Camino Francés: ¡La Vía Aquitania ataca de nuevo!
Pues sí, esto va a acabar convirtiéndose en una nueva entrega de la Guerra de las Galaxias (para los más jóvenes Star Wars), o en un capítulo de Juego de Tronos, tal es el empecinamiento de los promotores de una «variante» que, a diferencia de otras, digamos, más inofensivas, pretende subirse a las barbas del mismísimo Camino Francés. Situémonos.
¿Qué viene siendo la Vía Aquitana o Aquitania?
Aquitania está en Francia, y por lo tanto esta vía tiene que tener su origen por allí, correcto. Más aún, se trata de un itinerario romano que básicamente comunicaba Narbo con Burdigala, que vienen siendo Narbonne y Bordeaux (lo siento, pero en el ámbito de las lenguas romance no comparto, por puro respeto, la castellanización de la toponimia), del Mediterráneo al Atlántico, y por lo tanto precursora del Canal du Midi. Para los romanos, que organizaban y articulaban su cada vez más vasto imperio, la infraestructura de una calzada mayor era algo así como las autovías del presente.
En el Medievo comenzó a titularse también como «aquitana» la calzada que desde Burdigala seguía a Asturica Augusta, esto es, Astorga, calificada como urbs magnifica por Plinio el Viejo seis años antes de que la curiosidad acabase con él durante la erupción, también magnífica, del Vesubio. Se trata de la vía que el célebre Itinerario de Antonino, de comienzos del s. III d.C., titula Ab Astvrica Bvrdigalam y numera como XXXIV. Dada la posición de ambas poblaciones, transformadas en burgos episcopales en esta nueva fase de la película, ya percibimos que entre el estuario del Garona, señorío de los duques de Gascuña en el s. XI, y la Maragatería, bajo el poder de los reyes de León, con Alfonso VI ejerciendo como uno de los precursores del Xacobeo, la vía coincidía, de esto no cabe duda pero grosso modo, con el territorio en el que estaba siendo fijado el Camino de Santiago.
Pero la traslación automática de vía romana a camino medieval es una entelequia, por cierto llena de prejuicios sobre un oscurantista e incapaz Medievo. Ni en la Vía de la Plata, ni en ningún otro caso, las antiguas calzadas se conservaron en buen estado y con sentido de largo recorrido, y cuando se van generando las nuevas vías comerciales y de peregrinación medievales, tan solo se aprovecharon algunos tramos (hay estudios abundantes al respecto), optándose en otros casos por trazados diferentes, consolidados durante la Reconquista a través de las repoblaciones, con fundación de nuevas villas y tendido de nuevos puentes.
Endeble resulta, asimismo, el argumentar que la existencia de hospitales de pobres y peregrinos, por ejemplo en Melgar o Arconada, es un dato irrefutable. Sabemos que los había por todas partes. Y otro tanto cabe señalar sobre la calificación, en documentos medievales o posteriores, de un camino como franco o francés, algo también frecuente a lo largo y ancho de la península ibérica. En cuanto a la literatura odepórica, la que describe la variante resulta decepcionante: ¿dónde están los peregrinos?, porque no vale con alguno, despistado, que pasó un día por ahí...
¿Cúales son los antecedentes del follón actual?
En 2018 se montó una buena tangana cuando la asociación promotora de la Vía Aquitania, con el inequívoco apoyo de los municipios burgaleses y palentinos atravesados, colocó la señalización entre Tardajos y Carrión de los Condes.
La Asociación de Municipios del Camino Francés, viendo en peligro la identidad de la ruta, encargó a su Comité Asesor Científico un informe para defender la historicidad de la traza actualmente definida, por otra parte reconocida como BIC y recogida en la declaración de Patrimonio Mundial de la Unesco en 1993. Entonces tuvieron que intervenir la propia Diputación Provincial de Burgos y la Junta de Castilla y León, y las aguas volvieron momentáneamente a su cauce.
Sin embargo, en la primavera de 2022, visto que el número de peregrinos crece en medida en que el miedo al Covid disminuye, los «aquitanos» han convocado un congreso triunfal en Olmillos de Sasamón (20-22 de mayo) y vuelto a la carga, instalando de nuevo el cartel de inicio en Tardajos. Por supuesto, este cartel reproduce la emblemática jacobea con los colores azul y amarillo, añadiendo profusión de flechas amarillas, conchas y el archiconocido emblema del Consejo de Europa (solo faltan calabaza y bordones). La pretensión es muy clarita: somos una variante mayor del Camino Francés, equiparable a las de Aragón, a las existentes entre Sahagún y Mansilla, y desde la Virgen del Camino y Hospital de Órbigo (Vía Trajana), o como la de Samos. ¡Queremos participar del festín en pie de igualdad!
