Bicicletas eléctricas en el Camino de Santiago
La revolución tecnológica en la que vivimos permanente instalados va sacando, poco a poco, nuevos modelos en todos los ámbitos. El de la automoción es uno de los que está experimentando una mayor transformación, en gran medida para dar respuesta al desafío del cambio climático. Todos hemos sabido que en las pasadas fiestas los patinetes eléctricos han sido uno de los regalos estrella, que al proliferar están generando una nueva problemática en el tráfico y la seguridad viaria. En cuanto a la bicicleta eléctrica, que si bien ya tiene una larga trayectoria hasta ahora no había gozado de gran popularidad, también se ha perfeccionado para favorecer y extender su uso entre un público más amplio.
En los últimos años las bicicletas eléctricas han llegado también al Camino de Santiago, y queremos hoy abrir un debate: ¿es lícito que este tipo de vehículos puedan ser incluidos entre las formas tradicionales de hacer la peregrinación? Hasta ahora se entendía que los medios tradicionales eran los pies y el caballo, concesiones a la historia, y la bicicleta, como aportación mecánica y ecológica de la contemporaneidad. Por los tres medios se requiere un esfuerzo considerable para cubrir la distancia hasta la catedral de Santiago, y el reto personal era uno de los valores, aunque se tratase solo de la mínima cantidad de 100 km, para obtener el famoso certificado.
Es cierto que el esfuerzo ya ha pasado a segundo plano -subrayamos lo de “segundo”, lo cual no quiere decir que haya desaparecido- entre los que no llevan consigo la mochila, sino en transporte concertado (uno de los grandes negocios actuales en torno al Camino de Santiago), y que es prácticamente inexistente entre la creciente legión de tramposos que hacen la ruta con agencias viajes, solo algunos tramos bonitos y con el autobús esperándolos al final, en la que credenciales debidamente selladas y compostelas forman parte del paquete adquirido: todo guisado con la colaboración de quienes ven en el Camino un servicio al turismo y miremos todos para otro lado, batiendo récords de llegada de peregrinos hasta el infinito.
No obstante, pese a lo devaluada que está ya la Compostela, y que la aceptación de nuevos caminos y nuevas modalidades no para de crecer, hasta el punto de que todo el campo acabará siendo orégano, y todo camino que se dirija a Galicia por tierra, mar, y cualquier día también por aire, Camino de Santiago oficialmente reconocido, aún había algunos límites que no se osaban traspasar, y uno de ellos era el del motor.
Por lo tanto, exploramos la realidad de lo que está ocurriendo con las bicicletas eléctricas, y si este va a ser el futuro del alicaído protagonismo del mundo de la bicicleta en el Camino de Santiago, en 2017 reducido a un 7,29% del total de peregrinos, y en 2018 a un todavía más paupérrimo 6,5% del total, cuando en los albores del milenio aún representaba en torno al 18%; además, en los últimos años también ha ido descendiendo en cifras absolutas.
Lícito y necesario
Recabamos la opinión de Tomás Sánchez, propietario de la empresa Bicigrino y de la mejor página en castellano especializada en el Camino de Santiago en bicicleta: www.bicigrino.com. En primer lugar, a él le choca una cifra tan baja para los peregrinos en bicicleta, pues las empresas que gestionan el alquiler o recogida de bicis en el Camino cada día que pasa tienen más trabajo, ya que la demanda aumenta, por lo que algo no coincide.
El desfase lo atribuye a múltiples causas, por ejemplo que “muchos de los que van en bicicleta no entran en el trasiego de la Compostela, porque hacen el Camino más por criterios deportivos, suelen ir en grupo, y a veces llegan en plan exprés, sin tiempo para esperar colas, pues se marchan al día siguiente”. Esto explicaría que muchos bicigrinos no computen en las estadísticas.
