Anina: Hacer el Camino de Santiago sola
Vivimos en tiempos de reafirmación personal, de retos, para algunos de crecimiento y/o liberación, para otros satisfacción de pura vanidad, en que las redes sociales son el medio de interactuar ya no sólo con familiares, amigos o compañeros de trabajo o afición, sino con la parroquia en el sentido global. Es así como ciertas aventuras, experiencias de trotamundos como siempre las hubo, acaban adquiriendo una dimensión mayor, con ascendente a través de Facebook, en la versión más básica, o por medio de elaborados blogs o videos colgados en youtube.
En relación con el artículo titulado ¿Es peligroso el Camino de Santiago?, que tanto ha dado que hablar, y que algunos verían mejor titulado ¿Es seguro el Camino de Santiago?, hemos querido profundizar en un tema básico a la hora de hacer el Camino, el de las mujeres que desean hacerlo solas, y que en ocasiones albergan dudas sobre la conveniencia. Para ello nada mejor que hablar con Anina (Gijón, 1984), escritora y exploradora de nuevas formas de vivir y pensar, apasionada de los viajes poco convencionales y de carácter autosuficiente (www.aninaanyway.com).
La primera pregunta es casi obligada: ¿Por qué el Camino de Santiago?
Estoy convencida de que a veces las mejores cosas de la vida llegan por casualidad y todo es cuestión de tener una actitud abierta y el “sí” fácil y dispuesto. En mi caso, fue una gran amiga la que me ofreció acompañarla en su viaje. Ella llevaba mucho tiempo con ganas de lanzarse al Camino y aceptar su propuesta ha sido, sin lugar a dudas, el principio de una transformación en mi perspectiva de los viajes.
¿Qué información tenías antes de llegar a él?
No mucha, la verdad. Claro que es algo de lo que todos hemos oído hablar alguna vez, pero aunque durante las semanas previas leí e investigué acerca de las etapas, la infraestructura, el equipo adecuado..., seguía sin tener ni idea de lo que iba a suponer en realidad.
¿Superó tus expectativas?
Para ser sincera no tenía muchas expectativas acerca del Camino, tal vez porque no sabía muy bien qué esperar. Pero el impacto fue enorme. Superó con creces mis pocas expectativas previas.
¿Es el gran viaje que uno debe hacer al menos una vez en la vida?
Quizá no sea EL gran viaje que uno debe hacer en la vida, porque en una vida caben muchos y muy diferentes viajes. Pero desde luego, es uno de los que yo añadiría a mi lista de vivencias imprescindibles para experimentar el mundo.
¿Pierde algo si, seducidos por su magia, reincidimos?
Cuando repetimos la experiencia podemos caer, precisamente, en la trampa de las expectativas. Que haya sido una experiencia tan mágica y fuerte que esperemos que sea exactamente igual. Pero no, no lo será. Y eso es lo mejor de todo: que cada Camino es único, en cada uno nos aguardan aprendizajes diferentes.
He estado en el camino tres veces: las dos primeras en el Camino del Norte (consecuencia natural de mi condición de asturiana y amante del mar) y una en el Francés. En ninguno de los casos hice el trayecto completo (una asignatura pendiente). Las fechas fueron 2011, 2013 y 2015.
Un solo artículo en tu blog ha dado lugar a una avalancha de consultas de mujeres, de distintos lugares del mundo y diferentes edades. Podríamos pensar que el éxito se debe a tu planteamiento no solo muy humano y reflexivo, y femenino, sino en clave feminista. ¿A qué atribuyes esta facilidad para conectar cuando hay cientos de webs, blogs y personas pontificando en Fb sobre el Camino? ¿No has pensado, por un momento, que te has convertido en un trasunto de la célebre doctora Elena Francis?
Me ha hecho sonreír ampliamente el paralelismo con la doctora Elena Francis y la verdad es que nunca lo había pensado de ese modo. De hecho, en un principio contestaba personalmente a todas las preguntas y comentarios que generaba el post, pero llegó ese momento mágico en que las mujeres que habían comentado anteriormente leían los nuevos comentarios y los respondían desde su propia experiencia. Fue algo emocionante sentir que había creado un espacio que ya no era mío, sino de ellas.
Creo que la clave del éxito de este artículo fue poner el foco precisamente en el miedo, en todos esos pensamientos que nos paralizan. Aquello conectó inmediatamente con las mujeres que sentían aquellos mismos temores y las hizo sentirse más capaces, más libres. Les hizo ver que era posible en una experiencia honesta vivida en primera persona. En todo momento, desde que empecé a pensar en lo que escribiría, quería lanzar ese mensaje: “sí podéis, sí sois capaces, no os dejéis inmovilizar por el miedo y los prejuicios”.
¿Realmente consideras, como has escrito en tu blog, que el Camino es un espacio igualitario y fraternal, de respeto entre los/las peregrin@s? El cantautor sevillano José María Maldonado dice en una de sus estrofas que “En el Camino, ya no importa el origen, solo el destino”. ¿Será esto?
No es un pensamiento infundado, sino algo que he vivido en primera persona. La confianza, la solidaridad, el hecho de estar en el mismo Camino... La sensación es siempre de que uno va más en busca de sí mismo que en busca de los demás, pero en ese viaje en el que se encuentra, descubre una manera de relacionarse con otros peregrinos/as que es tan natural y tan transparente que difícilmente puede darse en otros contextos. Estoy muy de acuerdo con la idea de Maldonado y la llevaría aún más allá, complementándola con esa otra que dice que “lo importante no es el destino, sino el Camino” en sí mismo.
