300.000 peregrinos
¡Albricias, suenen a rebato todas las campanas de Compostela! ¿Tocó el gordo de Navidad en la ciudad?, ¿llega el rey con su séquito de visita protocolaria?, ¿ha sido la ciudad elegida para celebrar las olimpiadas de 2100 con una cup of café con leche en la Porta Faxeira?, ¿acaso el Camino ha sido reconocido como primer Itinerario Cultural Asiático por el Consejo Oriental? Pues no, algo más prosaico: por fin ha caído, el Camino bate todos los records, el peregrino 300.000!
La especie humana siempre ha sido muy dada a celebrar efemérides, aniversarios, cifras con números redondos: ahí están los 24 ancianos coronados del Apocalipsis que entonan su concierto celestial en el Pórtico de la Gloria, los 300 hoplitas espartanos de Leónidas enviados a las Termópilas y, por centrarnos en datos de bulto, los 100.000 hijos de San Luis llegados al mando del duque de Angulema para acabar con la fiesta constitucional de Riego, o los 144.000 elegidos de Israel, de nuevo en el profético libro revelado a San Juan en la gruta de Patmos. Si tecleamos 200.000 en Google, en vez de un dato histórico nos sale otra noticia curiosa, la de que esa cifra de murciélagos, seguro que los han contado tras recoger haciendo organizada cola su Compostela, acaban de invadir un pequeño pueblo del estado de Queensland (Australia). A partir del pitagorismo clásico los numerólogos, que son a la Matemática como los astrólogos a la Astronomía, a partir de su jerigonza metafísica y enrevesadas adivinaciones sacan muchas conclusiones que, al común de los mortales, tan solo estimulan para elaborar refranes (Más vale pájaro en mano que ciento volando).
Pues bien, el “pájaro” ha llegado tras una ansiosa espera con permanente acoso al Centro de Acogida del Peregrino, de la Rúa Carretas, tal que fuese la oficina de la Junta Electoral para el recuento del 21-D. Y además lo ha hecho unos días antes de Navidad, ¡qué gran regalo de Papa Nöel y los Reyes Magos al unísono! El 300.000 le tocó a Andrew Larkin, universitario natural de Míchigan, de 22 años, que ha concluido sus estudios superiores en Burgos. Sin sospechar lo que se avecinaba, y tan sólo por haber decidido caminar 12 días hasta Santiago, otra cifra redonda y mágica, ha sido agraciado con la lotería jacobea en forma de variados regalitos, aunque los auténticos ganadores, según pronto veremos, han sido los niños de San Ildefonso, o sea, los que han sacado el premio del bombo.
Como tantos otros anglosajones, Andrew conoció el Camino a través de la película The Way, que posiblemente, ya habrá tiempo para evaluarlo, ha sido la mayor palanca para la popularización del itinerario jacobeo después del Códice Calixtino y del Diario de un mago (Paolo Coelho); Emilio Estévez espera una distinción dorada de la Xunta. En su arribada declaró sentirse flipado por haber adquirido un protagonismo hasta entonces reservado a compatriotas suyas como Shirley McLaine, por aquello del famoseo, o Jenna Bush, en razón al puesto que entonces ocupaba su papá.
Quienes salen en todas las fotos con el yanqui son los que se atribuyen el mérito, desde el alcalde de Santiago y el deán de la catedral, en un primer round y con firma en el Libro de Honor del Ayuntamiento, al presidente de la Xunta, la directora xeral de Turismo, el arzobispo de Santiago y de nuevo el deán, en sesión vespertina: altar y trono de la mano en un nuevo destino común de intereses. Por supuesto ellos, y solo ellos, son los “conseguidores” para que sigamos asistiendo atónitos, como los rumanos ante las proezas pasadas de Nadia Comaneci, a que se fulminen todos los records olímpicos en tan poco tiempo. Y muy especialmente tenemos que estar agradecidos a aquel prodigioso invento del Xacobeo, fraguado para celebrar el año santo de 1993 –que desde entonces olvidó su nombre para adquirir el comercial-, y al por también entonces privilegio eclesiástico concedido, al modo de lo que hacía el gran Gelmírez para beneficiar al reino de Galicia, de rebajar a los 100 últimos km la distancia mínima para obtener el antaño tan preciado como hogaño tan devaluado certificado de la Compostela.
