Exposición: Carteles para un Camino, 100 años de ilustración jacobea

Es una lástima que los elementos se hayan conjurado, a los que somos de provincias con gran nevada del siglo o sin ella, para visitar en persona la exposición Carteles para un Camino, 100 años de ilustración jacobea. Está instalada en la Biblioteca Nacional de Madrid, ha sido patrocinada por el Ministerio de Cultura y Deporte (ambas dimensiones están presentes en el Camino, quién lo pone en duda) a través del renacido Consejo Jacobeo, y su comisario es el escritor y gestor cultural José Tono Martínez (Guatemala, 1959), doctor en Filosofía cuya principal incursión en el Camino de Santiago había sido, hasta ahora, la novela Cantigas de andar (1997), ambientada en la ruta, y el ensayo Hijos del Trueno. Mitos y símbolos en el Camino de Santiago (2015), digna prolongación de las teorías de Charpentier o Sánchez Dragó, pero proyectando el mito hasta el presente.

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Exposición «Carteles para un Camino, 100 años de ilustración jacobea», Biblioteca Nacional de Madrid
Exposición «Carteles para un Camino, 100 años de ilustración jacobea», Biblioteca Nacional de Madrid

La muestra nos permite realizar un viaje a través de la divulgación del fenómeno jacobeo, que no ha sido ajena a la ideología y los planteamientos turísticos de cada momento, y, a la vez, sobrevolar las corrientes artísticas del siglo XX, desde el modernismo hasta las vanguardias y la actualidad. Están presentes algunos pintores e ilustradores clásicos, entre ellos los gallegos Castelao, Maside o Sobrino Buhigas, y muchos de los carteles, en general empapados del historicismo medieval, fueron creados para promocionar los años santos.

Los carteles aparecen acompañados por otras publicaciones de menor formato, tales credenciales, folletos turísticos o programas de las fiestas compostelanas del Apóstol, y también por libros, o reproducciones de ellos, comics, dibujos y alguna pintura.

Además, con motivo de la muestra se ha desarrollado una original, y entendemos que costosa, iniciativa: el encargo de ocho carteles, y de siete historias, a una quincena de artistas e ilustradores que, de este modo, enriquecen la temática jacobea. De esta contribución, generosa oferta, se pueden descargar gratuitamente una serie de etiquetas, para el uso particular, desde la página del Consejo Jacobeo.

Por supuesto, la muestra cuenta con un interesante catálogo, cuya versión corta también podemos descargar sin coste alguno en la web de la Biblioteca Nacional.

Inaugurada el 27 de noviembre de 2020, permanecerá abierta al público, con la venia de su satánica majestad el Covid-19, hasta el 14 de marzo del año en curso, pudiéndose acceder a ella en horario de 10 a 20h de lunes a sábado, y de 10 a 14h domingo y festivos. Por fortuna, una vez clausurada en Madrid parece que comenzará a «peregrinar» por otros lares.

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Obra de Calpurnio
Obra de Calpurnio

Y dado que no queremos patinar en el hielo, ni tentar la suerte en la ruleta rusa del virus, por ahora hemos preferido no desplazarnos a la villa y corte como hubiera sido nuestro deseo, pero tenemos allí a la persona más indicada para hablar sobre carteles del Camino, pues además de poseer posiblemente la mejor colección privada sobre el tema, ha colaborado con los organizadores cediendo varios de sus carteles para la exposición. Por supuesto este no es otro que Fernando Lalanda Pijoan, que ya había expuesto en el monasterio de Samos una parte de su colección de carteles y credenciales en 2016.

Una muestra completa, representativa, que se queda a medias, escasa… ¿cómo la calificarías?

La exposición no trata sobre la historia de la cartelería jacobea en sí, sino de la creación gráfica en torno a la temática del Camino de Santiago desde principios del siglo XX. El cartel es el principal soporte, pero no el único, se han incluido credenciales, compostelas, folletos, etc. Toda la creatividad artística al servicio del márquetin para hacer más atractiva la llamada hacia Compostela. En lo que a esto respecta sí que está bastante completa. Cierto que siempre hay lagunas, pero en un campo tan virgen como este, con tan poco conocimiento, lo que no está tampoco se le espera.  

Son como centenar y medio de documentos los que se han podido exponer. Muchos de los seleccionados se han tenido que volver para casa, más que nada por falta de espacio.  

Yo la habría planteado con otro enfoque, pero lo que se buscaba aquí era arropar la nueva emisión de carteles que ha realizado el Consejo Jacobeo para el Año Santo 2021. Se ha huido de la fotografía y ha primado la creación de los artistas dirigida hacia el público más joven. Un arte actual que a su vez entronca con lo producido por los creativos más punteros que se han sucedido a lo largo de 100 años.

Lo definiría a lo Mario Clavel: «una exposición muy cuca». Sí, es agradable. 

¿Qué es lo que más te ha llamado la atención, si es que te ha llamado algo la atención que no conocieras?