Sobre la bicicleta eléctrica en el Camino, siendo como ha sido un pionero en alquilarlas a los peregrinos, considera que es un sistema perfecto para personas con problemas físicos o de cierta edad, que de otro modo no podrían hacer la ruta. Se convierte en un medio lícito para “abrir el Camino a todos, y no lo veo como trampa o para evitar el sufrimiento, sino en una oportunidad técnica para la accesibilidad”.
Asimismo, recuerda que en su día se habló con el deán para que se aceptase, en la normativa para la entrega de la Compostela, la bicicleta eléctrica, acaso alargando el número de km exigidos a los 300 o 400, el doble de las bicis convencionales, pero la propuesta no fue aceptada.
Por último, Tomás cree que la tipología del ciclista en bicicleta con motor es la de una persona de más edad, con un mayor componente turístico, que suele tener un talante respetuoso con los peregrinos de a pie: “no se trata de ciclistas deportivos y competitivos, que son los que bajan las cuestas a toda pastilla y generan tensiones con los peatones”.
Inadmisible coladera, lo próximo serían los patinetes y las motos
Frente a la anterior visión sectorial, algunos pensamos que el reglamento de la concesión de la Compostela transmite un mensaje bastante claro, que copiamos literalmente de la página web de la Oficina de Peregrinación:
“La aparición de los vehículos a motor y, ya en nuestro siglo, la popularización del turismo, significó una cierta crisis para la peregrinación: se temía que el esfuerzo y el sacrificio en expiación de los pecados que hasta este momento significó la peregrinación a pie dejara paso a una actividad placentera y agradable en que emplear las vacaciones. Tal fue el caso que las autoridades en otros santuarios comenzaron a expedir certificados de visita imitando a La Compostela. El Cabildo de la Iglesia Metropolitana de Santiago siguió expidiendo el certificado y en la época moderna se limitó la concesión de la “Compostela” a aquellos que acuden a la Tumba del Apóstol por motivo religioso y/o espiritual, y siguiendo las rutas del Camino de Santiago a pie, en bicicleta o a caballo”.
El texto es diáfano, recalcando el valor del “esfuerzo” como algo que identifica al peregrino tradicional, pero ¿cómo se gestiona la comprobación in situ?. Llamamos a la Oficina de Peregrinación, y ratifican que no se entrega la Compostela a quien viene en bicicleta eléctrica. A continuación, sin embargo, reconocen que no hay manera de verificar esta circunstancia, pues sería inviable que cada bicigrino lleve su bicicleta a la puerta del Centro de Acogida y salga alguien, como si fuese un inspector de la Unión Ciclista Internacional, a realizar un examen del vehículo (además, esto aumentaría el alquiler por hora de bicis para pasar la revisión). Por lo tanto, tienen que fiarse del peregrino que llega y afirma haber completado el Camino en una bicicleta convencional.
Así están las cosas, y somos conscientes de que en la estadística ya se están colando muchos bicigrinos que hacen el Camino ayudados de un motor, recurso que no para de crecer, como se colarán otros, que abusen de la confianza, llegados en moto o incluso en coche.
Por lo tanto, los tramposos y caraduras de hoy, ayer y siempre seguirán haciendo el Camino como les plazca, en patinete, quad, sidecar, caravana todoterreno, moto acuática, bergantín, globo o sobre un torpedo como el barón de Münchhausen: al llegar a la cola de la Compostela todo da igual, allí basta que digas que fuiste a pie o en bicicleta, pongas cara de agotado, y si tienes los sellos correspondientes, con solo 10 bastan desde Sarria, Tui, Ferrol, Orense o Vilalba (dos por día), ya tienes tu Compostela, igualita que la del pringado que se lo hizo en dos meses y medio desde Le Puy-en-Velay. Y que conste que no queremos dar ideas.
En el ámbito de las tesis doctorales plagiadas, que ahora están de moda, el titulito es lo que vale, pero en el mundo del Camino ¡va a ser que no, queridos gallofos, porque aquí los únicos engañados sois, sin ningún lugar a dudas, vosotros!
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