El ayuntamiento de Tardajos, previa consulta a Patrimonio (la Junta de Castilla y León se lavó las manos, de vergüenza, y dejó en manos del municipio la responsabilidad), con presencia de la Guardia Civil tomó una decisión ejemplar y procedió a retirar el polémico cartel.
Como glosa al sainete, hemos de hacer notar que si algo ha faltado en la divulgación de la Vía Aquitania es, precisamente, prudencia y sentido de la oportunidad; como dicen los italianos, manca fineza! Ya comentábamos, al hacer la crónica del XII Congreso Internacional de Asociaciones Jacobeas celebrado el pasado noviembre de 2021 en Madrid, que Amando Calzada, presidente de la Asociación del Camino de Santiago Vía Aquitania, lo había descrito no como un camino más, sino como el Camino (la soberbia siempre ha sido considerado como el peor de los 7 pecados capitales). Recordamos la cita literal: «Nosotros no somos otro Camino, somos el Camino». Se aproxima a lo que dijo Cristo sobre sí mismo («Yo soy el Camino, y la Verdad y la Vida», Juan 14, 6).
¿Hay una solución para integrar la variante sin afectar a la integridad del Camino?
Resulta evidente que si seguimos la Vía Aquitania entre Tardajos y Villalcázar de Sirga, donde enlaza con el Camino Francés poco antes de llegar a Carrión, no solo dejaremos de atravesar Rabé de las Calzadas, libéranos dominé, sino también pasar olímpicamente de Hornillos y Hontanas, de las ruinas de San Antón, Castrojeriz y la cuesta de Mostelares, de la capilla de San Nicolás y el Puente Fitero, Boadilla del Camino, la compañía del Canal de Castilla o Frómista, por citar los puntos principales y todos ellos, desde luego, jalones insignificantes y prescindibles del Camino Francés (lo decimos, evidentemente, con ironía).
Pues bien, entre los llegados con retraso al banquete, deseosos de llenar el buche con los postres y licores, dado que no han podido saborear los aperitivos y platos principales, hay siempre prisa por lograr los objetivos, un proceder ambicioso completamente opuesto a lo que ha sido la recuperación de los grandes itinerarios históricos, que ha llevado décadas y generado consensos entre historiadores, asociaciones jacobeas y administraciones.
La táctica de los nuevos advenedizos, que portan la bandera del turismo como salvación de la España Vaciada (condenada por mucho turismo rural y teletrabajo que se le recete), es subirse al tren de un salto y sin billete, esto es, obviando los procedimientos y los tempos.
De una vía romana no podemos decir que se hable de un ídolo con pies de barro, ni de ingeniosa ocurrencia comercial para crear un goloso producto turístico, pero sí de una forzada intromisión en el ámbito de las rutas jacobeas, ya que carece del aval documental que se pretende, y esto tanto si miramos a la Edad Media como si nos fijamos en el proceso contemporáneo restaurador iniciado a mediados del siglo XX, que ha generado y consolidado su propio relato y creado unos intereses.
Una «salida digna», ahora que tanto se emplea esta fórmula, podría ser, y no solo para este tramo de la Vía Aquitania, sino para tantas otras muchas rutas alternativas al Camino de Santiago, su señalización como itinerario histórico. Esto es, como un camino que podrá ser utilizado por peregrinos repetidores, viajero curiosos y senderistas de fin de semana, pero dejando siempre bien claro, a través de una diferente sinaléctica e iconografía, que no se trata del Camino de Santiago, sino de otra cosa. Este parece que será el acuerdo, al menos provisional, que se va a implantar, aunque cuando los aquitanos se rearmen, quién sabe…
Tras el deseo feroz de «ser Camino de Santiago» están, como ya hemos recalcado muchas veces, por una parte el apetito de un éxito inmediato, y por otra la pereza por desarrollar otros proyectos sólidos de caminería, como sí sucede en otros países y con otras marcas. Evidentemente también tienen culpa, y mucha, las administraciones con competencias en el cotarro, en este caso la Junta de Castilla y León, templando dulzainas que siempre acaban desafinando al sonar la composición Tutti contenti, que a román paladino podríamos traducir como café para todos. De ahí, luego, las tensiones y agravios comparativos vecinales mientras el Pilatos de turno, por definición cobarde e incompetente, opta por ponerse tapones en los oídos, al menos hasta que su silla se tambalee.
Por fin están los palmeros, la cohorte de los papanatas e indocumentados que se suben al carro de cualquier novedad, moviéndola en las redes con entusiasmo sin indagar en el origen más o menos riguroso y el sentido de la oportunidad. Y también aquellos que, ávidos de hacer negocio, piensan en un nuevo paquete turístico para repetidores, o en una nueva ruta para ampliar el negocio del transporte de mochilas y maletas.
En el futuro se estudiará esta fiebre amarilla como una de las mayores astracanadas hispanas del s. XXI, un sainete repleto de claves berlanguescas en la estela de Bienvenido Mr. Marshall.
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