El Camino de Santiago fortalece la autoestima

Además de los motivos espirituales o religiosos o incluso motivos turísticos o las ganas de comer bien (porque la gastronomía de nuestro país yo creo que es la mejor y más variada del universo), también hay otros motivos por los que una persona se lanza al Camino de Santiago.

A veces ese motivo es por ansia de descubrimiento o exploración, por un reto personal o por encontrar una paz especial que sabemos que encontraremos en cada etapa.

¿Y qué ocurre con la autoestima?

La autoestima no es innata, es aprendida. Y puede variar a lo largo del tiempo, de la vida o de las etapas de cada persona. Está influida por los aprendizajes y experiencias que nos toca vivir, por nuestra personalidad y por nuestra relación con nosotros mismos y con el resto del mundo. Por cómo nos afectan los comentarios de los demás, por nuestros estilos de apego en la infancia y por otros factores. 

Una persona con autoestima baja suele ser una persona pasiva, insegura, sumisa, con sensación de miedos y culpa y muchas veces con sensación de fracaso interno. Y eso es terrible, porque se pasa mal. Muy mal.

Alguien con baja autoestima tiene pensamientos distorsionados sobre sí mismo, no se premia, ni se gusta, ni tiene confianza en sí mismo.

La buena noticia es que se puede trabajar con la autoestima para potenciarla y dejarla en niveles óptimos para nosotros.

Los pilares de la autoestima son cuatro: autoconcepto, autorreforzamiento, autoimagen y autoeficacia. ¿Qué pasa cuando esos pilares se tambalean? Que nuestra autoestima cae en las profundidades del abismo y empezamos a sentirnos mal.

¿Qué hace el Camino de Santiago para reforzar nuestra autoestima? Pues potenciar esos cuatro pilares de manera natural, día tras día, paso a paso, vivencia a vivencia, paisaje tras paisaje, convivencia tras convivencia… porque uno de los pilares del Camino de Santiago es compartir experiencias con otros peregrinos. Compartir un buen pulpo en Melide o esas charlas profundas compartiendo desde lo más íntimo en las rectas de la Meseta Castellana; la amo.

Pongo unos ejemplos que fortalecen nuestra autoestima y que muchos peregrinos conocemos:

Cuando somos capaces de llegar a final de etapa cansados y agotados, con los pies reventados y nos damos una ducha y nos metemos en nuestro saco de dormir, respiramos profundo y satisfechos por haberlo conseguido y nos autorreforzamos; porque nos damos cuenta de que podemos llegar mucho más allá de lo que pensábamos. Eso fortalece nuestra autoestima.

Cuando nos lanzamos al Camino de Santiago justo después de una ruptura afectiva que siempre mina nuestra autoestima porque habíamos depositado toda nuestra energía y alegría en esa relación que finalmente se terminó y de repente encontramos compañeros peregrinos que nos abrazan, nos respetan, ensalzan nuestras cualidades y nos secan nuestras lágrimas: eso mejora nuestra autoimagen que ha quedado dañada después de la ruptura; y eso fortalece nuestra autoestima. 

Cuando llegamos a nuestro fin de Camino, sea cual sea; la Plaza del Obradoiro o la Catedral de Santiago, por ejemplo… o llegamos a nuestros queridos Fisterra o Muxia… nos sentimos poderosos y victoriosos; plenos y satisfechos (¡y tristes porque se acaba, sí! ¡Viva la ambivalencia emocional que nos toca vivir al final del Camino!). Y esa gran satisfacción mejora el concepto que tenemos de nosotros mismos y el pilar de autoeficacia, por haberlo conseguido. Nos sentimos capaces. También estamos reforzando nuestra autoestima.

Estaréis de acuerdo conmigo, queridos peregrinos, que hacer un Camino de Santiago y salir victoriosos de la aventura, refuerza nuestra autoestima. Porque por muchos Caminos que llevemos algunos, cada uno es distinto, especial; es una nueva aventura de descubrimiento interno y externo que será irrepetible por muchos motivos. Cada Camino es un aprendizaje único.

A mí, el Camino de Santiago y los amigos peregrinos, me han ayudado a reconstruirme en alguna ocasión cuando mi autoestima estaba baja y mi corazón destrozado. Aquí hago un guiño al Camino Vadiniense y a mis amigos peregrinos César y Xavi.

También me ayudó con mi autoestima cuando me lancé sola a la aventura de caminar y logré superar mis miedos a cada paso. Aquí hago un guiño al Camino Aragonés (o Francés por Aragón) y a las montañas del Pirineo Oscense que tantas veces han sido mi hogar y me vigilaban desde sus cumbres.

Sí, amigos peregrinos. El Camino de Santiago es un aprendizaje de vida, una experiencia única que todo el mundo debería caminar al menos una vez en la vida. El Camino de Santiago es hermandad, empatía, solidaridad, abrazo, gastronomía, superación, motivación, tolerancia, espiritualidad para unos, religiosidad para otros. El Camino de Santiago, aunque dicen que cada vez menos, es compartir y respetar. Compartir con uno mismo y con los otros. Respetarse a uno mismo y a los otros. 

Y estoy convencida que, a muchos de vosotros, el Camino de Santiago, también os ayudó a reforzar vuestra autoestima. Me encantaría que compartierais en comentarios.

Me pongo a escribir sobre Camino de Santiago y me entra la morriña y se me saltan las lágrimas… es inevitable. Y me encanta.

Las almas que caminan juntas, quedan unidas para siempre.

¡Buen camino!