Camino de Santiago: ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?

El desencanto de un hospitalero anónimo del Camino Norte ha colapsado las redes sociales con comentarios de aprobación y solidaridad, y un halo de desesperanza parece haber envuelto, por momentos, los testimonios vertidos en Gronze. Personalmente comprendo perfectamente los motivos de este hospitalero, que con el paso del tiempo ratifica lo que todos los que seguimos durante años en el Camino percibimos con nitidez: que el perfil de los peregrinos está cambiando velozmente y, sobre todo a causa de la masificación, el impacto del mero senderismo o del turismo es cada vez mayor. En primera línea de acogida esta certidumbre se acrecienta, porque cada vez se ven obligados a lidiar con un mayor número de personas que están en el Camino sin saber muy bien porqué, y esto puede minar incluso a los espíritus más férreos.

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Peregrinos durmiendo en una palloza, mediados de los 80
Peregrinos durmiendo en una palloza, mediados de los 80

Podría unirme al coro del abatimiento, recordando esa canción de Celtas Cortos que tantas veces, en momentos de bajón, me ha acompañado en la ruta (La Senda del Tiempo); sin embargo, hoy prefiero dejar una puerta abierta a la esperanza…

Esperanza porque, pese a los pesares, la llama del Camino, que algunos prefieren denominar magia, sigue viva en muchos, y como muestra valga esa ola de comprensión y apoyo.

Y optimismo matizado porque, bajo la aparente capa de banalidad, el gran peso de la historia que posee la ruta jacobea sigue cautivando a muchos, da igual a cuantos (Yahveh, a petición de Abraham, prometió que no destruiría Sodoma y Gomorra si al menos hubiera en ambas ciudades diez justos), pero a muchos más de lo que podamos suponer.

Lo que suele ocurrir, y más aún en el mundo de la hospitalidad tradicional, y ya no digamos en los albergues de donativo, es que uno pone mucho de su parte y espera receptividad, y hoy no todos la tienen, porque han llegado al Camino convocados por equívocos mensajes, promociones e intereses comerciales de diversa índole, y arrastrados por ese concepto que conocemos como moda.

En la tensión vital los más idealistas, que son quienes llenan la tierra precisamente de esperanza, toman a veces decisiones radicales, queman las naves y se lo juegan todo a una carta: son experiencias vitales de riesgo. Conocemos múltiples casos en los que un peregrino emocionado, o una pareja nacida del Camino, deciden cambiar de vida y crean su albergue para seguir instalados en esa “nube”, a la que han ascendido tras completar su peregrinación. Proyectos que a veces se consolidan, planteamientos que con el tiempo cambian y se convierten en un trabajo como otro cualquiera, flores que el tiempo marchita,… arriendos, ventas, toallas tiradas.

Quien se acerca mucho al fuego corre el riesgo de quemarse, pero quien se aleja de él, con seguridad, pasará frío.

Al margen de casos y cuestiones personales, me parece muy oportuno comentar algo sobre otra idea a la que alude el título: ¿fue cualquiera tiempo pasado, como expresan las célebres coplas elegíacas de Jorge Manrique, mejor?

Nuestro hospitalero sitúa su primera toma de contacto con el Camino en el año santo de 1999, pero otros retrotraen esta experiencia impoluta de “camaradería” a 1993, primer boom del actual ciclo peregrinatorio, e incluso a los años 80, cuando se dormía sobre la paja en el frío suelo pétreo de las pallozas de O Cebreiro, en los porches de las ermitas o contemplando las estrellas. A través de la idealización de estas vivencias primigenias en cierto modo nos hacemos partícipes de un mito universal: el de la Edad Dorada.

Huelga aquí desarrollar la teoría, pero baste recordar que en muchas culturas y religiones existe un origen ideal, un paraíso perdido, un país de leche y miel al que regresaremos, tras la muerte, si en nuestra vida hemos sido justos.

El supuesto paraíso que algunos evocan con nostalgia, porque lo he conocido bien como peregrino en los años 80, siempre me ha parecido una construcción a posteriori y un tanto edulcorada. Recuerdo que en aquellos tiempos, en que es cierto agradecíamos cualquier cosa, por humilde que fuera, que nos ofrecían, también lo es que todo estaba en precario, y que echábamos pestes al tener que esperar horas, sudados y agotados, para que alguien se dignara en abrirnos la puerta de una rectoral destartalada y llena de ratones, de una cárcel sin uso en lamentables condiciones de salubridad o de una escuela desocupada en verano. Algunos pontifican ahora que les encantaba lavarse a pelo con agua fría en ríos o con mangueras, y dormir al raso bajo la Vía Láctea, pero han olvidado lo cerca que estaban entonces de pillarse una pulmonía a la luna de los Montes de León, una indigestión galopante por consumir agua de fuentes sin tratar o como eran inmisericordemente masacrados por la bichería estival.

Las sopas de ajo de José María y el tazón de caldo de Don Elías eran una reparadora bendición, no cabe duda, pero la mayoría de los días era preciso mantenerse a base de chorizo, paté y sardinas en lata, que acabábamos por odiar. Y todo ello por no hablar de la pésima señalización, de cómo nos perdíamos cada dos por tres y nos la jugábamos por el arcén de las carreteras. Aunque cada peregrino era un compañero, y todo se compartía, había tan pocos con quienes hablar, y con quienes compartir, que podías acabar tarumba dialogando contigo mismo o con dios quién sabe. Yo, desde luego, no añoro en absoluto aquella época, supuestamente heroica, por más que nos haya hecho fuertes y PEREGRINOS, y no por una cuestión de confort, sino básicamente de dignidad (por mejorar el Camino hemos luchado tantos años en las asociaciones jacobeas).