En el plano de la noticia, que como siempre se queda en la superficie de las cosas, poco más se puede añadir salvo que el perfil del peregrino representa a la perfección el estado actual del Camino de Santiago: su dimensión internacional, la pujanza de los estadounidenses como quinto país emisor, el absoluto protagonismo de los peregrinos de a pie frente a los ciclistas, el tirón que tiene el Camino entre los jóvenes más formados, como son los universitarios, y, desde luego, la gran contribución de los medios de comunicación social, en este caso del cine, para promocionar la ruta.
Sin embargo no deja de sorprendernos que día a día sigamos admitiendo, con tan escaso espíritu crítico, el valor de un cómputo como el de la Oficina de Peregrinación. Un experto en la materia turística como Rubén Lois González, profesor de la USC, en el Congreso de Asociaciones Jacobeas de Valencia (2011), reconoció sin ambages que la entrega de Compostelas es “una fuente sin carácter ni rigor oficial, que no debe considerarse una estadística verdadera, sólo un cálculo aproximativo”. Tanto es así que, fiel al rigor académico, durante su paso por la Secretaría Xeral de Turismo de la Xunta se esforzó, con la colaboración del Centro de Estudios Turísticos, en crear un Observatorio del Camino de Santiago desde el que, con metodología científica, se elaborara una cifra real de los peregrinos que cada año hacen el Camino. Desde entonces sabemos, aunque el soniquete de los niños de San Ildefonso siga aturullándonos desde Carretas, que los celebrados 300.000 son en realidad bastante más de medio millón. Erra por tanto gravemente la prensa cuando se refiere a “registros oficiales”, a no ser que una institución como la Iglesia Católica haya adquirido, en aras de un nuevo pacto constantiniano, el rango de organismo oficial del Estado.
¿A qué responde pues tamaña discordancia? Pues en primer lugar, todos los que hacemos el Camino lo sabemos, a que son muchos los peregrinos que estando unos días en el Camino no llegan en el año en curso a la meta. Siguen, luego, los peregrinos reincidentes que ya pasan de recoger el documento, pues no es plan de empapelar el aseo con latinajos. Existe también un número nada despreciable de los que, críticos con el actual sistema de la “Compostela Todo a 100”, se niegan a participar en este ceremonial de la confusión. Otros muchos ni se han enterado en pocos días de qué va esto del certificado, o las aún más despistadas agencias que programan su viaje no se lo han contado, o carecen de tiempo, porque se les va el avión, para hacerse con ella. Hay incluso algún recalcitrante ateo, al estilo del Gregorio Morán de Nunca llegaré a Santiago, que evitan no solo la Compostela, sino Compostela. Lamentablemente también hemos de incluir aquí a peregrinos con valores, y de largo recorrido, que por haber tenido algún percance en las etapas finales, y carecer de los sellos de O Pino o Lavacolla, se quedan sin el deseado documento. Hasta hace poco formaron parte de esta bolsa los huerfanitos del Camino Inglés desde A Coruña, y siguen en ella los bicigrinos de cualquier Camino Inglés o de menos de 200. Sumando y sumando, ¡casi otros 300.000! Falta aún, y no queremos dar ideas, el Lutero de la peregrinación, aquel que pille la Compostela para a continuación dirigirse al Obradoiro y, como si fueran unas indulgencias, convocar a la prensa y prenderle fuego. Todo se andará…
La obsesión cuantitativa prosigue, y el presidente de la Xunta, sin el más mínimo propósito de enmienda, anunció el próximo reto de su gobierno: ¡los 400.000! Desde la óptica turística y económica de los políticos el itinerario jacobeo es lo más parecido, figuradamente, a la cornucopia o cuerno de la abundancia, que vomita sin parar peregrinos. Acaso, en una visión más industrial a lo Metrópolis de Fritz Lang, podríamos imaginar la instalación de unas máquinas que, en vez de fabricar chorizos producen peregrinos, aunque ya tenemos serias dudas sobre su ubicación, pues nos tememos que de Saint-Jean-Pied-de-Port, Lisboa, Sevilla o Irún hayan pasado a emplazarse en Sarria, Tui, Ribadeo o Lugo. Acaso se trate de sofisticadas factorías de replicantes, esos que hemos traído a colación últimamente, que acabarán sintiendo el Camino, o creyendo que lo sienten, del mismo modo que los humanos.
Por el momento parece que la única solución para evitar el agotamiento de los nutrientes en la vía es que en breve el Camino Francés, pobres emprendedores, se quede una temporada en barbecho.
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