Un cartel de Mariscal muy a lo Mariscal. También he de añadir que conocía de oídas, por el comisario de la muestra, un dibujo inédito de un peregrino pintado por Federico García Lorca que luego me ha decepcionado, …desde luego lo prefiero como poeta. Sin embargo, como se puede llegar a apreciar, el nivel de las obras expuestas es muy alto.

¿Has echado de menos algo en este repertorio?

Sí, por supuesto, pero no se lo digamos a nadie: el cartel de Máximo Ramos de 1909, alguno de mi artista preferido, el gallego Camilo Díaz Baliño, o un cartel con la talla de Santiago que hicieron los estudiantes de la Academia de San Fernando para que no destruyesen las obras sacras en plena Guerra Civil, sólo el original y a mano, no hubo copias.

Pero me doy con un canto en los dientes habiendo podido liberar un pequeño cartel de Castelao de 1926, que en su día me fue negado para poderlo incluir en un libro. 

¿Un cartel especialmente valioso, curioso, singular?

Para mí todos los carteles son eslabones de una cadena, todos valiosos. No obstante, me encantan los del Patronato Nacional de Turismo de 1928, aunque falta uno.

Si me he de decantar por alguno es por mi «naranjero», el más antiguo que se ha expuesto, de 1900, en inglés Pilgrim of the Holey Year. Está realizado en Valencia, al mismo estilo de los carteles con los que promocionábamos las naranjas en el Reino Unido.

¿Se puede marcar un antes y un después del Xacobeo en la divulgación del Camino?

Rotundamente no.

Como bien sabemos esto va por ciclos en los que se suceden cuatro Años Santos con una cadencia de 6, 5, 6 y 11 años en el período más largo. Este último, para algunos más que una «espera» es un «desespera», así que en el primer jubilar de cada ciclo se tira la casa por la ventana. 1993 fue espectacular en calidad y número, pero también lo habían sido 1909 y 1965, y un caso aparte fue 1937, por la Guerra Civil, pero también se las trajo.

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Inauguración de la exposición, Biblioteca Nacional de Madrid
Inauguración de la exposición, Biblioteca Nacional de Madrid

Arte menor, poco valorado, pero fundamental para conocer la dinámica histórica de los años santos, como los carteles de la Guerra Civil, según demostraron Josep Renau, y recientemente Jesús de Andrés, lo han sido para entender mejor la contienda. ¿Se podría elaborar una crónica básica sobre el espíritu de los jubileos compostelanos a partir de los carteles?

No es que sea poco valorado, es un tema desconocido. 

Es la pura historia de la Historia de este país, también del arte, de la tecnología, los gustos, los estilos; la bonanza y la pobreza. El cartel va paralelo a la evolución de la sociedad española, démonos cuenta de que se trata de publicidad, y su impacto visual tiene que ser capaz de hacer atractivo el producto que anuncia, pura psicología.

La producción de carteles de la Guerra Civil se produjo en tan solo tres años sobre un determinado contexto y mentalidad. La cartelería jacobea tiene más de un siglo de producción bajo diferentes coyunturas, su riqueza y variedad es mucho mayor, pero con menos morbo, aunque también hay carteles jacobeos íntimamente relacionados con la contienda. Igualmente os diré que los carteles que salgan este año están predestinados a formar parte de la historia de aquí a seis años, con lo cual se puede decir que se trata de algo vivo y dinámico. 

¿No deberíamos disponer ya de un contenedor especializado, tal vez en la inútil Cidade da Cultura de Santiago, para custodiar y exponer este legado ahora disperso en los fondos de tantas instituciones? ¿Estarías dispuesto a colaborar con un proyecto de este tipo?

La idea no es nueva, recuerdo aquella memorable reunión del 2004 en el monasterio de Herbón en la que nos juntamos tanta gente por mi admirada y en la que yo era el más tonto, pero el proyecto se fue a pique por falta de apoyo, económico y político, creo recordar.

Cuando me presento a alguien como documentalista e investigador jacobeo tengo la sensación de que piensan de mí que soy un pobre diablo, un pirado, un friki. Sin embargo, ahora que me presentan como coleccionista, la cosa cambia, pues acaso piensan que tengo mucha pasta, y todo son cabezazos. Ese proyecto hay que venderlo bajo la imagen de «Colecciones», del propio Patrimonio del Camino de Santiago.

Siempre bromeamos que cuando yo me muera mi mujer tirará todos los papelotes a la basura, ¡pobre Pilar! Con esto expongo mi predisposición para «salvar» y poner en valor todo lo que he ido arañando a los traperos. He procurado hacer colecciones atípicas sobre lo jacobeo en el siglo XX, no siempre documentales, pero bien expuestas podrían llenar muchas salas y, desde luego, sería la mejor forma de hacer bueno mi trabajo recopilatorio de tantos años.

Periodista especializado en el Camino de Santiago e historiador