Tu visión es ciertamente amable, rezuma el entusiasmo de las peregrinas iniciadas y apasionadas. Pero me imagino que también has percibido que el Camino del presente se está contagiando de los valores propios del turismo: mercantilismo, consumo desaforado, banalidad, dificultad creciente para relacionarse con los vecinos de pueblos por los que discurre el itinerario más allá del comercio… ¿se puede uno evadir de esta vorágine?
Das en el clavo con esta pregunta. Creo que es algo cada vez más evidente y me hace sentir una tristeza enorme. Lo peor que puede pasarle al Camino de Santiago es que deje de ser lo que es, lo que era, esa experiencia transformadora y ajena a todo que cambia una vida. Dicen que “el turista exige y el peregrino agradece”. La verdad es que me da mucho miedo esa mercantilización y a veces temo que sea imparable, que arrase la esencia del viaje. Pero me obligo a pensar que el Camino es aquello que sucede dentro del peregrino más que lo que sucede fuera. Está también en nuestras manos alzar la voz para que otros puedan ver lo mismo que nosotros hemos visto y, quizá, con esa visión, vivir también algo semejante a lo que nosotros hemos vivido dejando morir de inanición al turismo más destructivo.
¿Has parado en albergues de donativo, con voluntarios, de esos que tienen “alma”?
He estado en estos albergues con alma y la sensación ha sido de completa gratitud. Casi de inverosimilitud: ¿de verdad sigue cabiendo algo así en estos tiempos, como hemos dicho antes, de mercantilismo enfebrecido? Recuperas algo, te vas de allí con algo que no tenías antes: un género de fe en la humanidad que te hace a ti mismo mejor persona.
Te preguntabas, antes de la partida, si el Camino sola sería peligroso. Cada vez son más las noticias sobre hurtos o robos con violencia, y de intentos de violación o violaciones sufridas por peregrinas. A los afectados no les consuelan las estadísticas…
En el mismo fenómeno de la masificación creo que radica el mayor peligro en este sentido. Igual que en tu vida diaria te manejas con prudencia, debes hacerlo también en el Camino: mirar a tu alrededor, evaluar las situaciones con cuidado.
Yo nunca he tenido una mala experiencia y tampoco las mujeres que he conocido, pero a uno de los amigos que hice en mi segundo Camino le robaron. Por desgracia, corremos riesgos cada vez que salimos a la calle. Incluso mientras permanecemos en casa, aunque estuviésemos dentro de una burbuja. Pero mi opinión es que no podemos dejar de vivir por miedo a lo que nos pase.
El miedo puede ser irracional, pero hay personas más valientes, y otras más temerosas. También la experiencia nos va enseñando muchas claves para reforzar la seguridad en nosotros mismos. Hablas de la necesidad de "empoderarse". ¿Qué consejos prácticos le darías a una peregrina que quiera hacer el Camino sola?
Como he mencionado antes, la prudencia es la mejor aliada. Estar alerta cuando percibimos algo extraño, no aislarnos del entorno (llevando música muy alta, por ejemplo), tener ojo crítico sin caer en la paranoia. Si vas sola, siempre es bueno que alguien sepa qué etapa harás cada día, tener contacto con otros peregrinos que puedan percatarse si no llegas al destino, incluso caminar cerca de algún grupo si es posible. No dudar en hacer una llamada si ves algo que no te cuadra, erguir bien la cabeza y mirar a los ojos en lugar de bajar la mirada. En ocasiones, casi inconscientemente, he agarrado con fuerza los bastones como un monje shaolín que blande en equilibrio su vara. También tengo constancia de algunas apps con geolocalización que te permiten avisar al 112 solo pulsando un botón si es necesario, aunque nunca las he instalado.
Otra joven trotamundos asturiana, Andrea Bergareche, se ha lanzado a la aventura de recorrer a dedo miles de km entre Argentina y Finlandia. A veces pienso que vivimos en una época en la que, desechadas las grandes empresas colectivas por imposibles, nos refugiamos en los retos unipersonales, en el individuo y su ego. Su receta pasa por vencer el miedo, confiar en los desconocidos, agudizar el instinto, que te sugiere apartarte de lo que no te huele bien; recurrir al couchsurfing, trabajar durante la ruta, entender el viaje como una escuela… Ella considera que las mujeres no solo pueden, sino que deben viajar solas, y que los peligros de un viaje son similares a los de la vida normal. ¿Podrías suscribirlo?
Me encanta no haber leído esta pregunta hasta que no he llegado a ella porque, como ves, muchas de las cosas que he respondido anteriormente van en esta dirección. Mi experiencia del mundo dice que hay muchísima más gente que quiere ayudarte que gente que quiera hacerte daño. Y en algunos casos, como el de Andrea, el compromiso con esta filosofía de vida es total.
Podemos creer que si empezamos a hacer cosas como estas nos darán caza y apareceremos en alguna cuneta. O podemos hacer y contrastar el miedo con la realidad. Desde lo más profundo de mis convicciones, creo que no podemos vivir presas del miedo, perpetuando que nada cambie a fuerza de no hacer nada. Si no creemos que la sociedad pueda ser mejor de lo que tememos que sea, nunca lo será.
Viajar sola ha sido para mí una de las experiencias más liberadoras y fortalecedoras que he tenido. He dejado de depender para aprender simplemente a compartir, he ganado confianza en mí misma, he ampliado mis límites, he conseguido otra perspectiva sobre la vida. Y ha merecido la pena todos y cada uno de los días.
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