No solo cambian el Camino y los peregrinos, ahora en muchos casos meros “clientes” sin más, estoy de acuerdo, sino que también cambiamos nosotros (20 de Abril, otra vez Celtas Cortos), y el cansancio hace mella en nuestras convicciones, es algo propio de la naturaleza humana. Resistir contra viento y marea no siempre es una receta de provecho, pero tampoco suele ser justo echarle toda la culpa a las coyunturas, a los demás.

Hay soluciones para resistir, por ejemplo elegir a los peregrinos, rebajar las comodidades del albergue para que el filtro sea más exigente, disminuir el número de plazas, buscar únicamente a quienes vienen de lejos, marcharse a un Camino menos trillado y más duro e incluso, ¿por qué no entre quienes han optado por el modelo de donativo?, cobrar por lo que se ofrece, lo que no tiene porque suponer una claudicación, sin rebajar un ápice el estilo de acogida.

Lo bueno de las modas es que pasan, y más tarde que pronto el río, con toda seguridad, volverá a su cauce aunque la crecida de 2021 provoque una catástrofe.

Periodista especializado en el Camino de Santiago e historiador

Comentarios
tato
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Coincido con la opinión de Antón Pombo, el mundo cambia a pasos agigantados y eso se muestra en todas las cosas que vivimos, sufrimos y anhelamos. Sin remontarnos a la Edad Media hice mi primer camino en 2013, ha pasado poco tiempo pero advierto importantes cambios en el querido Camino, sobre todo en los más transitados. En que cambió, podría aventurar: En casi todo, porque el mundo cambió de igual forma, me molesta tanto la mala educación y destrato de algunas personas hacia los demás, sean éstos hospitaleros, peregrinos o vecinos, como la actitud un poco xenofóbica de pretender que todo sea como era antes. Escucho comentarios contra los avances tecnológicos, contra el teléfono, internet, fotografía, etc., pero hoy día no todo el mundo puede dejar su casa, su trabajo, etc. y salir a caminar uno o dos meses, quién más, quién menos, debe contactarse con la familia y amigos que quedan intranquilos porque piensan que es una locura hacerlo, o con pendientes laborales, profesionales, etc. Me parece egoísta pretender que sólo quienes no tengan lazos de estos tipos puedan salir al camino, no veo mal la necesidad de encontrar wifi en algún sitio hacia el final del día, teniendo en cuenta que muchos venimos del otro lado del mundo. No veo mal fotografiar o filmar si es del gusto del peregrino, personalmente me encantan las fotos y videos del camino que diariamente se publican en infinidad de sitios, ver una foto de Santiago siempre me emociona aunque no sea técnicamente muy buena. Por más lindo que suene la frase “el peregrino agradece, el peregrino no exige”, encaja perfectamente en los albergues que se sustentan en base a el esfuerzo y dedicación de la comunidad o de algunas personas, pero en los albergues privados que lucran con esta experiencia no me parece mal exigir por lo menos un poco de agua caliente para bañarse. Por otra parte estamos viviendo una “moda”, todo el mundo quiere venir al Camino, como toda moda, hoy es furor, a poco de andar se depurará, el que no comulga adecuadamente con el camino no vuelve porque no es fácil, cuando se dé la vuelta éstos se quedarán en casa. Sí entiendo deben de ponerse limitaciones en los albergues públicos o de donativo, no puede ser que en un día de lluvia alguien con botas y ropa impecable (aún con sello del día anterior) tenga prioridad al que llega empapado, embarrado y cansado. Estos detalles deben contemplarse, es fácil advertir a al turigrino, pues pongámosle límites. Por último veo muy bien para el turismo que la Compostella se regale, pero muy mal para el camino, las autoridades deberían tomar cartas en el asunto, no por el simple papel, sino por la congestión que producen sobre todo los tours en los últimos cien kilómetros, de lo contrario a poco de andar, los peregrinos se volverán a casa antes de entrar a Galicia. Por supuesto: “Ave hospitalero los que van a caminar te saludan”
César Antón Pascual
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Muchas gracias por el articulo. Soy de los que se iniciaron en el camino en los 80 - 90, antes del xacobeo, durante unos años, casi 15, lo deje, solo lo seguía por las publicaciones o por comentarios a vecinos o amigos que iniciaban el camino. Me ha gustado el articulo por que me ayuda a entender por que no veo de manera pesimista lo que esta pasando, también me ha ayudado a entender que pese a la carga de personas, con motivos más o menos "lúdico-deportivo-festivo" siempre habrá quién realiza el camino con sus propias ideas y motivos. Y esos/as son las que seguirán manteniendo esa "magia". Así que gracias por el articulo y nos vemos en el camino.
AndreaII
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No hay forma de frenar el tiempo, sin perjuicio de solidarizarme con la nostalgia del hospitalero, debe dejar de buscar la paja en el ojo ajeno y mirarse, nadie lo condena por enviar una carta virtual a una pagina de internet y eso que las cartas manuscritas son tan únicas!, no se si me explico ...yo hice mi primer camino con google maps y no se bien porque lo empece, si era un reto fisico o turismo o que, sin embargo, importa como termine, porque nadie pero nadie, escapa de si mismo y de esa introspeccion que el camino mas tarde o mas temprano te impone. Empiecen el camino por el motivo que sea, el resto vendrá solo, buen camino, sea el que sea