Comentarios sobre Albergues: Libertad de expresión y derecho al honor
Vivimos en un país en el que, al menos por ahora, existe el derecho a la libertad de expresión. Ello implica que cualquier actividad pública está irremediablemente expuesta a crítica. Es la base del periodismo libre: nadie pide permiso a una empresa o a una persona para criticarla. Nosotros (y cualquiera) tenemos derecho a informar de la existencia de un albergue abierto al público, le guste o no a su propietario, y a publicar opiniones sobre el mismo. Cuando un propietario de un albergue nos escribe diciendo que “no quiere aparecer en ninguna web” (porque es ilegal, o por los comentarios negativos, o por ambas cosas), no le ampara la ley. Existen otros derechos, como el del honor, que protegen a los ciudadanos cuando la libertad de expresión traspasa del ámbito público al privado.
En Gronze defenderemos siempre nuestro derecho a la información y el derecho de los peregrinos a exponer libremente sus opiniones; ello no debe ser incompatible en incluir, en nuestra gestión de los comentarios, criterios éticos teniendo en cuenta las características propias de los albergues de peregrinos. El sentido común nos dice que no es lo mismo despotricar sin piedad de McDonalds, por poner un ejemplo, que de un pequeño negocio familiar que vive del paso de los peregrinos.
Así pues, eliminaremos aquellos comentarios:
1. Que, a juicio de Gronze, no sean genuinos, o tengan un carácter publicitario o una intencionalidad dañina, sean irrespetuosos, desproporcionados, o contengan falsedades manifiestas.
2. Que se refieran a aspectos fuera del ámbito de la actividad pública del alojamiento.
3. Que expongan o insinúen un delito. Los delitos deben denunciarse en un juzgado o ante la Policía.
4. Que estén escritos por usuarios que no hayan visitado el alojamiento.
Si algún responsable de un alojamiento cree que un comentario entra en estos supuestos, que nos los comunique, si es con amabilidad mejor, pero si no también lo revisaremos. Aceptamos incluso los insultos, lo único que no aceptamos son las amenazas.
Los conflictos siguen un mismo patrón. En una localidad, pongamos X, hay varios alojamientos, pongamos que hay 3 albergues. En uno de ellos sirven comida de baja calidad, las habitaciones están sucias y el trato es desagradable. El responsable de dicho albergue intentará a toda costa, con presiones, e incluso contratando a un abogado, que la información de la que dispongan los peregrinos sobre los alojamientos en la localidad sea mínima, y si es posible ninguna, de tal forma que se distribuyan proporcionalmente entre los tres albergues. Qué bien se vivía antes de Internet, piensa. Y lo más curioso es que su esfuerzo en la causa es mayor del que necesitaría para mejorar la comida, limpiar las habitaciones y ofrecer un trato más amable… el único camino, de hecho, que tiene para que su negocio sobreviva. Los tiempos han cambiado, los clientes quieren saber cómo les fue a los clientes anteriores. Creen que la culpa es de Gronze, o de Eroski, o de no sé qué APP, y se equivocan.
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