues al final de la jornada, siendo la primavera la época de mayor afluencia de caminantes (la mayoría extranjeros, ya sea en solitario o en pareja, con amplio currículum peregrino y que gustan de los itinerarios de largo recorrido). Esta soledad, que para algunos será un hándicap y para otros una bendición, resulta aquí perfecta para reflexionar en silencio, especialmente durante las largas etapas entre hileras de olivos.
No podemos dejar de mencionar, como virtudes añadidas de este camino, la atención por los voluntarios de las diferentes asociaciones jacobeas (en especial a lo largo del tramo Almería – Guadix – Granada) así como la proverbial simpatía de los vecinos de los pueblos por donde pasamos, siempre dispuestos a charlar con nosotros (aunque a veces no será fácil entenderles, debido a la entonación y las formas dialectales propias de Andalucía y de ciertas zonas de Extremadura). El Mozárabe es, en definitiva, un camino en que difícilmente nos sentiremos turistas, sino peregrinos a la antigua usanza, donde deberemos adaptarnos a las circunstancias del entorno (orografía, meteorología, horarios de bares y tiendas, etc.) y que requerirá cierta fortaleza de espíritu, pues el esfuerzo diario durante tantas jornadas acaba provocando desgaste físico y también mental.