El Camino Francés por Aragón no levanta cabeza
Acabamos de concluir, una vez más, el ramal aragonés del Camino Francés, que no “Camino Aragonés” como vulgarmente viene siendo denominado frente a un supuesto “Camino Francés” que comienza en Sain-Jean-Pied-de-Port / Donibane Garazi. Un itinerario que, siendo como es la prolongación natural de la Vía de Arles o Tolosana, al aplicarle el mismo esquema de la ruta de Roncesvalles, por las características del paso pirenaico de Somport y de los servicios de transporte existentes, debería estar llamado a comenzar en Oloron-Sainte-Marie, ciudad bien comunicada con la parte española por la existencia de un autobús diario de ida y vuelta con Canfranc Estación.
Pues bien, aunque todo podría pintar bien y el histórico ramal, más antiguo que el de Roncesvalles, ser una alternativa para los peregrinos que deseen cruzar los Pirineos, experiencia emocionante e inolvidable, resulta que la variante aragonesa, que también recorre tierras navarras hasta Obanos, no solo no crece, sino que en los últimos años está en franca decadencia.
A lo largo de estos días hemos reconocido in situ la realidad expresada, y nos hemos preguntado por las causas de un proceso atípico y contracorriente, ya que todos los demás caminos jacobeos están experimentando un aumento cuantitativo en el número de peregrinos. Hemos hablado con miembros de asociaciones jacobeas y, sobre todo, con los hospitaleros, los cuales viven día a día la realidad del Camino.
Nuestro análisis nos ha hecho considerar una serie de factores que, directa o indirectamente, están influyendo en la falta de popularidad de la variante aragonesa:
1. La propia historia nos advierte de una realidad evidente: el paso de Somport, con sus 1.640 m de altura, es más largo y exigente que el puerto de Lepoeder (1.430 m), y ya no digamos respecto de la opción por Ibañeta (1.057 m), que era la más utilizada en el Medievo. Esta circunstancia, y la fundación del hospital de Ibañeta, trasladado a Roncesvalles en 1132, explica el abandono de la variante de Somport en fecha temprana, ello pese a contar en su cumbre con el hospital de Santa Cristina, hoy ruinas, que el Códice Calixtino consideraba uno de los tres grandes pilares caritativos de la Cristiandad.
No obstante, el argumento no tiene validez por sí mismo, pues de aplicar la misma receta a otros itinerarios no podríamos explicar el auge, por ejemplo, de los caminos Primitivo o del Salvador, cuyos puertos son de órdago.
2. Muchos entienden como causa del olvido la falta de información, y que gran parte de las guías hayan apostado decididamente por la variante de Roncesvalles, a la que incluso denominan, ignorando la realidad histórica, como el único Camino Francés, otorgando un papel subsidiario a la variante de Somport.
No cabe duda de que esta circunstancia es real, pero los creadores de opinión, sea por desconocimiento, pereza o rutina, no tienen tanta capacidad como para arrinconar en el desván a una ruta determinada. La prueba es que caminos muy secundarios que prefiero no citar, con mucha menos presencia informativa que la ruta aragonesa y menor infraestructura, gozan hoy de excelente salud.
3. Sobre todo por boca de los peregrinos, y por haberlo comprobado en persona, creemos que una de las causas de la crisis de esta ruta es la carencia de infraestructuras, o al menos su debilidad.
La señalización, aún sin ser homologable a la que existe en otros caminos, ya que hay tramos en que los viejos postes de madera están caídos, y donde las flechas amarillas escasean, no parece constituir un gran problema para orientarse. Tampoco, como ya hemos comentado, los transportes son deficitarios, con un servicio excelente para llegar de Jaca a Somport, y el ya mentado bus de Canfranc Estación (a donde también hay tren desde Jaca), hasta Oloron-Sainte-Marie. En cuanto a los albergues, es cierto que la oferta no es tan grande como en otros itinerarios, pero por el momento resulta suficiente en la mayoría de los fines de etapa habituales, incluso en el tramo francés por el Valle de Aspe, con un estupendo y capaz albergue de partida en Oloron, y otro tanto cabe decir de los de Somport (el privado Aysa) y Jaca, que son los otros posibles puntos de inicio.
Lo que sí hemos comprobado es que en el tramo Somport-Jaca, pues no todo el mundo puede permitirse completar en una jornada 31 km, hay un cierto desdén por el negocio que puedan generar los peregrinos, y la mayoría de albergues está más atenta a trabajar con grupos de montañeros o esquiadores. Tanto es así que en pleno mes de mayo, lloviendo y con todo prácticamente vacío, los peregrinos recibíamos de varios albergues la respuesta de que estaban completos.
4. Se arguye que determinadas intervenciones, ejecutadas o en curso, han ido o van a ir en contra del atractivo del Camino Francés Aragonés. Se citan las canteras de Tiebas, el futuro impacto de la autovía del Pirineo a la entrada de Jaca y, por supuesto, el polémico recrecimiento del embalse de Yesa.
Podríamos responder que por el momento la afección no ha sido aún terrible, y que lo peor está por venir. Además, en otras rutas, incluido el Camino Francés, ha habido actuaciones similares que no han disuadido a los peregrinos.
5. Por último, muy en la línea hispana, la mayoría de opinantes considera que las administraciones, y sus políticas, son los principales responsables de esta decadencia. Ha faltado una apuesta decidida por el Camino, que está mal promocionado y, en suma, abandonado a su suerte, lo que contrasta fuertemente con el mimo que han proporcionado otras comunidades autónomas a sus rutas jacobeas. Se pone cierta esperanza en los anuncios de grandes proyectos de cooperación interfronteriza, entre ellos el recientemente aprobado, que incluye las pasarelas del valle de Aspe, en la zona del Fort du Portalet, donde la Federación que marca el GR 653 se ha lavado las manos quitando las marcas de la N 134, o la rehabilitación de la estación internacional ferroviaria de Canfranc, que dará cabida a un centro de información y albergue.
Frente a la grandilocuencia y vistosidad de estas obras, convendría atender primero a necesidades básicas como el refuerzo de la señalización, saneamiento de las vías pedestres (cada vez que llueve fuerte impracticables en muchos tramos) y refuerzo de la acogida por medio de albergues específicos para peregrinos de gestión pública.
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